Querido
Víctor:
Perdona si he
tardado en dedicarte este post. Sabes que no ha sido por falta de ganas. Que me
alegro tanto de tu éxito casi como si fuera mío.
Aunque ese
casi implique nada menos que un Nadal y 18.0000 euros menos en mi haber.
¿Te acuerdas de
la primera vez que visitaste tus Casas?. Viniste a comentar “La tristeza del
samurái” y a presentar “Respirar por la herida”.
Lo recuerdo como si fuera ayer. Aunque hayan
pasado casi tres años. Fue el 15 de Marzo del 2013.
Y te prometo
que no lo he mirado en Google.
Ya entonces
eras un autor consagrado en Francia, gracias al Premio Le Point. Pero como la
mayoría de grandes que conozco, estabas en una editorial pequeña (la pequeña
gran Al revés). Pero todos los que te leíamos, nos sorprendíamos de que un escritor
tan bueno, pasara tan desapercibido.
Sé que te afectaba.
Que te dolía no ser profeta en tu tierra. Pero como el samurái tratabas de que
la tristeza no te invadiera, de no respirar por la herida.
Y por ello, no dejaste de intentarlo.
Aunque
“Respirar por la herida” no recibiera la atención que merecía.
Pero como buen
samurái, tú seguiste perseverando.
Y diste al
fin, el salto que todos sabíamos que tarde o temprano darías. Porque aunque nos
pese a los amantes de las pequeñas editoriales, las estrellas literarias siempre
acaban brillando en Planeta. Y así es como “Un millón de gotas” cosechó un
millón de premios. Aquí, allí, en todas partes.
Y pese a todo,
como buen samurái, tú seguías imperturbable…hasta el miércoles.
¿Recuerdas el
encuentro con lectores en la Universidad? Te pusiste la hostia de gafapasta….
Ese día me dijiste que te ibas a presentar al Nadal, pero que debía ser un
secreto.
Y te prometo
que lo guardé. Que hice lo que pude. Sólo se lo comenté a mi familia.
Pero el
miércoles, busqué información en internet. Y encontré los finalistas. Y por lo
poco que sabía de la novela, sospeché que “Cruce de olvidos” era tuyo. Que te
ocultabas bajo el pseudónimo de Aurelia Ballesteros.
Y crucé los
dedos.
Pero el
jueves, yo tenía que trabajar. Era mi primer día después de Navidad. No había
dormido bien (quedaría muy bien, si dijera que de los nervios, pero ya sabes
que nunca miento). Por eso, cuando mi padre entró en mi habitación, pensaba que
me había dormido. Y cuando gritó: ¡Víctor ha ganado el Nadal! No pude evitar un
respingo. Y cuando descubrí que eran las 6:30, tampoco acordarme de su madre,
aunque sea mi abuela.
Todavía medio
dormido, fui al salón. En las noticias, hablaban de no sé qué mierdas de Rafa Benítez. Y luego, de no sé qué
hostias del tiempo. Y de repente….te oí.
Eras tú.Mi samurái.
Eras tú. Mi samurái. En la tele. No sabes lo orgulloso que me sentí. Por ti y por mí. Por mi amigo y por ser tu amigo.
Y bueno, aunque algo tarde, quería que lo supieras. Ahora que es "La víspera de casi todo". Tu alegría me hizo feliz, samurái.
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