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lunes, 11 de enero de 2016

La alegría del samurái



Querido Víctor:

Perdona si he tardado en dedicarte este post. Sabes que no ha sido por falta de ganas. Que me alegro tanto de tu éxito casi como si fuera mío.

Aunque ese casi implique nada menos que un Nadal y 18.0000 euros menos en mi haber.

¿Te acuerdas de la primera vez que visitaste tus Casas?. Viniste a comentar “La tristeza del samurái” y a presentar “Respirar por la herida”.

 Lo recuerdo como si fuera ayer. Aunque hayan pasado casi tres años. Fue el 15 de Marzo del 2013.

Y te prometo que no lo he mirado en Google.

Ya entonces eras un autor consagrado en Francia, gracias al Premio Le Point. Pero como la mayoría de grandes que conozco, estabas en una editorial pequeña (la pequeña gran Al revés). Pero todos los que te leíamos, nos sorprendíamos de que un escritor tan bueno, pasara tan desapercibido.

Sé que te afectaba. Que te dolía no ser profeta en tu tierra. Pero como el samurái tratabas de que la tristeza no te invadiera, de no respirar por la herida.

 Y por ello, no dejaste de intentarlo.

Aunque “Respirar por la herida” no recibiera la atención que merecía.

Pero como buen samurái, tú seguiste perseverando.

Y diste al fin, el salto que todos sabíamos que tarde o temprano darías. Porque aunque nos pese a los amantes de las pequeñas editoriales, las estrellas literarias siempre acaban brillando en Planeta. Y así es como “Un millón de gotas” cosechó un millón de premios. Aquí, allí, en todas partes.

Y pese a todo, como buen samurái, tú seguías imperturbable…hasta el miércoles.

¿Recuerdas el encuentro con lectores en la Universidad? Te pusiste la hostia de gafapasta…. Ese día me dijiste que te ibas a presentar al Nadal, pero que debía ser un secreto.

Y te prometo que lo guardé. Que hice lo que pude. Sólo se lo comenté a mi familia.

Pero el miércoles, busqué información en internet. Y encontré los finalistas. Y por lo poco que sabía de la novela, sospeché que “Cruce de olvidos” era tuyo. Que te ocultabas bajo el pseudónimo de Aurelia Ballesteros.

Y crucé los dedos.

Pero el jueves, yo tenía que trabajar. Era mi primer día después de Navidad. No había dormido bien (quedaría muy bien, si dijera que de los nervios, pero ya sabes que nunca miento). Por eso, cuando mi padre entró en mi habitación, pensaba que me había dormido. Y cuando gritó: ¡Víctor ha ganado el Nadal! No pude evitar un respingo. Y cuando descubrí que eran las 6:30, tampoco acordarme de su madre, aunque sea mi abuela.

Todavía medio dormido, fui al salón. En las noticias, hablaban de no sé qué mierdas  de Rafa Benítez. Y luego, de no sé qué hostias del tiempo.  Y de repente….te oí.
Eras tú.
Mi samurái.
Y estabas tan emocionado que casi llorabas. Llorabas de alegría.
De repente, se me pasó todo el sueño y la mala hostia.
Eras tú. Mi samurái. En la tele. No sabes lo orgulloso que me sentí. Por ti y por mí. Por mi amigo y por ser tu amigo.

Y bueno, aunque algo tarde, quería que lo supieras. Ahora que es "La víspera de casi todo". Tu alegría me hizo feliz, samurái.

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