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lunes, 28 de marzo de 2011

Se ha escrito un (micro) crimen (2x07):

Con un ligero retraso (lo bueno…) Julián María Guzmán, compañero de bibliofatigas  de la novia cadáver, me envía este micro que, amén de acabar con no pocas lagunas narrativas, que sin querer íbamos arrastrando desde el inicio de esta segunda temporada, ofrece nuevas e interesantes posibilidades para continuarla, para que otros negritos  se atrevan a abordar, de una vez por todas, su ansiado desenlace.



A la misma hora en que Leila estaba siendo perseguida por una siniestra figura que entonaba una canción infantil, Mauricio y Sebastián paseaban con aparente despreocupación por las calles del casco antiguo de Cuenca. Aunque el andar de ambos parecía errático, propio de turistas despistados, procuraban cruzarse con el menor número de gente posible, y hablaban entre ellos con voz casi susurrante.

- ¿Por qué no me has dejado acompañarte en el registro de las casas? Si estoy metido en el caso, debería tener acceso a la máxima información posible ¿no?
- Mauricio, compréndelo, los buitres de la prensa andan como locos detrás de cualquier carnaza que pueda aparecer en torno a esta matanza. Si descubren que un personaje como tú está haciendo indagaciones, se multiplicarán las alarmas absurdas. Tendrás que fiarte de lo que yo te vaya pasando.
- Pero entiende que esta no es manera de trabajar, ¡coño! estoy dando palos de ciego sin saber realmente a quién o qué estoy buscando. Bueno, ¿qué habéis encontrado en las casas?
- Poca cosa. En la de Bartolomé Zarco, simplemente nada. Empiezo a pensar que fue un desgraciado que estaba en el lugar equivocado en el momento inoportuno. Sin embargo en las casas de Mila e Iván si hemos encontrado ciertas conexiones. En la de Mila, ubicada en la plaza San Julián, tengo la sospecha de que alguien se nos adelantó y estuvo rebuscando antes que nosotros. Aunque no forzaron la puerta, algunos de los armarios estaban revueltos, mientras que otras partes de la casa permanecían intactas. Creo que buscaban un objeto grande, que no podía guardarse en cualquier sitio. En la de Iván, y esto es extraño, hemos descubierto que seguía desde hace algún tiempo a Mila con mucho interés. Tenía fotos de ella, guardaba también información sobre su trabajo, sus rutinas, y algunas cosas más. Todo de un modo muy profesional. Además parece ser que se conocieron en un chat, y que un par de horas antes de que los encontrasen muertos en la biblioteca, los vieron juntos tomando café.
- Mierda, Sebastián, esto que me cuentas apenas me sirve para nada. ¿No tienes algo más concreto? ¿Algo a lo que aferrarme de verdad?
De manera subrepticia, Sebastián pasó un pequeño papel a Mauricio. Este lo observó con detenimiento. Un nombre y una dirección.
- ¿Leila Vindel, arqueóloga? ¿Esto que coño es?
- Algo a lo que aferrarte, capullo. Parece ser que últimamente era la persona que más tiempo pasaba con Mila.
Mauricio tuvo un presentimiento: contrabando de arte. Mientras, Sebastián se alejaba de él, esta vez de manera que parecía definitiva, y no tuvo tiempo de avisarle." “Mantente alejado del inspector Casas, siempre sabe más de lo que parece”.

Continuará…

miércoles, 23 de marzo de 2011

Cuerpos Descosidos, de Javier Quevedo Puchal



Pastor de dios que traes el pecado al mundo, danos la culpa
Tan impío salmo es el que muy bien podrían repetir incesantemente, como un sacrílego mantra, los personajes que pueblan esta maravillosa novela de terror recién publicada por NGC Ficción.
No en vano, sus atípicos protagonistas, un chapero afincado en Ambsterdam, una artista gráfica con una más que enfermiza necesidad de autolesionarse y el anónimo autor adolescente de un diario, conforman los tres vértices de un triángulo de dolor y remordimiento que ninguna penitencia en el mundo será capaz de extirparles. Ni siquiera  la Papisa. Ni siquiera  René, por mucho  que cuente con el don maldito de absolver pecados ajenos a través de su propio sufrimiento.
Una apasionante novela que profundiza con sensibilidad y crudeza en el lado más oscuro e inconfesable de la condición humana, y que tiene en la profunda humanidad sus personajes, el la apabullante maestría lingüística de su autor y su impecable y ambiciosa estructura narrativa sus principales virtudes.
Probablemente la mejor novela, y van cerca de una treintena ya, que he leído en lo que va de año.
Palabrita del niño Jesús.

