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domingo, 29 de octubre de 2017

Marta es la jefa




Conocí a Marta Marne, ama y señora de la estupenda página de reseñas literarias www.leersinprisa.com, allá por 2013.

Era la primera vez que asistía a la Semana Negra de Gijón, para conocer al pollito Ravelo, que por entonces acababa de publicar “La estrategia del pequinés”, que se alzaría con nuestro premio Tormo al año siguiente.

Al igual que nosotros, Marta estaba allí de vacaciones, gastando su tiempo y dinero por amor al género. Y claro, como no podía ser de otra forma en dos frikis de los libros en general, y de la novela negra en particular, congeniamos de inmediato. Como también con su novio Rubén I el Rubio, el rey del chiste malo.

Desde entonces somos amigos, y nos vemos todos los años  aquí y allá, en las Casas Ahorcadas y en Pamplona Negra, en Getafe y en Barcelona Negra, siempre de feria en feria, y siempre por amor al arte.

Hasta que este último año Marta fue pieza clave en la organización de nuestro festival, nuestra jefa de prensa.

Entre tanto, poco a poco Leer sin prisa fue haciéndose un nombre entre las páginas de crítica literaria. Cada año eran más los autores y editores que le mandaban libros y más libros, y cada vez más las reseñas publicadas, así que pronto la página se convirtió en algo demasiado parecido a un trabajo, por lo que Marta tuvo que echar el freno y romper con esa dinámica, para volver a leer sin prisa y a reseñar por placer…. hasta esta semana.

Porque como Marta ha hecho público esta semana, de ahora en adelante será crítica de novela negra de El Periódico de Cataluña.

Por eso, y creo que hablo en nombre de todos los miembros del club, nos alegramos tanto de que estos años de esfuerzo desinteresado se hayan visto al fin recompensados. Enhorabuena. Te mereces eso, y mucho más.

Tan solo esperamos que no te independices de nosotros, y el año que viene volvamos a tenerte al frente de las Casas Ahorcadas.

Porque Marta es la jefa.

domingo, 22 de octubre de 2017

Vuelven los microcrímenes



Ya hacía mucho tiempo que no publicábamos ningún microrelato, ningún microcrimen.
Pero afortunadamente, la sangre ha vuelto al río (Júcar), y aquí tenéis el último parto de nuestro frailecillo favorito.
Si os deja secuelas, no diréis que no avisé.
  

EXILIADO

Por (fray) Manolo Polo

Tuve que emigrar. Al principio me compadecieron huérfano. Ahora sé que, algunos que me desprecian bastardo, me sospechan soltero y viudo. ¿Podré irme sin aclarar las confusiones?

Todo fue culpa de ella, una hembra excelsa. El óvalo de su cara, su perfil, cuello, hombros, caderas, pubis, nalgas, corvas: un concierto de líneas puras en el esplendor de la curvatura. Sus pechos: la perfección de las cúpulas. Con razón podía considerarme afortunado, más aún, bienaventurado. Veinte años yo, cuarenta ella en plenitud de esencia, presencia y potencia.

Éramos dos con ella. Mi padre, viejo tontorrón, acabó penitenciándose por tamaño desliz de madurez, aunque había sabido perdonarse el de juventud del que yo soy fruto. Lo sustituí, ahora toda mía en exclusiva.

Pero llegó un tercero y la oí gritar de placer en sus brazos. Luego, húmedo brillo en su mirada ausente y húmeda sonrisa en su boca que asomaba al más feliz de los mundos desde sus entrañas enfebrecidas, la misma cálida sonrisa de su entrepierna, me confirmaron su pérdida.

No pude aceptarlo. Hice justicia. Murieron los dos amantes y mi padre cargó con la culpa. Crimen pasional sentenciaron, yo diría místico. Se está pudriendo en la cárcel. No durará. No me quedará nadie.

Es duro, en una ciudad pequeña, ser el hijo del cura, pero si además está en la cárcel por haber matado a una buena señora, madre de cuatro hijos y esposa del mejor alcalde que hemos tenido, se hace casi imposible soportarlo. Tuve que emigrar.

domingo, 15 de octubre de 2017

Cuate, aquí hay tomate: llega el México lindo y criminal a las Ahorcadas


 

Curso nuevo, país nuevo.

