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martes, 29 de diciembre de 2015

PRESENTACIÓN DE SUBSUELO


(Imagen de la Tribuna de Cuenca)

Marcelo Luján nació en Buenos Aires en 1973, pero vive en Madrid desde 2001, donde ha trabajado como periodista y coordinador de talleres literarios.

Sus primeros libros fueron colecciones de relatos galardonadas por toda nuestra geografía: Flores para Irene, premio Santa Cruz de Tenerife 2003. En algún cielo, premio narrativa Ciudad de Alcalá 2006, y El desvío, premio Kutxa Ciudad de San  Sebastián 2007.
No obstante, tu cuento más premiado por la crítica femenina es tu acento porteño después de quince años en el Foro, ¿Cuántos sujetadores has conseguido con esa historia? ¿Has pensado en organizar un taller de cuento para pagafantas?

(risas) Esto que dices no es verdad y si lo fuera, hay muchos porteños sueltos por España como para que ese tipo de éxito caiga sobre mí. En cualquier caso, prefiero la ficción, quiero decir: que sea la ficción la que determine ciertos aspectos personales.

 Ya en 2009 debuta en la novela con La mala espera: premio Ciudad de Getafe, que ha sido traducida al francés y el italiano, ¿por qué te decantaste por la novela negra y no la rosa a lo Federico Moccia que se ajusta más a tu público?


(risas) Lo cierto es que nunca tuve la intención de decantarme por un género en particular. Tengo como verdad que lo más importante a la hora de contar es la propia historia, y que es ella quién determina el escenario, los personajes, y el modo en que éstos interactúan. En La mala espera (le he comentado varias veces) quise contar una historia urbana en el Madrid actual, me interesaba la inmigración moderna en la Europa moderna, y hasta dónde puede llegar un inmigrante para alcanzar el objetivo que vino a buscar. Quise escribir una novela urbana y me salió negra y fue esa casualidad la que puso de manifiesto que lo negro, lo oscuro, la oscuridad y la maldad del ser humano eran los aspectos que más me interesaban para desarrollar la ficción.

 Su segunda novela, Moravia, no vio la luz hasta 2012, y la tercera, que hoy presentamos, Subsuelo, llegó en 2015, algo que llama la atención, puesto que todas ellas son bastante breves, ¿cuál es el proceso de gestación de una obra de Marcelo Luján?

Es un proceso bastante lento, y no me refiero al proceso de escritura propiamente dicho, sino a la certeza de saber qué quiero contar, cómo lo quiero contar y, por supuesto, desde dónde. Una vez tengo claro todos estos conceptos puedo ponerme a escribir. No me quita el sueño ser muy prolífero ni publicar dos libros al año. Creo que la ansiedad es uno de los peores enemigos para un autor. Y es la ansiedad (por publicar, por figurar, por “hacer ruido”) lo que hace que nos olvidemos que sólo deberíamos tener un objetivo: es escribir bien. Y ninguna otra cosas es más importante que esa.

Centrémonos ya en Subsuelo, aunque se trata de una novela difícil de presentar sin destriparla, ¿cómo resumirías tu libro sin causar demasiada escabechina argumental?

Subsuelo es una historia sobre el mal, sobre la oscuridad y sobre el dolor que podemos llegar a causar las personas. En este caso la psicología del daño está planteada dentro de seno familiar, que es la primera institución y el primer eslabón del desarrollo humano. Me pareció interesante investigar hasta qué punto, los padres, tenemos control sobre nuestros hijos adolescentes, qué creemos saber de ellos, qué nos ocultan, qué los motiva, y cuáles son sus miedos.

En esta historia, hay dos protagonistas indiscutibles: los mellizos. Dos mellizos que no podrían ser más distintos: Eva y Fabián. Eva es una chica con un cuerpo para el pecado y una forma de ser algo lolita, y Fabián un psicópata de rasgos arios, ¿por qué dos mellizos, si son tan distintos? ¿Y por qué de esas edades?

Quería que fuesen hermanos y, especialmente, chica y chico (por muchas razones que la historia necesitaba). La adolescencia es una etapa literariamente muy rica. Y son, en efecto, distintos, física y psíquicamente. Aunque algo misterioso los une y dispersa, bastante, aquella creencia de la disparidad. Inocular una gota de veneno en estos dos jóvenes, inexpertos e impacientes, sería el mejor modo de ver su interior más oculto.

  

La relación entre los mellizos es realmente compleja y oscura, con más odio que amor fraternal desde la cuna, y toda clase de abusos físicos e incluso sexuales, que me han hecho percatarme de que el incesto es más común en la crónica negra que en la ficción,  al menos hasta donde sé, ¿crees que es un tabú literario?

Dudo que, en los tiempos que vivimos, en esta sociedad enferma y desquiciada, exista ningún tabú. Y si no los tiene la sociedad, tampoco lo tiene la literatura que genera esa sociedad. En el caso de Subsuelo, los abusos sexuales que Fabián comete con Eva funcionan e incrementan la dominación, el poder de uno sobre el otro. Aun siendo ellos adolescentes no es sexo simple y llanamente sino una demostración más de la maldad y del sometimiento que el hermano ejerce sobre la hermana.

Además de Eva y Fabián, hay una protagonista secundaria: Mabel, su madre. Una argentina que huyó del país durante la dictadura, pero que aún recuerda con nostalgia y amargura aquellos tiempos, ¿por qué no diste más cancha a este personaje y este tema? ¿Qué recuerdas de esos días?


