NO ME VACILEN AL COMISARIO, de Ferran Torrent
Por Miguel Esparcia,
el “Grissom de Buenavista”.
Formar
parte de un club de lectura, y concretamente, de uno de novela negra, nos pone
en contacto con unas tramas que a veces pueden ser tan duras, tan sórdidas, que
el cuerpo necesita una válvula de escape para restañar las heridas del alma,
producidas por tanta desgracia.
Anhelando esa válvula de escape, me vino a la
memoria un libro, una novela de la cuál guardo un magnífico recuerdo. No he parado hasta encontrarla y releerla, y
no me ha defraudado a pesar del paso de los años.
Corrían
finales de los ochenta, Aquellos felices años de mi andadura por las enseñanzas
medias…en mi todavía existente p Instituto, el I.N.B. Juan de Garay de
Valencia.
Empezaba a afianzarse la democracia, tras el
susto del Congreso. Primeros gobiernos socialistas locales y regionales, aires
de renovación para unos y anarquía y desgobierno para otros, en fin, nada que
pueda sorprendernos en un país como este, con su cainita tendencia al
enfrentamiento.
A ello podríamos añadir, la especial
idiosincrasia de la tierra de la traca, donde el todo o nada es moneda de
cambio habitual.
Pues
en ese ambiente estaba yo inmerso, intentando pasar los estudios de la forma
menos dolorosa posible, y ¡zas! de repente nos empiezan a caer las lecturas
obligatorias de las asignaturas de letras, que si La Celestina, que si el Libro
del Buen Amor… y claro, la lectura de
textos en Valenciano.
El
rechazo y las reticencias del rebaño estudiantil no se hicieron esperar, cosa
que no extrañó al profesorado, experto en luchar en estos hostiles ambientes de
ferocidad hormonal. Yo en el fondo, les veía partiéndose la caja, porque luego,
más adelante nos cayeron lecturas del siglo XV de Ausiàs March y el famoso Tirant
lo Blanc (primer libro de caballerías en la península). Y eso sí que fue duro….
Una lectura rápida, fácil, con un lenguaje
natural, a veces ligeramente soez pero gracioso, que suele provocar tanta
admiración en los “teenagers”.
Fue como una salida al mundo real. Ya no
éramos crietes de colegio, leíamos novelas que decían “hostia”, “cojones” y
demás palabros que nos sumergían en la realidad. Además, la trama transcurría
en nuestra ciudad, a escasos metros de nuestras vidas. Fue el anzuelo, y
picamos.
Una
visión del mundo del Hampa de la ciudad del caloret de andar por casa, con una
clara crítica social y política, y con un humor socarrón que se agradece. Humor
que endulza pero no esconde una realidad que trasciende al lector, pero que la
hace más llevadera, a pesar de que ocurre a tres paradas de autobús de tu supermercado.
Y
sí, queridos, era y es una novela negra, quién lo iba a decir.
Así
que con el paso de los años, este texto negro, sí, un poco Light, de mis
tiempos adolescentes, y que tan buen sabor de boca me dejó, ha salido a la luz
y la he releído con voracidad… y me ha vuelto a enamorar.
En parte por ella misma, y también por el
recuerdo de una época que con todos sus vaivenes hormonales y sentimientos
contradictorios fue feliz.
Centrándonos en el argumento, y sin tratar de desvelar su contenido, tenemos a un pobre personaje, una persona que si no es por la novela, hubiera pasado inadvertido ante nosotros. El pobre recibe una herencia “familiar” de mucho peso, y no sólo en su sentido literal. Situación que le provoca una serie de gastos que con su trabajo no puede cubrir. Se ve en la obligación de delinquir.
Pero
no se puede ser más desgraciado, elige un chalet para obtener una serie de
ingresos extra, y roba al personaje menos indicado de toda Valencia.
La
relevancia del personaje afectado, no permite airear el tema y se requiere de
la actuación de un detective privado, enfrentado con la policía y que no es
santo de su devoción. Detective, Toni Butxana, que se mueve como pez en el agua
en el ambiente de ladronzuelos, traficantes, prostitutas y chaperos del centro
de Valencia de los ochenta. Y que además tiene en nómina a lo mejor de cada
casa.
Pero nuestro detective es un tipo leal para
con sus amigos, y tiene por bandera el no entregar a la policía a los autores
de delitos de poca monta. Por lo menos, mientras haya sueltos por ahí de forma
impune empresarios sin escrúpulos, políticos corruptos y demás delincuentes de
altas esferas.
Aparecen
tensiones políticas, expropiaciones de empresas con “abeja”, reconversiones de
la empresa siderúrgica de Sagunto (que no conocía peores momentos desde Aníbal
Barca), controversias con los inicios de la energía nuclear (que provocan
encendidas reacciones de grupos ecologistas), amenazas terroristas de Terra
Lliure, secuestros de altos directivos de empresas en alza….
Y
en este ambiente tan liado, tan de puzzle, o de “embolic” como dirían nuestros
personajes, discurre una historia, de fondo negro, con tonalidades de humor que
a veces nos puede arrancar alguna carcajada, y si no por lo menos alguna leve
sonrisa, que… no está nada mal con la que aún cae.
Se
trata de la primera novela en solitario de Ferran Torrent, un periodista y
escritor nacido en 1958 en Sedaví (Valencia), un pueblo del área metropolitana
de la ciudad del Turia. Normalmente escribe en valenciano, pero multitud de
obras han sido traducidas.
Se
caracteriza por escribir novela negra con una ácida crítica de la sociedad
valenciana de los ochenta en adelante, y quizá por ello no sea tan conocido por
el gran público nacional, pero ha obtenido gran cantidad de premios. La mayoría
en el ámbito de la literatura en valenciano y catalán. Pero no nos olvidemos
que en 2004 fue finalista del Premio Planeta con La Vida en el Abismo, que no es moco de pavo.
2 comentarios:
Muy buena reseña, Miguel, se nota que te gustó y has disfrutado su relectura. Habrá que tenerla en cuenta.
Qué bien reencontrarse con lecturas que en su momento nos gustaron y aun lo siguen haciendo hoy en día,cosa,por otro lado, poco habitual.
Hala,añadida a las "vacaciones"
Gracias,Miguel
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