Por
(asturi) Ana Quiros.
Un año más, Oviedo se
engalana para recibir a la flor y nata de la cultura mundial: científicos,
humanistas, deportistas, escritores.... Más allá de las opiniones contrarias,
políticas todas ellas, de los estilismos que lucen los invitados al evento,
unos más afortunados que otros, que no vienen al caso, quedémonos con la
importancia del mayor evento cultural que alberga esta bonita ciudad asturiana.
Después de los Nobel, los Premios Príncipe
(ahora ya Princesa) de Asturias, son los de mayor importancia. Un
reconocimiento a los destacados de cada año en diferentes facetas, Mujeres y
hombres
que, en definitiva, hacen avanzar el mundo y disfrutar de él.
Y.....claro, hay que ponerse a la altura.
De entrada, el concierto de música en el Auditorio, un auténtico lujo para los sentidos, creo que, en cualquier edición, haría amar la música al más neófito.
Desde días antes se
embellece la ciudad, flores nuevas en los parterres, recorte de ramas secas en
los árboles y....... (esto nos encanta comentarlo a los ovetenses) limpieza de
las estatuas. Las limpian, las pulen y les dan esplendor. Nunca lucen tanto
como estos días. Hay muchas y muy variadas, es un recorrido obligado y sorprendentemente placentero para cualquier
visitante. Pero las más mundialmente famosas, justo al lado del Teatro
Campoamor, sede de la entrega de los Premios, son "la gorda" ("La
Maternidad" de Botero) y el "culo" (Culis Monumentalibus de
Urculo). Y es que los asturianos somos muy dados a ponerle mote a todo, es una manera
de hacerlo muy nuestro.
Volviendo a lo que
procede en este blog, reseñar que los dos últimos premios de las letras han
sido para autores muy dispares de novela negra, John Banville en 2014 y
Leonardo Padura en 2015. No cabe duda que nuestra afición común está en auge,
¡a disfrutarla!
Cuando aquella mañana Mario
Conde, comprador de libros viejos, se adentró en aquella casona de estructura
definitivamente decrépita, que antes fue un
lujoso aristocrático edificio con trazado neoclásico, y descubrió la impresionante biblioteca que a
lo largo de los años había atesorado D.
Alcides Montes de Oca y que habían conservado con veneración los hermanos
Ferreros, Dionisio y Amalia, cumpliendo la imposición de su anciana y moribunda
madre, Nemesia, se adentró también en un viaje en el tiempo.
Siguiendo una premonición,
al encontrar dentro de un libro de cocina un artículo de un periódico de 1959, relatando la
retirada de Violeta del Río en el momento cumbre de su carrera artística,
decide descubrir quién era esa cantante de la que hoy no queda ningún recuerdo.
La novela se desarrolla en
dos planos temporales, el del presente la Cuba del siglo XXI, y el del pasado,
años cincuenta, donde tuvo lugar la
historia de Violeta.
Se trata de momentos históricos muy diferentes, que
diseñan dos escenarios distintos de la Habana.
Por un lado retrocedemos al espacio perteneciente a la época de la
dictadura de Batista, que está constelado de delincuencia organizada, de
gánsteres y de policías corruptos, incluido el mismo dictador. Por el otro, el
de la Habana actual donde la
delincuencia, también organizada sigue presente en todos los niveles. Pero
mientras en la evocación de la ciudad en los años cincuenta aparece un mundo
mítico de música y juerga nocturna, de cabarés fluorescentes y amores
pasionales, en las descripciones de la ciudad del presente se advierten
prepotentemente la miseria y el sufrimiento diario de una generación que aún
está pagando por haber cargado con una serie de dolorosas y amargas
responsabilidades históricas, y el
desencanto de los ideales de la revolución.
En el presente, año 2003,
nos cuenta la actividad del ex policía metido a vendedor de libros antiguos,
que comparte con sus amigos los placeres olvidados de comidas exquisitas que el
dinero conseguido con la venta de los libros le permiten, y la investigación en
la que se tiene que involucrar para defenderse de la acusación de un delito de
asesinato en el que aparecen él y su socio Yoyi como principales sospechosos.
En el tiempo pasado Conde
trata de investigar la desaparición de la más sensacional bolerista cuya voz enamoraba a los hombres, y a cuyo
hechizo también sucumbió el padre de Conde.
Pero este pasado Padura no trata de recuperarlo
para descubrir los sucesos delictivos que van a acontecer en el tiempo presente
y sólo al final revelará sus conexiones con la muerte de Violeta en el pasado.
Las dos historias – contadas desde dos
diversos tiempos y ambientadas en dos épocas diferentes, que diseñan dos
distintas formas de vivir – ponen netamente de relieve la bipartición de la organización
narrativa. El autor conscientemente sitúa ambas historias dentro de la
narración al mismo nivel.
Narración contada en tercera
persona introduce en determinados momentos la utilización del yo pero como una
narración de segundo grado que se abre en la principal, e inserta en la novela
la forma epistolar, usando también
la primera persona para a través de unas
cartas que se encuentran en los libros descubrir toda la trama de la historia
de Violeta y de la familia Ferreros.
En La neblina del ayer, al igual que en sus otras novelas, Padura
Fuentes hace reflexionar al lector sobre los problemas del hombre cubano, con
una serie de consideraciones en torno a la situación problemática de la Isla.
Su denuncia es inclemente, pero no destructiva, lo que analiza es el desengaño que se origina por una democracia
siempre esperada, pero nunca alcanzada, por el permanente estado de crisis que
acarrea hambre y privaciones, que es lo que hace perder la confianza en las instituciones,
el cubano ya no cree en el “hombre nuevo” de la revolución como se refleja en
las discusiones que mantienen Conde y su socio Yoyi.
La
neblina del ayer, es una historia sin
malos, contada por Padura con una prosa exquisita, un lenguaje preciso que no
pierde calidad cuando introduce, sin abuso,
localismos cubanos que encajan en perfecta simbiosis y… de fondo el
ritmo del bolero.
Y para terminar, el video de Olga Guillot "Vete de mí" que da nombre a la primera parte del libro que hemos comentado.
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