Yo era un niño cuando sucedió aquella noche negra en Argentina. Pero su manto de terror y la presencia de los militares genocidas y de los civiles colaboracionistas quedaron impregnados en la sociedad durante décadas. De hecho, tuve compañeros de facultad que eran hijos de desaparecidos. No sé si alguna vez se podrá superar semejante barbarie, supongo que no. Y con respecto a la primera pregunta, ni el personaje de Mabel ni su pasado requerían más espacio narrativo que el que les di: la historia de Subsuelo no lo necesitaba. Sin embargo, era imprescindible ese pasado en la madre de los mellizos para que funcionaran otros engranajes.

Vamos con un reto: psicoanalizar a un argentino.

La mala espera,  protagonizada por un argentino recién llegado en Madrid, en Moravia con ese bandoneonista que regresa tras haber triunfado en Estados Unidos, y en Subsuelo, en que ya hemos visto que se toca tangencialmente la dictadura, ¿es el exilio de la Argentina una constante consciente o inconsciente de tu narrativa?

Es totalmente consciente pero no se trata del exilio como elemento nostálgico sino como problema. El inmigrante es la clave. Argentina es un país hecho por masas de inmigrantes (sobre todo en la Cuenca del Plata). Se trata, para mí, de un movimiento humano demasiado importante, en lo personal, en lo familiar, y en lo sociocultural. Tiene mucha fuerza incluso en la no-ficción. Me resulta cercano y fundamental para entender Argentina.

  
Aunque haya algunos temas comunes, el estilo, tu estilo ha cambiado mucho en estos seis años.

La primera persona de La mala espera, se convirtió en una tercera con ecos de realismo mágico en Moravia, y en esta, se aprecia un gran cambio, con una primera parte muy lírica y el resto muy sintética y experimental, ¿a qué obedece estas diferencias, a las pulsiones del yo autor, del ello lector o al superyó de la historia?


(risas) Dejemos a Freud por un momento. Cada historia que quiero contar tiene un escenario propio (en estos casos totalmente diferente), unos personajes singulares, una atmósfera exclusiva. Nunca podrían haber sido ni siquiera parecidas. Ni siquiera en el tratamiento de la historia. Porque lo más importante (siempre) es la historia que queremos contar. Y debe ser ella la que se imponga, la que marque los ritmos. Las decisiones narrativas son el corazón de lo que uno empieza a contar.

  

Por cierto del estilo, a mi juicio el mayor punto fuerte de la novela, algo que cabe destacar es la estructura tanto de la obra en su conjunto como de cada capítulo. De la obra, porque empieza en el accidente, luego viaja dos años al futuro, para luego volver al accidente y por último regresar de nuevo al presente.

Ahora, lo más llamativo es cómo ese vaivén también está presente en cada capítulo, cuando el narrador adelanta acontecimientos e introduce hechos pasados durante la narración en presente, ¿qué pretendías con un recurso tan arriesgado?

Entendí que ese era el modo de contar la historia de Subsuelo. Sí fueron decisiones arriesgadas y lo supe desde la primera línea. Pero ese era el mejor modo de contar. La novela sucede en un escenario muy acotado, sin interacción urbana, y con pocos personajes. Necesitaba un narrador activo, un narrador que tuviese una relación diferente con el lector. Y en una tercera omnisciente eso no es fácil de conseguir porque es una visión superestructural y siempre alejada. Algo parecido ocurre con la estructura de esta novela, donde además de esos dos veranos, los capítulos contienen varios recursos narrativos que, de utilizarlos incorrectamente, el texto se vuelve incompresible. Pero decidí correr el riesgo y trabajar para utilizarlos del mejor modo, del modo correcto. También con este elemento escenario y personajes cobrar otra intensidad. Y ese era el objetivo.

  
Prácticamente toda la novela transcurre  en un chalet en medio del campo. Un chalet para burgueses, con piscina, jardín y esas cosas. Un chalet aparentemente idílico, pero que por debajo, en el subsuelo, está infestado de hormigas, ¿es el hormiguero una metáfora del lado oculto de la clase media?


Sí, por supuesto. En este caso le tocó a la clase media burguesa pero no tengo ninguna duda de que debajo de nosotros, debajo de todas las cosas y de todas las mujeres y de todos los hombres, está lo que se oculta, lo que no debe salir a la luz, lo que nos avergüenza y también impide que seamos completamente felices. Ese es el subsuelo: un inmenso e inaccesible hormiguero que opera como una cárcel.

Dejando a un lado Subsuelo, ¿qué está escribiendo ahora mismo Marcelo Luján? ¿Habrá que esperar otros tres años para leerlo?

Probablemente (risas). La verdad es que no me pongo tiempos a la hora de escribir novelas, de modo que no lo sé porque todavía estoy pensando qué y cómo quiero contarlo.


Por último, tú que conoces mejor la literatura de tu país, ¿cuáles son para ti los cinco criminales literarios más buscados de la Argentina actual?

Leonardo Oyola, Claudia Piñeiro, Guillermo Orsi, Raúl Argemí y Gabriela Cabezón Cámara

martes, 22 de diciembre de 2015



Blacksad, de Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales.
Por Raquel Soler.

Me he estado rompiendo la cabeza sobre como abordar la reseña de esta gran obra que es “Blacksad”. ¿Reseñaba solo uno de los números? ¿Todos de una vez? ¿Hacía una reseña general? Finalmente, me he decantado por esta última opción.

¿Pero que es Blacksad? Sencillamente la mejor obra gráfica de género negro que he leído. Y nada más ni nada menos que de la mano de dos jóvenes artistas españoles, Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales.