Y, con toda seguridad, un más que firme candidato a arrasar en un sinfín de premios el año que viene.


domingo, 20 de marzo de 2011

Se ha escrito un (micro) crimen (2x06):

Cuates, ahora sí que hay tomate, que diría Luis. Y además del bueno.
 Los acontecimientos se precipitan, las emociones se disparan y el espectáculo está servido, merced a la capo Serrano, más conocida como Hada Traviesa por estas latitudes
No digo más.
Bueno, sí, que siga la fiesta, que ya casi se vislumbra la oscuridad que espera, paciente, al final del túnel.



Veneno intuía el peligro, no en vano, llevaba años viviendo al borde del precipicio.
 
Se recordaba a ella misma con 17 años, aquel viaje de estudios a Túnez, y aquel hombre... aquel hombre que le destrozó la vida para siempre.

Y se recordaba meses después, dando a luz a una niña, su hija, a la que sólo pudo abrazar durante una hora, porque aquel hombre se la arrebató de los brazos con amenazas.

Habían pasado 24 años, pero Sofía siempre se las ingenió para ver a su hija desde lejos. Leila se llamaba, ese era el nombre que le puso aquel bastardo, aquel ser despreciable que se la arrebató de las manos.


Aquel bastardo la había visto crecer, y estaba completamente segura de que jamás le habló a Leila de su madre. De eso, y de que cada día, cuando aquel mal nacido miraba a su hija, tenía que verla a ella, a Veneno: ¡Leila tenía sus mismos ojos azules!


Pero ahora las cosas se estaban complicando, Mauricio le había contado algo sin darse cuenta de todo lo que le contaba y Veneno sabía que su hija estaba en peligro. Y tenía que actuar, tenía que hacer algo.
Y no se equivocaba, las madres nunca lo hacen, como pudo comprobar cuando vio a Leila caminar deprisa y asustada y una sombra detrás de ella, una sombra que entonaba una canción:
- Tengo una muñeca vestida de azul...


Continuará

domingo, 13 de marzo de 2011

Se ha escrito un (micro) crimen (2x05):


Para evitar que el micro crimen termine por convertirse en un interminable culebrón criminal, y puesto que además el número de negros literarios más que escasear brillaba por su ausencia (más que los platos de Villarriba de los anuncios de Fairy, oiga), he decidido  meter mano en el asunto, e iniciar una segunda vuelta para animar a aquellos que ya colaboraron previamente a que reincidan, lo cuál no exime de su pena a los negritos más perezosos que todavía no han hecho su primera aportación.
Concretamente, se trata de un relato rompedor a todos los niveles, desde el argumental (dado que supone un giro de guión de 180 grados) al estilístico  (rebosante de cinismo, procacidad, homofobia y humor negro), e incluso en la persona narrativa (pues hasta ahora todos habían sido en tercera). En definitiva, se trata  de mi humilde pero sentido homenaje a uno de mis autores fetiche: el gran Carlos Pérez Merinero, discípulo aventajado de la escuela thompsoniana en España.
Espero que os guste.
Bueno, en realidad me conformo con que no me retiréis la palabra forever.
Allá va.
¡Señoras y señores, negritas y negritos, Os presento al asesino de la Casa de la Cultura!


-¿Cómo te has atrevido, so cabronazo?- estoy tan furioso que no puedo evitar gritárselo a la cara, aunque sea a su puto reflejo.
 -No... no lo sé...-lloriquea, como siempre. Pedazo de nenaza.

