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miércoles, 31 de diciembre de 2014

LOS CUATRO FANTÁSTICOS DE 2014


Nochevieja. El 2014 toca a su fin. Un año muy negro en todos los sentidos, en lo bueno y en lo malo, en lo literario y lo personal.

El quinto invierno desde que las Ahorcadas abrieron sus puertas. Más de cuatro años de sonrisas y lágrimas, alegrías  y sinsabores. Más de doscientas semanas cultivando el amor al género día tras día, y recogiendo frutos muy de mes en mes, y no siempre lo que uno creía haber sembrado.

Por ello, quería dedicar esta última entrada no a recomendar mis novelas favoritas (el que quiera, puede verlas aquí), sino a homenajear a mis cuatro fantásticos del 14. Las cuatro personas que, sin saberlo, más han contribuido a que, pese a las adversidades, sigamos aún más al pie del cañón que el primer día.

Para ello, aunque soy consciente de la injusticia que cometo (y pido disculpas por ello), me centraré en cuatro que hasta este año eran desconocidos o prácticamente desconocidos para mí.

Y, para no seguir liando la madeja, os dejo con ellos (y que sean ellos los que elijan el personaje que más les guste, o el traje que más juego haga con sus zapatos), en riguroso orden de descubrimiento:

 

Jon Arretxe.

 Después de libros como “612 euros” o “Shahmarán” no pude evitar caer rendido a los pies de este autor vasco. Pero después de nuestro festival, la Semana Negra de Gijón, Getafe Negro y su paso por la Universidad, el autor está muy bien, pero me quedo con la persona. Una persona honesta y generosa, valiosa y sencilla de las que, por desgracia, ya no quedan. Y por si fuera poco, además un amigo.

 

Javier Manzano.

Yo lo doy todo, siempre lo doy todo. Soy así, no puedo evitarlo. Pero, no estoy acostumbrado a recibirlo todo. Y Este plumilla de tan poético apellido (me pregunto cuántas veces le habrán hecho la rima, al pobre), siempre lo da todo. Por eso, correo a correo, charla a charla, hemos ido forjando un curioso tándem, una amistad (sí, estoy hecho una maricona) que me anima a seguir aquí, a seguir así, dándolo todo por las Ahorcadas.

 

Juan Carlos Galindo

Este simpático capullo, que coordina el blog de novela negra de El País también ha aportado su montañita de arena. No tanto por su simpatía (que aunque sea en flor, un capullo es un capullo), sino porque  es un tío íntegro y muy capaz, exigente y justo, que ha llegado a donde ha llegado, a lo más alto, sin venderse ni regalar oídos. Y cuando alguien así, valora tu trabajo, el trabajo de alguien que ve como por mucho que predica con el ejemplo, no es profeta en su tierra, el subidón de autoestima no tiene precio, y no hay MasterCard que valga.

 

Carlos Bassas

Por último, aunque todavía no lo conozco en persona, está Bassas miyamoto. Un escritor y tío de puta madre, frikazo como la copa de un pino, que no sé si tirando de katana o de estrella ninja, ha logrado organizar un festival como debe ser, un festival donde la cultura esté no sólo valorada, sino también remunerada como merece. Y que después de tantos años yendo a Gijón a cambio de nada, haciendo presentaciones sin que te den ni las gracias, alguien como él te invite a su festival sólo por tu trayectoria, eso le alegra las Navidades hasta al Grinch,  Cuanto ni más, a este joven viejo verde.

 
Y hasta aquí, mis superhéroes de este año. Muchas gracias a todos, ¡y feliz 2015!