Después de que las novelas criminales japonesas incitaran a varios negritos a hacerse el harakiri con unas katanas de Albacete, este año toca viajar a México.

Y comenzamos con una reseña diferente, con un libro peculiar. Un libro que se alzó con el premio Rodolfo Walsh a la mejor novela de no ficción en la Semana Negra de 2005.

Ándale, cuate, que aquí sí que hay tomate.


LO PEOR DEL HORROR, de EDUARDO MONTEVERDE.

Por Nieves Guijarro.
 
 
            “Lo peor del horror es que no hay horror”. Con esta reveladora frase del autor ruso Leónidas Andreiev, Paco Ignacio Taibo II, periodista, escritor y activista sindical, abre el prólogo de esta ácida obra.

 Y debo decir que lo hace de una manera muy acertada porque, para bien o para mal, más para mal que para bien, este mundo abyecto nos ha acostumbrado a convivir con la barbarie; esa barbarie que, como nuestro curtido prologuista apostilla: “se disuelve en lo cotidiano por reiteración, abuso de cabeza periodística y  reportaje superficial de televisión”.

            El escritor, documentalista, patólogo y periodista, Eduardo Monteverde, profundiza en el concepto a lo largo de 364 páginas, un total de 43 artículos que hallaron cobertura en varios medios de prensa.

 Haciendo justicia al título con que bautizó su meticuloso esfuerzo, “Lo peor del horror” es el reflejo más encarnizado de una realidad cruda, decadente, una realidad mediática y sensacionalista a la que no miramos de frente.

 Asistiremos a un desfile de trágicos y abyectos personajes: un mago violador de niños, una mujer inocente acusada de matar a su hijo, las prostitutas de la Merced y un largo etc.

 Según explicó el propio autor en una entrevista del año 2005 para el medio digital La jornada: “hay horas de comisarías, días dedicados a las prisiones, años luz de estar realmente en los bajos fondos; en burdeles miserables donde entran judiciales echando balazos y se ve a las prostitutas haciendo el amor”.

 Claro está que quien no arriesga no gana, y el precio de esta crítica social desemboca en un conjunto eficaz y eficiente que no pierde el tono riguroso pero que, a su vez, destila ingenio y frescura. Periodismo negro combinado con una narrativa muy estilosa y sui generis, capaz de transformar el horror en algo mucho más liviano.
 
            Como dijo Oscar Wilde, Mártir ejemplarizante y víctima de las acciones humanas: “Somos nuestro propio demonio y hacemos de este mundo nuestro propio infierno”.

domingo, 8 de octubre de 2017

Granada Noir es la bomba

Solo hay una cosa peor para la salud mental que ser opositor.
Ser opositor perfeccionista, que le da mil vueltas a todo, y no desconecta ni los domingos.
Por eso, y porque soy uno de esos, cuando el jueves pasado marchamos hacia Granada Noir invitado por uno de sus organizadores, mi amigo el gran Jesús Lens, mi intención era aprovechar los descansos para repasar temas.
Y en tu culo, un futbolín.