-…si es que no tienes corazón, me  cagon la puta, sólo cojones y rabo. Nada más. Ni cerebro, ni sentimientos,  ni hostias. Sólo ganas de meterla en caliente- lo sé. No hace falta que me lo diga nadie.  Como poeta no valgo una mierda en verso. Pero sentimental y sensible, cien veces más que el julai de García Lorca, oiga. Y eso que con la tontería de perder aceite, jugaba con ventaja el muy mamón.- Dos días, cuarenta y ocho  putas horas, y ya andas babeando detrás de otro chochito, lo tuyo es de juzgado de guardia.
-Sé que tienes razón, pero soy débil…no puedo evitarlo….- si no compartiésemos la cara, te juro, me juro, que se la partiría. Menudo gilipollas.
-Pero yo sí. y de una vez por todas. No dejaré que mancilles la memoria de Mila con esa putilla del tres al cuarto…- ¿Qué? ¿Quién lleva los pantalones aquí? En sentido figurado, se entiende.
-Tú también hiciste un juramento… que no volverías a matar a nadie, ¿recuerdas?- y sonó la flauta, por casualidad. Además, qué esperabas, compartimos neuronas, no  podía ser tan sumamente retrasado como parecía, el pobre.
-¿Yo? Pero qué cosas tienes, hombre. Seguro que se la carga el pringao ese, el tal Mauricio…ya sabes que las pruebas, como el algodón, no engañan ¿O sí?
Toc Toc
Llaman.
Ya no puede estar uno tranquilo ni en el tigre, la virgen puta.
-¿Te encuentras bien, inspector? Me ha parecido escuchar unos gritos…-ya  está, el que faltaba,  el soplapollas de   Sebastián, dando por culo, como siempre, para qué variar.
- Perfectamente, Sebastián, mejor que nunca. ¿Querías algo?- dejo la batuta al julandrón, que para eso fue a colegio de monjas, no vaya a ser que el mongolo empiece a sospechar a estas alturas, después de tantos años. Y eso que sé de buena tinta que lo único que este pánfilo con placa tiene en común con Holmes es la primera inicial.
Y que en su calle también hay un panadero.
 Y es que, ya lo decía el refrán: asesino precavido, mata por dos.
 Amén, hermano.
-No, qué va…Por cierto, ¿te vienes a echarte unas cañas al Alexis?
Y antes de que el mariquita supremo que llevo dentro ponga rumbo al garito, y se salga otra vez con la suya, me apresuro a tomar las riendas de la situación:
-Lo siento, tío. Tengo trabajo atrasado…asuntos pendientes.

Continuará…

domingo, 6 de marzo de 2011

Se ha escrito un (micro) crimen…Primera Temporada Completa (Versión extendida para Masoquistas)

Se ha escrito un (micro) crimen…Primera Temporada Completa (Versión extendida para Masoquistas)
Antes de reanudar nuestro microcrimen con una nueva andanada de micros, me temo que  a cargo de autores reincidentes, la semana próxima, por petición popular, recopilo en un solo post toda la primera temporada junto con un final alternativo que elaboré cuando, merced a la  impactante y macabra aportación de psico-Vero, pensé  .que ya estaba todo el pescado vendido y tenía que ir recogiendo el tenderete de la forma más digna posible.
 Así, me sirvo de tan pueril excusa para organizar el primer concurso de la breve pero intensa historia de Las Casas Ahorcadas:
Adivina, adivinanza,¿quién quiere abrirle a Tomé la panza?
En otras palabras, ¿quién demonios es el sanguinario y enamoradizo asesino de la Casa de la Cultura, según ese primer final?



I
Sergio Vera.

Era tarde de viernes en la biblioteca y, por fortuna para Mila, más tarde que viernes. Media hora, y  podría dar la bienvenida al ansiado descanso del becario, cien veces más merecido que el del guerrero.
Un último esfuerzo, se dijo. Disimula. Finge que no tienes ganas de mandarlos a la mierda. A ellos y a sus  novelas negras como la mierda.
Mientras  prodigaba maldiciones gitanas a todos los miembros del último Club de lectura en abandonar el edificio, Mila ensayaba su mejor sonrisa falsa y empujaba su carrito repleto de bodrios en dirección a su despacho, pensando amargamente que, aparte de para estar más explotada que Kunta Kinte, haber logrado ser la primera de su promoción, únicamente le había servido para batir el récord mundial de insultos por segundo. Lástima que no hubiese forma de demostrarlo, su madre estaría la mar de orgullosa.
No obstante, dudo sinceramente que exista titulación, o serie televisiva, capaz de prepararte para lo que la buena de Mila encontró esa tarde. O si no, listillo, dime, ¿qué harías si, tras regresar al aula  donde despachaste, hace  apenas quince minutos, a los amantes del crimen literario, te topases con un cadáver?