Blacksad es una colección de cómics que comenzó en 2001 y que narran  los casos de John Blacksad, un detective que, a lo largo de (por el momento) cinco volúmenes, se ve envuelto en diferentes casos donde la corrupción, la traición y la desesperación son el denominador común. Una particularidad de estos cómic es que los protagonistas son todos animales antropomórficos; es decir, perros, gatos (el protagonista es un gato, muy elegante y duro, pero un gato), caballos, osos, cocodrilos etc. Sin embargo, y aunque le da una elegancia y un toque especial, esto es algo accesorio; lo que menos importa aquí es que John sea un gato. Por supuesto, se hacen referencias a ello, especialmente con algún refrán o expresión, pero no es vital para la trama. Y sin embargo… ¡Qué estilo le da! ¡Y qué delicadeza y pasión en el trazo de las imágenes! Impresiona especialmente como aúnan las expresiones faciales humanas y las corporales animales. Sinceramente, hacía mucho tiempo que un cómic no me hacía quedarme tan maravillada con el dibujo.



Y aunque a nivel artístico es simplemente espectacular, a nivel argumental es una pasada. Los personajes son inolvidables y muy reales, las tramas, sin ser enrevesadas son intensas, poderosas y sorprendentes. Cabe destacar que la acción transcurre en los Estados Unidos de los años 50, por lo que el contexto histórico incluye tramas sobre la “caza de brujas”, el racismo, la amenaza nuclear… No nos cuesta nada reconocer las situaciones históricas reales detrás de cada número y os aseguro, que en cada uno de ellos se os hará un pequeño nudo al pasar la última pagina.

Como dije antes, hasta ahora han salido cinco números.  Estos son “Un lugar entre las sombras”, “Artic-Nation”, “Alma Roja”, “El infierno, el silencio” y “Amarillo”. Se pueden encontrar en un tomo recopilatorio o por separado. Recomiendo a todos los negritos su lectura. Os aseguro no os arrepentiréis.

domingo, 6 de diciembre de 2015

SUBSUELO de Marcelo Luján


Un pedazo de SUBSUELO ...



Un día, el día siguiente a la llamada, antes de la cena, recibió un sms. El número era sólo un número. No tenía nombre. Pero era Ramón. Aunque ella no lo supo hasta que leyó Perdona lo de anoche. Estaba enredando en su agenda y he marcado sin querer. Lo siento mucho. No volverá a pasar. Ramón. Y quiso responderle Eres un gilipollas. O mejor, Hostia puta, eres un subnormal de mierda. Pero no lo hizo. Ahora que empuja la silla de Fabián por el camino de tierra no lo recuerda pero en ese instante, después del primer arrebato, sintió pena. Y enseguida culpa. Y fue la primera vez que sintió pena porque culpa sentía todo el tiempo. Y casi todos lo sabían. Lo sabían sus padres y lo sabía la psicóloga y lo sabía su amiga Pepa y el que más lo sabía era Fabián. Esa noche hizo como que cenaba. Hizo como que estaba cansada. Apenas probó bocado y se acostó. Esa noche, su hermano intentó despertarla. Y en algún momento descubrió que ella había estado llorando: el contorno de los ojos, la almohada, el modo en que aparecía acurrucada debajo de las sábanas y el edredón. Puede que Fabián se haya preguntado el porqué. Puede que tras la inútil insistencia él haya soltado un insulto antes de marcharse. Puede que ni siquiera haya vuelto a taparla. Ni con las sábanas ni con el edredón. Puede que parte de la cintura de Eva haya quedado desnuda, con el elástico del pijama expandido por su cadera. Cualquiera de estos detalles serían irrelevantes de no ser porque esa noche, sin que ninguno de ellos lo supiera, los engranajes de la desgracia habían vuelto a ponerse en marcha.


No se lo dijo a nadie. Ni el episodio de la llamada perdida ni el sms del día siguiente. Ni a su madre ni mucho menos a su hermano. Ni siquiera a Pepa. Aunque Pepa le contara todo: vida y milagros de sus idilios y sus líos, siempre con pelos y señales, e insistiera, cuando se terciaba, en preguntarle con quién lo había hecho ella. Ahora que se han detenido entre la hierba alta del sendero y Fabián bebe agua a morro delante mismo del tronco que les impide continuar, no lo tiene presente pero a menudo maldice haberle dicho a Pepa que ya no era virgen. Maldice haberle dicho Con uno que no conoces ni vas a conocer porque no quiero verle más, porque se ha portado como un cabrón, y ya está. A menudo, Pepa le pregunta si ese chico es algún chico del instituto. Venga, hombre, suele decir Pepa. Y enseguida pregunta Es alguno de estos payasos, a que sí. A menudo, maldice tener que mentirle a su mejor amiga. Tener que decir Déjalo ya, Pepa. Que no me da la gana hablar de eso, coño. Pepa sabe del accidente lo que sabe todo el mundo. Sabe, porque esas cosas son fáciles de apreciar, el terror de la tragedia y las secuelas que enseña el después. Lo que queda y lo que se ve y lo que se percibe o intuye. Sabe lo que le contó Eva. Y lo que le contó su propia madre, que alguna vez habló del tema con Mabel. Sabe lo que sabe todo el instituto, desde la directora hasta el que limpia los retretes, es decir: nada, o poco, o la verdad matizada. En casos así, la mentira encubierta se mantiene a salvo sin mucho esfuerzo. A menudo Pepa no puede evitar mirarle la cicatriz, posar sus ojos en esa costura que nace entre las cejas y sube hasta perderse en el cuero cabelludo. A menudo le gustaría poder decirle Casi no se te nota, tía. Pero no puede, y no lo hace. A menudo Eva se da cuenta de que la gente le mira la cicatriz incluso antes de mirarla a ella. Y siempre piensa lo mismo. Piensa, aunque sepa que no es cierto, Eso que miráis me la suda, que lo sepáis.


