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jueves, 28 de marzo de 2013

Entrevista con Víctor del Árbol, autor de “Respirar por la herida”


 
 

Víctor del Árbol  Romero nació en Barcelona en 1968. Mozo de escuadra durante dos décadas, tras abandonar el seminario por amor,  estudió Historia en la Universitat de Barcelona y participó durante dos años como locutor y colaborador en un programa de realidad social de  Radio Estel.

Aunque  resultó finalista del VIII premio Fernando Lara en 2003 con la inédita “El abismo de los sueños, su primera obra en llegar a imprenta fue “El peso de los muertos” (2006) que resultó ganadora del premio Tiflos.

El éxito nacional e internacional le llegó, sin embargo, de la mano de su segunda novela, “La tristeza del samurái” (2011), que le ha abierto las puertas de librerías de medio mundo y convertido en un auténtico “capo di tutti capi” del hampa impresa nacional, y  no por casualidad finalista del premio Novelpol 2012 y la primera obra española galardonada con Le Prix du Polar Européen a la mejor novela negra europea por la prestigiosa revista francesa Le point, que antes ganara gente de la talla de Philip Kerr o Arnaldur Indradason.

Y a principios del 2013, vio la luz “Respirar por la herida”, su mejor y más ambiciosa obra hasta la fecha.

Muy buenas tardes Víctor, y muchas gracias por prestarte a este viaje relámpago desde la ciudad condal a la del crimen para visitar las Casas Ahorcadas.

 

 

P:¿Podrías comenzar explicándonos como llega un seminarista a ser miembro de las fuerzas del orden y luego parte del lumpen editorial patrio?

R: Sería como explicar toda una vida de manera lógica y coherente, obviando los momentos de dudas, las contradicciones, los aciertos y los errores. Digamos que nunca me ha gustado quedarme al margen de la realidad que me envuelve, y que siempre he sentido una curiosidad innata por las puertas entornadas. A lo largo de mi camino, se han ido presentando diferentes opciones de implicarme en mi propio destino, y nunca he dicho “no”. En el barrio donde me crié los sacerdotes obreros eran una fuerza viva del barrio, se implicaban en la educación, en las manifestaciones para lograr mejoras…Y yo les veía vivir la Fe como una cosa que iba mucho más allá de las iglesias. Pasaron los años, y las dudas y las creencias me alejaron de la idea de la Iglesia, pero no de la idea religiosa, de un modo de entender la vida como algo trascendental.

En cierto modo, trabajar años después en la Policía tiene que ver con ese espíritu: Cambiar las cosas, participar de un momento histórico, sentirte útil.

Pero la única constante en mi vida, más allá de las privilegiadas circunstancias que se me han presentado, es la escritura. Nunca dejé de escribir desde que aprendí a construir refugios de palabras. El hacer de ello mi forma de vida es algo que solo ha ocurrido muy recientemente, y ojalá sea un salto definitivo, pero uno nunca puede dar nada por descartado.

 

P: Como hemos visto, entre “El peso de los muertos” y el samurái transcurrieron cinco largos años, ¿fue por falta de inspiración o de editorial que se atreviera con Publio i compañía?

R: Nunca me han faltado ideas ni ganas de transcribirlas. Cuando en 2006 El Peso de los Muertos ganó el Tiflos, fue con un jurado impresionante: Manuel Longares, Luís Mateo Díaz, Soledad Puértolas…Recuerdo las palabras que me dijo Luís Mateo. Me las guardo para mí, pero fueron muy valiosas. Hasta el 2011 seguí escribiendo, tratando de publicar y sufriendo ese Vía Crucis que los escritores pasamos en forma de negativas más o menos amables de editoriales, agentes y demás. Llegué a pensar que no lo lograría, y sufrí algunas decepciones muy importantes con ciertas personas del mundo del libro. Pero nunca dejé de escribir, no olvidé ni por un minuto el porqué lo hacía, y eso me ayudó hasta que apareció una editorial joven, independiente, y que conocían mi ópera prima. Insistieron, volvieron a insistir. Y al final empezó esta historia con el manuscrito de La Tristeza del Samurái, en 2011.

 

P: ¿Tienes pensado rescatar tu inédita ópera prima?

R: Creo que he crecido como persona y como escritor en estos años. Sí, volverá a editarse, pero muy probablemente la escriba de otro modo, le dé una revisión a fondo. Los derechos para El Peso de los Muertos se los cedí a mi editorial actual. Ya veremos qué pasa.