martes, 23 de diciembre de 2014

SALEM HECHIZA CUENCA


 
Cualquiera que haya organizado un acto cultural, sabe que lleva mucho trabajo, y sobre todo, muchísima planificación.
Pero ninguno hasta la fecha (y ya van unos cuantos) ha precisado de tanta planificación como el de Carlos Salem.
No en vano, desde que allá por octubre de 2010,  este por aquel entonces recién nacido club de lectura fuera bautizado por el argentino, su visita siempre fue tan prioritaria como imposible, porque entre novias literales y literarias, presentaciones firmadas y por confirmar, bolos prometidos y comprometidos, ha sido casi tan complicado que pase por la biblioteca como por la vicaría.
Hasta que este año, en una de esas nigérrimas noches gijonesas, acordamos que finalmente vendría el 19 de diciembre…. ¡y aún estábamos a principios de julio!
Es lo que tienen las estrellas…. Que están más solicitadas que los Planetas.
Y pasaron las semanas y los meses, las lecturas y las reuniones, los paquetes de tabaco y los sustos hospitalarios, los correos al autor y las llamadas al amigo, los pedidos a editorial y los repartos a domicilio, hasta que llegó el viernes pasado, el viernes señalado.
Mucho trabajo, sí, pero también mucha satisfacción, por tener el privilegio de escuchar al maestro (no conozco a nadie que hable tanto sin repetirse, que diga tanto y siga teniendo tanto que decir), hablar de lo divino y lo humano, del pasado y el futuro, de novelas escritas y por escribir, de amigos y enemigos, de sus proyectos y los míos.
Y así durante horas y horas, de la tarde a la mañana, durante la comida y la presentación, la cena y el desayuno.
Y es que es imposible no caer rendido ante el embrujo de Salem.
Especialmente si, como la inolvidable noche del viernes, el maestro toma el micro y recita sus conjuros de amor y sexo, palabras tan mágicas que es inevitable quedar encantado.
Entonces, sólo entonces, entiendes porqué tantas princesas rosas suspiran por un pase privado con el brujo negro.
Que tiemblen Potter y Rowling, porque la magia de Salem amenaza con hechizar el mundo.
 Como Cuenca, el viernes pasado.
Por algún sitio había que empezar.

jueves, 27 de noviembre de 2014

ARRETXE PRESENTA TOURÉ EN LA UCLM



El vagamundos y juntaletras  Jon Arretxe (Basauri, 1963) es uno de los autores más populares de las letras bilbaínas y de los más polifacéticos. Licenciado en Educación Física y Doctor en Filología Vasca con estudios de canto y piano, forma parte del coro de Bilbao, aunque se gana los potes con la pluma.
Con más de veinte títulos a sus espaldas, ha cultivado la literatura infantil, de humor, de terror…pero sobre todo de viaje y, últimamente, también la negra.
Sus primeros trabajos de género, Shahmarán, La calle de los ángeles y Sueños de Tánger, configuran una suerte de trilogía viajera que ofrece un oscuro retrato del lado menos turístico de ciudades tan cosmopolitas como Estambul o Lisboa.
 En 2012,  da un giro de 180 grados a su carrera criminal, iniciando la serie de Touré, un sin papeles burquinés que vive en un piso patera del barrio más multicultural y degradado de Bilbao, un hiperviviente (porque súper se le queda corto) con el “todo por la pasta” como filosofía, tan entrañablemente perdedor, que te gana desde la primera página.
Si queréis conocerlos, las Casas Ahorcadas se complacen en invitaros a la charla que Jon Arretxe dará sobre Touré y su barrio, el próximo 1 de diciembre, a las 10, en el aula 222 de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UCLM (edificio Gil de Albornoz).
¡Os esperamos con paciencia africana!

Y para saber más sobre autor y personaje, os dejamos el enlace a una entrevista, y las reseñas de “Sueños de Tánger” y “612 euros”, la segunda entrega de Touré.




domingo, 23 de noviembre de 2014

CINECIDIOS


Con esta entrada, Raquel Soler, la más cántabra de las negritas, la más negrita de las cántabras inaugura la sección cinéfila de esta nuestra bitácora.

Gracias, Raquel.
 

 

¿Qué es el cine negro?

 Seguramente, cuando nos hablen de ello pensamos en el Halcón Maltés o en hombres duros que con un sombrero, gabardina y un cigarro en la mano, además de mucha sangre fría se enfrentan a un caso donde las cosas no son lo que parecen y la persona en la que confía (una mujer de largas piernas y curvas de infarto) le traiciona. Mujer con la que compartirá un apasionado beso y algo más…. Y sin embargo, para esta primera reseña no voy a utilizar una película que siga estos tópicos. Os voy a hablar de “La isla Mínima”.

La isla mínima no se encasilla dentro del género negro (si nos ponemos tiquismiquis ese término solo es atribuible a las películas de los años 30-50). Sin embargo entra dentro del género policiaco. Y dentro de este género es una magnífica película.

