(Imagen de la Tribuna de Cuenca)
Marcelo Luján
nació en Buenos Aires en 1973, pero vive en Madrid desde 2001, donde ha trabajado
como periodista y coordinador de talleres literarios.
Sus primeros libros
fueron colecciones de relatos galardonadas por toda nuestra geografía: Flores
para Irene, premio Santa Cruz de Tenerife 2003. En algún cielo, premio
narrativa Ciudad de Alcalá 2006, y El desvío, premio Kutxa Ciudad de San Sebastián 2007.
No obstante, tu cuento más premiado por la
crítica femenina es tu acento porteño después de quince años en el Foro,
¿Cuántos sujetadores has conseguido con esa historia? ¿Has pensado en organizar
un taller de cuento para pagafantas?
(risas)
Esto que dices no es verdad y si lo fuera, hay muchos porteños sueltos por
España como para que ese tipo de éxito caiga sobre mí. En cualquier caso,
prefiero la ficción, quiero decir: que sea la ficción la que determine ciertos
aspectos personales.
(risas) Lo cierto es que nunca tuve la
intención de decantarme por un género en particular. Tengo como verdad que lo
más importante a la hora de contar es la propia historia, y que es ella quién
determina el escenario, los personajes, y el modo en que éstos interactúan. En
La mala espera (le he comentado varias veces) quise contar una historia urbana
en el Madrid actual, me interesaba la inmigración moderna en la Europa moderna,
y hasta dónde puede llegar un inmigrante para alcanzar el objetivo que vino a
buscar. Quise escribir una novela urbana y me salió negra y fue esa casualidad
la que puso de manifiesto que lo negro, lo oscuro, la oscuridad y la maldad del
ser humano eran los aspectos que más me interesaban para desarrollar la
ficción.
Centrémonos ya en
Subsuelo, aunque se trata de una novela difícil de presentar sin destriparla,
¿cómo resumirías tu libro sin causar demasiada escabechina argumental?
Subsuelo es una historia sobre el mal,
sobre la oscuridad y sobre el dolor que podemos llegar a causar las personas. En
este caso la psicología del daño está planteada dentro de seno familiar, que es
la primera institución y el primer eslabón del desarrollo humano. Me pareció
interesante investigar hasta qué punto, los padres, tenemos control sobre
nuestros hijos adolescentes, qué creemos saber de ellos, qué nos ocultan, qué
los motiva, y cuáles son sus miedos.
En esta
historia, hay dos protagonistas indiscutibles: los mellizos. Dos mellizos que
no podrían ser más distintos: Eva y Fabián. Eva es una chica con un cuerpo para
el pecado y una forma de ser algo lolita, y Fabián un psicópata de rasgos
arios, ¿por qué dos mellizos, si son tan distintos? ¿Y por qué de esas edades?
Quería que fuesen hermanos y,
especialmente, chica y chico (por muchas razones que la historia necesitaba). La
adolescencia es una etapa literariamente muy rica. Y son, en efecto, distintos,
física y psíquicamente. Aunque algo misterioso los une y dispersa, bastante,
aquella creencia de la disparidad. Inocular una gota de veneno en estos dos
jóvenes, inexpertos e impacientes, sería el mejor modo de ver su interior más
oculto.
La relación entre
los mellizos es realmente compleja y oscura, con más odio que amor fraternal
desde la cuna, y toda clase de abusos físicos e incluso sexuales, que me han
hecho percatarme de que el incesto es más común en la crónica negra que en la
ficción, al menos hasta donde sé, ¿crees
que es un tabú literario?
Dudo que, en los tiempos que vivimos, en
esta sociedad enferma y desquiciada, exista ningún tabú. Y si no los tiene la
sociedad, tampoco lo tiene la literatura que genera esa sociedad. En el caso de
Subsuelo, los abusos sexuales que Fabián comete con Eva funcionan e incrementan
la dominación, el poder de uno sobre el otro. Aun siendo ellos adolescentes no
es sexo simple y llanamente sino una demostración más de la maldad y del
sometimiento que el hermano ejerce sobre la hermana.
Además de Eva y
Fabián, hay una protagonista secundaria: Mabel, su madre. Una argentina que
huyó del país durante la dictadura, pero que aún recuerda con nostalgia y amargura
aquellos tiempos, ¿por qué no diste más cancha a este personaje y este tema?
¿Qué recuerdas de esos días?
Yo era un niño cuando sucedió aquella noche
negra en Argentina. Pero su manto de terror y la presencia de los militares
genocidas y de los civiles colaboracionistas quedaron impregnados en la
sociedad durante décadas. De hecho, tuve compañeros de facultad que eran hijos
de desaparecidos. No sé si alguna vez se podrá superar semejante barbarie,
supongo que no. Y con respecto a la primera pregunta, ni el personaje de Mabel
ni su pasado requerían más espacio narrativo que el que les di: la historia de
Subsuelo no lo necesitaba. Sin embargo, era imprescindible ese pasado en la
madre de los mellizos para que funcionaran otros engranajes.
