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martes, 29 de mayo de 2012



 Negritas y negritos, negritos y negritas, tribu de las Ahorcadas, a falta de la última sesión de nuestro ínclito club, de la presentación del detective de Cuenca que tendrá lugar el próximo 15 de junio (carteles y ejemplares  coming soon), ha llegado el calor y, por tanto, el  momento de que os mojéis, de que elijáis vuestros tres libros favoritos de este año y me los hagáis llegar en un mail a mi correo(sergioveravalencia@gmail.com) antes del 4 de junio.

 Con los resultados de esta primera vuelta, publicaré en este blog los 3 o 4 finalistas, para que todos tengáis la oportunidad de leerlos antes de la cena  de fin de curso tras el encuentro con Antonio Mauricio (de todos los) Santos Romero, en que llevaremos a cabo la votación definitiva.

Para refrescar un poco la memoria, ahí va la lista de los doce candidatos en riguroso orden de lectura:

-El manuscrito de nieve, Luis García Jambrina.

-El valle de las sombras, Jerónimo Tristante.

-El chef ha muerto, Yanet Acosta.

-Pálido criminal, Philip Kerr.

-El atentado, Yasmina Khadra.

-La felicidad de los ogros, Daniel Pennac.

-Tom Z Stone, Joe Álamo.

-El país de los ciegos, Claudio Cerdán.

-Letal como un solo de Charlie Parker, Javier Márquez.

-A timba abierta, Óscar Urra.

-Revancha, Willy Uribe.

-Mala  hostia, Luis Gutiérrez Maluenda.

martes, 15 de mayo de 2012

Atila en la ciudad del crimen



Señoras y señores, negritos y adictos a Gran Hermano, como no hay tres sin cuatro, y los acueductos vacacionales se ciernen sobre el sufrido trabajador conquense de forma inminente, adelantamos el encuentro con el rey de los hunos y su biógrafo para el próximo viernes 25 a las 18, horario  Torre Mangana.

Y para que luego digan que no hago atención a la diversidad, que el blog es demasiado friky para llegar al grán público, os repito la misma información, pero con dibujillos molones, para que los amantes del reality lo entiendan, y no se vayan a la puerta del Sol con pancartas acordándose de mi madre.

lunes, 14 de mayo de 2012

Allí donde Willy emocionó


Si la presentación de Márquez fue un espectáculo (en el mejor sentido de la palabra), la de Óscar un ameno seminario sobre género y clásicos literarios, sin duda, la presentación de Willy Uribe se ganó al respetable por su mezcla de sentimiento y autenticidad, por  su naturalidad y simpatía.

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Un impagable e impagado viaje, el de Willy, que le llevó desde su Bilbao natal a la ciudad del crimen y vuelta en menos de un día, transbordo en el Foro incluido,  buen ejemplo de que humildad y Literatura (así, con mayúsculas) no tienen porqué  estar reñidas, que no vale más el que más cobra, ni cobra más, el que más vale.

Un encuentro mágico, irrepetible, donde Uribe desnudó su alma y la de su pueblo, donde lo dio todo y más, donde las risas se alternaron con la impotencia, las anécdotas para el recuerdo con otras que aunque nos gustaría olvidar, a muchos nos quedarán grabadas a fuego en la memoria.



Una presentación impactante como pocas (¡con lleno absoluto!), que luego dio paso a un encendido debate con punto y seguido en el Restaurante y suspensivos hasta casi las tres de la mañana.

Lástima que Willy pasara por Cuenca como un vascometa fugaz, espinita que, esperemos, podamos quitarnos pronto.

Porque Uribe ha prometido revancha, y Miguel Montes hacer lo imposible por ganar el Tormo Negro.





Y, sabiendo cómo se las gasta….a ver quién es el guapo que le quita la idea.




viernes, 11 de mayo de 2012

REVANCHA


Revancha


Por Juana Oleza



Creo que Willy Uribe en esta novela sin concesiones, Revancha, hinca el bisturí en lo que podríamos llamar “la maldad” de una serie de personajes.

La banalidad de la maldad” descrita por Hannah Arendt está en los personajes de Juan, Anselmo, Ricardo y sus mujeres y suegro (éste último añade un componente de brutalidad chusquera y por lo tanto un nuevo matiz) Y suscribo lo que aportaron Amalia y Paco sobre las mujeres, éstas están siempre vistas en su relación con los hombres, nunca por ellas mismas.

