Estadisticas

martes, 28 de diciembre de 2010

Un escalofriante informe de La OMS informa de que…. ¡existe una pandemia de Tristantitis!

 Y los únicos remedios efectivos contra el virus, son una maratón de tres días ininnterrumpidos de “Sálvame Deluxe”, o hacer un generoso donativo a nuestro  club de lectura.
¿Nota usted que le hacen gracia unas gilipolleces de las que no se reiría ni el Cuñao? ¿Se sorprende descojonándose al leer este blog, o al escuchar los chistes de Jaimito Vorromeo? De ser así, no hay duda, querido lector, ha contraído el temible virus que asola la red: la Tristantitis.

Veamos cuáles son algunos de sus síntomas:

1. Si nota que  al hablar utiliza expresiones tan entrañables y castizas como ¡hotia!, ¡pijo! O ¡acho!, dése por jodido. Está usted en fase Terminal, y no hay nada que hacer. Mejor llame a su cura de confianza, para que le dé la extrema unción, o le haga un exorcismo de urgencia.

2. Si se descubre entrando a diario en el blog Pandemonio de caos, mandando noticias a sus redactores, cartas a Hinderberger y poniendo comentarios; está usted  para que le encierren, así que diríjase al psiquiatra más cercano, o mejor, córtese las manos, que ya lo dice el sapientísimo refranero popular: el que evita la ocasión, evita el peligro.

3. Si encima acude puntualmente a su librería más cercana para comprarse los libros de los desaprensivos de Pedro de Paz y Jerónimo Tristante, yo de usted, haría como Ramón Sampedro, que todas las criaturicas de Dios tienen derecho a morir de forma digna.

4. Si decide visitar la feria del libro de Madrid sólo por ver a esos dos, o peor aún, les invita a la de su pueblo, entonces además de padecer Tristantitis, es usted un masoquista o un gilipollas de cuidado. Hágaselo mirar.

En fin, amigos, ya saben, si no se creen preparados para el tratamiento de choque, si Jorge Javier Vázquez y Belén Esteban les dan tanto repelús como a nosotros, siempre pueden enviar sus donativos a nuestra cuenta en la Caja Rural de Cuenca, el número es el 0000000007, a la atención de Las Casas Ahorcadas.
Muchas gracias por su visita y vuelvan cuando quieran, que  los donativos sólo les aseguran protección por unas horas.

PD: Si no lo hacen por su salud, les rogamos, apelando a su espíritu navideño, hagan un esfuerzo y sean generosos en sus dádivas, que tenemos cuatro tamagochis y tres pokémon Pikachu que alimentar.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Se ha escrito un (micro) crimen (VIII):

Dado que los negritos jamás hemos sabido qué son eso de las vacaciones, y tampoco respetamos las fiestas de guardar,  aquí seguimos, dándolo todo, llueva o truene,  sea navidad o año nuevo.
Más no soy yo el que debe echarse flores y recibir las alabanzas, sino Amparo Prados, la mártir negra que se ha encargado de continuar la micronovela.
 Mmm Prados, Prados, ¿de qué me suena a mí ese apellido?
¡Premio para cris Marple! Se trata de la madre biológica del último de nuestros sufridos colaboradores.
Se rumorea que, a estas alturas,  participar en la novela se ha instituido en una verdadera tradición familiar, y que la próxima en hacerlo será Mrs. Landsbury, el hámster de la familia.

Hawk 69 quedó preocupado.
¿Cómo había sido tan imbécil de dejar escapar a la chica? Las partidas de los Sims no te preparan para esto. Ya lo decía mi madre: “hijo mío, ten siempre neobrufen en casa, que va bien para todo”.
 No, si al final iba a tener razón, a pesar de haberla cagado con el nombre que le impuso en la pila bautismal: Iván, pero no por El Terrible, sino por aquel cantante ñoño de finales de los setenta, ¡por Dios! Claro que lo de Hawk69 lo compensaba con creces.
Había andado un poco torpe con lo de la pastillita. Se podía haber ofrecido a ir a la farmacia a por una, pero eso tampoco se aprende en los juegos de estrategia, ¡mierda de juegos!, la cosa ya no tenia remedio, pero la chica le gustaba, además le interesaba el sitio donde trabajaba –la biblioteca- y eso que en su cuarto no había un solo libro. Solo cds y dvds. Pero  ahora sabía que no todo está en internet.
Tenía que planear mejor el próximo encuentro, aunque la excusa sonaba un poco a eso: excusa. Esperaba no haberla jodido del todo, y poder quedar con la chica pronto, ella tenia algo……………………
Continuará