 

 

P: A propósito, ¿por qué  cuando la mayoría de autores, Lorenzo Silva,  Giménez Bartlett o González Ledesma por citar los más conocidos, pasan meses documentándose para pergeñar investigaciones e investigadores creíbles para sus series, tú que lo eras, apenas escribas sobre polis? ¿No te tienta crear tu propia serie?

R: Aunque la ficción y la Realidad deben parecerse y acercarse cuanto puedan la una a la otra, nunca hay que olvidar una obviedad: son conceptos distintos. Durante 20 años he trabajado en la Policía Autonómica Catalana en diferentes destinos y responsabilidades, de modo que podríamos decir que tengo una idea global bastante cercana del trabajo policial. Sin embargo, lo que me interesa de esta experiencia no es lo anecdótico, las cosas que me han pasado o que haya podido ver. Sin duda son importantes pero forman parte de mi espectro privado. Lo que a mí me interesa es trasladar el poso que esas vivencias han dejado en mi interior: una forma poliédrica de ver la realidad, empatizar con casi cualquier emoción, ser capaz al menos de describirla con intensidad y certeza.

 Respecto a la segunda parte de la pregunta, por ahora no me planteo crear una serie. Me apetece la exploración continua, buscar nuevos perfiles. Aunque si Respirar por la Herida funciona entre los lectores como espero, no descartaría una segunda parte con algunos de sus personajes más carismáticos.

 

 

 

P: Centrándonos ya en “Respirar por la herida”, que inevitablemente compararemos con el resto de tu obra, lo primero que llama la atención cuando uno empieza a leerla es su estilo. El lenguaje del samurái, frío y certero como una katana, ha dejado paso a una voz intimista próxima a la prosa poética y rebosante de aforismos, ¿obedece este cambio a exigencias del nuevo guión o a la mayor madurez de su autor?

R: Obedece a la voluntad de no quedarse en lo conocido. Me apetecía explorar otra forma de contar, arriesgarme a ir mucho más lejos con cada personaje, sentarme con ellos, desnudarlos hasta donde me fuera posible. Con respecto al lenguaje y al registro literario, sé que la prosa poética o que la metáfora están en desuso, pero bien utilizados estos son recursos que le dan una mayor dimensión al texto, y permiten profundizar en su lectura más allá de lo estético. Yo me he propuesto no renunciar a mi manera de escribir convencido de que es compatible con un público lector mayoritario.

 

P: Respirar por la herida es una novela muy compleja y argumentalmente ambiciosa,  que entrelaza el pasado y el presente de una decena de personajes, ¿cómo fue su proceso de gestación, partiste de la trama o de los actores?  

R: En mis novelas siempre son los personajes los que dibujan la historia. Lo que yo busco es provocar en el lector algo que va más allá de la curiosidad, de saber qué pasa, cómo acaba el misterio. Yo intento crear espejos para que el lector se identifique, le invito a participar, a ser parte real de la historia. Y eso sólo puedo conseguirlo si los personajes son creíbles, evolucionan al margen de las necesidades de la trama. Lo que importa es quiénes son y porqué son así. Más que lo que hacen.

 

P: Al igual que en las primeras, especialmente el samurái, estamos ante una obra coral,  con casi una docena de personajes grises, tan humanos que sería más acertado llamarlos personas imaginarias, personas de ficción a las que llegamos a conocer con mayor profundidad que a la mayoría de los protagonistas del 99% de los libros que llegan a  nuestras librerías, sean o no de género, ¿tienes un trastorno d personalidad múltiple o sólo una imaginación  portentosa?

R: A mí me fascinan las novelas corales, donde no puedes decir con certeza quién es el protagonista porque de un modo u otro todos lo son. Me gusta que los personajes secundarios crezcan como la levadura y lleguen incluso a superar en vigor narrativo a los supuestamente principales. Eso está muy presente en mis novelas, y quizá más que en ninguna otra en Respirar por la Herida: la capacidad de convertir a las víctimas en verdugos y viceversa.

 

P: ¿Por qué no hay lugar al humor en tus novelas?

R: Porque la ironía (ese matiz del humor que a mí me gusta) se lo dejo a la vida, a las circunstancias distónicas que los personajes tienen que afrontar. Ese humor del que hablo es el que te deja la sonrisa congelada. Paradójicamente, yo aprecio mucho en lo privado el sentido del humor como válvula y como evidencia de vitalidad. Pero en las atmósferas que creo en mis novelas, no tiene cabida.

 

 

P: Si bien la localización es casi testimonial en tus obras, más bien ambientadas en el mundo interior de sus protagonistas, llama la atención que de tu tierra natal te hayas desplazado a Madrid en esta ocasión, ¿se debe a algún motivo en particular?

