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domingo, 21 de julio de 2013

Parte de Negra

Es imposible resumir la Semana Negra en un post.
Y menos, en uno que no aspire a convertirse en una Bibli@ como el que aquí os traigo.
Por eso, y porque en verano estoy muy perro, ni siquiera voy a intentarlo.
Sólo a mencionar algunos de los mejores momentos vividos y personas conocidas durante mi último paso por Gijón, porque al fin y al cabo, la vida son eso, momentos (joder, si hasta me pongo metafísico y todo).
 El primero, lo tengo clarísimo: mi breve conversación, nada más aterrizar en la feria el 7 de julio (¡San Fermín!),  con Pétros Markaris y Leonardo Padura, gracias a la intercesión del inestimable Paco Camarasa.

Y es que en poder charlar con dos de los grandes del género de tú a tú, es donde radica toda la magia negra de Gijón.

 Del lunes, me quedo con la irrupción megáfono en mano de los sindicatos durante la presentación de “La última noche de Víctor Ros”  de mi cuñado  Tristante (que, por cierto, aseguró que el estreno de la serie de televisión sobre el personaje tendrá lugar a principios del año que viene). Y no fue la última vez, porque como estaba prevista la participación de Cándido Méndez y algún que otro gerifalte político, la lucha obrera estuvo más que presente a lo largo de todo el festival.

 El martes, desembarcaron por tierras asturianas el equipo alrevés, capitaneado por sospechosos habituales de las Ahorcadas como Víctor del Árbol y Luis Gutiérrez Maluenda (que,  dicho sea de paso, están haciéndonos publicidad a diestro y siniestro, por lo que más de un autor vino a mí deseoso de visitarnos), amén de los   Kerrigan BROS (¡qué grandes Gori e Ilia!). Además,  de este día quedará para el recuerdo una conversación la mar de surrealista que mantuve con un autoproclamado mito del cómic americano de cuyo nombre no quiero acordarme, que después de dejar patente que era el que más sabía de novela negra americana por aquellos andurriales al nigérrimo y criminalísimo Mauricio, otro de los capos de la feria de este año sin duda, después de más de quince minutos, digo, aguantando sus bravuconadas bastón guía en ristre, va el tipo y me suelta:
 Ah, ¿eres ciego?
Y como a sobrado y tocapelotas, pocos ganan al hijo de mi  madre, le contesté con otra pregunta:
-¿Es que pensabas que llevo bastón porque soy rico?
-Podría ser…
Pues no, lo llevo porque  soy rico y ciego - le solté,  antes de que se fuera a continuar sobrealimentando su ego firmando ejemplares.

Ya el miércoles, después de una noche inolvidable con el que para mí ha sido el gran hallazgo de este Gijón, Alexis Ravelo (que, por cierto, acaba de alzarse con el premio Ciudad de Getafe de novela negra, próximamente en las Ahorcadas),  llegó el momento de volver a presentar “Respirar por la herida”, utilizando para ello el demoledor argumento de que, era la mejor novela criminal española que había leído en mi vida. Y prácticamente acto seguido, tuvo lugar una soporífera mesa redonda sobre nuevos formatos y jóvenes autores, con la presencia del equipo Alrevés (sí sí, Maluenda  también estaba), de tal calado gafapastil que palabra y evento dieron mucho muchísimo que hablar y reír durante la cena y copas ulteriores, en las que, entre otras cosas, José Javier Abasolo (otro de los fichajes de  este año) trató de convencernos de que todos éramos en realidad vascos faltos de memoria.

Más momentos estelares, esta vez, del jueves: la entrega del Premio Novelpol al hermano Márquez (que me lo dedicó a mí, para escarnio de su novia, también presente durante la ceremonia)

...y la presentación que hice de las últimas novelas del maestro Carlos Salem, con la presencia de algunas de sus  incomprensiblemente numerosas e  incondicionales seguidoras.
Mientras días y noches iban haciendo mella en mi persona, llegamos al viernes, en que por la mañana se fallaron (y nunca mejor dicho) los premios, entre ellos el Silverio Cañada a la mejor primera novela negra publicada en castellano, que injustamente no recayó sobre el baile de nuestros Galgos favoritos. Después de una tarde sin muchas novedades, tuvo lugar un fenómeno digno de estudio antropológico, si no paranormal, el recital de (porno) poemas de Salem. ¿Por qué? Porque la carpa estaba a reventar de adolescentes coreando sus versos (había alguna que incluso se los había tatuado, y no es broma) y mojando sus inocentes braguitas de Piolín con la aguardentosa voz del pirata argentino. ¡Ver para creer! Y es que, si como Marcelo  Luján  sostiene, Salem es el nuevo justin Bieber, definitivamente Fernando Arrabal y los mayas tenían razón, vivimos en pleno Apocalipsis. 


Más pruebas de ello, fueron que el evento de mi maestro duplicase en asistentes a la presentación del último premio Planeta que tuvo lugar al día siguiente, y que en cuanto me vio, Lorenzo Silva se apresurase a defenderse: ¡Yo traté por todos los medios de ir a Cuenca, lo prometo!
Y hasta aquí, mi parte de Negra, ínfimo, pero más que suficiente para hacerse una idea de por qué llevo cinco julios peregrinando religiosamente a Gijón, y de por qué pese a que siempre alquilamos un apartamento en primera línea de playa, al final apenas la piso (de hecho, estoy tan blanco que cualquiera diría que a la única piscina a la que voy es a la de Fukusima).
En suma, que a pesar de los 200.000 euros menos de presupuesto con los que contaba  la Semana Negra de este año (lo que me lleva a preguntarme, ¿pues cuántos tenían antes?), ha logrado sobrevivir más que dignamente, haciendo que los fanáticos del género negro que la visitamos sigamos sintiéndonos como en casa a cientos de kilómetros del hogar.



PD: ¡Y tres mil hurras por la Marple, que ha quedado tercera en el concurso de micros de Tom Z!