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lunes, 26 de agosto de 2013

Atraco a las 6...y pico

Jamás pensé que atracaría algo.
 Ni un barco de juguete.
Así soy yo, impredecible hasta para el  hijo de mi madre (aunque no para la madre de su hijo, que sabe lo que piensa incluso antes de que lo haga).
Y para lograrlo, me busqué una cómplice a la altura de las circunstancias (menor de edad y todavía más de tamaño pero fuerte, para cargarla con el mochuelo si algo salía mal y con el botín si salía bien) y tras dar los últimos pespuntes a mi plan, pusimos manos a la obra.
-Denos todos los del 7 del País-dije, al tiempo que mi sicaria sin sueldo bloqueaba la entrada al local. 
 –Ejem, ejem- cortocircuitó la neurona de la dependienta, con menos luces que el Faro de Alejandría.
-Ejemplares, libros, ya sabe- esas cosas para cuando terminas Infantil y las cartillas Micho, añadí para mis adentros, aunque visto lo visto, oído lo oído, podría haberlo dicho para mis afueras y  quedarme más ancho que largo.
-Ha-hay di-diez, ¿qui-quiere una bo-bolsa?- contestó, atemorizada, cuando me vio sacar el arma y comprendió lo que me disponía a hacer.
-Por favor- contesté, apuntándole ya sin miramientos con mi 50.
Según testigos presenciales, Medio minuto y alguna bolsa destrozada más tarde, los Dillinger de la sierra se dieron el piro en el coche de San Fernando con todo el cambio y los Memento moris del kiosco.
Pero, ¿qué culpa tengo yo de no llevar suelto y coordinar un club de novela negra en tiempos de crisis?
Y sin embargo, soy culpable.
Probablemente, el primer ladrón a golpe de billetera en los anales de la ciudad del crimen.
Y sin duda, el primero de libros. 


viernes, 23 de agosto de 2013

La verdad sobre el caso Harry Quebert

Por Ampoirot Prados


¿Quién mató a Nola Kellergan? 
Goldman investiga la muerte de esta chica 33 años atrás, la cual había tenido una relación con su amigo, profesor y mentor, que resulta ser detenido como principal sospechoso.
 Todo se desarrolla en una pequeña población costera, de la que vamos conociendo a sus habitantes y sus vínculos con el caso.
  Resolverlo, le sirve al escritor para construir un libro que, a pesar de sus más de 600 paginas, como dice el propio autor "uno se arrepiente de terminar".
  Es sorprendente, dinámico, y sirve también como excusa  para meterse en el pellejo de un autor, y hacernos una semblanza del mundo editorial.
  Sin profundizar demasiado en la psicología, ni echar mano de "ganchos" publicitarios, consigue mantener la atención del lector y que las paginas del libro te llamen para una cita diaria que prolongas todo lo que puedes.
A falta de un "planazo", no es mala opción coger La verdad sobre el Caso Harry Quebert.

viernes, 9 de agosto de 2013

Lo que no es “Memento mori”


 

 
Una joven aparece estrangulada y sin párpados en un parque, con unos enigmáticos versos sugiriendo que la dantesca fiesta no ha hecho más que empezar.

 
El típico best seller yanquilón, la enésima copia de “El silencio de los corderos”, pensarás.

Pues no.

No, porque hechos y  desechos no transcurren en Nueva York ni los Ángeles, sino en Valladolid, donde, como en cualquier pequeña capital  typical spanish (exceptuando la ciudad del crimen), a lo sumo tienen lugar tres o cuatro homicidios al año.

No, porque el equipo capitaneado por el solitario y refranero inspector Sancho y el ácido psicólogo criminalista Carapocha está muy lejos de los superagentes del FBI Made in USA, por mucho que el segundo se cuaje unos speeches sobre serial killers que ni Alice Starling en sus buenos tiempos.

 
No, porque Augusto Ledesma, el psicópata de la obra, tiene más del metrosexual “American psycho” de Bret Easton Ellis que del refinado Caníbal de Thomas Harris.

Y no, porque aunque ágil y adictiva como un thriller superventas, la prosa de César Pérez está trufada de perlas  y notas musicales más ibéricas que el cinco jotas.

Y ahora que sabes lo que no es, ¿no te gustaría descubrir qué es Memento mori, y por qué me leí sus más de cuatrocientas  páginas  en menos de cuatro días, pese a estar de crucero por el Mediterráneo?

El próximo martes, puedes hacerlo por poco más de tres euros con “El País”.

Te prometo que cuando lo hagas, no podrás parar.

Y que el kiosquero no me dará ni una bolsa de pipas.