Por Sergio Vera Valencia,
coordinador del club de novela criminal las Casas Ahorcadas
(casasahorcadas.blogspot.com).
-¡Tienes que verla!-
Anita, que ya sabes que soy
bastante cinéfobo. Que para mí las películas son como libros aburridos, sin
narrador, relajantes musculares chutados por vía auditiva.
-Que no, que esta es diferente, ¡que
te va a encantar! Si quieres, te cuento la primera historia, y te haces una
idea.
-Venga, va, pero sólo porque pagas
el desayuno.
-Empieza con dos argentinos
ligando en un avión.
-Qué original. Dos por el precio
de uno…
-Cállate, o no acabaré nunca. Como
decía: están dos argentinos ligando en pleno vuelo. Hablando de esto y aquello,
de aquello y de lo de más allá. De que el hombre es crítico de música clásica,
y de que, casualmente, un exnovio de la muchacha, un tipo llamado Gabriel
Pasternac, había sido compositor frustrado. Pero la casualidad no termina ahí. El
crítico no sólo conocía al tal Pasternac, sino que había sido el principal
culpable de que nunca publicara nada. No habían terminado de comentar lo mucho
que había afectado eso a Pasternac, cuando una mujer mayor se entromete en la
conversación, y dice que Pasternac había sido alumno suyo. El peor alumno en toda
su carrera. Extrañados por tanta casualidad, preguntan si alguien más en el
avión conocía a Gabriel Pasternac. Todos
levantan la mano. Y uno por uno cuentan como
les había llegado el billete, siempre de forma gratuita, siempre justificada. Entonces,
por boca de una azafata, descubrimos que Pasternac es el comisario de vuelo, que
se ha encerrado en la cabina y no responde. La cámara sale del avión, vemos
como se aproxima hacia nosotros. Como está a punto de estamparse contra un chalet,
con todos los que habían jodido la vida
a Pasternac. Y justo cuando va a estrellarse, justo en ese momento, aparecen los
créditos.
Y falta que me hacen, porque a
pesar de conocer este primer relato, cuando lo veo, no doy crédito.
Y como mi amiga me aseguró, ese
es sólo uno de los seis relatos salvajes que componen “Relatos salvajes”, la
película más taquillera de la historia del cine argentino.
Y no me extraña.
Seis historias breves pero más contundentes
que muchas trilogías de tres horas. Historias cargadas de crítica social y
humor negro. De diálogos, personajes y
escenas inolvidables. De guión, dilemas morales, guión, justicia poética, y más
guión.
Seis relatos que se podrían resumir en la
pregunta: ¿Y si?….
¿Y si pudieras deshacerte de
todos los hijos de puta que en tu vida han sido? ¿Y si un día viniera a comer a tu restaurante
el cabronazo que destrozó la vida a tu
familia? ¿Y si ese pijo gilipollas que te hizo una pasada con su cochazo
sacándote el dedo, quedara a tu merced en medio de la nada? ¿Y si por culpa de
un error burrocrático perdieras tu trabajo y tu matrimonio? ¿Y si tu hijo
cometiera un delito, hasta donde estarías dispuesto a llegar para salvarlo? ¿Y
si en medio de la marcha nupcial descubrieras que tu recién estrenado marido te
la pega con una invitada a la boda?
Seis situaciones límite, pero cotidianas,
aterradoramente plausibles. Seis situaciones límite llevadas al límite, que te
dejan sin aliento, y sin palabras.
Sólo con preguntas.
Montones de preguntas.
Preguntas que se pueden sintetizar
en una: ¿qué habría hecho yo si…?
Una película con tanto guión y
tan original, con tanta actuación y tan
magistral, con tanta miga y tan nutritiva, que no entiendo como no arrasó en los Goya y los Óscar.
Porque a su lado, La isla mínima,
no pasa de ínfima.
Un peliculón que me ha reconciliado
con el séptimo arte, planteándome incluso ser infiel a Tarantino y cambiar de película
favorita.
¡Tienes que verla!
2 comentarios:
Dios...¡Me encantó esa película! No pude dejar de reirme ni un segundo. Afortunadamente el cine estaba vació (solo los asientos que mis amigos y yo cogimos), porque sino nos hubiesen tenido que sacar de allí. Los acomodadores ya tenían marcado el número de la ambulancia por si acaso perdía el conocimiento.
En serio, es un no parar de reír.
Ya estoy deseando verla y yo sí sé lo que haría en un caso así. Lo dificil será entender a los argentinos, no me llega el acento. Gracias Sherlock
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