II
Raúl Navarro.


El cadáver, de sexo femenino, fue encontrado por Mila en el ladies’ room (como a ella le gustaba llamarlo). Su cuerpo yacía boca arriba junto a un busto de Cervantes de cuya nariz se desprendían gotas de sangre que caían sobre la gran mancha roja que nacía de la cabeza de la muerta.  Una mancha que ya había rodeado por completo una copia de la tercera parte de la trilogía Millenium y que ahora se dirigía hacia el marca páginas con la novela “Fin” de Monteagudo que la mujer sostenía sobre su mano derecha.
Mila observaba todos aquellos detalles con estupor. Sin embargo, recordando la máxima de su adorada Amelie Nothomb («Si un invitado muere repentinamente en tu casa, sobre todo no avise a la policía. Usted será el primer sospechoso»), abandonó el baño, recogió su bolso del mostrador de préstamos, se puso su abrigo, apagó las luces de la biblioteca y cerrando las puertas de entrada tras de sí, pensó que mejor sería que fuera otro, mañana, quién tuviera que dar explicaciones. Al fin y al cabo había quedado con aquel chico que conoció por Internet y no pensaba faltar a su cita por nada del mundo.

III
Pedro de Paz.



Durante su encuentro con «Hawk69», un friki adolescente aspirante a informático con espinillas hasta en el carné de identidad —hay que joderse con los cibercontactos—, Mila se mantuvo ausente. Al margen de que las majaderías que contaba el susodicho apenas despertaban su interés, no podía sacarse de la cabeza lo ocurrido en la biblioteca. Cierto era que le había dejado el marrón al del turno de mañana, pero sabía por el CSI de la tele que una de las primeras cosas que se averiguan de un cadáver es la hora de su defenestración. Todo el mundo sabría que el incidente ocurrió durante su turno. Y desde un punto de vista objetivo, resultaba harto sospechoso que hubiese abandonado el lugar sin informar del hecho, máxime cuando una de las más estrictas obligaciones de su cargo de becaria consistía en reponer los rollos de papel higiénico de los baños donde debería haberse encontrado con el percal. Había actuado de una forma imprudente. Quizá debería pedir ayuda para resolver el enigma y alejar las culpas de ella. ¿Y quién mejor para ayudarla que aquellos imbéciles del Club de Lectura, acostumbrados a lidiar con muertos, asesinatos y demás zarandajas? Sí, quizá lo mejor sería…

IV
Luis Ángel Clemente.


Sólo llevaba media hora y no cociéndosele el pan, Mila no quiso perder más tiempo extrayendo espinillas de la espalda sebosa del cibernético. Sin embargo no quería romper esa relación  “(no sea que este chalao de los botones me tenga que sacar del aprieto): “Me duele la barriga y olvidé en casa el neubrofeno. Mañana nos vemos, cariño. “
Apenas puso los pies en la calle, contactó con Tomé. Tomé, como se le conocía en el taller de lectura, era, en realidad,  Bartolomé Zarco Fernández en la pila bautismal. Actualmente preparaba las oposiciones para “madero”, no por perpetuarse embutido en un uniforme caki, sino con la única idea de llegar a sub-inspector.
Tomé, al ver el nombre en la pantalla, quedó sorprendido, pues llevaba más de un año en el que sólo eran teleoperadores quienes se acordaban del número de su móvil. De ahí que, tras reconocer la voz  de Mila, atajara rápidamente: “En cinco minutos espérame allí”.
 Y no pasaban de las diez de la noche, cuando ambos, ayudados por una linterna, se adentraban hacia los servicios de la biblioteca con las pupilas como platos.
 “Aquí, en el retrete,  ni rastro”, soltó el opositor al franquear la puerta.




V
Lourdes Gómez.