El único principio que rige sus vidas es mantener el estatus en el que viven sin cuestionarse sobre las consecuencias de sus actos. Están dispuestos a vender su alma al diablo antes de modificar un ápice su forma de vivir. Pueden vivir sin remordimientos porque nunca se han preguntado por el bien o el mal de sus acciones, sólo por la utilidad de las mismas.

La maldad luciferina” la encarnan Miguel Montes y Legazpi. Seres agudos (yo nunca llamaría a eso inteligencia) capaces de urdir toda una trama de destrucción “para divertirse”. Una especie de reto o de juego para poner a prueba su capacidad estratega, su poder manipulador, para colocarse su medalla de “ganadores”.

Para poder ser como son, estos malos luciferinos, y poder poner en pie su juego necesitan de la existencia de esos otros malos “banales” que aceptan cualquier juego que refuerce su estatus. Hay una interdependencia.

Todos ellos comparten el espacio de una Urbanización residencial, cerrada, vigilada y en donde falta el agua (a mi forma de ver, elemento simbólico. El agua es un elemento esencial para la vida).

Con estos mimbres pone Uribe a arder la hoguera. Lo que resulta más interesante es el seguimiento que hace de estos personajes, seres mediocres y amorales. A pesar de la gran tensión creada la violencia física está más sugerida que descrita y para mi ése ha sido un auténtico mérito de Uribe. Hay suspense  de principio a fin, pero el autor no hace ni una sola concesión ni a la sensiblería, ni a la esperanza, ni a la carnaza que está todo el tiempo sugerida. Crea un ambiente asfixiante que tiene al lector en ascuas. El miedo está en lo cotidiano y doméstico, en la presencia de un cuchillo, en el reflejo del espejo, en la puerta abierta que uno creía haber cerrado, en el crujir de la casa. Desde las primeras páginas se sabe que hay dos seres malvados y desde entonces, la presencia de Miguel, que atraviesa toda la novela, va a impregnar de dudas, sospechas y amenazas el gesto más inocente, el objeto más sencillo. Todo queda sumergido en esa maldad que está detrás de lo aparentemente “normal”, como las fotos de su libro “Allí donde ETA asesinó”. Lo estremecedor es que sabemos, que en ambos libros, esa “normalidad” encubre una monstruosidad.

El autor no afloja ni un solo momento, no hay redención, no hay esperanza, todo lleva a la destrucción. Y, a pesar de que, nuestro pie tiende a frenar en nuestro asiento de copiloto no hay freno posible. Queremos frenar porque Willy Uribe juega estratégicamente con una serie de elementos que nos hacen concebir ilusiones. Un partido de fútbol, un juego democrático que permite que un equipo pequeño, pobre, pueda ganar a uno de relumbrón. Da igual, nos dice el autor, aunque el personal subalterno gane en realidad pierden, siempre pierden. Hemos caído en la trampa de Uribe y hemos deseado con Edwin canalizar el odio, el rencor, la rebelión y ganar el partido, recuperar el orgullo y la autoestima. Pero también sabemos, como el autor, que es una victoria banal, el gran juego está perdido, los “indios” son “indios” con orgullo o sin él, en definitiva los grandes perdedores de esta sociedad.

Hemos caído de nuevo en la trampa de Uribe con Janyce, hemos querido que apareciera aunque sólo fuese un pequeño gesto de empatía de Miguel hacia algún ser humano. Pero este ser no tiene cabida en el juego, no se le aplasta pero se le aparta.

Y hemos vuelto a caer en la trampa con Helena, el único ser que ama, ese personaje que el amor hace que tenga orgullo y ponga límites y huya de la asfixia de la Urbanización, pero a la que finalmente el amor, el querer saber, la conduzca a la destrucción. Una vez más Uribe nos arranca la ilusión. No obstante, a mí me ha interesado mucho el tema sugerido, el porqué se ama a una persona que sabemos que no merece ese amor y porqué se necesita encontrar una razón lógica para poder romper con lo que nos encadena a esa persona cuando bien sabemos que es algo de tipo emocional. Aquí, Uribe incide en aquello de que el amor nos ofusca y no nos deja mantener la mente clara y alerta.

Hemos caído, los lectores, en la trampa de ilusionarnos con Peter Páramo, sin recordar que a Pedro Páramo le mata el miedo de los susurros que surgían de las casas de Comela. Hubiéramos querido que fuera capaz de sacarla del zulo donde ha sido enterrada. Y una vez más el autor nos ha dejado con el alma como una lenteja. No hay salida del zulo.

