Si después de devorar El lector de cadáveres te quedaste con ganas de jueces y crímenes en la antigua china, aquí va un clásico que no debes perderte.
Tres cuentos chinos, Robert Van Gulik ( 1957)
Por Leonilde Álvarez Guijarro
Los
tres primeros casos del juez Jen djieh Di son el origen de la serie sobre este personaje,
que existió en la China del siglo VII, basados en los textos que encontró Robert
Van Gulik en 1948.
Di,
harto del papeleo de la capital imperial, pide el traslado al lejano distrito
de Fu-lai, donde se ven seres extraños envueltos en la niebla, fantasmas y
hombres tigre, para suceder a un juez que ha sido asesinado. En el camino
tendrá un gracioso encuentro con dos salteadores que se convertirán en sus
ayudantes. Una vez en la ciudad, se encontrará con tres casos a resolver: el del
magistrado asesinado, la fantasmal desaparición de una joven y la muerte de un
escribiente de su tribunal.
La
novela comienza al estilo clásico, con la lista de personajes y un plano de la
ciudad en la que transcurre la acción e incluye dibujos en los diferentes
capítulos. No en vano, a través de las averiguaciones del juez Di, iremos
conociendo diversos personajes de la sociedad china, tanto del medio urbano
como rural, algunas curiosas costumbres y creencias que el juez va
desentrañando con su mente lógica y sus visitas a los lugares donde transcurre
la acción, a la vez que preside los juicios y dirige la administración de la
provincia.
Entre
venenos, tráfico de armas, espías revolucionarios, barcos, oro, templos y
tabernas se desenvuelve la trama que va desenredando el juez Di. Los personajes
y su conducta son una muestra de las costumbres chinas, y a la vez sus
motivaciones son universales, la codicia, el amor, el miedo y el engaño. Sobre
ellos triunfará la mente del juez Di que al final da un inesperado giro que une
el principio con el final de la novela.
Una
lectura entretenida, con momentos divertidos, a la que se añade la curiosidad
por la poco conocida cultura china del siglo VII.
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