 -¿Cómo que ni rastro?, pero ¿has mirado bien todos los aseos?
. Mila empezaba a pensar que los opositores de Cuenca  no eran como los becarios de Bones  y los investigadores del CSI. Se empezaba a arrepentir de haber vuelto (¿quien diablos le mandaría meterse en este fregado?, ¡y además con Tomé!).
      Siguió mirándole fijamente, mientras le señalaba con el dedo:
- Los muertos sólo desaparecen en las novelas, en las pelis malas y en alguna que otra morgue. ¿Acaso crees que la muerta se ha levantado solita,  ha limpiado la sangre, ha recogido el busto de Cervantes, ha ordenado  los libros y  después  se ha largado a tomar cañas?
Según hablaba Mila, ambos cayeron en la cuenta de una cosa muy evidente (no hay cosa más instructiva que el club de novela negra, y las películas policíacas): si el cadáver no estaba…. ¿quien se lo había llevado?
Y sobre todo ¿dónde estaba el que se lo había llevado?
Rápidamente, Mila empezó a temblar, y Tomé se quedó con las ganas de hacerlo (no porque fuera a ser  subinspector, sino porque ¡había ligado!).

      Tomé, que recordaba el caso práctico de los últimos exámenes que había suspendido, dijo:
- Empezaremos la búsqueda en los servicios de hombres.
Cuando abrían la puerta para inspeccionarlos, se oyó un ruido débil, tal vez un libro que caía en la sección de préstamos. Se miraron sobresaltados, dudaron un segundo y bajaron las escaleras, sorprendiéndose ellos mismos de su valor y de su inconsciencia.
      Antes de llegar a la puerta, encontraron el libro de Millenium cubierto de sangre. La empujaron sigilosamente, y allí, iluminado por las luces piloto, sentado en la silla tras el mostrador de préstamos, estaba el busto de Cervantes. Alguien lo había limpiado, pero ¿quién?
Se escuchó un grito…..




VI
Joe Álamo.


— ¡Rediós! —exclamó Tomé, agarrándose al brazo de Mila—, ¡parece que estén desollando a alguien!
      Mila no pudo evitar arrimarse a Tomé, aunque este rezumara un tufillo corporal nada seductor. El grito ascendió a alarido y se prolongó durante varios segundos, hasta culminar en un breve soniquete gutural que dio paso al silencio.
 Tanto Mila como Tomé sintieron entonces el repiqueteo agitado y trepidante de sus corazones en los oídos y una vocecita interna que les decía que salieran cagando leches, antes de que lo hiciera su acompañante.
      — ¿Qué ha sido eso? —musitó finalmente Tomé, que  No echaba a correr porque no tenía claro hacia dónde.
      —El timbre de la puerta —respondió Mila, algo más serena, una vez  cesó el grito.
 Tenía que largarse de allí como fuera. Se desprendió de Tomé, que seguía aferrado a su brazo.
      — ¡Hostia, no jodas! —Exclamó él, aliviado— ¿Y de quién fue la idea de poner un timbre así…? —se detuvo al observar la expresión de Mila.
      — ¿Tú eres tonto, o qué? —Le espetó ella con expresión incrédula—. Joder, Yo sabía que los del club erais un hatajo de friquis, pero no que fuéseis también unos capullos. No sé qué más me puede pasar ya.
      Entonces se oyó un silbido, algo pasó rozándole la cabeza a Mila y golpeó a Tomé. Este cayó cuán largo era, y con una brecha del tamaño de una zanja en la frente.
 A Mila se le cayó la linterna al suelo y se quedó a oscuras. Alguien comenzó a cantar:
 Tengo una muñeca vestida de azul…,
Alguien que se acercaba a ella.



VII
Pablo Prados


 Mila, aterrada, palpó buscando la linterna, pero una pila en su mano y su pulso, propio de una anciana aquejada de Parkinson, le hizo pensar que no tendría luz de nuevo. Por suerte Tomé seguía respirando a pesar de su inesperado y doloroso “encuentro” con el maestro de las letras,  lo cual la alivió.
No con poco esfuerzo, atinó a encender su cámara digital Olympus y hacer un par de fotos, sus pupilas, dilatadas por la oscuridad, parecieron esconderse ante los destellos del flash.
Con la respiración entrecortada y el corazón golpeando fuertemente contra su pecho se escondió detrás de lo que, tras el destello de la cámara, parecían unas estanterías…
Sin esperar un segundo, revisó sus dos últimas fotos: en la primera se apreciaba a Tomé en el suelo, con el busto de Cervantes de nuevo manchado de ese tono carmesí que a Mila tanto gustaba en la tinta de los libros antiguos pero que, ahora, no le parecía tan atractiva. En la segunda, una figura borrosa, producida por el amplio tiempo de exposición de la cámara.
 Los pasos y aquella canción ya no se oían por el camino que había dejado atrás, sino en los pisos superiores.