Pero mejor, empecemos por el principio.
Cinco horas después de salir de la ciudad del crimen, el Google Maps nos informó de que habíamos llegado a nuestro destino, un hotel de puta madre llamado Andalucía Center.
Al poco, llegó a recogernos Alba, la azafata más simpática y “apañá “de tóa Graná.
El plan era sencillo: ir a comer algo con Alba, Jesús y Laura Muñoz, la super-reportera noir, y luego volver a darle un repaso a mis barbas y las preguntas que había preparado para Víctor del Árbol.
Pero como todos los planes sencillos, al final se fue al carajo. La sobremesa se alargó hasta el infinito y más allá de los gin tonics, y a las 6 estábamos en el imponente hotel Alhambra Palace sin afeitar ni revisarme las preguntas.
Eso sí, el lugar y el evento bien merecían mis nervios y mi barba de tres días. Porque el espacio donde tuvieron lugar todos los actos de la tarde fue el “teatrillo” del hotel, en el que han estrenado obras gigantes de la talla de García Lorca o Manuel de Falla. Y porque el primero de la tarde, usando el símil taurino, fue el copón de la baraja. Porque ver a ese puto crack de las artes y las letras granaínas llamado Alejandro Pedregosa y a su sapientísimo paisano Alfonso Salazar, presentarnos al chandleriano detective antinazis Bernie Gunter y el investigador de la Rusia prerrevolucionaria (ahí es ná) Erast Fandorin, y cómo se podrían haber enfrentado estos dos sabuesos a uno de los mayores misterios del siglo XX, el caso Anastasia, no es moco de pavo.
Como a las 8 tenía que presentar a Víctor y todavía no habíamos podido hablar, tuvimos que perdernos el siguiente e interesantísimo acto, sobre otro mito ruski como es Rasputín, para preparar un poco la faena.
Aunque como no podía ser de otra forma con Víctor, mis barbas y mis dudas no pudieron impedir que saliéramos a hombros. Porque después de tantos años y tantas presentaciones, tenemos mucha complicidad, y eso se nota en el escenario.


Al salir, conocí a uno de los grandes hallazgos del fin de semana, Dominique Bonifás, la encargada de la biblioteca de género negro del Instituto Francés de Madrid, que por su cuenta y riesgo, había venido a aprender más de los autores españoles.
Chapeau, cagabanchelega.
Después de cenar todos juntos, decidimos ser buenos, y marchar pronto a dormir, para poder madrugar al día siguiente y estudiar un poco.

Y tan poco, no llegué a abrir el ordenador. Salimos de la habitación a las 9, y regresamos casi a las 2 de la madrugada.
Pasamos toda la mañana paseando con Víctor y Eva por Granada, y después de ver el encuentro de Tony Hill con un club de lectura, nos pegamos un banquete a pescaíto frito.
Para celebrarlo, a las 5. 30 estábamos medio muertos en la Puerta Real, un monumento más antiguo que la Alhambra recientemente reformado, presenciando otro gran evento: una dramatización de radioteatro en directo. Una virguería técnica con todo lujo de detalles actorales y efectos de sonido, digna de Negra y Criminal, que me dejó patidifuso.
Como también la charla sobre el padrino y el management empresarial, a cargo de unos expertos en marketing capaces de venderle un congelador a un esquimal.
Cerramos la tarde con la presentación de la última novela del antiguo presidente de la Junta de Andalucía Rafael Escuredo y la mesa sobre la ciudad, con Paco Gómez Escribano y Quico Chirino (otro gran descubrimiento, por cierto), moderados por nuestro querido Juan Ramón Biedma.
Cuando terminamos, llegaron nuevos refuerzos, como la encantadora Susana Martín Gijón, con la que conecté desde el minuto uno y como con ninguno, o ese inmenso agitador de masas que responde al nombre de Mariano Sánchez Soler, al que hace ya unos añitos tuvimos por estos andurriales hablando de los Urquijo.
Y aunque después de todo el día estábamos reventados, al final volvimos a palacio bastante después que Cenicienta.

Ahora, que como el jueves aprendí la lección, el sábado a las nueve estaba afeitado y con mis preguntas preparadas, antes de desayunar y partir para el estupendo tour por la Granada más noir.
Un paseo apasionante por la Historia de la ciudad, que como no podía ser de otra forma, se remontó a la época nazarí, y que llegó hasta la postguerra, llamándome especialmente la atención una banda de maquis urbanos dirigida por los hermanos Quero que durante cerca de una década tuvieron en jaque a las autoridades franquistas.

Después de la caminata por el Albaicín y la parte antigua, decidimos volver grupas hacia el hotel para comer con Víctor y Eva, y después de despedirlos reponer fuerzas antes de marchar de nuevo a la Puerta Real.
Y es que, a eso de las 6, tuvo lugar mi segundo acto granaínoir: una mesa redonda con el grandísimo José María Espinar, la adorable Susana Martín Gijón y el sorprendente Álvaro Botija, en la que diseccionamos “El peso del alma”, “Más que cuerpos” y “Operación Matrioska”, con gran éxito de crítica y público, pese al reto que suponía presentar tres libros que no tenían nada que ver en menos de 45 minutos.

