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jueves, 27 de noviembre de 2014

ARRETXE PRESENTA TOURÉ EN LA UCLM



El vagamundos y juntaletras  Jon Arretxe (Basauri, 1963) es uno de los autores más populares de las letras bilbaínas y de los más polifacéticos. Licenciado en Educación Física y Doctor en Filología Vasca con estudios de canto y piano, forma parte del coro de Bilbao, aunque se gana los potes con la pluma.
Con más de veinte títulos a sus espaldas, ha cultivado la literatura infantil, de humor, de terror…pero sobre todo de viaje y, últimamente, también la negra.
Sus primeros trabajos de género, Shahmarán, La calle de los ángeles y Sueños de Tánger, configuran una suerte de trilogía viajera que ofrece un oscuro retrato del lado menos turístico de ciudades tan cosmopolitas como Estambul o Lisboa.
 En 2012,  da un giro de 180 grados a su carrera criminal, iniciando la serie de Touré, un sin papeles burquinés que vive en un piso patera del barrio más multicultural y degradado de Bilbao, un hiperviviente (porque súper se le queda corto) con el “todo por la pasta” como filosofía, tan entrañablemente perdedor, que te gana desde la primera página.
Si queréis conocerlos, las Casas Ahorcadas se complacen en invitaros a la charla que Jon Arretxe dará sobre Touré y su barrio, el próximo 1 de diciembre, a las 10, en el aula 222 de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UCLM (edificio Gil de Albornoz).
¡Os esperamos con paciencia africana!

Y para saber más sobre autor y personaje, os dejamos el enlace a una entrevista, y las reseñas de “Sueños de Tánger” y “612 euros”, la segunda entrega de Touré.




domingo, 23 de noviembre de 2014

CINECIDIOS


Con esta entrada, Raquel Soler, la más cántabra de las negritas, la más negrita de las cántabras inaugura la sección cinéfila de esta nuestra bitácora.

Gracias, Raquel.
 

 

¿Qué es el cine negro?

 Seguramente, cuando nos hablen de ello pensamos en el Halcón Maltés o en hombres duros que con un sombrero, gabardina y un cigarro en la mano, además de mucha sangre fría se enfrentan a un caso donde las cosas no son lo que parecen y la persona en la que confía (una mujer de largas piernas y curvas de infarto) le traiciona. Mujer con la que compartirá un apasionado beso y algo más…. Y sin embargo, para esta primera reseña no voy a utilizar una película que siga estos tópicos. Os voy a hablar de “La isla Mínima”.

La isla mínima no se encasilla dentro del género negro (si nos ponemos tiquismiquis ese término solo es atribuible a las películas de los años 30-50). Sin embargo entra dentro del género policiaco. Y dentro de este género es una magnífica película.

El argumento es a priori, bastante sencillo. Una investigación policial trata de resolver el asesinato de dos adolescentes  en un pequeño pueblo andaluz y, con ello atrapar a un asesino que lleva años matando a jovencitas que aspiraban a salir del pueblo. Toda la historia está enmarcada en el ambiente sociopolítico del inicio de la democracia. Los encargados de resolver este crimen son dos guardias civiles políticamente opuestos, detalle que en un principio pudiera hacernos creer que nos vamos a encontrar con “una peli más de rojos contra fachas”. Nada más lejos de la verdad. Si bien este detalle se desarrolla en un par de puntos de la trama, en ningún momento eclipsa al tema central de la película: la investigación.

Por otra parte, el trabajo de los actores es intachable, llegando a hacerte “creer” que son los propios personajes. Esto no solo es gracias al talento de los actores, sino a la buena construcción de los personajes que, lejos de ser una parodia o un estereotipo estándar tienen la profundidad adecuada para la historia que tratan. La división de los actos, el ritmo, las localizaciones…todos los detalles de la película están cuidados al milímetro, pero con una gran naturalidad, huyendo de pretensiones.

En resumen, “La isla mínima” es una película que no decepciona a los amantes de los thrillers policiacos. De hecho ha habido varias comparaciones con la serie “True detective”, algo que no puedo asegurar ni desmentir, puesto que no he visto la serie. Lo que si puedo os  puedo asegurar es que esta película es una de esas joyas que nos recuerda la grandeza del cine español. Esa que muchos pretenden negar pero que está ahí, aunque no sea especialmente reconocida.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

ADIOS, PAPÁ




Manolo Polo 
(Alba negral VI)


