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domingo, 26 de febrero de 2017

PRESENTACIÓN DE EL ÁNGULO MUERTO DE ARO SÁINZ DE LA MAZA



 

Por Sergio Vera Valencia, coordinador del club de novela criminal las Casas Ahorcadas.

 


El suicidio se ha convertido en la principal causa de muerte, los padres venden sus coches para comprar zapatos a sus hijos, los autobuses se transforman en residencias low-cost para ancianos con Alzheimer… en la fría Barcelona en crisis, la cuesta de Enero es un Himalaya.

Así que, ¿a quién le importa una becaria estrangulada que se dedicaba a la cobra de morosos, aunque en su casa no llegaran a fin de mes y ella llevase una doble vida?

¿Y que alguien esté sembrando diariamente los parques de la ciudad condal de perros empalados?

Solo a Milo Malart. Un inspector obsesivo y antisocial con un don extraordinario para meterse en la piel de los criminales, y una desesperante incapacidad para hacerlo en la de sus colegas. Un hombre muy humano con las víctimas desconocidas, un extraterrestre muy marciano con las personas que le quieren, que después de que su hermano también haya sucumbido ante la esquizofrenia, no deja que nadie se le acerque.

Ni siquiera la subinspectora Rebeca Mercader, que un día fue algo más que su compañera.

Hasta que milo encuentra a su alma gemela: Tío, un pastor mallorquín solitario y triste.

Tan solitario y triste como él.

Tras el éxito en España y Francia de “El asesino de La Pedrera”, mención especial del Premio RBA 2012, Aro Sainz de la Maza nos golpea con la novela más contundente y transparente sobre la crisis. Una obra dura y necesaria como pocas, que destila rabia en cada página, verdad en cada escena y dolor en cada personaje.

Y como el autor barcelonés fue antes editor , y se nota, el texto está pulido hasta la última coma y no le sobra ni media, brillando especialmente en unos diálogos naturales y naturalistas, que radiografían el origen y personalidad hasta del secundario más insignificante.

Una historia de trama muy calculada, cerebral, pero escrita con las tripas, que se devora en dos días pero con tanta bilis que cuesta semanas digerirla, y uno de los protagonistas más fascinantes de la ficción criminal española actual.

Sin duda, una de las mejores novelas negras del 2016, porque no hace falta viajar a la Grecia de Petros Markaris para encontrar grandes tragedias contemporáneas disfrazadas de literatura popular.

Si te has vuelto impermeable al torrente de miseria que escampa en cada telediario, o te ha calado ese cuento de que hemos salido de la crisis, tienes que leerla.

Y si no, también.

viernes, 17 de febrero de 2017

LOS MISTERIOS DE LA GATA HOLMES


 
Los misterios de La gata Holmes, Jiro Akagawa.
Por Sergio Vera Valencia.
Reseña originalmente publicada en Elemental, el blog de novela negra de El País.

 

Desde pequeño, siempre he odiado al inspector Gadchett.

Me tocaba mucho las narices (por no decir bastante más abajo) que nadie en toda la puñetera serie se diera cuenta de que le faltaba un verano y dos o tres inviernos. Que todos pensaran que ese retrasado (¿cómo podía tener tantos chismes y tan pocas luces?), desbaratara él solito todos los malvados planes del tío raro ese de la mano de metal y el gato blanco que daba grimilla, cuando los que le sacaban siempre las castañas del fuego  eran su sobrina la coletas y su superperro naranja.

Por eso, al principio La gata Holmes me tiró un poco para atrás. Porque al principio el detective Katayama, sin ser tan lerdo como el inspector multiusos, no era un lumbreras precisamente.

De hecho, se nos presenta como un policía sin actitudes ni aptitudes, sin vocación ni intuición. Un investigador sin instinto que se marea con la sangre. Un  tipo incapaz de hablar con las mujeres, al que su tía  trata de citar con chicas de buena familia para ver si lo coloca.

Por suerte, eso es sólo al principio, porque luego, el bueno de Katayama se destapa como un investigador sagaz  y un personaje con el que terminas encariñándote, cuando le encargan vigilar la residencia de una Universidad femenina de Tokio. La residencia donde vivía una chica recientemente asesinada. La misma donde se sospecha que algunas de sus estudiantes están ejerciendo la  prostitución.

