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domingo, 22 de septiembre de 2013

La playa de los ahogados

Amelia Carrillo


Domingo Villar nos ofrece una novela policíaca, más que negra, en mi opinión, pero sobre todo es una novela “gallega”. A través de sus páginas nos impregnamos del espíritu gallego, de una tierra y unos hombres que encuentran su razón de ser en el mar que les da vida y muerte. A mí me ha gustado y os la recomiendo.

Es la primera novela de este escritor que he leído, aunque hay una anterior con el inspector de policía Leo Caldas como protagonista del relato.
Ya que lo he citado, aprovecho para hablar de los personajes: Caldas, es un tipo que cae bien, porque como el resto de los personajes rezuma humanidad, y como heredero del Carvalho de Montalbán es aficionado a la comida, aunque no a la cocina, si con el primero conocíamos la cocina catalana, con Leo se nos hará la boca agua cuando él saborea los percebes recién arrancados al mar, o disfruta de los platos típicamente gallegos degustados en tabernas o bares populares, donde hasta la lechuga es especial.

Leo no es un comisario prepotente, ni busca la fama, ni le mueve un espíritu justiciero. (En la página 381 dice” Nunca le habían interesado los culpables; para Leo Caldas lo fundamental era conocer los motivos, los por qués).
Colaborando en la investigación está el subinspector Rafael Estévez, un aragonés alto y fuerte, a veces se sobrepasa en los interrogatorios, no entiende el carácter gallego, y les desquician las respuestas que recibe de la gente y del mismo comisario, “que dicen sin decir”
A través de los diálogos, que el autor borda, deja patente esa alma gallega que está presente en toda la novela. Porque quiero destacar que Galicia es algo más que el lugar donde se desarrolla la trama, es un personaje más dentro de la novela.
También está el padre de Caldas, un hombre viudo, jubilado que ha encontrado una razón de vivir en el cultivo de sus viñas, en la vuelta a lo esencial.

La trama comienza con la llamada que recibe el inspector sobre un ahogado que ha aparecido en la playa de Paxón.  Que un marinero aparezca ahogado no es un hecho extraño en la playas gallegas, lo que es extraño es que, según indica la autopsia del cadáver, “El Rubio”, como se le conoce a Justo Castelo ,salió a la mar en domingo, hecho inhabitual en los pescadores de allí y además sancionable por la cofradía, y que lo encontraran con las muñecas atadas con una brida verde que había sido cerrada desde fuera por el lado de los meñiques, lo que indica que es imposible que se las apretara el mismo con los dientes, estas circunstancias les hace cuestionarse que haya sido un suicidio y a raíz de ahí comienzan las investigaciones.
 A través de los interrogatorios  Domingo Villar nos irá presentando a las gentes de Paxón, los vecinos, los pescadores compañeros del Rubio, Arias, Valverde, Hermida y su mujer, el subastador de la Lonja, la vecina del Rubio (personaje simpatiquísimo), y el argumento va avanzando sin fisuras manteniendo el suspense mientras recorremos los rincones de Paxón, su playa, su lonja, su puerto… y nos cuenta historias pasadas que aportan nuevas pistas y siguiéndolas nos lleva de un sospechoso a otro, hasta concluir, sin trampas, en un final bien resuelto.


La historia está contada por un narrador omnisciente que alterna  con diálogos tan acertados que da la sensación que la contaran los propios personajes.
El lenguaje es ágil, sencillo pero preciso.  La narración se estructura en capítulos, más bien cortos, lo que favorece una lectura rápida.
El tiempo de la novela trascurre en el tiempo cronológico con algunos saltos retrospectivos para presentar hechos que ocurrieron que son imprescindibles para el desarrollo de la trama.  

Por último decir que  sus páginas  tienen banda sonora, la melodía  de “solveig song” de Grieg recorre toda la narración.
Copio una traducción de la letra, La música ponerla vosotros.

"Solveig song" (La canción de Solveig) 
El invierno y la primavera pueden marcharse, 
y los días de verano pueden desaparecer,  y el año puede morir. 
Pero estoy segura de que un día volverás conmigo, 
y por eso te esperaré fiel, como una vez te prometí. 
Que Dios te proteja, allá donde tus pasos te lleven. 
Que te consuele, si llegas hasta Él. 
Aquí esperaré tu regreso sola. 
Y si tú me esperas allá arriba, 
mi amor. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Reseñas como ésta hacen imposible resistirse, Amelia.
Qué buena pinta tiene.