VIII
Amparo Prados.



Hawk 69 quedó preocupado.
¿Cómo había sido tan imbécil de dejar escapar a la chica? Las partidas de los Sims no te preparan para esto. Ya lo decía mi madre: “hijo mío, ten siempre neobrufen en casa, que va bien para todo”.
 No, si al final iba a tener razón, a pesar de haberla cagado con el nombre que le impuso en la pila bautismal: Iván, pero no por El Terrible, sino por aquel cantante ñoño de finales de los setenta, ¡por Dios! Claro que lo de Hawk69 lo compensaba con creces.
Había andado un poco torpe con lo de la pastillita. Se podía haber ofrecido a ir a la farmacia a por una, pero eso tampoco se aprende en los juegos de estrategia, ¡mierda de juegos!, la cosa ya no tenia remedio, pero la chica le gustaba, además le interesaba el sitio donde trabajaba –la biblioteca- y eso que en su cuarto no había un solo libro. Solo cds y dvds. Pero  ahora sabía que no todo está en internet.
Tenía que planear mejor el próximo encuentro, aunque la excusa sonaba un poco a eso: excusa. Esperaba no haberla jodido del todo, y poder quedar con la chica pronto, ella tenia algo……………………



IX
M. G. Villarrubia.

Mila no supo si se había armado de valor o de estupidez, cuando se encontró subiendo las escaleras. Llevaba la linterna de nuevo en mano, pero titilaba como los guiños de Algol.
- “Esto me pasa por ser tan rácana… si al menos hubiese comprado pilas Duracell”. Llegó al último peldaño, que la recibía como entrada a una nueva oscuridad.  Al “¿Pero qué estás haciendo?, ¿no ves que te van a matar a ti también?” le siguió un irónico “No pasa nada, no hay mas bustos que lanzarme”. Si hasta tenía gracia cuando estaba nerviosa.
Atravesó anaqueles atestados de libros añejos, antiguos volúmenes que nadie sin permiso podía ojear, atesorados en esa zona restringida de la biblioteca. Con esa penumbra, la verdad que estaba quedando todo muy de Poe. Sólo faltaba algún cuervo parlante o un suelo que latiese.
La infantil canción volvió a sonar, al fondo.
 Su intensidad aumentó en pocos segundos, haciendo temblar a la otrora valiente Mila, que no pudo hacer más que salir corriendo en dirección contraria al inquietante sonido.
 Siguió huyendo, aunque ya ni sabía de dónde provenía el “la saqué a paseo, se me constipó…”  que tanto la atemorizaba.
Chocó con la oscuridad. Sintió el grasiento calor de una persona contra sí. El eco reprodujo los gritos de ambos, que cayeron fruto del impacto. La linterna rodó, apuntando el cono de luz contra la cara del desconocido.
-Sólo quería darte una sorpresa- Dijo Hawk69, mientras los pétalos aun seguían cayendo.



X
Verónica Martínez.

La sorpresa se dibujó en los ojos de Mila, cuando el filo de la navaja se clavó en su estómago.
 Ahora yacía muerta al lado de Hawk69.
 Éste no podía dar crédito a lo sencillo que había sido el encargo. Meses atrás, todo eran impedimentos y dificultades para eliminar a esta chica, siempre rodeada de gente. Sin embargo, la suerte había estado de su lado aquel día, y el pedido estaba hecho.
Lo cierto es que lo sentía. Un poco. Después de seguir a Mila durante meses, le había cogido cariño, hasta incluso experimentar algo parecido al amor.
 Pero el trabajo es el trabajo.
 Aún así, pensó quedarse un recuerdo de ella. ¿Qué tal ese dedo en el que lucía aquel anillo tan espantoso, probablemente comprado en unos chinos?
En esas andaba, afanándose en cortar el dedo de Mila con la misma navaja con que la había matado, cuando Hawk69 oyó la suave voz que cantaba “tengo una muñeca vestida de azul”.
 Y cuando se dispuso a buscar el origen de aquella voz, ya  era demasiado tarde.
 Un cuchillo se hundió en su espalda, mientras su asesino le susurraba al oído:
 -Has sido muy malo. En esta biblioteca, el único que mata soy yo.


Final Alternativo I
Sergio Vera.