El argumento es a priori, bastante sencillo. Una investigación policial trata de resolver el asesinato de dos adolescentes  en un pequeño pueblo andaluz y, con ello atrapar a un asesino que lleva años matando a jovencitas que aspiraban a salir del pueblo. Toda la historia está enmarcada en el ambiente sociopolítico del inicio de la democracia. Los encargados de resolver este crimen son dos guardias civiles políticamente opuestos, detalle que en un principio pudiera hacernos creer que nos vamos a encontrar con “una peli más de rojos contra fachas”. Nada más lejos de la verdad. Si bien este detalle se desarrolla en un par de puntos de la trama, en ningún momento eclipsa al tema central de la película: la investigación.

Por otra parte, el trabajo de los actores es intachable, llegando a hacerte “creer” que son los propios personajes. Esto no solo es gracias al talento de los actores, sino a la buena construcción de los personajes que, lejos de ser una parodia o un estereotipo estándar tienen la profundidad adecuada para la historia que tratan. La división de los actos, el ritmo, las localizaciones…todos los detalles de la película están cuidados al milímetro, pero con una gran naturalidad, huyendo de pretensiones.

En resumen, “La isla mínima” es una película que no decepciona a los amantes de los thrillers policiacos. De hecho ha habido varias comparaciones con la serie “True detective”, algo que no puedo asegurar ni desmentir, puesto que no he visto la serie. Lo que si puedo os  puedo asegurar es que esta película es una de esas joyas que nos recuerda la grandeza del cine español. Esa que muchos pretenden negar pero que está ahí, aunque no sea especialmente reconocida.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

ADIOS, PAPÁ




Manolo Polo 
(Alba negral VI)


La familia tiene ventajas, pero los padres son, seguramente, la carga más pesada a soportar, y de la pareja, la mitad peor es la hembra.
No tengo ni tendré madre de mis hijos, ni hermana, la única mujer molesta es mamá, que no es mujer, ni hembra, sino una gobernanta vieja que tiende a convertirse en una enfermedad crónica. Ella siempre me incordió con lavoteos y carantoñas, imponiendo silencio y quietud, embuchándome porquerías y obligándome a ir a misa, rezar mil rosarios e incluso tragarme la primera comunión. No tiene perdón. Pero primero sobra mi supuesto padre, su marido, ese bulto, el “sicariño”, su aliado. De esta semana no pasa. Anuncian buen tiempo, luego podré aprovechar el permiso por defunción para disfrutarlo.  
*
No quería morirse el pelmazo, me costó más de lo previsto. ¿Qué apego lo retenía? No le imagino oportunidad ninguna de placer con el trabajo, casa, mujer o hijo que soportaba. Callado y lento como tortuga, vegetaba releyendo sus libros viejos de poesía. De poesía, tío, y los leía y releía el degenerado. Murió abrazado a uno de ellos como a tabla de salvación.  
Domingo. Mamá en la iglesia impartiendo catequesis. Papá, tumbado en el sofá con su tocho de rimas en la mano, se cubre con una manta, enciende su cigarrillo semanal, y a las tres caladas empieza a dar cabezadas de sueño. Me vino la inspiración imaginando que el seguro de incendios nos pagaría suficiente para reponer tresillo, televisión y cortinas mejores que las que teníamos. Y así fue.
-Acudí al olor del humo -dije a la policía-, me embocé con un pañuelo empapado en agua y pude sacarlo vivo, o casi, sin apenas quemaduras. Yo casi no sufrí, aunque tuve que aguantar un poco la respiración. El humo me molestó en los ojos y poco más, pero él tragó bastante y con su asma no pudo superarlo. Murió boqueando como pez fuera del agua.
Cuando llegaron los bomberos se portaron muy bien. Además de confirmar que estaba muerto, que tranquilidad para mí, y declarar una colilla como origen del incendio, a su paso destrozaron las puertas de las ventanas y todos los muebles de la habitación, incluidos libracos, y el seguro nos lo ha renovado todo. Amplié una foto de mi padre en sus juventudes, la enmarqué y ahora luce en la pared sobre el televisor nuevo, de pantalla plana por fin.
Me falta averiguar si mamá sigue rezando a dios y a los santos o  ahora  trapichea con papá. Yo le noto ahora más confiada y alegre en sus oraciones.

