Pero como todo cuento de hadas, creo que es mejor empezar por el principio…
La banda se
llamaba “Bruma Negra”. Unas jornadas en un pueblo de la costa vizcaína llamado
Plentzia. Unas jornadas que se celebraron por primera vez en 1992, con Vázquez
Montalbán, González Ledesma, Juan Madrid y Andreu Martín. Casi nada. Una bruma
que, tras dos ediciones, los vendavales políticos disiparon hasta el año
pasado. Hasta que ese bendito loco llamado Juan Mari se propuso resucitarlas.
Pero todo
cuento de hadas que se precie, además de un valiente héroe, debe tener una bella
princesa. La nuestra se llama Juan, Juan Casapiedra. Aunque firma Jon Arretxe,
para disimular que su segundo apellido es Pérez. Porque si la princesa Casapiedra
no nos hubiera dado cobijo en sus dominios, esta historia tampoco habría tenido
final feliz.
Y es que, por
muy valiente que sea Barasorda, todavía no hace milagros. Y claro, el presupuesto
de un pueblecito de cuatro mil habitantes es el que es.
Aunque quién sabe, pues por lo que hemos
comido y bebido este fin de semana, yo diría que Juan Mari multiplica panes y peces,
Y convierte el agua del mar en vino de 200 euros la botella.
Total, que
gracias a nuestros dos protagonistas, allí que nos fuimos. A Plentzia. Aunque
antes, pasamos un inolvidable día en San Francisco.
En el San Francisco de Bilbao, no el de
California, por supuesto. Recorriendo el barrio de Touré. Durmiendo en el piso patera
del burquinés, que en realidad es de un librero de otro planeta llamado Edu. Tomando
té en el Berebar. Comiendo kebab. Ya sabéis, esas cosas que hace nuestro sin
papeles favorito.
Fue un paseo muy
breve pero tremendamente literario. Muy breve, porque a la media hora de apatrullar
las calles estábamos peregrinando de barra en barra (seis diferentes, en menos
de dos horas). Y tremendamente literario, porque la princesa Casapiedra tiene
más cuento de lo que parece. Y es que, más que al Bronx de la serie Touré, San
Francisco se parecía al Barrio Sésamo de Espinete. ¡Que en vez de atracarme me
invitaron a un té! ¡Y una madame me dio dos besos en vez de dos balas!
Después sí,
después nos fuimos a Plentzia. a casa del hermano de la princesa para descansar
antes de las jornadas.
Seis mesas
redondas en todos los sentidos, y cuatro cuadradas que dejaron el pabellón muy
alto y mis abdominales por los suelos, donde nos reencontramos con amigos como
Antonio Altarriba, Jesús Lens o Julián
Ibáñez y su mujer (¡qué grande eres, Blanca!), y conocimos a otros como Javier
Sagastiberri, el huracán Abarca y sobre todo Juan Mari, que me hizo sentir como
si fuera de la familia (aunque no me quisiera como yerno).
Dos días de debates
literarios y risas literales, que fueron todo un éxito de público, gracias al enorme
esfuerzo de Juan Mari y sus sicarios de Calibre 38, y la complicidad absoluta del
Ayuntamiento (me quito el sombrero ante la concejala de cultura, aunque también
ignorase mis propuestas de convertirla en suegra, y el alcalde de Plentzia, que
no se perdieron un solo acto, pese a que estábamos hablando de un viernes por
la tarde y un sábado completo…. Ejem ejem, igual que en Kuenka).
Por eso, por
todo eso y mucho más, cuando ayer nos despedimos de Juan Mari, supe que aunque
yo no fuera Humprhey Boggart, y Plentzia tuviera poco de Casablanca, sin duda
aquello sería el inicio de una gran amistad.
Eskerrik asko
Juan Mari, Eskerrik asco Casapiedra.
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