Por eso, después de la mesa redonda, nos dimos un pequeño homenaje en una cuadrada. Y después de abrazar al omnipresente (y casi omnipotente) Pedro Gil, que había venido a presentar el juego de rol Hard-boiled, volvimos para presenciar el estupendo mano a mano entre Tony Hill y nuestro otorrinoginecólogo favorito, mi socio Pere Cervantes, que dejaron el pabellón muy alto hablando de Los ángeles de hielo y Tres minutos de color.
Pero sin duda, el colofón de la tarde fue la mesa de periodistas escritores entre Javier Valenzuela y Mariano Sánchez Soler, magistralmente moderada por Quico Chirino, repleta de experiencia y sabiduría.

Para terminar, cervezas Alhambra nos brindó un cóctel que supuso el broche final a un festival que, como se ha visto, es de lo más completo y multidisciplinar, con un programa de actividades muy amplio y variado que, una vez más, demuestra que la ilusión y el tesón de unos organizadores entusiastas es el mejor de los presupuestos.

Esperemos que dure tanto como la Alhambra.

Porque Granada noir, es la bomba.

domingo, 1 de octubre de 2017

El gran apagón, la mayor sorpresa de la ficción sonora española.




 
 
¿Qué harías, si el sistema eléctrico de todo el mundo se fuera a la mierda?
Leer esto, seguro que no.
Ni encender la televisión. Ni el ordenador. Ni el teléfono. Ni la luz.
Estarías solo.
Solo, y en la más completa oscuridad.
Esto es lo que plantea “El gran apagón”, la sorprendente y adictiva serie creada por José Antonio Pérez Ledo y dirigida por Ana Alonso, que lleva más de tres millones de descargas en Podium Podcast.
Y no me extraña.
No tienes más que escuchar el primer episodio, quince minutos, para darte cuenta de que estás ante algo diferente, original y muy muy grande.
Algo diferente, porque la serie es ficción sonora, sin imagen. Pero gracias a la estupenda labor de dirección y las magistrales interpretaciones de actores de la talla de Nacho Fresneda (Alonso Entrerríos en El Ministerio del tiempo) consigue que sea muy visual, que la veas en tu cabeza, como un buen libro.
Y es muy original porque se trata de un falso documental. La historia de qué ocurrió tras una tormenta solar que sumió al mundo en la oscuridad, contada a partir de documentos sonoros ficticiamente reales.
Un falso documental que no lo parece, porque la voz del narrador recuerda mucho a la de los documentales de la 2.
Un falso documental que podría no serlo, porque la tormenta solar de la que se habla en esta serie de ciencia ficción es más ciencia que ficción. Tanto, que poco antes de dejar la Casa Blanca, Obama ordenó preparar Estados Unidos por si se produce.
Pero además es algo muy muy grande, porque pese a la brevedad de sus capítulos, y a los solo ocho episodios de los que constan cada una de sus dos temporadas hasta el momento, consigue darte la sensación de estar ante un universo complejo, repleto de pequeñas historias y grandes personajes.
Pequeñas Historias como las de un padre y una hija desesperados por establecer comunicaciones por radio con otras personas.
Y personajes tan grandes como Eduardo Bravo, un idealista y conspiranoico podcaster que lucha por todos los medios y contra todos los medios para sacar a la luz toda la verdad sobre lo que los gobiernos sabían del gran apagón.

 
Si has llegado hasta aquí sin buscar a toda prisa el primer capítulo, seguramente te estés preguntando, qué demonios hace una serie como esta en un blog de novela negra.
Y como homenaje a los gallegos de la serie, te voy a responder con otra pregunta, ¿se te ocurre algo más negro que la oscuridad?
Algo más negro, que lo que bárbaros como la secta del Sol Negro pueden hacer cuando la oscuridad que su iluminada había predicho finalmente llegue.
Permíteme que lo dude.
Eso, y que a estas alturas sigas leyendo estas líneas sin escuchar “El gran apagón”.