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martes, 23 de diciembre de 2014

SALEM HECHIZA CUENCA


 
Cualquiera que haya organizado un acto cultural, sabe que lleva mucho trabajo, y sobre todo, muchísima planificación.
Pero ninguno hasta la fecha (y ya van unos cuantos) ha precisado de tanta planificación como el de Carlos Salem.
No en vano, desde que allá por octubre de 2010,  este por aquel entonces recién nacido club de lectura fuera bautizado por el argentino, su visita siempre fue tan prioritaria como imposible, porque entre novias literales y literarias, presentaciones firmadas y por confirmar, bolos prometidos y comprometidos, ha sido casi tan complicado que pase por la biblioteca como por la vicaría.
Hasta que este año, en una de esas nigérrimas noches gijonesas, acordamos que finalmente vendría el 19 de diciembre…. ¡y aún estábamos a principios de julio!
Es lo que tienen las estrellas…. Que están más solicitadas que los Planetas.
Y pasaron las semanas y los meses, las lecturas y las reuniones, los paquetes de tabaco y los sustos hospitalarios, los correos al autor y las llamadas al amigo, los pedidos a editorial y los repartos a domicilio, hasta que llegó el viernes pasado, el viernes señalado.
Mucho trabajo, sí, pero también mucha satisfacción, por tener el privilegio de escuchar al maestro (no conozco a nadie que hable tanto sin repetirse, que diga tanto y siga teniendo tanto que decir), hablar de lo divino y lo humano, del pasado y el futuro, de novelas escritas y por escribir, de amigos y enemigos, de sus proyectos y los míos.
Y así durante horas y horas, de la tarde a la mañana, durante la comida y la presentación, la cena y el desayuno.
Y es que es imposible no caer rendido ante el embrujo de Salem.
Especialmente si, como la inolvidable noche del viernes, el maestro toma el micro y recita sus conjuros de amor y sexo, palabras tan mágicas que es inevitable quedar encantado.
Entonces, sólo entonces, entiendes porqué tantas princesas rosas suspiran por un pase privado con el brujo negro.
Que tiemblen Potter y Rowling, porque la magia de Salem amenaza con hechizar el mundo.
 Como Cuenca, el viernes pasado.
Por algún sitio había que empezar.

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