martes, 4 de noviembre de 2014

Escribano y yo-nqui



El notas llegó tarde. Tarde y con cara de morirse de hambre. La misma jodida cara de hambre que debía tener yo.
Pero cuando lo abracé, me quedé tranquilo.
No, el notas no se moriría de hambre.
Pero bueno, cuando llegamos a mi keli, mis viejos
habían dejado papeo en el microondas. Tomates Jaritos. Tomates rellenos.
Rellenos de carne, que somos gente legal.
De beber, agua fresca para mí, ardiente para el Notas. Y de postre, tortitas.
Tortitas de patata, que somos legales, pero no nos gustan las mariconadas.
Total, que cuando terminamos, el notas y yo estábamos otra vez tó tiraos.
 De sueño, pero tó tiraos.
Así que el notas propuso que nos chutásemos, y sacó algo de coca de la mochila.
Entraba tan bien, que antes de darnos cuenta, nos habíamos metido un litro, y el pedo de azúcar nos duró hasta la presentación.
El notas iba tan puesto, tan en su mundo, que cuando llegamos al garito, ni se dio cuenta de la que le había liado.
De que la presentación era en San Antón, el Canillejas de Cuenca.
O a lo mejor sí, y por eso salió todo tan de puta madre.
Porque jugaba en casa.
El caso, es que cuando nos quisimos dar cuenta, el notas estaba tocando la guitarra.
 
 Como buen notas.
 Y habían pasado tres horas.
Antes, se lo había currado un huevo: había resistido mi interrogatorio, dramatizado un pasaje, proyectado fotos de su barrio, comentado la novela con la tribu, y firmado más ejemplares que “El vaquilla” en sus buenos tiempos.
Eso sí, cuando terminamos, el notas y yo estábamos otra vez hechos mierda.
Así que, después de aprovechar que estaba chutao para que me firmase un cheque en blanco, el notas le hizo un puente a un coche de San Fernando, y salimos cagando leches a papear con el resto de negritos.
Y antes que canta un soplón, estábamos de nuevo pedos.
Pedos porque, aunque la apuesta había sido arriesgada, todo había salido de puta madre.
Pero ahora que han pasado dos semanas, empiezo a tener más  mono que Tarzán…. 
Así que, ¿cuándo nos pasas otra papelina, notas?

miércoles, 15 de octubre de 2014

Un chute de "Yonqui"

Mi novia puta y un colega menos (Un jodido fiordo noruego)