Y claro, como suele ocurrir en estos casos, y nunca mejor dicho, pronto empezarán a sucederse los misterios y los fiambres.

Misterios como el de la desaparición de todo el mobiliario de una sala de la residencia.

Y fiambres como el decano, que un buen día amanece desnucado en una habitación cerrada a cal y canto por dentro.

Ya, no hace falta ser John Verdon para  saber lo que estáis pensando. ¿Qué  carajo tiene esto que ver con el gabacho de los dibujos?

No mucho, en realidad. Solo que el difunto decano tiene una gata con más olfato que el sabueso, e irá dando pistas a Katayama para resolver el asesinato de su amo, el misterio de habitación cerrada  más original que he leído Nunca.

Porque sí, amigos, por si todavía no lo habían sospechado, estamos hablando de una novela enigma. Una de esas deliciosas historias policíacas repletas de sorpresas y vueltas de tuerca, que pese a la inusitada inteligencia del felino, no llega a caer en la inverosimilitud (al menos, no más que los clásicos del género) y juega limpio con el lector, sin escamotearle datos ni tenderle pistas falsas  (al menos no más que al propio detective).

Un misterio que me ha hecho disfrutar como un enano y recordar a ese enano que se leía de tirón las novelas de Agatha Christie.

Pero  no sólo eso. Porque además de una absorbente trama que te mantendrá pegado a sus páginas (y prometo que ni es una forma de hablar, ni es sencillo lograrlo con el que suscribe), la obra tiene momentos cargados de humor (algo peculiar, dicho sea de paso) y un personaje carismático como pocos: la gata que da título a la novela.

Y es que, es increíble la fuerza narrativa de este minino, pese a que  ni habla ni apenas aparece. Porque cada vez que entra en escena (algo que estaremos deseando) logra, sin dejar de actuar como un animal, resultar más humano y perspicaz que la mayoría de los detectives que me vienen ahora a la mente.

Por eso, no me extraña que Holmes sea uno de los personajes más queridos del género en Japón, donde esta prolífica serie, que lleva la friolera de cuarenta y siete entregas, es un auténtico fenómeno, con millones de ejemplares vendidos y adaptaciones al cómic, la televisión y los videojuegos.

En resumen, si te gustan las novelas de misterio a la antigua usanza, y te apetece pasar un buen rato sin buscarle tres pies al gato, no lo dudes, llévate a Holmes a casa.

sábado, 11 de febrero de 2017

LADY KILLER


Qué, ¿ya echabais de menos vuestra ración de sushi literario?

Pues no dejéis de hincarle el diente a nuestro sabroso artículo en elemental sobre un viejo conocido de esta sección, Seishi Yokomizo, y sobre todo, de paladear la deliciosa reseña que el Grissom de Buenavista (y mejor oído, que el interfecto es otorrino), nos ha preparado.

¡Buen provecho! O como dirían en japolandia, ¡Itadakimasu!
 
 

Ladykiller, de Masako Togawa.
Por Miguel Esparcia.

 
Masako Togawa (1933-2016), ha sido una de las figuras con más éxito dentro de la novela negra japonesa. Mujer polifacética, siempre entregada a las artes, destacó en su país como cantante, actriz y   creadora de series televisivas de gran éxito.

Huérfana  de padre, en una familia en la que su madre tuvo que luchar para sacar adelante una familia numerosa en un país con una estricta estructura social, donde la mujer siempre ha estado discriminada, en un segundo plano, y en una época más que convulsa en el país nipón, podemos imaginar que sus inicios no fueron fáciles.

Comenzó como cantante de cabaret, consiguiendo un éxito notable, y  se ha pensado siempre que en sus creaciones  había algo autobiográfico.

Saltó a la fama cuando ganó el premio de novela negra Edogawa Rampo en 1962 con su primera obra, “la Llave Maestra”. Posteriormente publicó “Lady Killer” (1963) y “Un Beso de Fuego” (1985), con gran éxito de ventas a nivel mundial.

