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lunes, 27 de junio de 2016

Eskerrik asko Plentzia


Hasta hace poco, Plentzia me sonaba a chino mandarino. O a euskera bilbaíno, que viene a ser lo mismo. Pero después de estar dos días entre su Bruma Negra, tengo su nombre grabado a fuego en la memoria y los michelines.

Pero como todo cuento de hadas, creo que es mejor empezar por el principio…

Hace unos meses, mi madre recibió un misterioso mensaje por Facebook. Era de un tal Juan Mari Barasorda. Un total desconocido, que parecía conocerme de toda la vida. Un loco del noir que me proponía unirme a su banda. Y como para loco yo, le dije que contara conmigo.


La banda se llamaba “Bruma Negra”. Unas jornadas en un pueblo de la costa vizcaína llamado Plentzia. Unas jornadas que se celebraron por primera vez en 1992, con Vázquez Montalbán, González Ledesma, Juan Madrid y Andreu Martín. Casi nada. Una bruma que, tras dos ediciones, los vendavales políticos disiparon hasta el año pasado. Hasta que ese bendito loco llamado Juan Mari se propuso resucitarlas.

Pero todo cuento de hadas que se precie, además de un valiente héroe, debe tener una bella princesa. La nuestra se llama Juan, Juan Casapiedra. Aunque firma Jon Arretxe, para disimular que su segundo apellido es Pérez. Porque si la princesa Casapiedra no nos hubiera dado cobijo en sus dominios, esta historia tampoco habría tenido final feliz.

Y es que, por muy valiente que sea Barasorda, todavía no hace milagros. Y claro, el presupuesto de un pueblecito de cuatro mil habitantes es el que es.

 Aunque quién sabe, pues por lo que hemos comido y bebido este fin de semana, yo diría que Juan Mari multiplica panes y peces, Y convierte el agua del mar en vino de 200 euros la botella.

Total, que gracias a nuestros dos protagonistas, allí que nos fuimos. A Plentzia. Aunque antes, pasamos un inolvidable día en San Francisco.

 En el San Francisco de Bilbao, no el de California, por supuesto. Recorriendo el barrio de Touré. Durmiendo en el piso patera del burquinés, que en realidad es de un librero de otro planeta llamado Edu. Tomando té en el Berebar. Comiendo kebab. Ya sabéis, esas cosas que hace nuestro sin papeles favorito.

Fue un paseo muy breve pero tremendamente literario. Muy breve, porque a la media hora de apatrullar las calles estábamos peregrinando de barra en barra (seis diferentes, en menos de dos horas). Y tremendamente literario, porque la princesa Casapiedra tiene más cuento de lo que parece. Y es que, más que al Bronx de la serie Touré, San Francisco se parecía al Barrio Sésamo de Espinete. ¡Que en vez de atracarme me invitaron a un té! ¡Y una madame me dio dos besos en vez de dos balas!

Después sí, después nos fuimos a Plentzia. a casa del hermano de la princesa para descansar antes de las jornadas.

Seis mesas redondas en todos los sentidos, y cuatro cuadradas que dejaron el pabellón muy alto y mis abdominales por los suelos, donde nos reencontramos con amigos como Antonio Altarriba, Jesús Lens  o Julián Ibáñez y su mujer (¡qué grande eres, Blanca!), y conocimos a otros como Javier Sagastiberri, el huracán Abarca y sobre todo Juan Mari, que me hizo sentir como si fuera de la familia (aunque no me quisiera como yerno).

Dos días de debates literarios y risas literales, que fueron todo un éxito de público, gracias al enorme esfuerzo de Juan Mari y sus sicarios de Calibre 38, y la complicidad absoluta del Ayuntamiento (me quito el sombrero ante la concejala de cultura, aunque también ignorase mis propuestas de convertirla en suegra, y el alcalde de Plentzia, que no se perdieron un solo acto, pese a que estábamos hablando de un viernes por la tarde y un sábado completo…. Ejem ejem, igual que en Kuenka).

Por eso, por todo eso y mucho más, cuando ayer nos despedimos de Juan Mari, supe que aunque yo no fuera Humprhey Boggart, y Plentzia tuviera poco de Casablanca, sin duda aquello sería el inicio de una gran amistad.

Eskerrik asko Juan Mari, Eskerrik asco Casapiedra.

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