La familia tiene ventajas, pero los padres son, seguramente, la carga más pesada a soportar, y de la pareja, la mitad peor es la hembra.
No tengo ni tendré madre de mis hijos, ni hermana, la única mujer molesta es mamá, que no es mujer, ni hembra, sino una gobernanta vieja que tiende a convertirse en una enfermedad crónica. Ella siempre me incordió con lavoteos y carantoñas, imponiendo silencio y quietud, embuchándome porquerías y obligándome a ir a misa, rezar mil rosarios e incluso tragarme la primera comunión. No tiene perdón. Pero primero sobra mi supuesto padre, su marido, ese bulto, el “sicariño”, su aliado. De esta semana no pasa. Anuncian buen tiempo, luego podré aprovechar el permiso por defunción para disfrutarlo.  
*
No quería morirse el pelmazo, me costó más de lo previsto. ¿Qué apego lo retenía? No le imagino oportunidad ninguna de placer con el trabajo, casa, mujer o hijo que soportaba. Callado y lento como tortuga, vegetaba releyendo sus libros viejos de poesía. De poesía, tío, y los leía y releía el degenerado. Murió abrazado a uno de ellos como a tabla de salvación.  
Domingo. Mamá en la iglesia impartiendo catequesis. Papá, tumbado en el sofá con su tocho de rimas en la mano, se cubre con una manta, enciende su cigarrillo semanal, y a las tres caladas empieza a dar cabezadas de sueño. Me vino la inspiración imaginando que el seguro de incendios nos pagaría suficiente para reponer tresillo, televisión y cortinas mejores que las que teníamos. Y así fue.
-Acudí al olor del humo -dije a la policía-, me embocé con un pañuelo empapado en agua y pude sacarlo vivo, o casi, sin apenas quemaduras. Yo casi no sufrí, aunque tuve que aguantar un poco la respiración. El humo me molestó en los ojos y poco más, pero él tragó bastante y con su asma no pudo superarlo. Murió boqueando como pez fuera del agua.
Cuando llegaron los bomberos se portaron muy bien. Además de confirmar que estaba muerto, que tranquilidad para mí, y declarar una colilla como origen del incendio, a su paso destrozaron las puertas de las ventanas y todos los muebles de la habitación, incluidos libracos, y el seguro nos lo ha renovado todo. Amplié una foto de mi padre en sus juventudes, la enmarqué y ahora luce en la pared sobre el televisor nuevo, de pantalla plana por fin.
Me falta averiguar si mamá sigue rezando a dios y a los santos o  ahora  trapichea con papá. Yo le noto ahora más confiada y alegre en sus oraciones.

martes, 4 de noviembre de 2014

Escribano y yo-nqui



El notas llegó tarde. Tarde y con cara de morirse de hambre. La misma jodida cara de hambre que debía tener yo.
Pero cuando lo abracé, me quedé tranquilo.
No, el notas no se moriría de hambre.
Pero bueno, cuando llegamos a mi keli, mis viejos
habían dejado papeo en el microondas. Tomates Jaritos. Tomates rellenos.
Rellenos de carne, que somos gente legal.
De beber, agua fresca para mí, ardiente para el Notas. Y de postre, tortitas.
Tortitas de patata, que somos legales, pero no nos gustan las mariconadas.
Total, que cuando terminamos, el notas y yo estábamos otra vez tó tiraos.
 De sueño, pero tó tiraos.
Así que el notas propuso que nos chutásemos, y sacó algo de coca de la mochila.
Entraba tan bien, que antes de darnos cuenta, nos habíamos metido un litro, y el pedo de azúcar nos duró hasta la presentación.
El notas iba tan puesto, tan en su mundo, que cuando llegamos al garito, ni se dio cuenta de la que le había liado.
De que la presentación era en San Antón, el Canillejas de Cuenca.
O a lo mejor sí, y por eso salió todo tan de puta madre.
Porque jugaba en casa.
El caso, es que cuando nos quisimos dar cuenta, el notas estaba tocando la guitarra.
 
 Como buen notas.
 Y habían pasado tres horas.
Antes, se lo había currado un huevo: había resistido mi interrogatorio, dramatizado un pasaje, proyectado fotos de su barrio, comentado la novela con la tribu, y firmado más ejemplares que “El vaquilla” en sus buenos tiempos.
Eso sí, cuando terminamos, el notas y yo estábamos otra vez hechos mierda.
Así que, después de aprovechar que estaba chutao para que me firmase un cheque en blanco, el notas le hizo un puente a un coche de San Fernando, y salimos cagando leches a papear con el resto de negritos.
Y antes que canta un soplón, estábamos de nuevo pedos.
Pedos porque, aunque la apuesta había sido arriesgada, todo había salido de puta madre.
Pero ahora que han pasado dos semanas, empiezo a tener más  mono que Tarzán…. 
Así que, ¿cuándo nos pasas otra papelina, notas?