Desde mi ventana, el barrio presentaba ese jodido paisaje gris de todos los días. Podía ver a los chavales jugar al fútbol en el descampao. Otros estaban sentaos en los terraplenes, fumando y con cara de malas ideas. Yo había jugado a hacer desaparecer la resaca esnifando de un bote de pegamento como si me fuera la vida en ello. Cuando terminé, el mismo paisaje gris me pareció un jodido fiordo noruego, y eso que jamás había visto uno.
Cuando se me pasó el pedo, bajé a la calle. En la puerta de la bodega me encontré con el Conejo y el Chino. Compré un litro de cerveza y ellos se hicieron un porro.
—¿Cómo lo llevas, Botas? —dijo el Chino.
—De puta pena, tronco. ¿Cuándo te han soltao?
—Ayer, pero me como el marrón. Mi hermano ha dicho que no tengo nada que ver en el robo, pero los maderos no se lo han creído. El abogao, dice que me como un año de correccional fijo.
—Qué palo. ¿Y cuándo será eso?
—No sé, dicen que cuando salga el juicio. Puede tardar un mes o un año.
—¿Y tu hermano y sus colegas?
—En el trullo, de preventivos hasta el juicio, menuda mierda.
—Bueno, no lo pienses, tronco. ¿Nos hacemos unas cabinas?
—Puta madre —dijo el Conejo—. Pero nos vamos a otro barrio, aquí ya nos tienen más vistos que el tebeo.
Nos fuimos hasta la carretera de Vicálvaro. Fichamos un Citroen GS nuevecito. Abrimos la puerta con una tonta y le hice el puente. Salimos a toda hostia y no paramos hasta la primera cabina en Vicálvaro. Nos hicimos cinco. El Chino tenía un sistema infalible: maza y cortafríos. El Conejo vigilaba y yo les esperaba con el carro en marcha. Nos hicimos con mil duros, compramos unas cervezas y nos fuimos al Canciller, una sala de rock. Dejamos el carro abandonado cerca de Ventas. Estuvimos escuchando música y bebiendo. Buscamos al Brujo, que era el camello del Canci, y pillamos anfetas y jachís. Después pillamos un taxi y nos fuimos a la Gran Vía a ver a las putas. Cuando doblamos por Ballesta vi a la Charo. Llevaba minifalda, medias de rejilla e iba pintarrajeada como cualquiera de las putas. La Charo era del barrio.
¡Joder! La Charo era mi novia. Bueno, o algo parecido.
El Conejo y el Chino se quedaron pasmaos. Más que por ver a la Charo, por ver el careto que puse. Y el que puso ella.
Me fui hacia la esquina con una mala hostia que pa qué. La trinqué del brazo y la zarandeé.
—¿Qué coño haces aquí, me lo quieres explicar?
—¡Déjame, Botas, vete a la mierda!
—¿Como que me vaya a la mierda? ¿Qué hay de lo nuestro?
—Lo nuestro es una mierda, igual que todo. Mi madre está enferma y mi hermano es un yonqui de mierda. ¿Me vas a dar tú todo el dinero que necesito?
—¡Sabes que siempre te he ayudao en lo que he podido, joder. Lo último que esperaba era verte aquí!
Las voces habían alarmado al personal, así que pronto nos vimos rodeados de las otras putas y de gente morbosa con vidas vacías. No le vi venir, pero un nota gigante me cogió de la cabeza y me alzó a pulso. Yo pataleaba y de vez en cuando le acertaba una patada en el pecho. Fue el Chino el que sacó el estilete y le empezó a dar puñaladas en los costados. Me metí una hostia contra el suelo en cuanto me soltó. Me incorporé y le metí una patada en los huevos. El Chino seguía clavándole el estilete, como si estuviera pinchando un melón o algo así. Finalmente, el nota cayó al suelo sobre un charco de sangre. A esas alturas, la gente y las putas gritaban como si las puñaladas se las hubiesen dado a ellos.
—¡Le habéis matao, hijoputas, le habéis matao! —gritaba la Charo.
—¿Es tu chulo? —le pregunté.
—¡Estáis como una puta regadera, joder!
—Agua, Botas —dijo el Conejo.
Salimos corriendo y solo paramos cuando nos hubimos alejado lo suficiente. Yo llevaba a la Charo agarrada del brazo. Se le había corrido el rímel y la pintura de los labios. Estaba preciosa. Vale, era una puta, pero estaba preciosa. Al menos no podría volver a la misma esquina.
Cogimos un taxi y nos fuimos al barrio. La Charo dijo que no podía plantarse en el barrio con esas pintas, pero no la hicimos caso. Me llamó hijo de puta. Le di un par de hostias. Ella se echó a llorar. Le metí dos talegos en el bolsillo de la minifalda sin que se diera cuenta. La llevamos hasta el portal de su casa. Después engañamos al taxista y le quitamos la recaudación en una calle apartada. Teníamos pasta, pero era la costumbre. Se quiso hacer el valiente, aunque se le bajaron los humos en cuanto vio al Chino con el estilete en una mano y el cortafríos en la otra. La culpa fue suya por saltarse la estricta norma de los taxistas: no entrar nunca en nuestro barrio. Al final se fue y nosotros nos comimos las anfetas que nos quedaban. Después, compramos un litro en la bodega y nos hicimos un peta en un banco del descampao.
—Vaya putada, Botas —dijo el Conejo.
—¿Vosotros lo sabíais?
El Chino y el Conejo se miraron y bajaron la mirada. No hizo falta que me contestaran.
—Pasa de ella —dijo el Chino.
—Voy a por una papelina de caballo —dijo el Conejo.
Al rato estábamos calentando la cucharilla. El primer pico se lo dio el Conejo. Antes nos había comentado que solo había una chuta y nosotros sabíamos que pincharnos con la misma tenía sus riesgos. Pero eran las dos de la mañana, a ver dónde coño conseguíamos otras dos. En esos momentos no piensas en lo que te pueda pasar. Solo piensas en el jodido caballo entrando por las venas. Y en que eso es lo que hay. Eso o nada. Así que me até la goma al brazo y me metí el pico. Cuando el caballo entró por la vena ya no había Charo. No había barrio, no había nada, ni miseria ni desesperanza. Flipé como solía hacerlo y después me quedé dormido. Soñé que vivía en una casa grande, en una montaña nevada con vistas a un lago enorme. Otra vez el jodido fiordo noruego. Lo mismo en otra vida había sido vikingo, vaya usted a saber.
Cuando desperté, el Conejo estaba zarandeando al Chino.
—¿Qué pasa, tronco?
—¿Que qué pasa? ¡Este no se despierta, tío! ¡La hemos cagao, joder, la hemos cagao!
No soy médico, nunca llegaría a serlo. Pero no hacía falta ser muy listo. El Chino estaba blanco, con los ojos abiertos y frío como el mármol.
A su entierro fuimos el Conejo, los padres del Chino, cinco o seis personas que no conocía y yo. También iba a ir la Charo, pero más tarde me enteré de que tenía un servicio. Al hermano del Chino no le dieron permiso para ir a darle el último adiós a su hermano.
¡Hijos de puta!
La había palmao a los dieciséis. Por unos momentos me pregunté que por qué él y no el Conejo o yo. A veces pensaba, pero pensar me daba mal rollo. Como mal rollo me dio ver a la vieja del Chino gritando y a su viejo rígido, con la mirada perdida. Su madre perdió los papeles cuando los currantes cerraron la lápida. Le metió un jamacuco y se la tuvieron que llevar en una ambulancia.