R: Soy un barcelonés con el privilegio y la mirada del foráneo en Madrid. Me encanta la ciudad, ese nudo de caminos que parece no ir a ningún sitio. No quería describir la ciudad, sino las sensaciones que deja en una mirada que no está contaminada por el pasado ni por lo cotidiano. Algo parecido a lo que ocurre con el otro paisaje de la novela, Argel.

 

P: Aunque tus tramas, criaturas y estilo sean extraordinarios, quizá el rasgo más característico de tu trilogía del pecado, por llamarla de algún modo,  es que más que la sociología del crimen,  la crítica social tradicionalmente inherente al género, aquí lo más relevante es la exploración de algo mucho más universal como  son los traumas de las víctimas y cómo sus pulsiones de amor   se convierten en pulsiones de muerte, ¿estamos ante el nacimiento del thriller psicoanalítico?

R: Jajaja, me cuesta incluso pronunciar el concepto. Veamos, thriller sí, en cuanto a novela de suspense (lo hay, y mucho) y de emoción (la hay y mucha) y psicoanalítico, sí, al menos en parte, en cuanto que no me conformo con describir las acciones de los personajes sino  que para mí lo más importante es profundizar en sus razones y en las consecuencias emocionales que causan sus decisiones. En cualquier caso, novela negra, novela social, novela tremendista, hoy en día existe una tendencia generalizada al mestizaje, cosa totalmente acorde a los tiempos. Sigue habiendo purismos de la novela inglesa deductiva o del hard boiled, sin duda. Pero yo no entro a valorar un cierto tipo de justicia final. Me importa la historia, no la etiqueta que finalmente acabe teniendo.

 

P: Tus hojas no se parecen a ninguna que yo conozca, ¿Cuáles son las raíces literarias del Árbol? ¿Qué otras semillas negras recomiendas plantar  en nuestras estanterías?

R: Sé que esto es impopular, pero yo sigo pensando que los clásicos son el fundamento de la buena literatura, por una sencilla razón: ellos han superado el cedazo del tiempo. La literatura rusa de mediados del XIX, el existencialismo francés de posguerra, y sobretodo el realismo mágico latinoamericano. Para mí son las tres raíces que me alimentan. Más recientes, me llama la atención Pollock, Lehane, Franzen…Españoles estoy descubriendo a Zanón, Hill, Del Valle y cualquiera que un prescriptor de confianza me recomiende. Soy muy curioso.

 

P: ¿A qué crees que se debe que tus textos tengan más repercusión fuera de nuestras fronteras que dentro? ¿Tan vigente sigue en nuestro país el “nadie es profeta en su tierra?

R: Es algo que no pasa desapercibido para mí, claro. Y no te negaré que me apena un poco. No me voy a poner a elucubrar sobre los porqués, es obvio que se me lee más en el extranjero que en España. Pero tengo la confianza y la paciencia necesaria para que el gran público lector conozca mis historias. El camino ya empezó con La Tristeza del Samurái y con Respirar por la Herida pienso que por fin, va a suceder.

 

P: Y después de parir una obra de tal envergadura a todos los niveles, ¿cómo afronta Víctor del Árbol la próxima? ¿Cuántos bosques habrá que talar para la primera tirada?

           R: El futuro no existe más que en una hipótesis. Yo soy persona de realidades. Hoy toca luchar por esta novela. La próxima, que ya está en mi cabeza, tendrá que esperar turno.

 

 

 

Extraído del boletín “Entre líneas” de la Biblioteca Municipal  de Cuenca (http://bibliocuenca.blogspot.com.es/).

domingo, 17 de marzo de 2013

VUELVE A CUENCA


 
 

Cuando lees algo, especialmente cuando ese algo te cala hondo, conocer a su autor siempre conlleva alegría y temor a partes iguales.

Alegría por tener la oportunidad de encontrarte con alguien a quien admiras, y temor a descubrir que en realidad no se trata de alguien tan especial como sus líneas, sino con tanto oficio  juntando letras (o seleccionando negros) que su encanto a la postre sólo resulte un espejismo narrativo.

Pues bien, aunque el gran Víctor del Árbol no me era del todo ajeno, apenas había tenido oportunidad de conversar con él, de reír con él, de abrazarle.
 

Y cuando lo he hecho, después de haber vibrado y sufrido con sus personas imaginarias, después de casi mil páginas de samuráis tristes y heridas supurantes,   resulta innegable que la sensibilidad que destilan todas y cada una de ellas sólo son una mínima parte de la que emana de su cuerpo a cuerpo, y su inmensa calidad literaria nunca hará justicia a la que irradia su persona, ni siquiera cuando llegue a ser una estrella que recoja Tormos y rechace Planetas.

