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domingo, 15 de mayo de 2011

I Certamen de microrelatos “Se ha escrito un (micro) crimen”

Por la presente, El superilustre, hiperantiguo y ultraexclusivo club de novela criminal Las Casas Ahorcadas, convoca el primer certamen de microrelatos Se ha escrito un (micro) Crimen y declara que:

1. No tenemos donde caernos muertos, así que no podemos pagaros.
Eso sí, disponemos de un cojoestupendo lote de cinco libros para seguir alimentando el ingenio y la sed de sangre del vencedor y prepararemos un diploma a la altura de las circunstancias, que mandaremos al domicilio del afortunado…y sin portes, que somos la generosidad personificada.

2. No nos conoce ni nuestra madre, así que no podemos haceros famosos.
Pero es lo más parecido al Pulitzer que existe en Cuenca, y viniendo de una antigua aspirante a capital europea de la cultura… no es moco de pavo, ¿o sí?

3. Pero, ¿Qué ha de hacerse para conseguir tan suculento premio?
Elemental, si se trata de un concurso de micro relatos…  parad el carro, Sherlocks, que no vale cualquier milonga. Para haceros con el ansiado lote, primero dejaros caer por nuestro blog (casasahorcadas.blogspot.com), leed atentamente la micronovela por entregas que, con el título Se ha escrito un (micro) crimen, llevamos publicando desde noviembre dentro de la etiqueta microcrimen (12 en la primera temporada y 8 en la segunda para ser exactos), y escribid el mejor desenlace que se os ocurra en menos de 500 palabras.

4. Una vez escrito, y repasadas las faltas de ortografía (que para eso inventó el tío Gates el corrector del Word) lo enviáis adjunto a un correo donde aparezcan vuestra dirección postal y  datos personales con asunto Concurso antes del 15 de junio a la ingeniosa dirección de correo lascasasahorcadas@gmail.com.

5. La decisión del secreto e insobornable jurado, compuesto a partes iguales por escritores y miembros del club, será inapelable y aparecerá  publicada, junto con el texto, a finales de junio en nuestra bitácora.

6. Sus sesudos miembros valorarán especialmente la calidad literaria, originalidad y coherencia con el resto de la micronovela.

Si has llegado hasta aquí, muchas gracias. Y si además participas o lo divulgas, te hacemos la ola.


Cuenca, a 15 de Mayo del 2011

jueves, 12 de mayo de 2011

Se ha escrito un (micro) crimen (2x08):

Más de uno, a estas alturas, debía de andar cavilando si, no sé si por fortuna o desgracia (supongo que eso, como todo,  va en gustos ), el pérfido coordinador de las Casas Ahorcadas había sido el siguiente  defenestrado del relato, y que tal vez la ficción se hubiese hecho realidad (algo que, por otra parte,  explicaría el que la novia cadáver tenga siempre esa voz tan chunga, a medio camino entre lo megafiestero y ultraterrenal, y vaya arrastrando su bibliocarrito de acá para allá como una zombi), ergo  este vuestro blog había pasado, así mismo,  a mejor vida.
Chorradas.
La verdad es que me atropelló un camión de reparto (de libros de Crepúsculo, para más INRI) y que, desafortunadamente,  no todos los venidos al mundo en Nochebuena tenemos igual pericia en el noble arte de resucitar…así que me ha costado más de un mes volver a las andadas.
En fin…que ya estamos aquí, aunque nos haya costado un óvulo de pollo y parte de otro, y que lo hacemos con el vigor propio de su avícola primo del Zumosol,  el ave Fénix, pues además de continuar nuestro micro relato, adelanto, para que los que quieran puedan empezar a darle al magín y la tecla, que en breve vamos a publicar las bases de un concurso para premiar al culpable de perpetrar el menos de 500 palabras el mejor desenlace para nuestro querido microcrimen.
Pero antes, ahí va la penúltima entrega microcriminal, cortesía del gran Joe Álamo, que nos mima tanto que se merece un monumento.
O un buen psiquiatra.

Leila Vindel, arqueóloga, guapa, inteligente y adicta a la absenta y al Camel sin filtro, contempló la estatuilla, que había colocado encima de la mesa de su cocina. Había retirado los paños con los que solía cubrir la figura y se deleitaba en el suave brillo oscuro que despedía. Prendió fuego a un Camel y se sirvió otra absenta con todo el ritual que mandan los cánones: cucharilla agujereada con terrón de azúcar, agua helada y un pulso a prueba de bomba. Dio un trago largo a la bebida mientras repasaba lo que había descubierto poco antes: habían registrado su casa.
 Cuando abrió la puerta esa tarde, la encontró revuelta, hecha un auténtico desastre. Sin embargo, no habían encontrado lo que buscaban. Se rió para si misma.
 ¿Quién iba a sospechar que el objeto del deseo de tantos era utilizado de porta trapos en una cocina de apenas 6 metros cuadrados?
 Apagó el cigarro, acarició la figura y la volvió a cubrir. Sabía que tenía que hacer algo. Podían no haberla encontrado pero volverían, eso seguro. Y cuando lo hicieran, estaría esperándoles y haría que se arrepintieran de haberse acercado a ella.

Continuará…gracias a vosotros.