Al final de la novela el enfrentamiento entre los dos malvados “luciferinos”, también nos hace sentir una cierta esperanza, sólo uno de ellos puede liquidar al otro y a mi parecer da igual quién se cargue a quién, entre malvados anda el juego. De todos modos, me parece un nuevo acierto del autor que sea Miguel el que gane, es el final más amargo. La esperanza no puede llegarnos ni desde ese lado del infierno.

Todas esas trampas de Uribe están ahí para hacernos más dura, más tensa la lectura de la novela. Si no hubiese momentos de esperanza rompiendo tanta maldad seguida, tanto personaje gris, el libro nos hubiera cansado

miércoles, 9 de mayo de 2012

And the almost winners were…

1
Carolina Vázquez.

Fundido en rojo. La Cava Baja siempre me sorprende. Hay otra carta huérfana en la acera. Esta vez un as, la pica ladina, una soleá a la fortuna. Tiene algo escrito, escondido entre salpicaduras: “¿Dónde hallarás quien resistirse pueda, ciega deidad...”. Está demasiado oscuro, avanzo pero la lluvia se pega a los cristales de mis gafas. Lentes sobre lentes que todo lo alteran. Miro entre gotas y haces de luz que proyectan sombras desenfocadas. ¿Un hombre? y un nombre que se oculta en él. José Vázquez, Vázquez… ¿Qué falta? Piensa. Avanzo pero ya no veo nada. Está cerca, peligrosamente cerca. Dedos nerviosos acarician unas patillas afiladas a la luz de un mechero de plata. Mientras, los pies apagan colillas lanzadas al suelo por manos anónimas. Otra vez juntos aunque este canijo canalla no sea de fiar. Vázquez… sí, me acuerdo, en la universidad siempre el último apellido de las listas. Gris y sin sentido del humor. Nuestras timbas de mus se ensombrecían en su presencia y la empatía le era absolutamente ajena. Todo empezó allí, cuando arañó el límite. No matarás. Ahora el gotelé del tercer piso suda sangre (diez a uno a que la gota cae en el sofá). Ahora reproduce lo vivido, cada herida, cada señal. Ahora escenifica el patíbulo… el Cadalso. Por eso la sangre, por eso el ensañamiento. El esperpento del horror en mi casa. Otra vez ella. Filis ha vuelto. Capaz de eso y más.
Fundido en negro. Los créditos bailan en la pantalla del Doré, “Lo sabes, y que yo sólo deseo huir de ti... por más que me acaricies o persigas”. Julio Cabria, ahora ya despierto, salió del cine, respiró el húmedo frío nocturno y pensó que al fin todo tenía sentido



II
Cristina Asensio
Inspirado en “Impar y Rojo” .

El agente Belmonte sacó un café de la máquina. Hacía mucho tiempo que no lo tomaba en el bar As Meigas con los compañeros, pensó con una sombra de amargura en los ojos cansados, y una tristeza infinita se fue adueñando de su alma a medida que evocaba sus primeros años en la comisaría de Leganitos.
       Se había presentado lleno de ilusión ante el comisario Márquez, hablado de sus legítimas aspiraciones con la confianza en alcanzarlas que otorga la juventud. Quería estrenarse con empeño en la carrera policial. Oficial, subinspector, inspector...
       Y luego el verano que empezó a salir con Rosa. Una chica de su pueblo alegre y parlanchina que no reconocía en la esposa actual, instalada en un silencio hosco preñado de reproches. Después los hijos, las estrecheces económicas, las intervenciones policiales fallidas y la losa pertinaz de la mala suerte aplastando sus sueños.
       Recordó la llegada de Subirats a la comisaría, agostando cualquier vestigio de autoestima que pudiera abrirse paso entre sus mermadas esperanzas de reconocimiento profesional. Y también la aparición de Modesto Martínez, policía inteligente, seguro, decidido y tan eficiente con el papeleo que fue acaparando responsabilidades a medida que él se convertía en un comparsa.
       El teléfono lo sobresaltó. Subirats. Que le llevara el expediente de los colombianos, del despacho de Eme-Eme. Belmonte se apresuró con el conformismo del que se sabe relegado a los recados. Cogió la carpeta desvelando la agenda de Martínez. La curiosidad pudo más que los principios. Mientras leía despacio, intentando asimilar lo que procesaba su cerebro, un gozo espurio sacudió su cuerpo.
       Ahí estaba la mano que todo jugador esperaba, su salvoconducto para la reivindicación profesional. Ahora sólo tenía que saber cómo jugar sus cartas. Ya se le ocurriría algo, pensó con una euforia renacida.


III
PARODIA DE PANDORA
Pater Comunitatis

Ocurrió en Julio. Cabría preguntarse algunas cosas pero, para el caso, es lo mismo. Nunca hay respuestas satisfactorias.
Cabria había aceptado el encargo "convencido" por las deudas y la confianza en que Vitriolo hubiese leído los labios correctamente. También porque "El Cuadros" pagaba bien y sólo se trataba de localizar el envío de "pan de oro" que los italianos habían traído a Madrid y que podía hundir, por mucho tiempo, los precios de la encuadernación de lujo y la restauración artística.
Pensó aliarse con "El Portes", pero prefirió no hacerlo, pues éste se dedicaba más específicamente a mudar gente de este valle de lágrimas; y tampoco era el caso.
Días después, con todos los datos y más contento que un pavo el día de Reyes, Cabria llegó al lugar indicado. Se trataba de un caserón ruinoso y en plena restauración. Forzó la puerta y entró. Un poco a tientas subió para, desde arriba, hacerse una idea de la situación. Pero entonces tropezó, un pie se le lió en una cuerda y haciendo cabriolas colgado de un cabrio, al cabrón/cabrito de Cabria no le cabría mayor cabreo cuando vio aquel gran montón de cajas que contenían ¡¡¡pandoro!!!,el típico dulce italiano de Navidad.


Nota: El pandoro es un dulce originario de la ciudad de Verona. Es, junto al panettone, uno de los dulces navideños más típico de Italia. Hace varios años que se vende en España.

IV
Noelia

-Por fin se despierta el cabrón.
Mierda, ¿cuánto tiempo he estado dormido? Abro los ojos, y trato de concentrarme un poco, aunque con el golpe que me han arreado en la cabeza me duele hasta pensar en pensar.
Trato de evaluar la situación con toda la sangre fría que puedo. Estoy sentado en una caja de madera y atado de pies y manos. Un par de armarios de dos por dos me flanquean. Por supuesto armados hasta los dientes.
¿Es que tengo cara de McGiver? Con cincuenta años y las rodillas hechas polvo ¿Qué esperan que haga? ¿Matarlos a todos con un clip?
Antes de acabar mis reflexiones aparece por la puerta un mequetrefe del tamaño de un corcho, y, aunque se me nubla la vista creo reconocerlo.
¿Qué tal estás tratando a mi Sarita, Fernando?
La única respuesta que recibo es un puñetazo en el hígado, cortesía de mi amigo el mastodonte de mi derecha.
Toso con dificultad viendo como el piltrafa se acerca.
-No mucho mejor que a ti, pero sin mi no es nada.
Me retuerzo con rabia e intento zafarme de las ataduras inútilmente.
-Tranquilo, soy muy cuidadoso, no hay moratones a la vista.
Se acercó tanto a mí que podía oler ese aliento de perro sarnoso.
-¿Qué es lo que quieres de mi?
-¿De un perdedor? Nada, pero la pasta del cumpleaños de Sarita, eso es lo que necesito.
Cobró generosamente parte de la sangre que me brotaba de la boca. Y yo a cambio una patada en la misma.
-No vas a ver un duro, tapón. Es la ley.
Con gran satisfacción vi como se coloreaba de rojo ira, pero dio la vuelta, insinuó un gesto a los colosos y dijo:
-Espero que tengas un buen seguro… Ah, por cierto, nos casamos en Mayo.


V
Ana Martínez

Una respiración entrecortada y una luz parpadeante hicieron a Julio Cabria apartar la cara que buceaba en su entrepierna y encender bruscamente la luz. La chica se levantó de golpe, con una mirada aterrada y una gota viscosa resbalando entre la comisura de sus labios. Allí estaba el enorme cuerpo de Segundo junto a su pequeña cabeza sonriente.
- ¡Hombre, Crisóstomo,  te echaba de menos! Veo que todavía conservas la llave de mi casa. ¿A qué debo el honor?
- Hola Cabria, ¿ya leíste el libro? Supongo que sí, porque veo que ya has encontrado una de las Cien razones para vivir – afirmó el matón mientras sacaba un pañuelo para ofrecérselo a la chica.
 La muchacha se cubrió con la sábana y entró precipitadamente en el baño. Se oyó la cerradura de la puerta y el ruido de la ducha. Parecía una mala película de terror.
- Bueno, Crisóstomo, agradezco tu visita, pero ya ves que estoy  ocupado.
- Seré breve- dijo Segundo- sólo quería traerte esta carta.
- ¿Una carta? Crisóstomo, ya sabes que no eres mi tipo. Aunque te aceptaría un buen cigarrillo. ¿No será un nuevo encargo de tu jefe?
- Ahora tengo un nuevo jefe, ya no sigo órdenes humanas.
Segundo, con una mirada condescendiente, dejó el sobre en la cama y desapareció tan sigilosamente como su pesada envergadura le permitía. Julio abrió la carta  y leyó mientras una mueca de dolor se dibujaba en su cara.
Te espero en la otra orilla de la laguna Estigia. No olvides la moneda. Nadia.
Segundo se detuvo unos instantes ante el cuerpo retorcido de Julio Cabria sobre los adoquines de la acera. Llevaba una moneda apretada en su mano y una irreverente sonrisa en su cara.
- Ya sabía que sería fácil. Cabria tenía Cien razones para morir.

domingo, 6 de mayo de 2012

La ciudad del microcrimen (VII)


Tras el necesario empujoncito de Óscar, vamos poco a poco recuperando el ritmo microcriminal de antaño, en este caso gracias a una de las ganadoras del certamen de micro fan fiction: Marta Buendía, la quinta Beatle, la  terremoto de Alcolea…
Muchas gracias,  lady Goodday, que Dios se lo pague con una buena y pronta oposición.



            No era habitual que a esa hora el café Calderón estuviese desierto. A su encuentro salió un camarero secando un vaso con un movimiento perpetuo.
- Pasen, el señor les espera.- Les dijo mientras daba la vuelta al cartelito de abierto.
            Los tres avanzaron hacia la última mesa, donde se encontraba de espaldas un hombre con traje y sombrero.
- Señoritas, caballero, bienvenidos, siéntense.
            Obedecieron, los tres habían enmudecido, no sabían qué buscaban, es peligroso buscar, a veces encuentras...
- Tomás, trae tres piedras de resoli a nuestros amigos y un Cardhu sin hielo para mí.
- No deberíamos beber estando de servicio- sentenció la agente Asensio.
- Querida, ¿hace usted siempre lo que debe?
            Max no pudo reprimir una risita nerviosa.
- Sí- contestó la agente.
- Pues hoy es un buen momento para cambiar.

Continuará

martes, 1 de mayo de 2012

Perra vida, perra muerte (VI)

Al contrario que Luis y Babe (y crucemos los dedos para que a nadie se le ocurra la feliz idea de reanimarlos), el microcrimen está de vuelta  (¡el día del trabajo, para que luego digan!) gracias (¡mil!) Al  gran Óscar Urra, primer cuervo (pluma negra, ¿lo pilláis?) en colaborar con nosotros este año.
Esperemos que no sea el último (ya me encargaré yo de coaccionar juntaletras, atípica especialidad de la casa), y que rematemos esta segunda micronovela antes de fin de curso, a ser posible, tan bien como esta sexta entrega.



-¡Sepan cuantos –aulló súbitamente-,  que a mí me pagan por intuir lo que vosotros, cretinos, no podéis ni oler!
Los aludidos dieron un prudente paso atrás.
-Y yo intuyo esto  –añadió, bajando la voz y la mirada hacia el collar del perro muerto: bajo la hermosura de los nacarados dientes, enredado en el pelamen, refulgía en sangre un pequeño barrilete de madera. Asensio manipuló el barril, que, ante el asombro de todos, se abrió para dejar caer un papel doblado hasta el retorcimiento. Mientras lo desplegaba con cuidado, los cuellos se estiraron para poder captar algo de lo escrito.
Pero Asensio leyó en voz alta, sonriendo con suficiencia, como si entendiera lo que allí ponía.

“Lo pequeño es igual que lo grande, pero está dentro de él.
Estiro tu canto muy cerca de aquí.”

Un estupor meditabundo adensó  el aire de la habitación.
¿Y? – objetó al fin, incrédulo, Max.
-¡La nota nos propone ir al bar Calderón!- exclamó Carolina, mordiéndose los nudillos de emoción- : tiene una maqueta, réplica de sí mismo, dentro de él; y el símbolo del  calderón, como sabréis, sirve para alagar notas musicales.
-Ya lo sabía –masculló, asqueada, la agente especial Asensio -: ya lo sabía…

Continuará