 
 

Llegó como es, sencillo y afable, hambriento de anécdotas y literatura, y desde el principio se convirtió en uno más de la tribu, en alguien capaz de mojarse en sus opiniones sin que las ajenas le calasen, de empaparse del espíritu de las Ahorcadas. Un auténtico anfibio de las letras, que tan pronto te respondía a la más sesuda de las disquisiciones como se bajaba del estrado a repartir besos y firmas y compartir sopas (buaj) y copas como un negrito más.

 Eso, por no hablar de que cuando hicimos nuestra última parada de la noche en el Bus, como empieza a ser tradición, dejase muy alto el listón y muy claro de qué árbol es Víctor, todo ello entre lecciones  magistrales del que está llamado a ser el baile del verano: el Pichuchina Style  (¡Ey, sexy clown!).
 

Una velada muy larga que se nos hizo muy corta, un encuentro de tres horas que se nos antojó de tres minutos,  y que nos dejó a todos con ganas de más.

Por eso, te ruego que pegues en la ventana de tu despacho una pegatina que rece:
 
Vuelve a Cuenca.

Y sobretodo, que lo hagas.

Porque las llames como las llames, en las Ahorcadas tienes Casas para elegir.
 
 

lunes, 11 de marzo de 2013

LA TRISTEZA DEL SAMURAI de Víctor del Árbol

 
A lo largo de la lectura de esta novela, reconozco que es una lectura que atrapa, tenía la sensación de contemplar un fresco de final de la Edad Media o del Renacimiento, en el que se describe el infierno lleno de condenados azuzados por los demonios. También pensé en los capiteles de las columnas góticas de determinados claustros en los que personajes grotescos se entrelazan y se devoran.

Así que al acabar me puse a reflexionar el porqué de tal sensación y creo que en el fondo esta novela es profundamente moralista. Hay un pecado original cometido por una adúltera, Isabel y un asesino Guillermo. El pecado de la mujer es castigado por mediación de unos acólitos: Publio y Gabriel. Dos figuras de Demonios exterminadores.

Del matrimonio original de Isabel y Guillermo nacen dos criaturas: El Monstruo (Andrés) y el Justiciero (Fernando). Entre los dos encarnaran los defectos y virtudes del samurai. Son los dos personajes que blandirán la Catana.

Gabriel, el acólito asesino, tiene una hija, María, una abogada que sufrirá y se retorcerá igual que los otros descendientes en las llamas del infierno azuzada por otro demonio: Ramoneda.

Frente a ellos hay una saga de inocentes arrastrados al infierno: Marcelo, Cesar, Marta y un testigo del primer crimen. Personajes inocentes pero marcados por ese pecado original y siguiendo la teoría de San Agustín marcados por la predestinación a la que éste siempre nos aboca.

Y, si Cristo se inmoló para redimirnos, en esta novela es necesaria la inmolación de María y de Fernando para ofrecer a César y Marta una nueva oportunidad. Oportunidad que no llegamos a verificar pues el autor nos la deja abierta, aunque después de su paso por el infierno no cabe demasiado optimismo.

Analizando de cerca los personajes que el autor entrelaza creo que podemos referirnos a casi toda la imaginería religiosa de finales de la Edad Media y del Renacimiento que asimila también fuentes mitológicas. Asociamos a Publio con el Basilisco, representación mitológica con mirada asesina, no era posible mirarle a los ojos, como a la cabeza de Medusa. Por otra parte, cabe también recordar las múltiples representaciones de los jinetes de la Apocalipsis, el jinete de la Muerte suele avanzar cabalgando con la espada desenvainada, acompañado de un séquito de cadáveres. Asociación que podemos hacer con Andrés. Incluso podemos remitirnos a las representaciones, del siglo XVI, en los que la Muerte es un personaje masculino que asedia a una doncella, introduciendo la idea de concupiscencia. Cabe asociar esta imagen a la descripción de Andrés y Marta encerrados en aquella casa fantasmal.

Y volviendo a los jinetes de la Apocalipsis, fijémonos en el jinete de la guerra, qué otra cosa es Publio.

Por otra parte, también podríamos referirnos a las imágenes de la Danza de la Muerte, a las representaciones teatrales medievales de la danza Macabra, danza en la que estaban representados los vivos y los muertos. Estas danzas tenían una intención moralizadora y eran un retrato sarcástico de determinadas conductas, acusando claramente a los que detentaban el poder. ¿Qué otra cosa hace esta novela?