Cumple ciertos criterios característicos de la novela negra japonesa, que la diferencia de la occidental. La temática es cruel, sórdida. El sexo, los celos (el juego también), son ejes centrales del comportamiento de los personajes, y sobre todo, la venganza, el crimen, están hilados de forma reposada, parsimoniosa, incluso poética. No parece que hayan rencores satisfechos de forma iracunda o furiosa.

Los japoneses toman el té y el baño muy caliente, pero el crimen más bien lo prefieren en frío.

Lady Killer, ya desde su título, no deja lugar a la duda, hay una mujer asesina.

Una mujer que asesina por venganza. Venganza movida por la locura. Venganza sobre un Hombre, un canalla moral, que apaga sus necesidades sexuales insatisfechas con mujeres, también en cierto modo, necesitadas. Son sus trofeos, pero nuestro personaje, Sr. Honda, se caracteriza por ser un seductor, un Don Juan a la japonesa, un observador minucioso, un estratega, un hombre encantador…

Seduce a las mujeres, pero son amor de un día, es un verdadero depredador, pero un gentleman del amor efímero, si se me permite la expresión.

Es además un profesional con éxito, un casi héroe hematológico de la juventud, casado con una mujer de familia rica, pero ¿qué origina esa necesidad?  ¿De dónde nace esa insatisfacción?

La novela narra, de forma sencilla, ágil, rápida y cautivadora, una trama en la que la venganza no es violenta, no es física, no es sangrienta, pero no por ello menos atroz. Una orquestación de actos, datos, detalles que se ceban en nuestro Don Juan nipón. Un entresijo de fenómenos  que arrojan a nuestro personaje hacia  una muerte segura si no demuestra  su inocencia. ¡Qué paradójico!

 
Un rompecabezas que a base de una investigación laboriosa, llega a la conclusión del caso, no sin un giro final inesperado que sorprende al lector.

 
Una lectura rápida, agradable…. Y yo creo que recomendable. Del resto te encargas tú.

domingo, 5 de febrero de 2017

UNOS DÍAS IRREPETIBLES


Barcelona es una ciudad muy especial para mí, aunque llevaba sin pisarla media vida. Doce años. Desde que me refugié en ella, recién perdida la vista, para ver (curiosa paradoja) si un ensayo clínico con tecnología rusa de la Guerra Fría (y no es broma, ni ciencia-ficción), obraba el milagro. Meses muy duros, que no obstante, recuerdo incluso con nostalgia por lo bien tratados que fuimos por todo el mundo.

En todo eso pensaba el miércoles pasado, cuando después de una hora de trasbordo en Valencia, montaba en un TALGO de tiempos de Agatha Christie rumbo a la Ciudad Condal. Un larguísimo viaje (más de tres horas y media) que la próxima novela de Arretxe (en que aparece un vendedor de cupones ciego con mi nombre) hicieron que se me pasaran volando como si fuera un AVE.

Cuando llegamos a la estación de Sans, Para hacer tiempo mientras esperábamos, pregunté a mi IPhone qué temperatura hacía. 16 grados. Nada que ver con los que había en Cuenca a las 8 de la mañana, cuando SIRI me había contestado: ¡Qué frío, hace 2 grados.!

Al poco, llegó Gori Doltz a recogernos con su coche. Y al rato, estábamos en su casa. Un estupendo piso en pleno barrio de Gracia con un salón y un patio dignos de una sitcom americana. Allí nos esperaba Julia para comer un estupendo no se qué (véase estofado de carne, en catalán) que para sorpresa de propios y extraños (soy de los que piensa que la cuchara, solo para los postres) me supo a gloria bendita.

Como el primer acto de Barcelona Negra empezaba a las 16.30, no hubo tiempo para mucho más. Pillamos un taxi, y salimos pitando para el Liceu.
 
Cuando entramos, el salón estaba petado. ¡Y eran las 4.30! Casi cuatrocientas personas escuchaban embobadas al pollito Rabelo, Marcelo Luján y Carlos Zanón miermoderados por el hermano Bassas, homenajear a Manuel Vázquez Montalbán. Una mesa que tenía el morbo añadido de que, como muchos sabéis, Zanón revivirá a Pepe Carvalho el año que viene.

Todo genial, hasta que Bassas termina con una cita de Montalbán de tintes futbolísticos, que por supuesto consiguió una ovación del público, y que a mí me dieran ganas de aplaudirle entre las piernas y darle el Tormo Negro póstumamente.