El Conejo me dijo que le acompañara a dar un palo, pero me fui a mi casa. Lloré en silencio. Me abrí un tercio de cerveza y me fumé un porro. Después estuve un buen rato esnifando pegamento. Los pensamientos desaparecieron de mi cabeza como por arte de magia. Al mirar por la ventana, el barrio volvió a parecerme un jodido fiordo noruego.

martes, 7 de octubre de 2014

Presentación de Yonqui



Ahora que Adolfo Suárez ha pasado a mejor vida, y el rey a la mejor imposible, me he percatado de que muchos de los nacidos en democracia sabemos más, bastante más, de Felipe II que de González, del Tratado de Utrech que de los pactos de la Moncloa, y de la España grecorromana que de las calles de nuestros padres, si me permitís el tributo al maestro Ledesma.
 No sé si porque se trata de historia demasiado reciente para los libros de Historia, o porque la LOGSE es tan mala como dicen los que tripitieron 8º de EGB, pero me temo que así es.
Sea como fuere, ya se sabe que la Historia nunca la escriben los perdedores, y menos el “Yonqui” de Canillejas al que cede la palabra Paco Gómez Escribano en su última novela, donde retrata desde dentro dos de las mayores lacras de la Transición: la drogadicción y la delincuencia juvenil.
Nuestro cicerone por el infierno de la jeringa será un quinqui conocido como el Botas, pero que pasa tanto tiempo entre el caballo y el mono, que deberían haberle apodado Calzaslargas. Un antiheroinómano de padre muerto por cirrosis, hermano capút de hepatitis, hermana hippy missing, madre alcoholizada y novia fulana.
Y claro, con semejante percal, este perro callejero opta por huir hacia adelante: esnifando para encontrar razones para respirar, chutándose para no hacerse mala sangre, fumando petas para olvidar que no hay nada para llevarse a la boca, metiéndose rayas para no rayarse, robando y trapicheando para pagar los vicios, todo el tiempo con la pasma en el retrovisor de coches mangados,  Leño en el radiocasette y speed en las venas,  viviendo al día, y muriendo colegas todos los días.
Porque las pagaran o no, las drogas siempre pasan factura.
Así es la vida del Botas, y así nos la cuenta: con su lenguaje, con su argot. Con sus bugas y sus kelis, sus pipas y sus notas, logrando tal naturalidad y verosimilitud  que el resultado es más literario que si lo firmase un académico de la lengua. Porque un licenciado de la calle con más horas de comisaría que de escuela, no escribe, transcribe, habla. Así es, y así debe ser.
Con este, su primer “Thriller quinqui”, como el autor gusta en llamarlo, Paco Gómez Escribano se destapa no sólo como un escritor de raza, sino también como un avezado lector de género, que se aleja de los clásicos del hard-boiled, de los Chandlers y los Hammetts, para adentrarse en el lado más marginal del crimen literario, erigiéndose en uno de los escasos hijos putativos ibéricos de Edward Bunker y George V. Higgins, en un apasionante y veraz cronista de nuestros bajos fondos.
Porque estamos ante una obra con el ritmo de un pasapáginas y la carga crítica de una novela social, escrita con la autenticidad del que ha vivido lo que cuenta, y el pulso de un juntaletras que conoce bien su oficio.
Tan adictiva que cuando termines, tendrás síndrome de abstinencia.
Si quieres probar la mercancía, pásate por aquí este fin de semana, que al primer chute invitan las Casas.


