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martes, 22 de agosto de 2023

Vuelve el rey de la novela negra euskandinava

 


El ladrón de rostros, de Ibon Martín

Por Almudena Torrijos .

Conforme he ido leyendo libros de Ibon Martín me he ido entusiasmando más con la trama, los escenarios, la atmósfera, los personajes y, cómo no, con la narrativa y la intriga que destila por  sus páginas.

El ladrón de rostros se desarrolla en Euskadi. En Guipúzcoa, en Oñati. La descripción del paisaje te impulsa a querer conocer aquella zona, te invita a viajar y desear recorrer cada uno de los lugares.

La novela arranca en el principio del final de la pandemia. Esos momentos en los que las mascarillas, las restricciones y los perímetros se iban haciendo cuesta arriba. En esos días, también la maldad coexiste con la enfermedad, y es ahí donde encontraremos nuevamente a la UHI (Unidad de Homicidios de Impacto). Si leíste novelas anteriores te reencontrarás con Ane Cestero, Madrazo y Julia, y otros personajes, sino los conoces, este es un buen momento.

En un pueblo tranquilo, donde las tradiciones conviven con la actualidad política, las costumbres con los “instagramer”, lo cotidiano con lo excepcional, aparece el cadáver de una mujer, mutilado y en un escenario de práctica de rituales para la fertilidad. Arranca la novela en un lugar idílico y ancestral que llenará de horror un salvaje crimen.

Y si son importantes los escenarios de la novela, tanto o más serán las tradiciones, mitos y leyendas del Valle de Araotz. Porque las tradiciones tienen tanto que aportar como el propio ritual del asesino, al que podemos oír pensar en primera persona, y al que hábilmente Ibon ha dado voz, pero al que desconocemos casi hasta el final.

Descubrir a un asesino en el momento en el que las ciudades siguen “perimetradas” por una pandemia es casi tan arduo como poder entender la convivencia de religiosos tradicionales, prácticas ancestrales y creencias de los que buscan nuevas identidades espirituales. En medio de monasterios, pueblos, pastos, cuevas y centros de retiro yogis sospechar de todos es sencillo, y algunos personajes se hacen dignos de sospecha. También la atmósfera, si se pudiera atrapar, resultaría sospechosa: el pantano, las umbrías, los bosques y todos los parajes parecen acompañar este hilo de misterio y el rezo.

La delirante voz del asesino se entremezcla con un narrador omnisciente que aporta pinceladas para que todo resulte creíble y real.

Otra cuestión mas, y nada baladí para los que amamos la lectura en papel:  el aspecto del libro, la cubierta con la simulación de la lluvia y las gotas en el lago, la imagen externa, el mapa de las solapas y la imagen de la “argizaiola” me han atrapado.

Leer esta novela es adictivo, la conjunción de narradores da buen resultado, la descripción de los parajes invitan a pasearlo, la trama es interesante, las descripciones de los escenarios de los crímenes son impactantes y detallados y el final es redondo.

El cameo de personajes de otro escritor vasco resulta sorprendente e ingenioso. Y ahora sabiendo ya quien es el asesino y estando el Valle más tranquilo,  deseo subir allí  y visitar la cueva de Sandailim,  la basílica de Arantzazu, Oñati… pero sobre todo tengo ganas de tener una “argizaiola” y conocer más ritos de este país.


1 comentario:

firestarterqnk dijo...

Enhorabuena por la reseña. El libro, qué voy a decir, incondicional de Ibon