Un día leyó Le echo mucho de menos. Y tardó bastante en responder. Tanto, que no respondió nada. Y esa madrugada se despertó varias veces, algunas de esas veces, gritando en la oscuridad de su cuarto. Un grito sin ninguna palabra. Sólo un grito que la dejaba sentada en la cama, incrédula y desorientada. Puede que bañada en sudor. O con la sensación de estarlo. Y fue esa misma madrugada, entre despertar y despertar, con la vigilia por encima del sueño, cuando pensó algo que no volvería a pensar nunca más. O al menos no con tanto reparo. Pensó, como si le hablara a Ramón. Fui la última tía en la que se fijó tu hermano. La última a la que se quiso follar. La última que le dijo no. Y no sé por qué le dije no. Tal vez porque en ese momento no me había tirado a nadie. Fui la última tía que le miró a los ojos, la última a la que él le sonrió. Llevaba un polo y unas bermudas preciosas. Y ese perfume. Cuando tú estabas volviendo de no sé dónde, habíamos metido los pies en la piscina y él me rozaba debajo del agua. Me buscaba. Y no sé por qué mierda me negué. Creo que fue acojone, porque me salí, porque me piré con una excusa cualquiera. Y me arrepiento tanto de haberlo hecho. Tú no lo sabes pero allí, en la piscina, estaba Fabián con nosotros, pegado como una lapa, por supuesto haciendo el idiota. Grababa vídeos con su móvil nuevo. Tú no lo sabes pero también hizo vídeos en el coche. Desde que me puse al volante hasta que todo se acabó. Claro que tú no sabes que yo iba al volante aquella noche. Escuchábamos una canción de 30 Seconds To Mars, de un cd tuyo que dejaste en la guantera. Cuando cierro fuerte los ojos, vuelvo a oír los puñeteros violines. Tampoco sé por qué escucho la parte de los violines. No lo sé. Y la voz que decía algo así como Mira mis ojos, me estás matando, y yo todo lo que quería eras tú.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Subsuelo, de Marcelo Luján.

Por Sergio Vera Valencia.





Hay amores que matan.

Como el de Eva. Una tentación morena de dieciséis primaveras, encaprichada por conducir el coche de Javier una noche de verano.

Pero también hay secretos por los que merece la pena matar.

Como el del accidente de Javier, esa trágica noche de verano.

Porque nadie sabe lo que realmente ocurrió.

Sólo Eva. Y su hermano mellizo, el de la silla de ruedas.

Porque aunque no se parezcan en nada, Eva y Fabián son mellizos.

Y Fabián, el de la silla de ruedas, guarda mucho, muchísimo rencor hacia su hermana.

 Porque hasta el accidente, Fabián, el de la silla de ruedas, no era el de la silla de ruedas.

Y además de saber lo que ocurrió, Fabián tiene pruebas.

Y muchas, muchísimas ganas de hacérselo pagar caro, bien caro a su melliza.

Porque su melliza, Evita la pecadora, salió como si nada del accidente.

Al menos, en apariencia.

Porque hay heridas que no se ven, pero se sienten.

Siempre.

Adentro, muy adentro.

Y culpas que nunca cicatrizan.

Nunca.

Esto es Subsuelo, la última novela del argentino Marcelo Luján.

Una obra de suspense cargada de resentimiento y estilo, que desborda sentimiento y literatura por sus poco más de doscientas vertiginosas páginas.

Porque Subsuelo no es una narración al uso.

La clásica historia de planteamiento- nudo- desenlace.

Subsuelo es otra cosa. Es como el mar.

Una historia envolvente, que viene y va, que va y viene, adelante atrás, atrás adelante, donde presente pasado y futuro se mezclan y entremezclan con absorbente maestría.

Una novela arriesgada, diferente, un derroche de técnica muy fácil de leer y muy difícil de leer en otro lado.

Un libro de personajes, humanos y atormentados.

Un libro de atmósfera, angustiosa y opresiva.

Un libro finalista de la última edición del premio Valencia Negra, para muchos firme candidata al Hammett de la próxima Semana Negra.

Por todo eso y mucho más, las Casas Ahorcadas se complacen en invitarte a su presentación, que tendrá lugar el próximo viernes 11 de diciembre a las 19 h en el salón de actos de la Biblioteca Municipal de Cuenca (Centro Cultural Aguirre).

Compártelo, no lo guardes en secreto.


Porque ya se sabe, que hay secretos por los que merece la pena matar

Y este, podría ser uno de ellos.

sábado, 21 de noviembre de 2015

LA HIJA DEL TIEMPO, JOSEPHIN TEY


Por María José “reseñista” Moya.




La hija del tiempo, originalmente publicada en 1951, fue declarada la mejor novela inglesa de misterio de la historia en 1990 por la Crime Writers Asociation de Gran Bretaña.
Personalmente considero que no es novela negra. Más bien es una novela histórica, porque lo que trata de averiguar el protagonista es un caso que sucedió hace cerca de 500 años.
La historia comienza cuando Grant, inspector de Scotland Yard, se cae por una trampilla y tiene que ser hospitalizado ya que sufre lesiones en las piernas y en la espalda. Esto le hace permanecer en la misma posición y solo puede contemplar el techo y las paredes.
El inspector siempre ha sido aficionado a las caras y una de sus aficiones es adivinar el carácter de una persona por su aspecto, por lo que su amiga, la actriz Marta Hallard, le lleva una serie de retratos para paliar su aburrimiento. Entre ellos descubre uno de Ricardo III el último monarca de la Casa de York. A él le parece un hombre justo, pero ha sido acusado por la historia de varios asesinatos, entre ellos el de sus dos sobrinos. Grant pretende demostrar que podría ser inocente de los crímenes que se le han imputado. (Es gracioso el concepto que utiliza de tonypandy, haciendo alusión a hechos históricos que todo el mundo toma por verídicos pero que no son ciertos).
Comienza así una investigación entre recuerdos de escuela, chismorreos y libros de texto que le facilitan las dos enfermeras que lo atienden a las que llama la Enana y la Amazona. Poco después por mediación de Marta, conoce a un joven americano que está trabajando en la National Gallery, y este le ayuda recabando información, textos y documentación de la época. Grant coteja toda la información y lo conducen a revelaciones inesperadas

lunes, 16 de noviembre de 2015

Los premios Princesa de Asturias



Por (asturi) Ana Quiros.



