Estadisticas

miércoles, 6 de enero de 2021

Una asombrosa reseña navideña para despedir las fiestas

 

Por Miguel Esparcia

       Ahora que se acaban las fechas navideñas, por qué no una dosis de Belén Viviente. Esta oportunidad, nos la brinda un autor de reconocido prestigio. El gran Eduardo Mendoza. Conocido es su humor, y cómo no, en esta novela nos lo muestra una vez más. Una obra corta, graciosa, disparatada, con guiños históricos de lo más peregrino.

        Por resumirlo en plan telegrama, es una novela de ficción histórica judeoromana y flatulenta, de fácil lectura y carcajada en la que creo que Don Eduardo se descojona vivo y por ser quién es, se lo permiten sus editores. Pero hay mucha cultura de base para poder plantearla. Si lo piensas no tiene ni pies ni cabeza, pero tantas cosas en este mundo no lo tienen que, una más…

        Eso sí, en estos tiempos de pandemia, donde la gracia y  la sonrisa no se prodigan, ésta puede ser tu oportunidad de elevar el músculo risorio y dejar a un lado confinamientos, PCRs y aplanamientos de curvas y soltarse un pedo a la salud de Don Eduardo. (Dicho sea con mis más digestivos respetos).

        Recuerdos de la infancia y adolescencia, con aquellos filmes de comicidad histórica, tales como “Golfus de Roma”, “La loca historia del Mundo” y la celebérrima Vida de Bryan… por ahí nos navega Pomponio, desde ahora conocido como el levitante autopropulsado.

        Pomponio es el paradigma del protocientífico empírico, explorando los confines del Imperio Romano del siglo I en busca de las aguas de la sabiduría y de las fuentes de la eterna magia. Perseverante, convencido, su motivación le lleva a cometer tan grandes insensateces como la de probar todas las aguas que ve con su propio organismo. Y claro, los órganos de la economía, aparato por aparato se resienten.

        Nuestro freakiewater tiene los intestinos castigados. Amebas, helmintos y bacterias se adueñan de los mismos entre la sinfonía de eructos, ventosidades, retortijones y cagaleras se aleja de su Roma querida. Si es que lo escatológico hace risa, para qué negarlo.

        Da con sus tripas en Judea, la única provincia del Imperio donde no se estableció la Pax Romana de Augusto. Salvado de un desmayo provocado por sus acuosas aficiones, al final recala en un pueblo. Allí despierta la curiosidad de la población y ante la novedad, es personaje conocido.

        Aparece un muerto que se entierra, un culpable que no lo niega, un hijo putativo que quiere  salvar a su padre, un pelotazo inmobiliario, el avispero judaico endémico y al final se monta hasta el Belén. Menos el burro y el buey, ya tenemos la feria montada.

        Y no te cuento más, que  si no pierde la gracia. No sea que  don Eduardo me vaya a dar por c……. 




No hay comentarios: