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lunes, 28 de noviembre de 2011

Guerra Incivil, Paz Militar I



La guerra civil es como un buen traje, nunca pasa de moda.
Cada año aparecen cientos de libros, ensayos y novelas ambientados en esos años de fratricidio sin tregua, más presentes que pasados.
Y, por supuesto, la novela criminal no iba a ser una excepción, máxime cuando estamos hablando de un momento histórico particularmente proclive a la barbarie y la injusticia, porque no olvidemos que la intriga y el misterio son una mera excusa para airear las cloacas del sistema, y que las españolas fueron especialmente hediondas durante el siglo XX.

Por ello, el segundo centro de interés está dedicado a esos tres años de contienda, y a los treinta y seis de supuesta paz que le siguieron, ah nuestro pesar cuarenta años de fructífera cosecha roja.



Nadie debería matar en otoño.
José Luis Ibáñez.





Por Herminda García Morillas.

Otoño de 1936, en Barcelona aparecen los cadáveres de tres patrulleros anarquistas con signos de tortura. Toni Ferrer, detective privado, es llamado por Juan García Oliver, dirigente anarquista y futuro ministro de justicia, con el encargo de descubrir a los asesinos, pero lo que podría parecer una represalia política, esconde oscuros intereses: la implicación de funcionarios en la desaparición de objetos requisados de importante valor.
Personajes reales y de ficción dan forma a esta trama cargada de intriga, autenticidad histórica y profundidad, con el dramatismo justo y un desenlace con clase, que utiliza bien los recursos y trata al lector con respeto.


Cuatro días de Enero
Jordi Sierra i Fabra.




Por Sergio Vera Valencia.


En la Barcelona derrotada, hambrienta y espectral de principios del 39, el inspector Mikel Mascarell es el único policía de la ciudad que no ha cruzado la frontera, para velar la agonía de su esposa moribunda y los estertores de la segunda República.
Triste, solitario y con más fantasmas en los bolsillos que balas en la recámara, recorrerá las calles sitiadas en pos de la hija desaparecida de una antigua prostituta, descubriendo en su búsqueda que los verdaderos hijos de puta son los mismos de siempre.
Porque el baile está a punto de terminar, y ya no hacen falta máscaras.



P.D. Espero vuestras reseñas. Y os recuerdo, que el viernes tenemos una cita con Yanet Acosta y su Chef a las 6. Si todavía no habeis recogido vuestro ejemplar, ya estais tardando.

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