 Un año más, Oviedo se engalana para recibir a la flor y nata de la cultura mundial: científicos, humanistas, deportistas, escritores.... Más allá de las opiniones contrarias, políticas todas ellas, de los estilismos que lucen los invitados al evento, unos más afortunados que otros, que no vienen al caso, quedémonos con la importancia del mayor evento cultural que alberga esta bonita ciudad asturiana.
 Después de los Nobel, los Premios Príncipe (ahora ya Princesa) de Asturias, son los de mayor importancia. Un reconocimiento a los destacados de cada año en diferentes facetas, Mujeres y
hombres que, en definitiva, hacen avanzar el mundo y disfrutar de él.





Y.....claro, hay que ponerse a la altura.

De entrada, el concierto de música en el Auditorio, un auténtico lujo para los sentidos, creo que, en cualquier edición, haría amar la música al más neófito.

Desde días antes se embellece la ciudad, flores nuevas en los parterres, recorte de ramas secas en los árboles y....... (esto nos encanta comentarlo a los ovetenses) limpieza de las estatuas. Las limpian, las pulen y les dan esplendor. Nunca lucen tanto como estos días. Hay muchas y muy variadas, es un recorrido obligado  y sorprendentemente placentero para cualquier visitante. Pero las más mundialmente famosas, justo al lado del Teatro Campoamor, sede de la entrega de los Premios, son "la gorda" ("La Maternidad" de Botero) y el "culo" (Culis Monumentalibus de Urculo). Y es que los asturianos somos muy dados a ponerle mote a todo, es una manera de hacerlo muy nuestro.






Volviendo a lo que procede en este blog, reseñar que los dos últimos premios de las letras han sido para autores muy dispares de novela negra, John Banville en 2014 y Leonardo Padura en 2015. No cabe duda que nuestra afición común está en auge, ¡a disfrutarla!
Y qué mejor para hacerlo, que con la reseña de “La neblina del ayer” que nos regala Amelia Carrillo.







Cuando aquella mañana Mario Conde, comprador de libros viejos, se adentró en aquella casona de estructura definitivamente decrépita, que antes fue un  lujoso aristocrático edificio con trazado neoclásico,  y descubrió la impresionante biblioteca que a lo largo de los años había atesorado  D. Alcides Montes de Oca y que habían conservado con veneración los hermanos Ferreros, Dionisio y Amalia, cumpliendo la imposición de su anciana y moribunda madre, Nemesia, se adentró también en un viaje en el tiempo.


Siguiendo una premonición, al encontrar dentro de un libro de cocina un artículo  de un periódico de 1959, relatando la retirada de Violeta del Río en el momento cumbre de su carrera artística, decide descubrir quién era esa cantante de la que hoy no queda ningún recuerdo.

La novela se desarrolla en dos planos temporales, el del presente la Cuba del siglo XXI, y el del pasado, años cincuenta,  donde tuvo lugar la historia de Violeta.

Se trata de  momentos históricos muy diferentes, que diseñan dos escenarios distintos de la Habana.  Por un lado retrocedemos al espacio perteneciente a la época de la dictadura de Batista, que está constelado de delincuencia organizada, de gánsteres y de policías corruptos, incluido el mismo dictador. Por el otro, el de la Habana  actual donde la delincuencia, también organizada sigue presente en todos los niveles. Pero mientras en la evocación de la ciudad en los años cincuenta aparece un mundo mítico de música y juerga nocturna, de cabarés fluorescentes y amores pasionales, en las descripciones de la ciudad del presente se advierten prepotentemente la miseria y el sufrimiento diario de una generación que aún está pagando por haber cargado con una serie de dolorosas y amargas responsabilidades históricas, y el  desencanto de los ideales de la revolución.

En el presente, año 2003, nos cuenta la actividad del ex policía metido a vendedor de libros antiguos, que comparte con sus amigos los placeres olvidados de comidas exquisitas que el dinero conseguido con la venta de los libros le permiten, y la investigación en la que se tiene que involucrar para defenderse de la acusación de un delito de asesinato en el que aparecen él y su socio Yoyi como principales sospechosos.

En el tiempo pasado Conde trata de investigar la desaparición de la más sensacional bolerista  cuya voz enamoraba a los hombres, y a cuyo hechizo también sucumbió el padre de Conde.

Pero  este pasado Padura no trata de recuperarlo para descubrir los sucesos delictivos que van a acontecer en el tiempo presente y sólo al final revelará sus conexiones con la muerte de Violeta en el pasado.

 Las dos historias – contadas desde dos diversos tiempos y ambientadas en dos épocas diferentes, que diseñan dos distintas formas de vivir – ponen netamente de relieve la bipartición de la organización narrativa. El autor conscientemente sitúa ambas historias dentro de la narración al mismo nivel.

Narración contada en tercera persona introduce en determinados momentos la utilización del yo pero como una narración de segundo grado que se abre en la principal, e inserta en la novela la  forma epistolar, usando también la  primera persona para a través de unas cartas que se encuentran en los libros descubrir toda la trama de la historia de Violeta y de la familia Ferreros.