A la salida, buffet libre de besos y abrazos para Marta, el señor Rubio, el plumilla Galindo, Ilya Alrevés y los que habían participado en la mesa. Tantas ganas había de cháchara que cuando nos quisimos dar cuenta, se había acabado la siguiente charla, en que participaban dos autores europeos recién publicados con una pinta estupenda….y como tenían tanta cola para firmar, me quedé sin que me dedicaran un libro que me había llevado desde Cuenca.
Y es que, la sala del Liceu estaba tan abarrotada, que no tuvimos otra opción que volver al salón a toda prisa, si queríamos coger sitio para escuchar a Paco Ignacio Taibo II, Antonio Soler y Andreu Martín departir sobre la Barcelona de los años 20 y el pistolerismo. Una interesantísima mesa redonda, excepcionalmente moderada por Antonio Baños, que solo fue superada por la cuadrada que le siguió, en que tuvimos el placer de cenar con Andreu Martín y su interminable repertorio de anécdotas.
  Para cerrar la noche perfecta, nos reunimos de nuevo con Bassas, Zanón, Luján y cía para tomar unos cócteles en “Boadas”. Y claro, como servidor es abstemio, tuve la feliz idea de pedir un combinado sin alcohol que ipso facto me convirtió en motivo de pitorreo general y candidato number one a coordinar “Pluma negra”, el primer festival homocriminal de España.

Y más, cuando juré sobre la foto de Montalbán que presidía el local, que se me estaba subiendo a la cabeza.

Total, que nos dieron las mil. Aún así, cuando volvimos a casa de Gori, todavía teníamos ganas de palique y estuvimos un rato de charleta y copas antes de irnos al sobre casi a las tres de la mañana.

Un suicidio ritual en toda regla, si tenemos en cuenta que al día siguiente tenía una entrevista con Rosa Ribas a las 9.30 en radio El Prat.
 

Pero como somos unos cumplidores, a la hora acordada estábamos en la puerta, justo a tiempo para abrazar a Juan, el padre de Rosa. Y a las 9.15 entrábamos en el estudio, al que pronto llegó Rosa medio afónica. Un vozarrón de ultratumba, ideal para hablar de su próxima novela, protagonizada por un hombre lobo, que acaba de ganar el premio Letras del Mediterráneo.

Y bueno, pese a que en un principio no sabía qué demonios pintaba yo allí (cuando el locutor me preguntó como quería que me presentara, como coordinador de un club de lectura, animador cultural….le dije que como alguien de Cuenca), he de reconocer que la entrevista salió muy bien. Aunque cuando terminamos y pregunté cuando se emitía y me dijeron que era en directo, por un segundo me eché las manos a la cabeza de pensar en todas las chorradas que había dicho en antena.
Terminada la faena, y después de desayunar, pude al fin conocer al santo de Rosa, el Santo Klaus. Un risueño alemán, de español casi perfecto, con el que congeniamos al segundo. Y después de darle un besazo a Montse, la madre de Rosa, dimos un paseo por los dominios de “La marquesa del Llobregat”, que nos presentó a su tía, la inspiración de Ana Martí. Para rematar esta mañana inolvidable, nos invitaron a un restaurante donde comimos el mejor cordero que he probado en mi vida.

Y para celebrarlo, mi padre me bautizó con el vino, y tuve que volver a Barcelona con una camisa de Juan.

Cuando entramos al Liceu, el primer acto de la tarde todavía no había acabado. Era una mesa de autores catalanes en catalán. Pero en cuanto Rafa Melero nos vio, cambió al castellano para que “su amigo Sergio de Cuenca” pudiera entenderlo. Un detallazo que se mereció un gran abrazo, durante las cervezas que siguieron.

En el bar, Ilya nos presentó a Sebastiá Benasar, un experto en novela negra y autor mallorquín que acaba de publicar una novela titulada “El imperio de los leones” que estoy devorando con fruición en estos momentos. Y aprovechando que era una enciclopedia andante, nos acompañó al Ayuntamiento para el evento más importante de BCNegra: la entrega del premio pepe Carvalho.

