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miércoles, 18 de noviembre de 2020

¿Quién mató al padre de Alejandro Magno?

 


Este interrogante, al que desde hace siglos intentan dar respuesta los historiadores, es el enigma que plantea Muerte en Macedonia, la segunda novela extranjera de Los misterios del tiempo, nuestro ciclo de novela criminal histórica.

Para saber más sobre esta estupenda novela, no os perdáis la documentadísima reseña de Miguel Esparcia, el Herodoto de las ahorcadas.


 

Estamos ante una de las numerosas novelas del prolífico autor británico Paul Doherty, historiador por la universidad de Oxford que se caracteriza por incluir tramas de misterio dentro de marcos históricos tan diversos como la Edad Media, la Antigua Grecia, el Egipto Faraónico…

 El paradigma de los magnicidios sin resolver es, sin duda alguna, el asesinato de J.F. Kennedy. Por todos es sabido la elevada sospecha de complot político de fondo, y que a lo largo de los años, nadie ha conseguido resolver. O por lo menos, la verdad  no ha trascendido a la opinión pública.

 Pero nuestro autor nos introduce en otro de los magnicidios más célebres de la Historia, concretamente en la Grecia Antigua. Algo que, a mi juicio, se debe  a la importancia capital del descendiente del finado. Sabemos que la vida en la antigüedad era dura para la plebe, pero pertenecer a las élites gobernantes era una profesión de riesgo. En la historia de la humanidad abundan los reinados breves y las dinastías cercenadas, pero la cultura occidental, por suerte o por desgracia, ha sido y es la que es,  gracias a… Alejandro Magno.

 Este personaje fascinante, estratega prodigioso y expansor de la cultura helénica por Oriente Medio, Asia Menor, India y norte de África,  puso freno, junto con otros héroes griegos de las anteriores Guerras Médicas, al avance occidental del Imperio Persa.

 Y nuestra novela versa sobre el asesinato de Filipo II de Macedonia. Crimen ejecutado por Pausanias, el jefe de la guardia de Corps de Filipo. Eso todo el mundo lo sabe. Pero la causa primera que induce el asesinato sigue siendo hasta nuestros días … un enigma:

 Filipo II fue el tercero en el orden sucesorio de la corte macedónica, pero acabó reinando. A los que no se apartaron y le hicieron hueco, él se encargó de hacerles un hueco en el suelo para su reposo eterno.  Helenizó su reino, quizá por cierto complejo de bárbaro norteño, y doblegó al pueblo griego del sur hasta que el menosprecio inicial se convirtió en vasallaje. Amante del vino y de todo mamífero, ya tuviera 2, 3 e incluso 4 patas, vivió en el exceso, pero en cuestiones militares y políticas fue un figura. Por supuesto generó rencillas, por lo que muchos personajes le tenían cierto recelo y un odio mortal.

 En primer lugar tenemos a Olimpia, mujer de Filipo de origen epirota  y madre de Alejandro. Cultivadora de ritos oscuros y peligrosa como serpiente agazapada, fue  despechada por Filipo, cuando engendró otro posible heredero que podría truncar las expectativas de su más que amado hijo.

 Pero fue Alejandro, el teórico heredero legítimo, el principal beneficiado de la muerte de Filipo. Un complejo le corroía, ser menos célebre que su padre. Y Filipo lo tenía siempre humillado, desde que tuvo conciencia.

El príncipe macedonio siempre estuvo rodeado de los Compañeros, amigos de la infancia que, como Alejandro, se nutrieron de las enseñanzas de su tutor Aristóteles y que, con el paso del tiempo, llegaron a ser su Estado Mayor. Estos descendientes de los jefes regionales eran sin saberlo rehenes de la corte de Filipo, bien educados y bien tratados, pero inadvertidos presos en una jaula de oro.

Filipo también pisoteó a las demás polis Griegas, sobre todo tras las Guerras Sagradas en torno al control del Oráculo de Delfos, hecho que, cómo no, también generó rencillas.  Y fue Demóstenes, antiguo general y mandatario de una Atenas en decadencia, el que más animadversión presentó  contra el “bárbaro” macedonio,  urdiendo todo tipo de conspiraciones como venganza.      

  Así mismo, se nos presenta a Darío III, rey de reyes del imperio Persa, que también salió beneficiado de la muerte de Filipo, ya que en cuanto tuviera controlado el avispero  griego, el macedonio iría hacia el Este a por los persas.

Personalmente, como apasionado de la Historia, considero que el autor nos introduce en el marco histórico, pero no detalla o seguramente no es su intención, los antecedentes a modo de introducción.

 Como ya hemos visto, presenta a multitud de personajes históricos, pero la descripción de los mismos no es especialmente profunda, como suele ser más habitual en las novelas históricas ortodoxas, pero para lo que quiere narrar, es suficiente. El interés del autor es crear una trama que entretenga al lector.

 Para ello, utiliza como investigador a un personaje de una más que dudosa existencia histórica, pero que le sirve como hilo conductor de la novela, con sus pesquisas y sus elucubraciones, algo que para una obra de corta extensión como ésta, ayuda a mantener el ritmo y comodidad en el lector. Hablamos de Miriam, una judía que junto a su hermano Simeón, son huéspedes en la corte de Filipo. De mente clara y gran coraje, es la Heleno-judaico-detective de la novela

 El autor mezcla hechos veraces y contrastados con otros de su propia cosecha, pero que al final consiguen una novela redonda y fácil de leer. Pero lo más importante para mí, es que, si el lector es inquieto, y ávido de conocimiento, despierte en él una mínima curiosidad que le haga indagar y beber de las verdaderas fuentes de la Historia.


1 comentario:

firestarterqnk dijo...

Fantástica reseña,no podía ser menos viniendo de Miguel.

Consigues despertar la curiosidad del lector por la novela y por la historia.
Enhorabuena!