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domingo, 26 de marzo de 2017

LOS NEGRITOS RECOMIENDA...


Dos novelas muy negras y muy distintas, que bien merecen una oportunidad.

Vosotros decidiréis, si el año que viene se la damos.

 
31 noches, de Ignacio Escolar.

Por Antonio Elena
 

Ignacio Escolar (Burgos, 1975) es periodista y fundador del diario Público. Trabaja en prensa, radio y televisión. Es autor de un blog sobre política www.escolar.net, coautor de "Reacciona" y en septiembre de 2010 publicó su primer ensayo "La nación inventada". Con "31 noches" debuta como novelista.

Es una historia "corrosiva" ambientada alrededor de una discoteca, en la que no faltan matones, barcos, polis corruptos y el propio protagonista, un periodista que se ve envuelto en una trama de la que difícilmente podrá salir vivo, si es que sale.

Una novela corta, sencilla de leer y con unos toques de humor que se agradecen.

 

 
Por la mañana me habré ido, de Adrian McKinty.

Por Leonilde Álvarez

 Irlanda del Norte, 1984. El IRA realiza numerosos atentado; las dos ciudades más importantes, Belfast y Derry, viven en guerra, patrulladas  por los soldados británicos, entre el odio de la mayoría de la población. En una de esas columnas está el agente Sean Duffy, un ex-inspector de policía católico que por insubordinación ha sido degradado a patrullar la peligrosa frontera.

De la cárcel se han fugado 38 terroristas del IRA que están preparando una gran cadena de atentados, entre ellos Dermont McCann, un antiguo compañero de clase de Duffy experto en explosivos y un alto mando del IRA. El MI5, a través de una mujer, contacta con Duffy y le promete la reincorporación en la policía si les ayuda a encontrar a McCann. Él accede para librarse de la primera línea de guerra y empieza a conectar con la gente de su pasado, sus barrios destruidos, sus antiguos amigos, las mujeres de la  familia McCann en la miseria, la decadencia de la población en guerra y además se encuentra con un antiguo asesinato cometido en una habitación cerrada que debe resolver si quiere recibir ayuda para encontrar a su antiguo rival.

Con estas dos tramas que combinan enigma, misterio y thriller, Adrian McKinty nos describe el terrible conflicto del Ulster, la violencia, el desorden moral de una zona de guerra, como malvive la población y como los altos mandos de ambas partes manejan el conflicto a su conveniencia. Es la tercera novela de la serie de Sean Duffy y es muy interesante; la forma en que escribe con un lenguaje  muy fluido y preciso, como combina ambas tramas, y como juega con los conocimientos que tenemos sobre la verde Irlanda mitológica y la actual, hacen que no puedas dejar de leer para saber cómo resuelve el enigma de la habitación cerrada (sin ningún truco) y como consigue salvarse de ser una de las bajas colaterales del conflicto.

Esta novela me ha gustado mucho, tanto en fondo como en forma y os la recomiendo.

sábado, 18 de marzo de 2017

Presentación de “El ángulo muerto”, de Aro Sáinz de la Maza.



  Aro Sáinz de la Maza nació en 1959 en Barcelona, ciudad en la que cursó sus estudios universitarios y donde reside.

Desde que debutara como escritor hace dos décadas con “Nada es azul” (Montesinos, 1997), ha publicado un total de veintitrés obras de géneros muy diferentes. Desde novelas para adultos como “La mujer de judas” (Montesinos, 1998), novelas juveniles como “El jugador de frontón” (La Galera, 2001), recopilaciones de relatos tradicionales como “Cuentos de todos los colores” (RBA, 2004) y hasta libros de divulgación como “Como cura la musicoterapia” (RBA, 2003).

Una labor creativa que durante años compaginó con la de corrector y editor de mesa para distintos sellos.

P: ¿Cómo edita un escritor?

Al conocer ambos lados de la barrera, con mayor facilidad que un editor no escritor.

P: Y tras varios años editando títulos para RBA serie negra, Anik Lapointe te reta a ponerte del otro lado, ¿cómo escribe novela negra un editor de género? ¿Cuáles fueron tus referentes?

¿Con mayor responsabilidad, tal vez? Respecto a mis referentes, fueron todos y ninguno. Cuando digo “todos”, me refiero a los maestros de aquí y a muchos de fuera. Pero luego, a la hora de sumergirme en la escritura, los borré de mi cabeza y procuré que fluyera mi propia manera de hacer las cosas.

P: Esa primera novela se llamó “El asesino de La Pedrera”, recibió la mención del jurado en el V Premio de novela negra RBA 2012, y fue un verdadero bombazo en España y en Francia, donde vendió decenas de miles de ejemplares, ¿cómo viviste el fenómeno?