Una ceremonia donde Ada Colau rindió tributo a Paco Camarasa, que días atrás había anunciado que por problemas de salud sería su último año al frente del festival, y a Denis Lehane, el ganador de este año con un recinto abarrotado de público.

Toda una lección de compromiso político con la cultura y de pasión ciudadana por la lectura que me dio mucha envidia sana.
 
De camino a la fiesta del premio en el Centro Cultural del Born, nos encontramos con Víctor, Eva y Manzano, y cuando llegamos al lugar del ágape también con Aro Sáinz de la Maza, con el que quedamos al día siguiente para que nos enseñara las principales localizaciones de su última novela. Y gracias a Galindo, tuve oportunidad de charlar cinco minutos con Lehane, y de hacerle un video en plan forofo.

Agotados después de un día tan ajetreado, volvimos a coger un taxi para la pensión Casa Gori. Sin embargo, esta vez, una manzanilla me dejó fuera de combate en el primer round.

A las 11.30 otro taxi nos dejó a las puertas del mercado de la Barceloneta, el antiguo barrio de pescadores donde vive Milo Malart, el protagonista de la serie creada por Aro. Y allí estaba él, tan afable y friolero como siempre, para hacer de cicerone con un anorak a 18 grados. Un paseo de tasca en tasca que terminó en “Negra y criminal”. Una pena, que Camarasa no escuchase el teléfono, entrar en la mítica librería habría sido el broche de oro a una mañana tan mágica.
Pero como a falta de pan buenas son tortas, nos tomamos una caña en “El vaso de oro”, la mejor cervecería de la ciudad, y una paella de marisco que daba mil vueltas a cualquier valenciana que yo haya probado en “El sheriff”, donde Aro insistió en invitarnos.

Prepárate, amigo, cuando vengas por Cuenca, pienso cebarte como un cochinillo.

A las 4, en la sala BARTS, con aforo para 900 personas, asistimos al entrañable homenaje a la Semana Negra que hicieron Mariano Sánchez Soler, José Luis Muñóz, Paco Ignacio Taibo II, David C. Hall y Andreu Martín. Después de las batallitas de los veteranos, entraron en escena Lorenzo Silva, Dolores Redondo y Sergio Vila-SanJuán para una interesante mesa sobre periodistas e investigadores impecablemente moderada por Pilar Argudo. Y como guinda del pastel, Antonio Lozano entrevistó a Paco Ignacio Taibo II y Denis Lehane.

Tras conseguir que el de Boston me firmara cuatro libros (incluido el que servirá como premio para nuestra liga deductiva), otro taxi nos llevó a casa para la fiesta que Gori había preparado. Un evento donde al fin pude conocer, entre otras muchas e interesantes personas, al grandísimo Carlos Puyol, reencontrarme con Aro (que pese a que le había ayudado a prepararla durante nuestra comida, seguía atacado porque al día siguiente tenía que moderar una mesa redonda) y a Charo, una lectora voraz de género a la que inmediatamente fiché para nuestro club.

Y entre risas, cotilleos y proposiciones más o menos honestas para que les invitásemos al club, volvieron a darnos las mil.

Tras un sueño tan breve como reparador y una buena ducha, preparamos las maletas y cogimos el enésimo taxi para no perdernos el bautizo moderador de Aro. Una mesa con Claudio Cerdán, Félix Modroño, Santiago Álvarez y Miguel Pajares que, aunque Aro me hizo caso con algunas preguntas, salió bastante bien.
 
Y para cerrar el festival, Paco Camarasa y Antonio García Iturbe, comisario y subcomisario de BCNegra, presentaron “Sangre en los estantes”. Un acto de lo más emotivo, que como no podía ser de otra forma, terminó con un rendido aplauso a Paco.
 

A la salida, pude abrazar a Claudio, y tomarnos algo con todos antes de comer a toda prisa y montarnos en el tren de vuelta a Cuenca.

Por el camino, antes de que me venciera el sueño, pensé, agradecido, en lo mucho y bien que todo el mundo se había portado con nosotros. En la gran familia en que se ha convertido el mundillo de la novela negra. Una gran familia por la que merece la pena seguir luchando.

Y que, aunque han sido unos días irrepetibles, espero repetir el año que viene.