¿Qué querrá hacer Hawk69 con Mila, después de ganarle cinco partidas al Pro y veinticinco al Tekken?
¿Qué clase de friky-ñoño con tendencias psicopáticas es éste Iván, que en vez de destripar perros y atropellar viejas, como todo hijo de vecino, se dedica a sacar la basura virtual?

sábado, 25 de diciembre de 2010

Réquiem por un ladrón obeso

Esta mañana, he amanecido antes de la cuenta, merced a un ruido procedente del salón.
Tras quitarme las legañas matinales de rigor, agarré el regalo que mis precavidos progenitores me habían entregado ayer mismo, con motivo de la celebración del vigésimo cuarto aniversario del día en que le jodí la nochebuena a mi madre viniendo al mundo (Lo siento mamá, prometo no volver a hacerlo).
Al llegar a la sala, me topé de bruces con un tipo gordo y barbado, que parecía haberse colado por la chimenea, y sin pensármelo dos veces, me dispuse a estrenar mi nuevo juguetito, por aquello del allanamiento de morada y preservar las buenas costumbres, poniendo su hasta entonces impoluto traje verde, todo perdido de sangre.
Demasiado tarde, recordé que Santa Claus sólo viste de rojo en los anuncios de coca-cola.
¡Quién les manda a mis padres regalarme una recortada de cumpleaños!
Yo no la pedí, lo juro, Señoría.

Así pues, en memoria del bueno de Santa, y todos aquellos que hacéis posible este loco loco proyecto (mis padres, Raúl, Joe, Mila, Jero, José, Peter, Guillermo, Elena,  Amparo, Cris Marple, Luis, Lourdes  y un largo etcétera)    aquí os dejo mi humilde presente: un  breve crossover, un pastiche, que escribí en honor de mi buen amigo Tristante, hace cosa de año y medio, mezclando algunos  de sus personajes con los de otros autores también muy queridos para mí, que he retocado especialmente para vosotros.
 Si os gusta, y sois malos, tengo alguno más, podéis pedírselo a los reyes.
Muchas gracias a todos, y ¡Felices fiestas!



Algo personal


Para Jero, escritor genial, gran persona y mejor amigo, porque el orden de los factores no altera el producto.


