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domingo, 2 de febrero de 2014

El viento y la sangre M. A. West, Más Pulp que Tarantino.



Lo reconozco, soy fanático de Tarantino.
Tanto,  que medio en broma medio en serio, le propuse a mi chica llamar Quentin a nuestro hipotético chucho.
Ni muerta, aunque sea un hijo de perra.
¿Y al nuestro?
Tanto, que un póster de Pulp Fiction preside mi salón.
Y mi pecho,  una vez a la semana.

Sin embargo, por más que he buscado en manuales y rebuscado  en Internet, por más que he leído y releído a clásicos  y no tan clásicos americanos, más allá de Jackie Brown y los diálogos de George V. Higgings,  ningún pulp me parecía tarantiniano.
Ninguno, hasta “El viento y la sangre”.
Una novela del tres al cuarto de dólar que pasó sin pena ni gloria por los yanquioscos allá por 1951.
Una joya.
Una puta jodida joya, que diría algún maldito bastardo.
Pero empecemos por el principio:
Por un perdedor profesional llamado Daniel Morton, llegando a un pequeño y tranquilo pueblecito de Dakota del Sur armado con una pistola, una botella de bourbon y un maletín con veinte de los grandes para reconquistar el corazón de una preciosa prostituta retirada de nombre Lorna Moore.
Y por Rudy Bambridge, el hombre de confianza de Conrado Bonazzo, un poderoso capo de Chicago, removiendo cielo y tierra, cieno y mierda, en busca de la hija secuestrada de un testaferro de su jefe.
Dos antihéroes condenados a encontrarse.
En apenas 150 páginas.
Pero 150 páginas de violenta y elíptica trama, de personajes carismáticamente definidos y de frases afiladas.
Como una película de Tarantino.
Una violenta y elíptica trama de gángsters llena de engaños y pasiones, de entrañas y traiciones, donde la acción, la cámara, salta continuamente  de un personaje a otro, de un momento a otro, hasta desvelar una intrincada “crook story” donde, como en Reservoir Dogs,  nada ni nadie es lo que parece, y la sangre corre a raudales fuera de encuadre, al igual que en el inolvidable baile del Señor Rubio.
De personajes carismáticamente definidos, entre los que destaca el frío y calculador Rudy Bambridge, un solucionador de problemas de la misma camada que el mítico Señor Lobo.
Y frases afiladas como una katana de Hattori Hanzo, que gracias a la deliciosa traducción de Thalía Rodríguez y Alexis Ravelo conservan toda su agudeza, con un lenguaje tan cuidado que ya quisieran para sí muchos crímenes perpetrados originalmente en castellano.
 Como muestra, una de mis favoritas:

—Antes te dije que te mataría y te despedazaría, ¿verdad?
Vinnie asintió.
—Y te dije que si hablabas, te mataría primero, ¿verdad?
Vinnie volvió a asentir con resignación, casi con agradecimiento. Entonces, como si Lucifer se hubiera apoderado de él, los ojos de Rudy dejaron de ser castaños y se tornaron de un color amarillento, casi dorado, cuando dijo:
—Te mentí.

Pues bien, como he sido muy bueno este año y el autor, del que sólo se sabe que no se sabe nada, tiene otras cuatro novelas de Bambridge inéditas en España, me gustaría que esta reseña sirviera como carta para que los magos de Navona me trajeran alguna más antes de Navidad.
Porque Tarantino rueda menos que un neumático cuadrado….
Y no me fío de los reyes. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que buena pinta!
Her

Cristina dijo...

Nunca hubiera elegido por mi cuenta esta novela. El autor me suena como una actriz pechugona de pelis antiguas, Mae West creo, pero después de tu fantástica reseña la leeré.