En La neblina del ayer, al igual que en sus otras novelas, Padura Fuentes hace reflexionar al lector sobre los problemas del hombre cubano, con una serie de consideraciones en torno a la situación problemática de la Isla. Su denuncia es inclemente, pero no destructiva, lo que analiza es el  desengaño que se origina por una democracia siempre esperada, pero nunca alcanzada, por el permanente estado de crisis que acarrea hambre y privaciones, que es lo que hace perder la confianza en las instituciones, el cubano ya no cree en el “hombre nuevo” de la revolución como se refleja en las discusiones que mantienen Conde y su socio Yoyi.

La neblina del ayer, es una historia sin malos, contada por Padura con una prosa exquisita, un lenguaje preciso que no pierde calidad cuando introduce, sin abuso,  localismos cubanos que encajan en perfecta simbiosis y… de fondo el ritmo del bolero.
Y para terminar, el video de Olga Guillot "Vete de mí" que da nombre a la primera parte del libro que hemos comentado.

jueves, 29 de octubre de 2015

Charleta en Belvalle, con JESÚS DE LAS HERAS


Imagen de La Tribuna de Cuenca

Jesús de las Heras (Cuenca, 1943) ha sido periodista durante casi toda su vida en medios como TVE, la voz de Albacete o El País.

Pero antes, allá por los lejanos años sesenta, Jesús fue maestro aquí. Y cuando digo aquí, no me refiero a Cuenca, que también, sino a aquí, en las Escuelas Aguirre.

¿Qué se siente al volver al cole casi medio siglo después?

SINCERAMENTE, EMOCIÓN. El haber sido maestro de escuela primaria me ha marcado en muchos aspectos. Y haberlo sido aquí, en Aguirre, fue muy positivo y tengo muy buenos recuerdos.

Por aquel entonces, a la vez que trabajaba como maestro ya empezaba a hacer periodismo, aquí, en Diario de Cuenca y pude comprobar que la denuncia de lo oculto en la escritura, la prensa o los libros, tiene gran influencia social.

Paralelamente a su labor periodística, durante la Transición desarrolló una curiosa carrera literaria, publicando libros sobre temas tan variopintos como “La España de los quinquis” (Planeta, 1974), “El año Arias” (1975), “El último año de Franco” (1976), “El caso Mestre” (1985) y el que sin duda es mi favorito, “Los chistes verdes españoles” (1980).

¿Podrías refrescarnos la memoria histórica y hablarnos sobre el caso Mestre y los quinquis?

Esos libros fueron consecuencia del trabajo periodístico y del momento histórico. Y los de Arias y Franco, dos diarios políticos de esos años, de hechos y declaraciones, para que su conjunto diera idea exacta de la situación crítica que atravesaba el país.

El caso Mestre, para aportar algo de esclarecimiento sobre un envenenamiento masivo, el síndrome tóxico. Y los quinquis, por la marginalidad existente, tema que entonces, en dictadura, era como nombrar la bicha.

¿Y podrías contarnos el chiste más verde que recuerdes?

No me tira el contar chistes, al menos en frío. Lo siento, pero ahora no puedo.
El libro de los chistes verdes lo hice para contribuir a romper el tabú de la sexualidad todavía persistente en nuestra sociedad, y por eso, además de los chistes, incluí varias entrevistas con diversos intelectuales. Me costó mucho escribirlo porque es muy difícil trasladar al lenguaje escrito el lenguaje oral de un chiste verde sin que pierda su gracia y no resulte obsceno.

Tras un largo paréntesis, en 2011 debutó como novelista con Silencio en Belvalle, con la que se alzó con el premio Alfonso VIII que promovía la Diputación provincial de Cuenca, y en los últimos años ha publicado varios libros de divulgación histórica, sobre la Orden de Santiago, la Orden de Calatrava, Alfonso el de las Navas y este mismo año, sobre la historia de la Espada.

¿No crees que sea injusto para los historiadores que alguien que dio clase a Alfonso VIII como tú se dedique a la divulgación?

Eres un cabroncete. Soy viejo pero no tanto. Yo no le di clases a Alfonso VIII, sino que estudié bachiller en el instituto Alfonso VIII, y en parte por eso he escrito sobre él.

Con las órdenes de Calatrava y de Santiago me pasó algo parecido: me metí con ellas por afinidad histórico-geográfica, y la historia de la Espada ha sido una derivación, en parte, lógica: tanta batalla y tanta espada con las que me topé en los anteriores libros me movieron a indagar sobre esta herramienta con la que el hombre ha ido andando a lo largo de la historia.


¿Qué te llevó a adentrarte en la novela después de tanto tiempo sin dar ni tecla y tanta no ficción?

Un pequeño reto conmigo mismo. A mí me gustaba escribir relatos y publiqué varios en Diario de Cuenca, pero luego, el periodismo puro y duro me absorbió. Así, una vez jubilado, me dije: escribe otro relato ahora. Y salió Silencio en Belvalle.


¿Y por qué en la negra? ¿Y por qué ambientarla aquí cuando llevabas toda la vida en Madrid?

Ciertamente, Belvalle tiene mucho de Cuenca, porque en el esquema inicial del relato quise partir de una localización que me fuera fácil, conocida, y quise que fuese algo negro porque me lo pedía el cuerpo: estaba harto de ver basura en el país.


Lo primero que me llamó la atención en el libro, es su estilo, porque a pesar de ser tu primera novela, salvo en los pasajes bucólicos, en que para mi gusto el texto resulta un poco barroconquense, el resto de la obra está maravillosamente escrita, y para nada parece de un autor novel, pero tampoco de un periodista, ¿cuáles fueron tus referentes?

Bueno, me planteas muchas cosas.