Era tarde, demasiado tarde, para que en Leganitos hubiera gente pendiente del panel de monitores  que mostraban la sala de interrogatorios.
 La gran diversidad de pantallas disponibles, hacían que el espectador se sintiera como en una suerte de reality show de los años 20, en el que  existían muchas perspectivas de todo lo que allí ocurría, pero sólo podían verse en blanco y negro y sin sonido.
 Un sistema, que acababa de ser implantado en numerosas comisarías de España, y volvía a poner de manifiesto uno de los muchos problemas de nuestro país: la obsesión de la administración por dar una imagen de modernidad, sin pararse antes a analizar si la nueva propuesta era algo realmente positivo, o si, como solía ocurrir, era una chapuza, un nuevo paso atrás disfrazado de avance tecnológico.
Y eso, a Chema Arregui, le tocaba muy mucho los cojones.
 No podía entender porqué  habían quitado los famosos espejos falsos, si eran mucho más efectivos, a pesar de que, obviamente, ya no engañaban a nadie, después de aparecer en todas las americanadas que inundaban la televisión y el cine, pero que, al menos, permitían escuchar lo que ocurría dentro de la sala, sin apabullar al interrogado con más de un poli apretándole las tuercas.
 Y lo que allí podía verse, era todo un espectáculo. Mudo, pero espectáculo al fin y al cabo.
  Allí estaba el nuevo, el inspector Ros, un tipo alto y espigado, de unos cuarenta años, recién llegado desde Murcia, y que, por lo que se comentaba por ahí, tenía mucho futuro en la profesión.
 Como el propio Arregui había podido constatar, se trataba de un hombre peculiar, afable, firme defensor de  los nuevos métodos de investigación, que había sido destinado a Madrid, tras destacar en su ciudad natal por haber conseguido esclarecer el intrincado caso del chico de la katana.
 Un chaval que, de buenas a primeras, se había lanzado a dar mandobles a diestro y siniestro por la capital levantina, siguiendo un complicado patrón. Y fue él el que se dio cuenta de que, en realidad, era una venganza contra las familias de todos aquellos compañeros de colegio que le habían hecho la vida imposible durante años. Una revancha ante un claro caso de lo que los expertos llaman bullying, un anglicismo con el que se designa algo que ha venido ocurriendo en el ámbito escolar desde el principio de los tiempos, el clásico panoli centro de todas las burlas. Pero en esta ocasión, el pringao no se había olvidado del tema y ese odio había ido aumentando y solidificándose como cubitos de hielo, hasta derivar en un macabro plan de venganza que estuvo a punto de tener éxito. De hecho, sólo tres de las ocho familias que el desequilibrado adolescente había situado en su punto de mira, habían conseguido salvar la vida. Y todo había sido gracias a Ros o, como él mismo  insistía en que le llamaran, Victor Ros IV.
 Y es que, según le había explicado a Arregui, Ros venía de una larga estirpe de brillantes policías, iniciada a finales del siglo XIX con el bisabuelo del murciano, una especie de Sherlock Holmes a la española, que había solucionado decenas de misterios aparentemente irresolubles y hasta sobrenaturales, empleando  el método hipotético-deductivo y las más avanzadas técnicas de la época.
 Y ahora, el bueno de Ros, inquieto por naturaleza, había decidido que, en sus horas libres, se  iba a dedicar a novelar, de la forma más amena y objetiva posible,  las increíbles aventuras de su bisabuelo, para publicarlas bajo el anodino e incomprensible pseudónimo de Jerónimo Tristante, a fin de que los lectores no pudieran pensar que lo allí escrito no eran más que las fantasías de un descendiente sin blanca, deseoso de ensalzar la figura de su excelso antepasado para hacer caja  .
Mientras Arregui hacía estas cavilaciones, la sala de interrogatorio se abrió, y unos oficiales arrastraron fuera al sospechoso, que parecía agotado, con la mandíbula casi desencajada y los ojos rojos de tanto llorar.
-No, por favor, no más- gritaba el esposado-. Ya he dicho todo lo que sabía.
Y tras él salió Ros diciendo:
-Vamo a terminá con er último testigo.
-¿De verdad crees que es necesario? Ya tenemos información más que suficiente para encontrar a los Medici.
-Sí, bueno. Pero éto é argo personá- y se volvió a introducir en la sala.
Instantes después, aparecieron otros dos oficiales, escoltando a un hombre  enjuto y bastante viejo, que no cesaba de proclamar a voz en grito:
-¡Voy a denunciaros por abuso de autoridad! ¡Conozco a mucha gente de arriba! ¿ o es que acaso se os ha olvidado con quién estáis hablando?
Y Arregui ya no pudo oír nada más, porque el pesado anciano había sido obligado a entrar en la insonorizada sala de interrogatorios.
Entonces, Arregui, inconscientemente, volvió sus ojos al panel lleno de monitores, donde pudo apreciar como Ros ya se encontraba sentado delante de una mesa de plástico, y el recién llegado tomaba asiento al otro lado. Y en pocos segundos, la boca del murciano se despegó para iniciar el interrogatorio.
Cinco minutos después, el pobre  anciano ya empezaba a presentar el mismo aspecto que todos los interrogados por Ros: mandíbula desencajada, brutales espasmos, que le hacían doblarse por la cintura, y unos enormes lagrimones  surcando sus arrugadas mejillas.
Para cualquier espectador que simplemente se encontrase con ese panorama, podría parecerle que los métodos de Ros eran cercanos a la tortura o, para ser más exactos, a la tortura china, porque como su compañero ya le había explicado, se trataba de una nueva técnica basada en la risoterapia extrema, que utilizaba un sin fin de chistes y bromas  que, junto al gracejo natural del murciano, lo hacían infalible.
Así es que poco extrañó a Arregui, que a los quince minutos de haber comenzado el proceso, de nuevo se abrieran las puertas de la sala y los oficiales salieran arrastrando al exánime y aún carcajeante anciano que iba canturreando entre dientes:
-Y cómo es el….y a qué dedica el tiempo libre….
Cuando el impasible inspector se dio la vuelta, se encontró, frente a frente, con el atípico interrogador, que salía triunfal y satisfecho.
-¿Y bien?
-Bueno, la verdá é que er gilipolla este, ha cantado tó lo que sabía….- dijo sonriendo irónicamente-. Esa puta cancioncilla…me traumatizó cuando todavía era un acho….
-Ya, si todavía seguía cantándola cuando salía…pero, ¿de verdad pensabas que te iba a revelar algo de utilidad?
-NO, pero era argo personá. Una venganza por ló malo’ rato’ que me hizo pasá er mú mamón- y sin más, desapareció por la puerta en dirección a la salida.
Y el siempre impávido Arregui, no pudo evitar una pequeña carcajada. Van a tener razón, pensó, este tío va a llegar muy lejos.  Y si no, siempre podrá hacerse humorista.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Se ha escrito un (micro) crimen (VII)