Lo viví, y lo sigo viviendo, con una mezcla de asombro e incredulidad, en un estado permanente de levitación.

P: Después de investigar un asesino en serie inspirado en la obra de Gaudí, el inspector Milo Malart volvió en 2016 con “El ángulo muerto”, una novela mucho más personal y comprometida, que hunde sus raíces en la crisis, ¿cuál ha sido la acogida de tus editores y lectores?

A pesar del cambio de registro, igual de entusiasta que con la primera e incluso superior. Y aquí respiré con alivio. Ahora asisto como un niño con zapatos nuevos al debate que se ha abierto sobre cuál de las dos es la preferida de los lectores.

P: La trama principal gira en torno al asesinato de Carolina Estrada, una estudiosa estudiante de Derecho e hija aparentemente ejemplar, que trabaja de becaria en un bufete que se dedica al cobro de morosos, pero cuya familia apenas llega a fin de mes, ¿ ¿por qué un caso tan paradójico para diseccionar la crisis?

Hoy la realidad es pura contradicción. Surrealista, podríamos decir. Diseñé así este caso porque me permitía mayor eficacia y economía de medios a la hora de retratar la situación que nos ha tocado vivir.

P: Al mismo tiempo, empiezan a aparecer perros empalados en parques de la ciudad, ¿no te pasaste un poquito con el modus operandi?

La maldad del ser humano no tiene límites, como demuestra los casos ocurridos en la realidad con modus operandi mucho más perversos y salvajes, y me estoy refiriendo a torturas grabadas en directo y luego colgadas en la red donde se muestra la agonía y el sufrimiento del animal… Lo mío, en comparación, es Disneylandia. Y además, esta forma responde a un motivo, tiene un porqué en la trama. No es gratuita.

P: Conforme Malart vaya investigando, irá conociendo verdaderos dramas, como el de la familia de parados que solo encienden la estufa cuando viene el niño y que ha tenido que vender el coche para comprarle unos zapatos, o la de un conductor de autobuses que denuncia que intentaron dejarle a un anciano con demencia dando vueltas por la ciudad porque su familia no tenía dinero para dejarlo en una residencia…. ¿son historias reales o realistas?

Aunque parezcan ficción, son absolutamente reales, todas tienen nombre y apellidos. Y esto es lo escalofriante.

P: A pesar de las continuas manifestaciones por techo, trabajo y comida, cuando Milo lee los periódicos, en portada siempre aparece el proceso soberanista, ¿crees que en Cataluña se ha utilizado como una cortina de humo para que la gente no vea lo que está pasando?

En Cataluña, como en el resto del Estado, hay una realidad social y una realidad política. Y no siempre ambas van de la mano. Cada cual, en función de sus intereses, conciencia y problemática, decide qué es más urgente solucionar, si las prioridades sociales o las políticas, lo que a veces ha provocado paradojas muy sangrantes.

P: Dejando a un lado la trama, el personaje de Milo Malart resulta fascinante, con esa mezcla de don para empatizar con los asesinos y de maldición a la hora de hacerlo con sus supuestamente colegas, ¿cuál fue su proceso de construcción, visto que conozco pocos ejemplos en que personaje y autor sean tan diferentes?

Fue un proceso muy largo y trabajoso. Primero, porque mi objetivo es la ficción, no la autobiografía; y segundo, porque uno de los rasgos característicos de Milo Malart es ser, precisamente, escurridizo. Constantemente se me escapaba. Para conocerlo a fondo, tuve que escribir primero su vida al completo, un archivo de una extensión similar a la de las dos entregas juntas… Y aún así, me seguía costando comprenderlo. Hasta que un día, cuando él quiso, y solo cuando él quiso, se sentó a mi lado y por fin pude hacerme con él. Sin embargo, es un tipo que hoy todavía me continúa descolocando…

P: Por cierto, que el inspector ha pasado de leer libros de autoayuda a horóscopos, ¿por qué ese cambio y por qué astrología?

Dejó de leer libros de autoayuda cuando comprobó que no existía uno que pudiera serle de utilidad en su caso personal. Tras esta claudicación, me pareció lógico que levantara la vista al cielo y buscara ayuda en las estrellas. El problema es que, con los horóscopos de la prensa, que poco o nada tiene que ver con la astrología, se encontró la misma falta de rigor…

P: Aunque en “El asesino de La Pedrera” Malart estaba muy unido a la jueza Cabot y tiene un escarceo amoroso con su compañera, la subinspectora Rebeca Mercader, en esta ocasión Milo se aísla mucho más, ¿Podrías contarnos un poco sobre sus circunstancias familiares?