Primero, lo de barroconquense. Sí, quizás hay alguna descripción y algún costumbrismo excesivos. Menos mal que también te parece “maravillosamente escrita”, muchas gracias.

Y en cuanto a  mis referentes, me basé, además de en mis experiencias, en lo leído, aunque no era mucho, de este género de novela, para ser coherente con ella y, a la vez, para ser algo distinto. O sea, la novela negra clásica tenía que estar en Belvalle, pero no todo tenía que ser estilo norteamericano sino también un poco costumbrista. Y en parte tuve muy en cuenta la novela Tiempo de silencio, de Luís Martín Santos, que ya en 1961 criticó las trabas sociopolíticas existentes en España para llevar a cabo investigaciones que mejorasen la vida ciudadana (en aquel caso eran de carácter científico).  Quizás en el coloquio podamos abundar sobre todo esto.  


Con todo, me parece que la trama es una mera excusa para el verdadero fin de la novela, que no es otro que retratar Cuenca y criticar sus usos y costumbres.

Así que lo primero, cómo fuiste tan cobarde para rebautizarla como Belvalle.

No hay cobardía ni valentía en este caso con respecto a una ciudad concreta. Belvalle es Belvalle, no es Cuenca. Por supuesto era consciente de que Belvalle podía ser, y debía ser, identificada con Cuenca, pero Belvalle es cualquier pequeña ciudad de provincia española.


¿Son reales también los personajes?

Todos los personajes de una novela son siempre ficticioreales, perfiles basados en personas, pero en el caso de Belvalle no retratan a nadie en concreto y, simplemente, algún perfil sirve para tejer la trama.


Por si fuera poco, destapas una trama de corrupción inmobiliaria, mucho antes de que el tema estuviera de moda, ¿o es que este tema siempre lo ha estado entre los políticos?

La corrupción inmobiliaria era tema que ya me era conocido desde la época del franquismo, que fue creciendo y que ya se había empezado a abordar en la novela negra española en la época democrática. Cuando me planteé escribir Silencio en Belvalle tenía claro que esa corrupción sería parte principal de la trama. Y esta podredumbre no ha dejado de crecer.

Tanto provincianismo y tanto cacique abruma a Dolores, que es una mujer con ganas de volar, pero atrapada en una jaula dorada, algo que choca con la visión idílica de Belvalle que transmiten personajes como Fernando Torres.

¿Con quién coincides más, con la profesora o con el periodista?


En ese ambiente, el personaje del periodista local Fernando Torres representa el entrañable individuo que ama a su ciudad, aunque haya cosas de ella que no le gusten y por las que no pelea demasiado, quizás porque es difícil hacerlo en una ciudad pequeña. Mientras que el personaje de la profesora de Bellas Artes, Dolores Campos, representa el elemento incómodo en una sociedad asfixiante y en parte corrupta. Y ella me gusta más.


Por último, si a la primera fue la vencida, y te llevaste un premio, ¿por qué no has vuelto a recalar en la novela en general y en la negra en particular?

Algunas veces me tienta novelar alguna historia que conozco, sin determinar a priori la forma o el género, pero eso es algo que está ahí, flotando simplemente. Más probable es que reinicie algo negro, quizás un día de estos.

lunes, 19 de octubre de 2015


SILENCIO EN BELVALLE  de Jesús de las Heras
por Sergio Vera Valencia

Ángel Bueno no es detective.

Ni falta que le hace.

Ángel Bueno es investigador en una asesoría de la gran ciudad.

Y no le va nada mal.

Pero un día, un mal día, Ángel Bueno acepta hacer de detective.

Nada, dos casos de lo más tópicos: proteger a una bellísima dama en peligro, y conseguir pruebas de la infidelidad de una mujer casada.

Dos casos típicos, si no fuera porque la dama en cuestión, Dolores Campos, es la presuntamente infiel esposa del otro cliente, el magnate Alfonso Huertas.

Y que Ángel Bueno ha aceptado los dos casos.

Así que, aunque ejerza de ángel de la guarda, Ángel Bueno tampoco es un angelito, que digamos.

Ni lo suficientemente bueno, para evitar la tragedia que pronto se sumirá sobre Belvalle.


Belvalle, Una pequeña y pintoresca ciudad de provincias más vetusta que Vetusta, donde nunca pasa nada.

Belvalle, el coto privado del todopoderoso Alfonso Huertas, y la cárcel sin rejas de Dolores Campos.

Belvalle, Cuenca para los amigos.

Porque en esta su primera novela, que en 2001 se alzó con el premio Alfonso VIII, Jesús de las Heras (Cuenca, 1943) se sirve del género negro para pintar un lúcido fresco de las sombras de su ciudad natal, plasmando brillantemente su cerrada y opresiva sociedad, su endogámica vida cultural y su caciquil sistema de gobierno.

Y lo consigue con creces, gracias a la destreza del que lleva toda una vida como periodista en El País y medios de todo el ídem, y la perspectiva del que ha sido conquense pródigo durante décadas.
En suma, una más que recomendable forma de descubrir la cara oculta de una ciudad tan encantada de conocerse, que como es patrimonio de la humanidad, no necesita

sábado, 10 de octubre de 2015

Tartan noir: Escocia se viste de negro.


Como ya es habitual en las Ahorcadas, este curso intentaremos hacer un recorrido por los criminales literarios más relevantes de un país.

Pero como es novedad en estas Casas, este año entre toda la tribu vamos a ir reseñando poco a poco los autores que vayamos leyendo.

Y como este curso el país elegido ha sido Escocia, es impepinable abrir esta sección con uno de los maestros: el edimburgués ( sí, suena mal, pero es así como se dice) Sir Arthur Conan Doyle.

Os dejamos con la estupenda reseña de Raquel Soler de las primeras aventuras de su inmortal criatura, el gran Sherlock Holmes.