Atrévete, y seguro que el 17 vendrás por más.

miércoles, 1 de octubre de 2014

And the winner is....





Después de la más larga y disputada deliberación de la breve pero intensa historia de nuestro club de lectura, en la que tomaron parte nada más y nada menos que 30 negritos, pero hasta que no se pronunciaron los tres últimos cualquiera, repito, cualquiera de los finalistas podría haber resultado ganador, la tribu de las Casas Ahorcadas, ha decidido que el premio Planeta 2015….digo el Tormo Negro 2014 vaya para….

(Imagínese aquí el sonido lento y malrollero de un corazón palpitante)

¡Alexis “el pollito” Ravelo, por” La estrategia del pequinés!
Felicidades al ganador, por el premio más limpio y menos dotado del  género negro patrio.
Y a los finalistas, desearles más suerte el próximo curso… o que investiguen mi número de cuenta.

Una pista: Ravelo la sabe.



domingo, 14 de septiembre de 2014

UNA DE NOIRNOTICIAS


 

Para ir calentando motores antes de la primera presentación  del curso, qué mejor que una de  noirticias de última hora:
 
-Alexis Ravelo, flamante Hammett 2014, se ha soltado la melena (y con el corte que gasta, tiene mérito) y acaba de hacer público que la apasionante novela  de M. A. West que hace unos meses recomendamos, “El viento y la sangre”, en realidad es obra del entrañable canario negro. Y tanto se curró la movida….¡que hasta le creó una biobibliografía a su pseudónimo! Para saber por qué y más, echad un vistazo a esta estupenda entrada (http://alexisravelo.wordpress.com/).

 
-Acaba de salir a la calle  “La Revolución secreta” (Al revés editorial, 2014), la nueva novela del hiperactivo e hipercreativo Claudio Cerdán, que antes de mudarse a la fría Suecia (donde amenaza con buscar la tumba de Larsson y aliviar sus tripas sobre ella) nos traslada a una gélida y remota aldea siberiana en plena revolución rusa para esclarecer unos sanguinarios asesinatos que los paisanos  atribuyen al demonio y el maestro, un misterioso cazador de monstruos con alzacuellos, asegura  que son obra de un licántropo. Una novela tremendamente transgresora y maravillosamente pulp, a caballo entre la fantasía, la historia y el crimen, repleta de acción y giros inesperados, con la que el yeclano negro vuelve a asombrar a propios y extraños por su imaginación desbordante y versatilidad estilística. Imprescindible.

 

-Y para terminar…. una de premios: durante las últimas semanas se ha hecho público el ganador del VIII premio RBA , que en esta ocasión ha recaído sobre el británico Lee Child por la décimo novena entrega (seguro que bajo plica) de la exitosa serie protagonizada por Jack Reacher; el XVII premio Francisco García Pavón  que ha ido para Alfonso Vázquez por  su novela de intriga y humor “Crimen on the Rocks”, El XVIII premio Ciudad de Getafe con el que se ha alzado la escritora y filósofa argentina (mezcla explosiva donde las haya) Solange Camaüer , por la obra “Sabiduría elemental”,  y el II premio de la diputación de Valencia que ha conseguido nuestro querido Juan Ramón Biedma con un pastiche holmesiano en clave gótica con el perturbador título “Tus magníficos ojos vengativos cuando todo pase”.

 

Y ahora que sólo queda un premio por fallar, todo el Planeta editorial   se ha puesto mirando pa Cuenca preguntándose… ¿y el Tormo? . ¿Quién será el Tormo Negro 2014?

