Manolo Polo
(Alba negral VI)
(Alba negral VI)
La familia tiene ventajas, pero los padres son, seguramente, la carga
más pesada a soportar, y de la pareja, la mitad peor es la hembra.
No tengo ni tendré madre de mis hijos, ni hermana, la única mujer molesta
es mamá, que no es mujer, ni hembra, sino una gobernanta vieja que tiende a convertirse
en una enfermedad crónica. Ella siempre me incordió con lavoteos y carantoñas,
imponiendo silencio y quietud, embuchándome porquerías y obligándome a ir a
misa, rezar mil rosarios e incluso tragarme la primera comunión. No tiene
perdón. Pero primero sobra mi supuesto padre, su marido, ese bulto, el
“sicariño”, su aliado. De esta semana no pasa. Anuncian buen tiempo, luego podré
aprovechar el permiso por defunción para disfrutarlo.
*
No quería morirse el pelmazo, me costó más de lo previsto. ¿Qué apego
lo retenía? No le imagino oportunidad ninguna de placer con el trabajo, casa,
mujer o hijo que soportaba. Callado y lento como tortuga, vegetaba releyendo
sus libros viejos de poesía. De poesía, tío, y los leía y releía el degenerado.
Murió abrazado a uno de ellos como a tabla de salvación.
Domingo. Mamá en la iglesia impartiendo catequesis. Papá, tumbado en
el sofá con su tocho de rimas en la mano, se cubre con una manta, enciende su
cigarrillo semanal, y a las tres caladas empieza a dar cabezadas de sueño. Me
vino la inspiración imaginando que el seguro de incendios nos pagaría
suficiente para reponer tresillo, televisión y cortinas mejores que las que
teníamos. Y así fue.
-Acudí al olor del humo -dije a la policía-, me embocé con un pañuelo
empapado en agua y pude sacarlo vivo, o casi, sin apenas quemaduras. Yo casi no
sufrí, aunque tuve que aguantar un poco la respiración. El humo me molestó en
los ojos y poco más, pero él tragó bastante y con su asma no pudo superarlo.
Murió boqueando como pez fuera del agua.
Cuando llegaron los bomberos se portaron muy bien. Además de confirmar
que estaba muerto, que tranquilidad para mí, y declarar una colilla como origen
del incendio, a su paso destrozaron las puertas de las ventanas y todos los
muebles de la habitación, incluidos libracos, y el seguro nos lo ha renovado
todo. Amplié una foto de mi padre en sus juventudes, la enmarqué y ahora luce
en la pared sobre el televisor nuevo, de pantalla plana por fin.
Me falta averiguar si mamá sigue rezando a dios y a los santos o ahora trapichea con papá. Yo le noto ahora más
confiada y alegre en sus oraciones.
1 comentario:
Manolo, muy logrado tu relato. Creo que ganas en las narraciones cortas.
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