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domingo, 8 de octubre de 2017

Granada Noir es la bomba

Solo hay una cosa peor para la salud mental que ser opositor.
Ser opositor perfeccionista, que le da mil vueltas a todo, y no desconecta ni los domingos.
Por eso, y porque soy uno de esos, cuando el jueves pasado marchamos hacia Granada Noir invitado por uno de sus organizadores, mi amigo el gran Jesús Lens, mi intención era aprovechar los descansos para repasar temas.
Y en tu culo, un futbolín.

Pero mejor, empecemos por el principio.
Cinco horas después de salir de la ciudad del crimen, el Google Maps nos informó de que habíamos llegado a nuestro destino, un hotel de puta madre llamado Andalucía Center.
Al poco, llegó a recogernos Alba, la azafata más simpática y “apañá “de tóa Graná.
El plan era sencillo: ir a comer algo con Alba, Jesús y Laura Muñoz, la super-reportera noir, y luego volver a darle un repaso a mis barbas y las preguntas que había preparado para Víctor del Árbol.
Pero como todos los planes sencillos, al final se fue al carajo. La sobremesa se alargó hasta el infinito y más allá de los gin tonics, y a las 6 estábamos en el imponente hotel Alhambra Palace sin afeitar ni revisarme las preguntas.
Eso sí, el lugar y el evento bien merecían mis nervios y mi barba de tres días. Porque el espacio donde tuvieron lugar todos los actos de la tarde fue el “teatrillo” del hotel, en el que han estrenado obras gigantes de la talla de García Lorca o Manuel de Falla. Y porque el primero de la tarde, usando el símil taurino, fue el copón de la baraja. Porque ver a ese puto crack de las artes y las letras granaínas llamado Alejandro Pedregosa y a su sapientísimo paisano Alfonso Salazar, presentarnos al chandleriano detective antinazis Bernie Gunter y el investigador de la Rusia prerrevolucionaria (ahí es ná) Erast Fandorin, y cómo se podrían haber enfrentado estos dos sabuesos a uno de los mayores misterios del siglo XX, el caso Anastasia, no es moco de pavo.
Como a las 8 tenía que presentar a Víctor y todavía no habíamos podido hablar, tuvimos que perdernos el siguiente e interesantísimo acto, sobre otro mito ruski como es Rasputín, para preparar un poco la faena.
Aunque como no podía ser de otra forma con Víctor, mis barbas y mis dudas no pudieron impedir que saliéramos a hombros. Porque después de tantos años y tantas presentaciones, tenemos mucha complicidad, y eso se nota en el escenario.


Al salir, conocí a uno de los grandes hallazgos del fin de semana, Dominique Bonifás, la encargada de la biblioteca de género negro del Instituto Francés de Madrid, que por su cuenta y riesgo, había venido a aprender más de los autores españoles.
Chapeau, cagabanchelega.
Después de cenar todos juntos, decidimos ser buenos, y marchar pronto a dormir, para poder madrugar al día siguiente y estudiar un poco.

Y tan poco, no llegué a abrir el ordenador. Salimos de la habitación a las 9, y regresamos casi a las 2 de la madrugada.
Pasamos toda la mañana paseando con Víctor y Eva por Granada, y después de ver el encuentro de Tony Hill con un club de lectura, nos pegamos un banquete a pescaíto frito.
Para celebrarlo, a las 5. 30 estábamos medio muertos en la Puerta Real, un monumento más antiguo que la Alhambra recientemente reformado, presenciando otro gran evento: una dramatización de radioteatro en directo. Una virguería técnica con todo lujo de detalles actorales y efectos de sonido, digna de Negra y Criminal, que me dejó patidifuso.
Como también la charla sobre el padrino y el management empresarial, a cargo de unos expertos en marketing capaces de venderle un congelador a un esquimal.
Cerramos la tarde con la presentación de la última novela del antiguo presidente de la Junta de Andalucía Rafael Escuredo y la mesa sobre la ciudad, con Paco Gómez Escribano y Quico Chirino (otro gran descubrimiento, por cierto), moderados por nuestro querido Juan Ramón Biedma.
Cuando terminamos, llegaron nuevos refuerzos, como la encantadora Susana Martín Gijón, con la que conecté desde el minuto uno y como con ninguno, o ese inmenso agitador de masas que responde al nombre de Mariano Sánchez Soler, al que hace ya unos añitos tuvimos por estos andurriales hablando de los Urquijo.
Y aunque después de todo el día estábamos reventados, al final volvimos a palacio bastante después que Cenicienta.

Ahora, que como el jueves aprendí la lección, el sábado a las nueve estaba afeitado y con mis preguntas preparadas, antes de desayunar y partir para el estupendo tour por la Granada más noir.
Un paseo apasionante por la Historia de la ciudad, que como no podía ser de otra forma, se remontó a la época nazarí, y que llegó hasta la postguerra, llamándome especialmente la atención una banda de maquis urbanos dirigida por los hermanos Quero que durante cerca de una década tuvieron en jaque a las autoridades franquistas.

Después de la caminata por el Albaicín y la parte antigua, decidimos volver grupas hacia el hotel para comer con Víctor y Eva, y después de despedirlos reponer fuerzas antes de marchar de nuevo a la Puerta Real.
Y es que, a eso de las 6, tuvo lugar mi segundo acto granaínoir: una mesa redonda con el grandísimo José María Espinar, la adorable Susana Martín Gijón y el sorprendente Álvaro Botija, en la que diseccionamos “El peso del alma”, “Más que cuerpos” y “Operación Matrioska”, con gran éxito de crítica y público, pese al reto que suponía presentar tres libros que no tenían nada que ver en menos de 45 minutos.

Por eso, después de la mesa redonda, nos dimos un pequeño homenaje en una cuadrada. Y después de abrazar al omnipresente (y casi omnipotente) Pedro Gil, que había venido a presentar el juego de rol Hard-boiled, volvimos para presenciar el estupendo mano a mano entre Tony Hill y nuestro otorrinoginecólogo favorito, mi socio Pere Cervantes, que dejaron el pabellón muy alto hablando de Los ángeles de hielo y Tres minutos de color.
Pero sin duda, el colofón de la tarde fue la mesa de periodistas escritores entre Javier Valenzuela y Mariano Sánchez Soler, magistralmente moderada por Quico Chirino, repleta de experiencia y sabiduría.

Para terminar, cervezas Alhambra nos brindó un cóctel que supuso el broche final a un festival que, como se ha visto, es de lo más completo y multidisciplinar, con un programa de actividades muy amplio y variado que, una vez más, demuestra que la ilusión y el tesón de unos organizadores entusiastas es el mejor de los presupuestos.

Esperemos que dure tanto como la Alhambra.

Porque Granada noir, es la bomba.

2 comentarios:

Leoleo dijo...

¡Que envidia me das!, una preciosa ciudad, grandísimos escritores y coloquios sobre novelas negras. ¿Alguien da más?

firestarterqnk dijo...

Qué gusto da leer de primera mano lo bien que lo habéis pasado este fin de semana. Se nota sin duda el buen ambiente y el buen hacer de los compañeros de Granada. Olé olé y olé por la ciudad en el ambiente los escritores y la buena gente. Tú copia todo lo bueno como siempre.