Milo vive con el freno de mano puesto. Su padre desarrolló la esquizofrenia, y ahora le ocurre lo mismo a su hermano mayor. Dos de tres. Le angustia pensar que ese es el futuro que le aguarda. Y debido a su lealtad con su círculo más cercano, a la mínima que siente que un lazo se estrecha se ve en la obligación de cortarlo. Posee una rara coherencia interna que no hace más que complicarle la vida. De ahí su aislamiento voluntario.

P: Solo se mostrará accesible con un pastor mallorquín al que le pone por nombre Tío, ¿por qué con un perro y no con una persona?

Porque, para Milo, la relación con un perro no se basa en palabras, sino en hechos, y porque surge de lo instintivo, sin condiciones. No caben las malas interpretaciones ni las circunvalaciones mentales.

P: Otro aspecto que merece la pena destacar de “El ángulo muerto” es el estilo. Está mimado a la coma, así que la lectura fluye como pocas, ¿se atrevieron a tocarte alguna letra? Quien edita a un editor…. ¿también tiene cien años de perdón, o más?

Creo en el trabajo en equipo. Llega un momento en que unos ojos frescos son imprescindibles. Después de repasar el texto en innumerables ocasiones, tus ojos ya no leen, pasan la mirada sobre las frases, lo que te invalida para detectar errores en la parte final del proceso. ¡Por supuesto que me propusieron cambios! Y no solo el departamento de edición de RBA, sino también un reducido grupo de sabios y expertos amigos y amigas, como consta en “Agradecimientos” al final de la novela, que me hicieron reflexionar y sudar de lo lindo. Todos se merecen, como mínimo, cien estatuas en cien plazas de la ciudad.

P: Especialmente brillantes, a mi juicio, son los diálogos del libro, que suenan naturales y naturalistas, radiografiando con maestría la personalidad y el nivel sociocultural de cada personaje, ¿has tenido que trabajarlos mucho o tienes el oído así de fino gracias a la Musicoterapia?

La clave de los diálogos es el trabajo. Pulirlos una y otra vez hasta que suenen naturales. Suelo leerlos en voz alta para detectar los chirridos. La idea es dar a cada personaje su propia voz, su propia “musicalidad”. No hay nada como pegar la oreja en conversaciones ajenas, por ejemplo en los transportes públicos, para cazar voces. Otra clave es condensarlos al máximo. En los diálogos, menos es más.

P: Después de un thriller con serial killer y de una novela negra tan social como esta, ¿qué espera a Milo Malart?

Un nuevo caso con un nuevo cambio de registro. Dicho de otra manera, un nuevo desafío. Pero eso sí, manteniendo inalterable a Milo Malart. Bueno, tal vez no del todo. Pero hasta aquí puedo leer.

P: Para terminar, ¿podrías recomendarnos tres de tus crímenes literarios favoritos?

¿Solo tres? ¡Va a ser tarea imposible! “Ocho millones de maneras de morir”, de Block; “El último buen beso”, de Crumley; “Alex”, de Lemaitre; cualquiera de Fred Vargas, o de Rankin, o de Indridason, o de… ¿cuántas llevo?

domingo, 12 de marzo de 2017

LOS ATÍPICOS MAESTROS DEL THRILLER JAPONÉS


 Retomamos nuestro periplo por el país del Sol Muriente con dos senseis del thriller, el controvertido Ryu Murakami (ojo, no confundir con Haruki, aunque este empezara a publicar antes que el eterno aspirante al Nobel), y Fuminori Nakamura, el delincuente juvenil más laureado y prometedor de las letras niponas actuales.

Que los disfrutéis tanto como yo.

 


Sopa de Miso, de Ryu Murakami.

 A pesar de su título, más que un plato japonés, esta novela es una montaña rusa.

Y es que, tras años ganándose el sushi como guía por el Tokyo más sórdido, el joven Kenji creía estar de vuelta de todo… hasta que conoció a Frank.

A primera vista, Frank no se diferencia en nada de otros gayjin con ganas de marcha. Uno de tantos hombres de negocios yankys de interminable billetera y paquete insaciable… pero, ¿qué pasa por la impenetrable cabeza del americano? ¿Por qué es tan frío al tacto? ¿Por qué sus historias están repletas de mentiras y contradicciones? ¿Qué oculta?

El desconcertante comportamiento de Frank y la pasmosa habilidad del maestro del thriller psicológico japonés conseguirán que más de la mitad de la novela sintamos el estómago encogido. Pero además de una adictiva novela de suspense, “Sopa de Miso” es un doble viaje iniciático.

Kenji será nuestro impagable guía por la cara oculta del radiante Sol Naciente. Un país que, a pesar de ser una de las mayores potencias económicas del mundo, comprueba estupefacto como sus jóvenes se prostituyen para pagarse los caprichos, sus intachables padres de familia se emborrachan casi a diario y sus castas madres visitan bares de alterne. Y todo para olvidar la soledad.

 Porque Murakami nos muestra un Japón infinitamente solitario y triste, donde cualquier cosa se vende, cualquier mujer lo vende”, si la cartera es lo suficientemente abultada para pagarlo. Una nación de siervos que pretende emular a un amo capitalista que ni siquiera comprende, que persigue el sueño americano sin saber que se adentra en la pesadilla.

Una pesadilla en la que Frank será nuestro Freddy Krueger, nuestro Cicerone en la particular Divina Comedia de Kenji, en su descenso a los infiernos con todos los gastos pagados, al lado más enfermo del lugar más enfermo de la Tierra: la América más profunda y oligofrénica, la cuna de Trump.

El Murakami menos conocido, confronta la basura blanca con la amarilla, las vergüenzas de oriente con las de occidente, sin misericordia ni escatimar en violencia y detalles escabrosos, pero con sorprendente lirismo.

Engullida con mezcla de temor y ansia, de gula y desasosiego esta sabrosa Sopa de Miso, premiada con el Yomiuri Literary Award por un jurado presidido por el premio Nobel Kenzaburo Oé, sólo puedo decir que me falta tiempo para probar el resto de la escasa carta del restaurante Murakami que, por desgracia, ha sido traducida a nuestro idioma.
 

 

El ladrón, Fuminori Nakamura.

 Ishimura es un joven solitario e introvertido, que huye del pasado hacia un futuro incierto. Un atormentado carterista con ética, que sobrevive al deshumanizado Tokio moderno, metiendo mano solo en bolsillos acaudalados. Una sombra silenciosa al que nadie ve, hasta que un día descubre a un niño robando en un supermercado.

Un niño que le recuerda demasiado a sí mismo como para dejar que siga su camino.

Y hasta aquí puedo escribir. Porque estamos ante una novela intimista, de las que trascienden las convenciones del género, donde la trama no es tan importante como los personajes y la atmósfera. Una atmósfera hipnótica y absorbente, narrada con un estilo engañosamente sencillo, pero que te envuelve y te mantiene pegado al papel hasta su última página, a la que, dada la brevedad de la obra, llegarás casi sin darte cuenta.

 Una historia conmovedora, impregnada de melancolía y ternura, escrita con exquisita sensibilidad, y que podría transcurrir en cualquier gran ciudad moderna.

Una pequeña gran obra, unánimemente elogiada por la crítica nipona y estadounidense, que le concedió premios tan prestigiosos como el Kenzaburo Oé o el David Goodies, ideal para descubrir a uno de los autores jóvenes más prometedores y laureados de la literatura japonesa actual.

sábado, 4 de marzo de 2017

PARA IR ABRIENDO BOCA...

Aquí van un par de "perlas negras" extraídas de El ángulo muerto


Al sentarse, vio el periódico sobre la mesilla baja. Se dobló y leyó la portada. El proceso soberanista. Empezó a pasar las páginas, a leer los titulares. «35.000 familias desahuciadas el último año». «Crece el 15 % el patrimonio de las seis fortunas más importantes del país». Fue directo a la del horóscopo. Leyó el suyo: «Hoy lo verás todo de color de rosa, estarás cargado de energía positiva. Ante ti se abre un espléndido horizonte».


 
* * * 

 
…. Con todo esto he perdido el apetito —dijo—. El sueldo no es gran cosa, la verdad. No sé si vale la pena continuar en el bufete. Y además es un trabajo duro, desagradable en ocasiones, pero alguien tiene que hacerlo, ¿no? —Se llevó una mano a la cabeza—. Sigo enviando mi currículum a otras empresas, pero las respuestas tardan en llegar. No sé, a lo mejor tendré que irme al extranjero. —Dejó escapar un suspiro—. Este país es una mierda. Estoy harta de tragedias.
 
La tragedia, se dijo Milo, era que una joven preparada como la que tenía delante tuviera que plantearse marchar al extranjero para encontrar un trabajo digno mientras la ministra de Empleo negaba que hubiera emigración, sino movilidad exterior. Esa era la verdadera tragedia, concluyó para sí, que la incompetencia de los gobernantes iba a destrozar a toda una generación, arrebatándoles el futuro, al tiempo que se conformaban con soltar frasecitas falsas para tranquilizar a una población amordazada.
 
—Haz las maletas y lárgate, Cristina —dijo—. Y cuanto más lejos, mejor. A un país civilizado.