Vamos con un
reto: psicoanalizar a un argentino.
La mala
espera, protagonizada por un argentino recién
llegado en Madrid, en Moravia con ese bandoneonista que regresa tras haber
triunfado en Estados Unidos, y en Subsuelo, en que ya hemos visto que se toca
tangencialmente la dictadura, ¿es el exilio de la Argentina una constante
consciente o inconsciente de tu narrativa?
Es totalmente consciente pero no se trata
del exilio como elemento nostálgico sino como problema. El inmigrante es la
clave. Argentina es un país hecho por masas de inmigrantes (sobre todo en la
Cuenca del Plata). Se trata, para mí, de un movimiento humano demasiado
importante, en lo personal, en lo familiar, y en lo sociocultural. Tiene mucha
fuerza incluso en la no-ficción. Me resulta cercano y fundamental para entender
Argentina.
Aunque haya
algunos temas comunes, el estilo, tu estilo ha cambiado mucho en estos seis años.
La primera
persona de La mala espera, se convirtió en una tercera con ecos de realismo
mágico en Moravia, y en esta, se aprecia un gran cambio, con una primera parte muy
lírica y el resto muy sintética y experimental, ¿a qué obedece estas
diferencias, a las pulsiones del yo autor, del ello lector o al superyó de la
historia?
(risas) Dejemos a Freud por un momento.
Cada historia que quiero contar tiene un escenario propio (en estos casos
totalmente diferente), unos personajes singulares, una atmósfera exclusiva.
Nunca podrían haber sido ni siquiera parecidas. Ni siquiera en el tratamiento
de la historia. Porque lo más importante (siempre) es la historia que queremos
contar. Y debe ser ella la que se imponga, la que marque los ritmos. Las
decisiones narrativas son el corazón de lo que uno empieza a contar.
Por cierto del
estilo, a mi juicio el mayor punto fuerte de la novela, algo que cabe destacar
es la estructura tanto de la obra en su conjunto como de cada capítulo. De la
obra, porque empieza en el accidente, luego viaja dos años al futuro, para
luego volver al accidente y por último regresar de nuevo al presente.
Ahora, lo más
llamativo es cómo ese vaivén también está presente en cada capítulo, cuando el
narrador adelanta acontecimientos e introduce hechos pasados durante la
narración en presente, ¿qué pretendías con un recurso tan arriesgado?
Entendí que ese era el modo de contar la
historia de Subsuelo. Sí fueron decisiones arriesgadas y lo supe desde la
primera línea. Pero ese era el mejor modo de contar. La novela sucede en un
escenario muy acotado, sin interacción urbana, y con pocos personajes.
Necesitaba un narrador activo, un narrador que tuviese una relación diferente
con el lector. Y en una tercera omnisciente eso no es fácil de conseguir porque
es una visión superestructural y siempre alejada. Algo parecido ocurre con la
estructura de esta novela, donde además de esos dos veranos, los capítulos
contienen varios recursos narrativos que, de utilizarlos incorrectamente, el
texto se vuelve incompresible. Pero decidí correr el riesgo y trabajar para
utilizarlos del mejor modo, del modo correcto. También con este elemento
escenario y personajes cobrar otra intensidad. Y ese era el objetivo.
Prácticamente
toda la novela transcurre en un chalet
en medio del campo. Un chalet para burgueses, con piscina, jardín y esas cosas.
Un chalet aparentemente idílico, pero que por debajo, en el subsuelo, está
infestado de hormigas, ¿es el hormiguero una metáfora del lado oculto de la
clase media?
Sí, por supuesto. En este caso le tocó a la
clase media burguesa pero no tengo ninguna duda de que debajo de nosotros,
debajo de todas las cosas y de todas las mujeres y de todos los hombres, está
lo que se oculta, lo que no debe salir a la luz, lo que nos avergüenza y
también impide que seamos completamente felices. Ese es el subsuelo: un inmenso
e inaccesible hormiguero que opera como una cárcel.
Dejando a un
lado Subsuelo, ¿qué está escribiendo ahora mismo Marcelo Luján? ¿Habrá que
esperar otros tres años para leerlo?
Probablemente (risas). La verdad es que no
me pongo tiempos a la hora de escribir novelas, de modo que no lo sé porque
todavía estoy pensando qué y cómo quiero contarlo.
Por último, tú
que conoces mejor la literatura de tu país, ¿cuáles son para ti los cinco criminales
literarios más buscados de la Argentina actual?
Leonardo Oyola, Claudia Piñeiro, Guillermo
Orsi, Raúl Argemí y Gabriela Cabezón Cámara
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