El veredicto… el 4 de Octubre.

miércoles, 27 de agosto de 2014


LA ÚLTIMA TUMBA
ALEXIS RAVELO
PREMIO “GETAFE NEGRO 2013”
  Por Luis Clemente


 La novela plantea el desarrollo del concepto crueldad en sus diferentes caras dentro de una línea difusa, por la que igual el odio se descarga directamente sobre las víctimas, como en lo que éstas representan, y que a la postre, será el vehículo que intente restituir el desequilibrio de un sistema corrupto, saltándose En este caso a los emblemáticos defensores del pueblo, como policías, detectives, abogados y periodistas, protagonistas en los inicios de la novela negra. Todo ello montado con un estilo literario que no permite digresiones y que encamina al lector por una serie de escenas y secuencias que no dan lugar al descanso, y que si a eso le sumamos que no se trata de un libro “milhojas”, nos encontramos que en un abrir y cerrar de ojos, nos hemos puesto en la última página, cosa que es de agradecer.

El argumento nos presenta a un excarcelado en Las Palmas (novela con territorio), “donde los pobres fingen ser de clase media y los privilegiados se disfrazan de proletarios y que pasar de la completa miseria al de la más absoluta opulencia es solo cuestión de caminar por los barrios que pueblan sus laderas”. Aquí, Adrián Miranda, nada más salir del talego, va a investigar por su cuenta quién fue el autor del crimen que se le imputó y que le llevó al trullo durante vente años, los mejores de su vida. Es un personaje muy bien diseñado y mejor llevado al papel, con un enfoque en donde el aspecto psicológico prima, pues, sin llegar al bipolarismo, se puede hablar que en él confluyen dos tipos muy diferentes: uno el que se reinsertó modélicamente en la prisión y el otro, el macarra que de repente se apodera del primero. Dos tipos que el mismo reconoce que son incontrolables y que ambos desembocarán en la venganza, porque si, a veces, el discreto, el que lee a Galdós y para quien “Misericordia” está escrita para los de abajo y que no hace falta ser culto para entenderla (al contrario son los de arriba quienes no la entienden), llega a pensar en renunciar y reconstruir la vida, el otro, el impulsivo, se le echa encima, y viceversa, cuando el macarra piensa que no merece la pena seguir, el intelectual le insufla odio y rabia. Todo ello se enmarca en un baile de políticos, policías corruptos (aspecto éste que ya lo incluyó el autor en su anterior novela, “la estrategia del pequinés”), pelotazos urbanísticos y, particularmente, sus consecuencias más inmediatas: ensanchar el abismo entre ricos y pobres, y en una segunda visión, la dramática vigencia de los estragos de la droga en el mundo suburbial y, de paso, la situación de penados condenados injustamente. Pero no conviene entrar en detalles argumentales, porque cada uno de ellos puede destripar el suspense que esconde la obra. Y, a pesar de que saber el quid de la cuestión no es lo más importante (lo importante es la trama social que se encaja en los hechos en sí, conviene que el lector aborde virginalmente la lectura y que disfrute con el misterio.

El resto de los personajes también los podemos contemplar desde diferentes planos, con lo que el lector puede darse una idea precisa de sus físicos y personalidades, pero, es obvio que no llegan a dibujarse con la definición que requiere el protagonista. Quizá, el que más puede conectar con el lector sea Tomás, hermano de Adrián, que, a pesar de chupar poca tinta, su fidelidad le dé el tono melodramático que requieren estas obras para compensar la violencia que llevan, tanto de manera explícita como implícita.

Finalmente, apuntar que, dentro del estilo, cabe destacar el ritmo con descripciones sobrias pero suficientes, el lenguaje adecuado con cierto regusto de localismos, el diálogo que en los momentos finales alcanza un alto nivel de viveza, y la primera persona narrativa que, a modo de diario o cuaderno de notas, le imprime fuerza y verosimilitud. Y si bien, puede dudarse que un ex macarra pudiera conseguir el nivel literario que se presenta al lector, también podemos pensar de algún filtro intermedio, pues en los momentos finales, Adrián se excusa ante la posibilidad de que se pudieran dar errores gramaticales en el relato. Son dignas de mención sus reflexiones acerca de la familia, la educación, de los políticos, de la cárcel, de la falsedad social y, en especial, de la violencia, motivo fundamental de la novela, por la que nos presenta al crimen como un medio y no como un fin, y a las personas como seres a quienes bien merece “la pena hacerles daño para conseguir dinero, poder, satisfacción sexual o que te dejen dormir tranquilo”.