El ladrón de
rostros, de Ibon Martín
Por Almudena
Torrijos .
Conforme he ido leyendo libros de Ibon Martín me he
ido entusiasmando más con la trama, los escenarios, la atmósfera, los
personajes y, cómo no, con la narrativa y la intriga que destila por sus páginas.
El ladrón de
rostros se desarrolla en
Euskadi. En Guipúzcoa, en Oñati. La descripción del paisaje te impulsa a querer
conocer aquella zona, te invita a viajar y desear recorrer cada uno de los
lugares.
La novela arranca en el principio del final de la
pandemia. Esos momentos en los que las mascarillas, las restricciones y los
perímetros se iban haciendo cuesta arriba. En esos días, también la maldad
coexiste con la enfermedad, y es ahí donde encontraremos nuevamente a la UHI
(Unidad de Homicidios de Impacto). Si leíste novelas anteriores te
reencontrarás con Ane Cestero, Madrazo y Julia, y otros personajes, sino los conoces,
este es un buen momento.
En un pueblo tranquilo, donde las tradiciones
conviven con la actualidad política, las costumbres con los “instagramer”, lo
cotidiano con lo excepcional, aparece el cadáver de una mujer, mutilado y en un
escenario de práctica de rituales para la fertilidad. Arranca la novela en un
lugar idílico y ancestral que llenará de horror un salvaje crimen.
Y si son importantes los escenarios de la novela,
tanto o más serán las tradiciones, mitos y leyendas del Valle de Araotz. Porque
las tradiciones tienen tanto que aportar como el propio ritual del asesino, al
que podemos oír pensar en primera persona, y al que hábilmente Ibon ha dado voz,
pero al que desconocemos casi hasta el final.
Descubrir a un asesino en el momento en el que las
ciudades siguen “perimetradas” por una pandemia es casi tan arduo como poder
entender la convivencia de religiosos tradicionales, prácticas ancestrales y
creencias de los que buscan nuevas identidades espirituales. En medio de
monasterios, pueblos, pastos, cuevas y centros de retiro yogis sospechar de todos
es sencillo, y algunos personajes se hacen dignos de sospecha. También la
atmósfera, si se pudiera atrapar, resultaría sospechosa: el pantano, las
umbrías, los bosques y todos los parajes parecen acompañar este hilo de
misterio y el rezo.
La delirante voz del asesino se entremezcla con un
narrador omnisciente que aporta pinceladas para que todo resulte creíble y
real.
Otra cuestión mas, y nada baladí para los que amamos
la lectura en papel: el aspecto del
libro, la cubierta con la simulación de la lluvia y las gotas en el lago, la
imagen externa, el mapa de las solapas y la imagen de la “argizaiola” me han
atrapado.
Leer esta novela es adictivo, la conjunción de
narradores da buen resultado, la descripción de los parajes invitan a pasearlo,
la trama es interesante, las descripciones de los escenarios de los crímenes
son impactantes y detallados y el final es redondo.
El cameo de personajes de otro escritor vasco
resulta sorprendente e ingenioso. Y ahora sabiendo ya quien es el asesino y
estando el Valle más tranquilo, deseo
subir allí y visitar la cueva de
Sandailim, la basílica de Arantzazu,
Oñati… pero sobre todo tengo ganas de tener una “argizaiola” y conocer más
ritos de este país.
1 comentario:
Enhorabuena por la reseña. El libro, qué voy a decir, incondicional de Ibon
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