Nuestro particular séptimo  de caballería, no lo comanda el coronel Custer, sino Pablo Prados, el más benjamín de nuestros colaboradores, y, sin embargo, el más desarrollado (y espero que también único) de mis vástagos ilegítimos.(del rol que conste, que en la vida real soy un santo varón)
Tomen nota, señores, todavía no ha alcanzado la mayoría de edad, y ya escribe tal que así:


 Mila, aterrada, palpó buscando la linterna, pero una pila en su mano y su pulso, propio de una anciana aquejada de Parkinson, le hizo pensar que no tendría luz de nuevo. Por suerte Tomé seguía respirando a pesar de su inesperado y doloroso “encuentro” con el maestro de las letras,  lo cual la alivió.
No con poco esfuerzo, atinó a encender su cámara digital Olympus y hacer un par de fotos, sus pupilas, dilatadas por la oscuridad, parecieron esconderse ante los destellos del flash.
Con la respiración entrecortada y el corazón golpeando fuertemente contra su pecho se escondió detrás de lo que, tras el destello de la cámara, parecían unas estanterías…
Sin esperar un segundo, revisó sus dos últimas fotos: en la primera se apreciaba a Tomé en el suelo, con el busto de Cervantes de nuevo manchado de ese tono carmesí que a Mila tanto gustaba en la tinta de los libros antiguos pero que, ahora, no le parecía tan atractiva. En la segunda, una figura borrosa, producida por el amplio tiempo de exposición de la cámara.
 Los pasos y aquella canción ya no se oían por el camino que había dejado atrás, sino en los pisos superiores.


Continuará
¿Qué oscuras maquinaciones habrán llevado a nuestro escalofriante psico-cantante  a perdonar la vida de Mila?
¿Lo haría únicamente para que se pagase las cañas del viernes pasado?
¿Cuál será el infausto destino que aguarda a nuestra aguerrida heroína mileurista, una vez saldada la deuda?
¿Será pues nuestro anónimo asesino algún catalán pesetero que ha preferido dejarla con vida, a convidar al resto de miembros del Club a zumo de cebada?
¿Seguirá su ciberligue, navideño que es el chaval, dándole a la zambomba coreado por la potente y multiorgásmica voz de Lucía Lapiedra?
¿Estará Tomé echándole cuento al asunto, para ver si Mila hace de tripas corazón, y se anima a hacerle un boca a boca?
Quizá nunca lo sepamos, o tal vez, el domingo que viene. No lo sabrás, si no lo lees.…

sábado, 18 de diciembre de 2010

TRISTANTE VIRTUALMENTE EN CUENCA

Por Luis Ángel Clemente.

Una de las sesiones que, sin duda,  siempre se recordará mientras se acuerden de ella los miembros que asistieron al taller de “Las Casas Ahorcadas” en el balcón colgante de la biblioteca “Fermín Caballero” de Cuenca, será la que acaeció el dieciséis de diciembre del año en curso. Sucedió allí algo fuera de lo normal. Jerónimo Tristante se sinceró con una pasmosa elocuencia o, más bien, habría que decir que se volvió del revés.
Es preciso apuntar que el día anterior los Príncipes de Asturias acababan de inaugurar el apeadero junto a uno de los márgenes de la vía del AVE por el que podrán bajarse en Cuenca viajeros de tierras lejanas. Pero la voz de Jero no llegó por medio de la alta velocidad. En verdad, todo fue más sencillo. La comunicación se inició gracias a un simple ordenador y una aplicación que trasladó su voz desde Murcia hasta Cuenca.