 Hacer a estas alturas una introducción a Sherlock Holmes y su inseparable Watson sería, sin lugar a dudas, algo innecesario. Todos conocemos perfectamente al legendario detective, tan racional y deductivo como psicopático. Sin embargo, casi todo el mundo relaciona este personaje con la novela detectivesca, olvidándose de los más de 50 relatos cortos que se escribieron sobre Holmes, Watson y sus casos.

Las Aventuras de Sherlock Holmes es uno de los cinco libros de relatos cortos que Sir Arthur Conan Doyle escribió sobre este detective. Al contrario que en sus novelas, la trama es más clara, y los procesos deductivos más directos y sencillos. ¡Es lo normal! Al fin y al cabo nos está resolviendo doce casos diferentes. Eso sí. La sencillez no resta calidad literaria a la obra. Al contrario, creo que es en este tipo de relatos donde la trama y el personaje de Holmes brillan con más fuerza. Al ir directos al grano y tener unos casos más simples (aunque no por ello aburridos) podemos disfrutar más de la genialidad de nuestro cocainómano favorito.

Esta recopilación de relatos destaca además por tener a uno de los personajes más memorables de toda la mitología holmesiana: Irene Adler. Este magnífico  personaje solo necesitó un breve relato (Escándalo en Bohemia) para ganarse el corazón de los fans. ¿Pero cómo no ensalzar a este personaje, siendo como fue capaz de engañar al ilustre detective?

Irene Adler aparte, cada uno de estos relatos nos a una pequeña píldora de Holmes. Desde su lado más divertido, en “La Liga de los Pelirrojos”, “El hombre del Labio Torcido” o “El Aristócrata Solterón” a otros más dramáticos, como “El Misterio del valle Boscombe”.

En resumen, un gran libro de relatos de misterio del genio escocés. Cargaditos de sorpresas y de sarcasmo, como solo Doyle sabía hacer.

viernes, 2 de octubre de 2015

El Planeta se acerca




La semana pasada, nuestro querido Naranjito del Árbol volvió a demostrar que lo suyo es el francés, alzándose con el premio más importante del género negro en el país vecino. Un galardón que sólo dos compatriotas habían conseguido antes que él. Nada más y nada menos que Manuel Vázquez Montalbán y Arturo Pérez Reverte.

Os dejamos con la estupenda entrevista que el martes le hizo el hermano Manzano en la que probablemente sea la última de sus “Crónicas del vértigo”.


Y es que, digas lo que digas,  el Planeta está cada vez más cerca, Víctor.
Y si no, no haberte llevado el Tormo Negro.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Dos negritas, dos psicothrillers


La chica del tren, Paula Hawkings.
Por Leonilde Álvarez.

Paula Hawkins nació en Zimbabue, se mudó a Londres en 1989, donde trabajó como periodista. Este libro es reciente, de este mismo año y habla de la pérdida, de la mentira y de las cosas cotidianas que pueden llevar a un asesinato.

Es un thriller psicológico que se desarrolla en la periferia de Londres, con la ventanilla del tren de las 8.04 como punto de observación de su protagonista Rachel. Una treintañera, divorciada, con problemas por el alcohol, sin trabajo, que echa de menos la vida que tuvo y que perdió. Una mujer que imagina las vidas que ve desde el tren en los adosados que lo flanquean y que a través de la desaparición de una de las mujeres que observaba va a descubrir los engaños que rodean sus vidas, frustrada por su incapacidad de recordar lo que ocurrió la noche clave, mientras su vida es una sucesión de mentiras que no puede controlar.

Nos habla de la veracidad de nuestros recuerdos y de la vulnerabilidad que se siente cuando no puedes confiar en ellos o cuando no puedes recordarlos.

El libro tiene una narrativa clara, al principio un poco lenta, que se va acelerando hasta el final. Hay dos líneas de tiempo y varias narradoras. Los personajes que en su inicio parecen normales, por la presión psicológica resultan cada vez más repulsivos, pero a la vez más reales.

Es un libro que se lee fácil, que entretiene y si habéis tenido alguna vez lagunas mentales u olvidos os dará que pensar.



Ópera Magna, Vicente Marco.
Por Almudena Torrijos.

Esta novela, ganadora del XXIX Premio Jaén de Novela, está Calificada como  “thriller psicológico”. Sobrevuela el mundo de premios literarios (tan conocido por el autor) y el mundo íntimo y familiar de una pareja. La novela relata el encuentro de dos autores en el momento de recoger un premio. Mando Benavides, ganador del mismo y su mujer, Aina, son abordados por Diego Leonarte, finalista del galardón.

La incursión de Diego en la vida de Mando es la misma que la de una gota de agua en medio de una roca: firme, certera y lenta pero imparable.

Diego quiere ser amigo incondicional de la pareja, ¿qué hay de malo tener un amigo fiel y dispuesto a todo por ti?.

La novela está escrita en primera persona, lo que aumenta la tensión psicológica y el entramado inexplicable de sensaciones que el autor siente y que son incomprendidos a su alrededor. Esta forma narrativa nos acerca a la atmósfera asfixiante que vive el protagonista; a esto le ayudan los diálogos cortos y apropiados, las frases breves y certeras que no se pierden en descripciones banales ni pomposas construcciones gramaticales.

Entrar en la mente de Mando, vivir su angustia y sentir sus celos, puede llegar a hacernos entender las oscuras naturalezas que a veces rondan al ser humano.


La novela está bien desarrollada, construida con ritmo ágil y con un final digno del Premio Jaén de novela.

Si aun dudas si leerlo te contaré que el final es inesperado para los que no tienen una mente retorcida y capaz de vivir "vidas paralelas".