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domingo, 8 de septiembre de 2013

Atypical Spanish: padres del crimen literario ibérico

Por Sergio Vera Valencia, coordinador del club de novela criminal “las Casas Ahorcadas.

Hoy en día, si le pegas una patada a un bote (no digamos ya a una librería), te salen catorce novelas negras made in Spain.
Sin embargo, no siempre fue así.
De hecho, hasta que Manuel Vázquez Montalbán no ganara a sus editores una apuesta en 1974 (las malas lenguas, aseguran que beodo) a que sería capaz de escribir una novela negra en quince días, y sobre todo, a que cinco años más tarde, se alzase con el Planeta con la tercera entrega de la serie Carvalho, salvo contadas excepciones, los criminales literarios patrios hubieron de refugiarse en los kioscos bajo pseudónimos anglófonos.
El caso más sangrante (valga el hemoglobínico juego de palabras) de estos auténticos sicarios de la palabra, que llegaban a ametrallar (decir teclear, disparar incluso, sería infravalorar su talento y velocidad al teclado) más de una “novela de a duro” a la semana, fue el de Francisco González Ledesma, que a la postre también se alzaría con el Planeta en 1984, pero que durante décadas firmó cientos de novelas populares (policíacas, románticas y, ante todo, del Oeste)con el ya mítico sobrenombre de Silver Kane.
Entre las excepciones (contadas, por supuesto), sin duda las más célebres y comúnmente reconocidas como auténticas pioneras dentro del género, fueron “El inocente”, de Mario Lacruz, y la serie Plinio, de Francisco García Pavón.
La primera, una valiente crítica (aunque velada, censura obliga) de la España franquista, galardonada con el primer (y único) premio Simenon 1953, narra con gran ambición técnica la interminable fuga de un inocente, que a consecuencia de la constante persecución de las fuerzas del orden (la justicia es otra cosa), terminará sintiéndose culpable de un crimen que no sólo no cometió, sino que ni siquiera existió.
Por su parte, las obras (porque hubo cuentos y novelas, incluso una exitosa adaptación setentera a la pequeña pantalla) protagonizadas por el jefe de la guardia municipal de Tomelloso y su inseparable ayudante, el veterinario Don Lotario, que  mezclaba con inusitado mimo literario costumbrismo y enigma , cosecharon Premios tan importantes como el de la Crítica 1969 por la divertidísima “El Reinado de Witiza”, o el Nadal 1970 por “Las hermanas coloradas”, donde esta atípica pareja de sabuesos manchegos visitará el provinciano Madrid de la época en busca de dos paisanas desaparecidas.
Con todo, hasta que Carvalho no cambió el traje de agente triple que vistiera en “Yo maté a Kennedy” (1972) por el de detective privado (de placa y fe en el sistema, no de paladar ni lengua afilada) para apatrullar el barrio chino barcelonés, el género pasaba por un momento tan negro como su nombre dentro de nuestras fronteras.
Fue Montalbán, y sólo Montalbán, de cuya desaparición este año se cumple su décimo aniversario, el culpable de lo mucho y bueno que vendría después, de que a finales de los 70 se gestase la primera escuela criminal española.

Pero para eso, amiguitos, habréis de esperar a la próxima entrega de este peculiar repaso a la historia de la novela criminal española.
Hasta entonces, ¿qué os parece pasaros por nuestro centro de interés en la sala de préstamo de la biblioteca municipal, y matar el rato con los sospechosos de hoy?
¿O preferís  seguir muriéndoos de aburrimiento?




P.D: ¡Ya estáis tardando en ir a la biblioteca municipal a apuntaros que solo hay treinta plazas!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno,bueno,bueno.
Apuntada estoy.
Her