Al interesarse “la basca” por “El caso de la Viuda Negra”, ese que destapara hace casi siglo y medio Demóstenes López (sepulturero del Foro), Tristante se desmelenó  (su voz, envuelta en un aire socarrón, aparecía entre seria y docta), y como si fuese un depurado forense relató con pelos y señales algunos envenenamientos célebres. Al poco se empalmó la hebra con Víctor Ros, con doña Clara (la esposa sufragista), con la Marquesa de la Entrada (marquesa de bragueta) y con Alfredo Blázquez; pero, también se habló de Córdoba, de Madrid, de Leningrado y de ciertos artificios literarios que el murciano confesó.

Más adelante, este profesor de Biología daba cuenta de nuevos protagonistas en otros títulos de su obra. Así narró cómo un comunista se alistó a la División Azul (“El rojo en el azul”), de cómo un poli desarraigao le pegaba al Licor 43 (“1969”), y de cómo don Armando instruyó en el arte de la ciencia forense a un malandrín del barrio de La Latina para, más tarde,  convertirlo en el inspector Don Víctor Ros (“El misterio de la Casa Aranda). Y cuando transcurría algo más de una hora, concluyó diciendo que para mediados del próximo año, en la Feria del Libro de Madrid, presentará su último trabajo, una novela que desarrollará una trama alrededor del Valle de los Caídos, un asunto que a su parecer no es, ni cómo lo pintan unos, ni como lo hacen los otros.  “todos sabemos que eso fue así”, dijo el escritor. Pero parecía que, a tenor del mutismo del cónclave,  nadie lo sabía y, lo que es peor aún, que ninguno de los allí presentes intentó elucubrar al respecto porque, con toda seguridad, había muchas posibilidades de equivocarse. En definitiva: todo muy bien, todo muy auténtico.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Encuentro telemático con Jerónimo Tristante



Pese a que, por falta de tiempo, nos hemos visto forzados a pedirle a Baltasar, el más aficionado a nuestro género de entre sus majestades de Oriente, que nos traiga a Joe Álamo en Enero, Papá Noel, menos autóctono, pero muy generoso él, nos va a brindar la oportunidad de charlar con Jerónimo Tristante, creador de Víctor Ros, trasunto español del detective consultor de Baker Street, para comentar, Skype mediante, el caso de la viuda negra, segunda entrega de la serie, que actualmente andamos leyendo.
De modo que, a ver si los negritos son buenos, y me hacen los deberes para el viernes, que si no, me chivaré a Baltasar, y os va a traer más carbón que a Antonio Molina y el abuelo de Víctor Manuel juntos.
A propósito, Mila me ha confesado estar dispuesta a tirar la casa por la ventana e invitar a beber a todo bicho viviente después de la sesión.
El que calla, o no comenta, otorga.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Se ha escrito un (micro) crimen (VI)


Hoy estamos de enhorabuena, pues otro insensa… digo  autor invitado, se ha ofrecido a colaborar con nuestra micronovela 2.0.
¿Quién será, será?
Tendréis que esperar a los créditos del capítulo para saberlo.


— ¡Rediós! —exclamó Tomé, agarrándose al brazo de Mila—, ¡parece que estén desollando a alguien!
            Mila no pudo evitar arrimarse a Tomé, aunque este rezumara un tufillo corporal nada seductor. El grito ascendió a alarido y se prolongó durante varios segundos, hasta culminar en un breve soniquete gutural que dio paso al silencio.
 Tanto Mila como Tomé sintieron entonces el repique agitado y trepidante de sus corazones en los oídos y una vocecita interna que les decía que salieran cagando leches, antes de que lo hiciera su acompañante.
            — ¿Qué ha sido eso? —musitó finalmente Tomé, que  No echaba a correr porque no tenía claro hacia dónde.
            —El timbre de la puerta —respondió Mila, algo más serena, una vez  cesó el grito.
 Tenía que largarse de allí como fuera. Se desprendió de Tomé, que seguía aferrado a su brazo.
            — ¡Hostia, no jodas! —Exclamó él, aliviado— ¿Y de quién fue la idea de poner un timbre así…? —se detuvo al observar la expresión de Mila.
            — ¿Tú eres tonto, o qué? —Le espetó ella con expresión incrédula—. Joder, Yo sabía que los del club erais un hatajo de friquis, pero no que fuerais también unos capullos. No sé qué más me puede pasar ya.
            Entonces se oyó un silbido, algo pasó rozándole la cabeza a Mila y golpeó a Tomé. Este cayó cuán largo era, y con una brecha del tamaño de una zanja en la frente.
 A Mila se le cayó la linterna al suelo y se quedó a oscuras. Alguien comenzó a cantar:
 Tengo una muñeca vestida de azul…,
Alguien que se acercaba a ella.