En definitiva, creo que toda mi reflexión puede resumirse en la idea de que cuando hay tanto malo, tanto demonio y tantas llamas del infierno, el fresco que resulta es del género grotesco, del esperpento, con acusados rasgos de angustia y crueldad. Hay un grado de artificio, de estilización que resulta exagerado.

El autor, sin embargo, parece querer fijar su historia en la realidad enmarcándola en dos periodos claros, la posguerra y el golpe del 23 F, pero, en mi opinión, en la lectura de la novela esa realidad histórica no le confiere mayor realismo a la historia, domina más, a lo largo de la lectura, el fresco medieval y renacentista moralizante. Incluso si queremos irnos a una representación más moderna nos tendríamos que ir al expresionismo de Grosz, a sus caricaturas de la época de la ascensión de Hitler al poder, aunque en esas caricaturas no está la idea de crimen, castigo y redención que está en la novela.

 

lunes, 4 de marzo de 2013

Víctor del Árbolpresenta su nueva y más ambiciosa novela

 

Dice el que tal vez sea el mayor experto en el tema, Salvador Vázquez de Parga, en su ya clásica obra “La novela policíaca en España” (1993), que salvo excepciones tan honrosas como escasas, los criminales literarios patrios se han limitado a imitar las modas y modos anglosajones y franceses (amén de los nórdicos, después del efecto Larson), por lo que no es posible hablar de una escuela criminal netamente autóctona.

Se nota que no leyó a Víctor del Árbol.

 Un autor, este mozo de escuadra barcelonés, que con sólo tres novelas ya ha marcado un antes y un después, gracias a su alquímica facultad para invocar personas   imaginarias (decir personajes sería faltarles al respeto y a la verdad),  su maquiavélico don para entretejer sus pulsiones y urdir las tramas más intrincadas y absorbentes que este psicoreader pueda recordar, y todo ello con una voz a un tiempo lírica y  descarnada, única,  diametralmente alejada de todo lo escrito hasta el momento en nuestro país (y probablemente también fuera), tanto como lo estuviera Dashiel Hammett de Arthur Conan Doyle cuando dio a luz la novela negra.

Y es que su inusitada mezcla de acción trepidante y exploración de las más oscuras sombras de la condición humana rompe con la tradicional aspiración sociocrítica del género, para centrarse no tanto en denunciar las desigualdades como en abordar los efectos que el crimen, metáfora de la injusticia, tiene sobre la psique de los individuos. Trasciende así las barreras de la novela negra y del más psicológico  de los thrillers, por focalizarse en vez de en la mente del criminal, en el análisis de los traumas que su acción causa en los familiares de sus víctimas, y cómo los fantasmas del pasado acaban convirtiéndoles en victimarios, fundando así lo que podríamos llamar “thriller sicoanalítico”.

Ya en su debut, “El peso de los muertos”, premio Tiflos 2006, dejaba patente su intención de alejarse de los arquetipos y lugares comunes, con  una historia de culpables sin culpa, crímenes sin castigo y secretos de familia a caballo entre los primeros y los últimos días del franquismo, que sorprendió a crítica y público por su frescura y calado literario.

Aunque su consagración llegaría con su segunda novela, “La tristeza del samurái” (2011), no por nada finalista del premio Novelpol 2012 y la primera obra española galardonada con Le Prix du Polar Européen a la mejor novela negra europea concedido por la prestigiosa revista francesa Le point, que le ha abierto las puertas de librerías de medio mundo y convertido en un auténtico “capo di tutti capi” del hampa impresa nacional.

Y hace un mes escaso, vio la luz su tercera y más ambiciosa obra hasta la fecha, donde se sirve de una decena de soledades vivientes para abordar el dolor  humano y continuar así con su personal disección del alma.

De modo que si quieres descubrir qué tienen en común una promesa de la pintura venida a menos, un acaudalado empresario condenado por homicidio, un joven chapero chino con ansias de libertad y venganza, una violinista  obsesionada con la memoria de su hijo y un torturador chileno metido a buscador de personas entre otros, las Casas Ahorcadas se complacen en invitarte a la presentación de “Respirar por la herida”, que tendrá lugar el viernes 15 de marzo a las 18 h en el salón de actos del Centro cultural Aguirre, a cuyo término se sortearán dos ejemplares dedicados por el autor entre el público asistente.

Una oportunidad inmejorable para leer la que está llamada a ser una obra clave no ya del género, sino de la literatura contemporánea de nuestro país.

Palabra de lector compulsivo.