Que los
disfrutéis tanto como yo.
Sopa de Miso,
de Ryu Murakami.
Y es que, tras
años ganándose el sushi como guía por el Tokyo más sórdido, el joven Kenji
creía estar de vuelta de todo… hasta que conoció a Frank.
A primera
vista, Frank no se diferencia en nada de otros gayjin con ganas de marcha. Uno
de tantos hombres de negocios yankys de interminable billetera y paquete
insaciable… pero, ¿qué pasa por la impenetrable cabeza del americano? ¿Por qué
es tan frío al tacto? ¿Por qué sus historias están repletas de mentiras y
contradicciones? ¿Qué oculta?
El desconcertante
comportamiento de Frank y la pasmosa habilidad del maestro del thriller
psicológico japonés conseguirán que más de la mitad de la novela sintamos el
estómago encogido. Pero además de una adictiva novela de suspense, “Sopa de
Miso” es un doble viaje iniciático.
Kenji será
nuestro impagable guía por la cara oculta del radiante Sol Naciente. Un país
que, a pesar de ser una de las mayores potencias económicas del mundo, comprueba
estupefacto como sus jóvenes se prostituyen para pagarse los caprichos, sus intachables
padres de familia se emborrachan casi a diario y sus castas madres visitan
bares de alterne. Y todo para olvidar la soledad.
Porque Murakami nos muestra un Japón
infinitamente solitario y triste, donde cualquier cosa se vende, cualquier
mujer lo vende”, si la cartera es lo suficientemente abultada para pagarlo. Una
nación de siervos que pretende emular a un amo capitalista que ni siquiera
comprende, que persigue el sueño americano sin saber que se adentra en la
pesadilla.
Una pesadilla
en la que Frank será nuestro Freddy Krueger, nuestro Cicerone en la particular
Divina Comedia de Kenji, en su descenso a los infiernos con todos los gastos
pagados, al lado más enfermo del lugar más enfermo de la Tierra: la América más
profunda y oligofrénica, la cuna de Trump.
El Murakami menos
conocido, confronta la basura blanca con la amarilla, las vergüenzas de oriente
con las de occidente, sin misericordia ni escatimar en violencia y detalles
escabrosos, pero con sorprendente lirismo.
Engullida con
mezcla de temor y ansia, de gula y desasosiego esta sabrosa Sopa de Miso,
premiada con el Yomiuri Literary Award por un jurado presidido por el premio
Nobel Kenzaburo Oé, sólo puedo decir que me falta tiempo para probar el resto
de la escasa carta del restaurante Murakami que, por desgracia, ha sido
traducida a nuestro idioma.
El ladrón,
Fuminori Nakamura.
Un niño que le
recuerda demasiado a sí mismo como para dejar que siga su camino.
Y hasta aquí
puedo escribir. Porque estamos ante una novela intimista, de las que
trascienden las convenciones del género, donde la trama no es tan importante
como los personajes y la atmósfera. Una atmósfera hipnótica y absorbente,
narrada con un estilo engañosamente sencillo, pero que te envuelve y te
mantiene pegado al papel hasta su última página, a la que, dada la brevedad de
la obra, llegarás casi sin darte cuenta.
Una historia conmovedora, impregnada de
melancolía y ternura, escrita con exquisita sensibilidad, y que podría
transcurrir en cualquier gran ciudad moderna.
Una pequeña
gran obra, unánimemente elogiada por la crítica nipona y estadounidense, que le
concedió premios tan prestigiosos como el Kenzaburo Oé o el David Goodies, ideal
para descubrir a uno de los autores jóvenes más prometedores y laureados de la
literatura japonesa actual.
1 comentario:
Qué reseñas tan magníficas, estoy deseando leer estas novelas y reconciliarme con los japoneses.
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