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viernes, 6 de julio de 2012

Las Casas de Mauricio Romero


Lo sé, mucho ha llovido desde el 15 de junio, desde la presentación de Antonio Santos y su álter ego narrativo, el gran Mauricio Romero, pero juro que, encerrado como estaba entre másters, tesis y trabajos varios, apenas me he enterado. En cualquier caso, vayan por delante mis disculpas para el detective y su biógrafo.


Así y todo, no hay Alzheimer capaz de empañar el recuerdo de aquel día, de aquella sala atestada pese al calor, de la química (y no lo digo sólo por el sudor) que hubo entre Antonio y servidor.



 Cómo olvidar a sesenta personas riendo con piscineros deductivos, kamikazes parrillanos, Beefeaters con limón (parrillanos también), Casas Colgantes ambulantes y toda clase de chascarrillos romerianos. Porque si algo quedó claro ese día (y para mi sorpresa, sin necesidad de Resolí), es que Antonio-Mauricio (de todos los) Santos tiene estilo  e ingenio para dar y regalar.

Lástima que no se prodigue, que como los buenos vinos, sus comentarios hayan de paladearse muy de poco en poco, muy de tarde en tarde.


Ojalá no tengamos que esperar a que aparezca la segunda entrega de la serie para que vuelva a abrir la boca.

Y tú, Mauricio, regresa a las Ahorcadas pronto, vuelve a tus Casas por Navidad, sin turrón pero con novela, sin pelos en la lengua pero con tantas ganas de sacarla a pasear como siempre.



Porque si no, ¿quién llamará a las cosas por su nombre en la ciudad del crimen?