Días más tarde, un solitario ejemplar del Cuenca Times sobrevolaba, errático, un banco del Parque San Julián,  cuando una sombra  entrecana la atrapó poniendo fin a su caprichoso movimiento.
Masacre en la biblioteca de la ciudad del crimen, rezaba el titular que presidía la portada.
Los cuerpos de Milagros Vázquez, bibliotecaria en prácticas, María Elena Martínez,  Inspectora de Farmacia, y un varón joven todavía sin identificar, aparecieron sin vida la mañana del pasado sábado (…) Fuentes cercanas a la investigación aseguran que un aspirante a policía, cuyas huellas dactilares se encontraron en el arma del delito, es el principal sospechoso y sigue en situación de busca y captura.
Y el hombre, mayor pero vigoroso, no pudo evitar que una sonrisa de satisfacción le asomara a los labios, como tampoco mascullar entre dientes, aunque fuese sin puro   habano, la misma frase que  un televisivo tocayo suyo popularizó durante los ochenta:
-Me encanta que los planes salgan bien.
Y se marchó, canturreando de forma inconsciente la nana con que había aprendido a chapurrear español con el método de 1000 palabras del CCC.
Y es que, es bien sabido que no es de buena educación ausentarse con un huésped esperando, por mucho que hubiera hecho todo lo humanamente posible porque se sintiera tan cómodo como si estuviera en su propia casa.
 Al menos, todo lo cómodo que se puede estar cuando llevas días amordazado y atado de pies y manos  dentro de un armario secreto, se entiende.

XI

Guillermo Muñiz .




 Y Todo quedó en silencio. Ya no se oía ninguna canción. Sólo un sollozo, casi imperceptible. Y allí estaba él, con el cuchillo en la mano, pensando una y otra vez: ¿por qué, hijo de puta?, ¿por qué la has matado?, ¿qué te había hecho? Notaba cómo le caían las lágrimas por la cara, por esa cara de pánfilo que se le había quedado.
Alguien se acercaba despacio. Enfocó con la linterna, y vio tambalearse una figura patética que apenas se tenía en pie, con la cabeza ensangrentada y el horror reflejándose en sus ojos.
-¿Quién eres? ¿Qué has hecho?- a Tomé apenas le salía un hilo de voz.
-¿Qué hacías aquí? ¿También te la tirabas, como este cerdo?
No tenía fuerzas ni para discutir. Mejor sería responderle.
-No, no me la tiraba, ¡qué más quisiera! Vine para ayudarla. La quería, igual que tú, por lo que veo. Pero ella a mí no.
- Dime, ¿qué sabes? ¿Por qué lo ha hecho? ¿Qué tenía contra ella?
- Te juro que no tengo ni idea. ¿Y la otra chica? ¿Has sido tú? ¿Dónde la has llevado?
-Ainhoa. Ainhoa de las Heras Gaudioso, otra hija de puta, cómo puede haber tantos. Iba a dejarla sin trabajo al acabar la beca, ¿sabes? Mila era mucho mejor, ella lo sabía, no lo soportaba. Su sonrisa, enorme, aplastante. Igual creía, la muy imbécil, que yo se lo iba a permitir.
- Por favor, ayúdame a salir de aquí. Podemos aclarar esto juntos.
- Podemos, podríamos, habríamos podido. Quién sabe. No. Me caes bien, chaval…pero tú no vas a aclarar nada.



XII
José Rubio.

No le costó mucho esfuerzo hundir su cuchillo ensangrentado en el pecho del debilitado Tomé. Dejar testigos era un lujo que no podía permitirse.
Antes de marcharse, tras ocultar las pruebas que pudieran relacionarlo con los crímenes, dirigió una última mirada llena de rabia y ternura a Mila.
 ¿cómo había podido ocurrir aquello? llevaba algo más de tres años vigilándola, cumpliendo estrictamente todas las órdenes de sus superiores, había sido su ángel de la guarda 24 horas al día, siempre desde el más estricto anonimato, velando porque tuviera una vida cómoda, rutinaria y solitaria, muy solitaria, quizá demasiado solitaria… se había ido deshaciendo uno a uno de los muchos pretendientes que habían amenazado con conquistar el corazón de Mila, ¿pero cómo sospechar que la joven y atractiva bibliotecaria fuera a acceder a citarse con el friky de Hawk69? ¿Quién iba a pensar que el cibernauta quisiera asesinarla?
Había sido un error imperdonable, pero no había tiempo para lamentos, ya estaba amaneciendo, y ahora debía darse prisa en salir del espantoso lugar en que se había convertido la siempre apacible Biblioteca Fermín Caballero. Estaba claro que alguien ajeno a su organización había descubierto que Mila albergaba en su pequeño apartamento, sin ni siquiera imaginar su verdadera importancia, esa exótica figurita que había conseguido hacía algo más de tres años en aquel maravilloso viaje a Túnez, esa extraña figurita que sin ella saberlo había cambiado su vida por completo, hasta tal punto, que había sido la causante de su triste final….





jueves, 3 de marzo de 2011

Reseña de Anatomía de un instante

ANATOMÍA DE UN INSTANTE, de Javier Cercas
Editorial Mondadori. Barcelona 2009
Por Luis Ángel Clemente.

Me atrevo a poner en este blog mi opinión sobre la obra que acabé de leer unos días antes de la efeméride por excelencia de esta semana que ha pasado, la del 23 F, y que por cierto versa sobre ella. Lo hago consciente de ignorar de antemano si puede o no encuadrarse en el género que nos ocupa a todos los que fisgoneamos por este blog, porque si de negro hablamos, qué más negro hay que el bigote de Tejero, o qué más negro podría contemplarse esa tarde en Madrid sino el cielo de  la carrera de San Jerónimo, o no era de verdad negro el horizonte que se le ponía delante a  los que en la Zarzuela se hallaban  cuando pasaban veintitrés minutos de las seis de la tarde. Además si nos atenemos al género en sí: ¿no entra en este género las pistolas, las metralletas, los guardias civiles, los policías, los militares y los servicios de inteligencia? Pues a tenor de todo ello y bajo mi responsabilidad, pego con chinchetas de cabeza gorda mi reseña en este tablón de corcho.

Así, “Anatomía de un instante es la obra de Javier Cercas, que por el giro que toma en la línea de flotación de sus últimos libros, sorprende a quien sigue la trayectoria literaria de éste.
Con este libro nos presenta a modo de ensayo periodístico los aspectos del 23 F, unos aspectos que ya son conocidos por todos o por casi todos, pero que nadie llega a entender del todo. Pero quizá el éxito del libro no esté en lo que dice, o en lo que intenta decir, que a la postre es lo de menos, porque no es importante saber lo que ya todo el mundo sabe, sino el hecho insólito de la manera de escribirlo. En efecto, ha buscado y rebuscado un lenguaje para que el lector lea y vuelva a leer cada una de sus páginas con cierta voracidad, una voracidad que no sabe por dónde le viene exactamente, ya que sólo sabe que debe seguir leyendo y cuantas más páginas por hora mejor, porque mejor se sentirá tras leerlas. ¿Qué quiere decir esto? Pues nada nuevo, que el mero hecho de poner en solfa unas cuantas voces de forma atractiva hace que cada cual se las componga para no perderse ripio. Y es precisamente el estilo plagado de repeticiones (unas veces anáforas y otras no), simetrías, asimetrías  y antítesis, lo que le da brillo a ese reportaje, mejor que ensayo, por el que Cercas nos da una visión de lo que estaba gestando en la placenta de la política española con motivo del Golpe, lo que sucedió momentos antes, y lo que sucedió momentos después, sin dejar de lado los pormenores y por mayores que sucedieron durante el día gris y frío que apareció en Madrid durante la jornada del Golpe, la del 23 de febrero de 1981.
Así, yo no veo en la obra un solo golpe, sino un sinfín de golpes, todos ellos asestados a los personajes que se movían por el Golpe. Son golpes al Rey, a Suárez, a Gutiérrez Mellado, a Armada, A tejero, A Milans, a Cortina, a muchos militares, a muchos civiles y a muchos otros que rondaron por el Golpe. Cada uno de esos golpes son pequeñas biografías de estos personajes, pero no son biografías como las que fabrica Peñafiel, con colorines y apastichadas, son biografías con más vida interior que exterior y que a la postre dan el golpe y nos invitan a meternos en el personaje, aunque de forma un tanto maniquea, para ver lo de traidor o leal, o lo de cobarde o valiente, o lo de loco o idealista, que conducen a cada uno de ellos a intervenir de una forma o de otra en el Golpe.