Absolutamente escalofriante, ¿no os parece?
 Una muestra fehaciente de las que, a mi juicio, son las principales bazas de un relato colectivo por entregas: los continuos e inesperados giros en el argumento, y la sorprendente diversidad estilística que rezuman.
Y, en aras de no romper la sobrecogedora atmósfera que ha creado mi querido Joe Álamo, que además tuvo a bien sacarnos en su blog hace unos días, no diré nada más.
Pero vosotros sí.
Y aquí os espero.
P.D. Muchas gracias Joe, nos vemos por las casas ahorcadas después de Navidad.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

¡Joe, Joe, Joe, Feliz Navidad ¡

No temáis, sogamigos, como en el centro psiquiátrico desde el que tecleo me tienen terminantemente prohibido ver la televisión, y, más por fortuna que por desgracia, las infernales huestes del ejército consumista aún no han establecido en Cuenca su cuartel general (Corte Inglés creo que lo llaman, para despistar a los incautos), no pienso lobotomizaros haciendo un sentido alegato a favor del espíritu navideño, la infinita bondad de Santa Claus, ni el respeto a la homosexualidad del mariquita de su reno, colándoos de paso mensajes subliminales de Always Coca-Cola, ¡antes muerto!
 Mi humilde e igualmente malévolo propósito, consiste  en presentar a la sociedad criminal que suele visitar esta bitácora, a Mister álamo, Joe álamo.
Un tipo, sospechoso donde los haya, que  se declara culpable, jactándose además ante el jurado de haberlos cometido con premeditación y alevosía, de ser la mente maestra que se ocultaba tras no uno, sino dos  diabólicos planes para conquistar el mundo editorial.


-¡Y sin pueriles chupasangres invertidos, ni hacerme el muerto!-aseguran que vociferaba machacona e incansablemente durante el juicio.
El primero, “El enviado” (Grupo Editorial AJEC, 2007), se trata  de un fascinante libro de cuentos magistralmente escrito  y maquiavélica, milimétricamente planificado para atrapar al lector, de tal forma que su mente encaje las piezas que ofrecen los relatos, acabando por  entretejer una incomparable y originalísima cuentovela, a  medio camino entre la fantasía oscura y el terror urbano.
La segunda, por su parte, responde al contundente título de  “Penitencia” (Grupo Editorial AJEC 2010), y que  supone su primera, y doy fe de que además no será la última, incursión en el género que nos ocupa. No en vano, estamos ante un atípico thriller sobrenatural que bebe directamente del Noir, pero aunando elementos fantásticos   y una ambientación tan oscura como “Seven”, el genial largometraje de David Fincher, e incluso pinceladas de “El Sexto Sentido”.
Ni que decir tiene, sogamigos, que el susodicho lleva tres años de condena….y los que le quedan.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Se ha escrito un (micro) crimen (V)

A ver, deja que recuerde, tenemos a Mila tan compuesta y sin novio  como siempre (aunque con posibilidad de tener más rollos que los mamarrachos de Hombres, Mujeres y Viceversa), a un algo garrulo aspirante a investigador de provincias (y a conquistador de becarias), al horrendo y ultrafricardo ciberligue de nuestra bibliotecaria favorita…. ¿pero dónde demonios se ha metido el cadáver  que dio pie a esta peculiar micronovela Noir 2.0?
Ni idea, oiga.
Así pues, y tras percatarme de su sospechosa forma de actuar durante la última reunión del Club, deduje  que  Lourdes Gómez Romero andaba metida en el ajo, por lo que seguramente sabría más, mucho más, sobre la misteriosa e inexplicable desaparición de nuestra muerta, de modo  que  me decidí a poner toda la carne en el asador, y persuadirla enviando al más contundente  de mis hombres de confianza, “el oso del escudo de Madrid” Muñiz, para sonsacarle todo lo que sabía.
Y creedme, sogamigos, su sensacional e hilarante declaración no os defraudará.


 -¿Como que ni rastro?, pero ¿has mirado bien todos los aseos?
. Mila empezaba a pensar que los opositores de Cuenca  no eran como los becarios de Bones  y los investigadores del CSI. Se empezaba a arrepentir de haber vuelto (¿quien diablos le mandaría meterse en este fregado?, ¡y además con Tomé!).
         Siguió mirándole fijamente, mientras le señalaba con el dedo:
- Los muertos sólo desaparecen en las novelas, en las pelis malas y en alguna que otra morgue. ¿Acaso crees que la muerta se ha levantado solita,  ha limpiado la sangre, ha recogido el busto de Cervantes, ha ordenado  los libros y  después  se ha largado a tomar cañas?
Según hablaba Mila, ambos cayeron en la cuenta de una cosa muy evidente (no hay cosa más instructiva que el club de novela negra, y las películas policíacas): si el cadáver no estaba…. ¿quien se lo había llevado?
Y sobre todo ¿dónde estaba el que se lo había llevado?
Rápidamente, Mila empezó a temblar, y Tomé se quedó con las ganas de hacerlo (no porque fuera a ser  subinspector, sino porque ¡había ligado!).

         Tomé, que recordaba el caso práctico de los últimos exámenes que había suspendido, dijo:
- Empezaremos la búsqueda en los servicios de hombres.
Cuando abrían la puerta para inspeccionarlos, se oyó un ruido débil, tal vez un libro que caía en la sección de préstamos. Se miraron sobresaltados, dudaron un segundo y bajaron las escaleras, sorprendiéndose ellos mismos de su valor y de su inconsciencia.
         Antes de llegar a la puerta, encontraron el libro de Millenium cubierto de sangre. La empujaron sigilosamente, y allí, iluminado por las luces piloto, sentado en la silla tras el mostrador de préstamos, estaba el busto de Cervantes. Alguien lo había limpiado, pero ¿quién?
Se escuchó un grito….


Continuará…
¿Será capaz nuestro intrépido Tomé de arrimarle las alcatracas a la inocente Mila?
¿Por qué carajo han bajado el busto de Cervantes a la zona de préstamos, pudiendo haberlo dejado limpico y en su sitio?
¿Se irá la luz, como mandan los cánones, al poco de escucharse el alarido?
¿Quién emitió el berrido si supuestamente la Casa de la Cultura estaba cerrada a cal y canto a esas horas de la noche?
¿En qué oscura e insana página porno andará metido el ciberligue de Mila mientras su Dulcinea de la Roda está en peligro mortal?


Probablemente, jamás nos enteremos ni de la mitad de las respuestas a tan enigmáticos y bizarros interrogantes, pero, con toda seguridad, la próxima entrega de nuestro microcrimen va a resultar apasionante.
¡No os la perdáis! y, por favor, echadle una soga al autor de  nuestra próxima entrega dejando vuestros comentarios.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Also starring: José Luis Victoria

 Un autor que tiene el dudoso placer de haber sido el primer insensato a quien presenté una novela, y el aún más de contarse entre mis amistades, por no hablar  de que forma parte del aún reducido, si bien inquietantemente creciente, grupo de escritores preocupantemente inocentes y masoquistas que, pese a temer muy mucho mis críticas, me mandan sus manuscritos para que, y cito palabras del propio Victoria, “los crucifique” ¡Pobres criaturicas del Señor! Que Dios los perdone y tenga en su gloria por siempre, que no saben lo que hacen.
Y al incauto  que me esté leyendo, por favor, le ruego encarecidamente llame a emergencias que lo de este hombre no es normal, necesita ayuda de un profesional cualificado, y yo, con lo ceñida que llevo hoy  la camisa de fuerza, no me las apaño bien para marcar con el arcaico teléfono de la planta psiquiátrica desde la que tecleo. Si tan siquiera contase con botones, podría marcarlo con la nariz…como  esta entrada.
Pero si, en vez de un aburrido internauta o un esquizofrénico sin medicar, se trata de un editor, profesional del que os hablaba, no vayáis a pensar mal, el que ha llegado hasta aquí, sin cerrar antes la ventana tras haberse dado cuenta  de que esta  no es la página sobre casas rurales en Cuenca que buscaba, no lo dudes. No te  lo pienses dos veces. Ponte en contacto con José Luis, que acaba de terminarla y todavía no la ha vendido.
 Luego no me vengas con lágrimas de cocodrilo, y diciendo que no te avisé.