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domingo, 12 de enero de 2014

Micropiojosos

Todavía resacoso de  abstemia alegría por la visita de Joe  (en cuanto me recupere, haré la crónica que tan magno evento merece), me complace presentar los ganadores del III certamen de micro Fan Fiction las Casas Ahorcadas,  y  de justa propina, al relato que a punto estuvo de serlo.
No digo más, porque su calidad habla por sí misma.

Angelines
Miguel Rodríguez Segarra

!Sentía un asco...! !unos deseos de matar...! todos muertos, en el fondo de un pozo, el Piojoso debajo. Ojalá.
!Ah... si tuviese mi propio local! ―suspiraba entonces.
Desde que entré de camarera en el bar de mi tío Paco, el Piojoso, me obligaba éste a llevar una minifalda minúscula y atarme la camisa bajo los pechos.
≪Bueno para el negocio≫ decía el muy cabrón. !Claro! su clientela se había doblado...
Como marranos en celo, oye. No me dejaban respirar.
Temía ir a la cocina; en el pasillo solía encontrarme a alguno de aquellos cerdos parroquianos dispuesto a magrearme y restregarme el paquete. Si corría a parapetarme en la barra, mi tío me miraba mal, luego, a solas, una bofetada, por lo menos.
"El chochito de en ca Paco", así me llamaban, que me he enterado.
Aquella noche, el puto Piojoso se empeñó en acompañarme a casa. Me daba repelús su apestosa cercanía; sonreía torcidamente, babeando; iba ciego, sentía su mirada soez desnudándome las tetas.
≪Si intenta algo, lo rajo !no aguanto más!≫ me dije, agarrando mi pequeña navaja dentro del bolso.
Había un tipo en la acera de enfrente; quizá me ayudase... me pareció verle un ojo tapado; su figura me tranquilizaba, me daba ánimos. No sabría decir por qué. Desde entonces, no he vuelto a verlo.
Heredera universal, me dijo el abogado.
Trabajo me costó el papeleo. Y una pasta gansa el letrero luminoso que mandé poner en lugar del mohoso "BAR PACO", un precioso "SALON DE TÉ" orlado de florecillas primaverales.
Mis finas clientas me llaman Nines. En realidad, me llamo Angelines.
Y aunque no sé cuál es, todos los días le enciendo una vela al santo patrón, bendito sea, de los ladrones de tapas de alcantarilla.
Claro que el hijoputa no veía donde pisaba.

¿El tamaño sí que importa?
Noelia Belinchón

Otra vez en el Piojoso, como todos los días desde entonces. Soy incapaz de levantarme de la cama y, simplemente vivir, así que aquí estoy otra vez. Como todos los días. Me siento tan insignificante, tan inútil... Entro arrastrándome al baño, o lo que sea eso. El sitio está siempre de lo más asqueroso, Paco barre cada 29 de febrero. La ponzoña se acumula allá donde mires, igual que en mi vida desde que Julieta murió, así que me siento como en casa. Aquí nadie hace preguntas que no sean ¿Cuánto te debo? o ¿me pones otro carajillo? Las únicas respuestas que se escuchan son gruñidos. Y a veces, se oye algún taco de parte de los parroquianos. Al salir, me apalanqué en mi rincón de siempre intentando pasar desapercibido. Levanté la vista del suelo, algo poco frecuente en mí, y ahí estaba ella: Piernas firmes, tez tostada, unos ojos de impresión… Toda una preciosidad. No era una habitual, eso seguro. En realidad, no se me ocurre que se le podría haber perdido en aquel antro. Juro que desde que Julieta murió, mejor dicho, desde que se la cargaron, no he vuelto a mirar a una fémina, pero es que estaba para mirarla dos veces. Y uno tiene necesidades que cubrir. Han pasado eones desde la última vez y ando algo oxidado en esto de ligar, pero oye, igual era una señal de Dios, y quién soy yo para decirle que no a un señor que se escribe con mayúscula. Entre mi respiración entrecortada se dejó escuchar un <<Hola>> poco audible y menos natural. Ella se dio la vuelta lentamente como en una de esas películas americanas.
Y entonces… ¡ZAS! Mis esperanzas de nueva vida quedaron tan aplastadas como su cuerpecito. Solo se veían vísceras y patas.
- Joder, Paco, jodeer. Así, era así. – Dijo Gafas separando las manos…






ALBINADA

Manolo Polo

-No hubiera pasado esto si no hubieras estirado dos horas la consumición del puto café. Si se enfría el vaso cómo quieres que no se te pegue al mostrador. ¿Qué quieres, que lo deje sin engrasar con el dineral que le costó a mi abuelo? –gruñe el Piojoso.
            -¿Grasa?,  esto se llama cieno en toda tierra de garbanzos -sonríe el intruso.
            -Debes estar mirando un rodal donde se te haya caído la baba -replica el Piojoso.

            El Piojoso no es tan fiero como creíamos. Se está dejando avasallar por este tipejo blanquecino que tan bien principió su visita con un:
- Tumbas habrá mejor iluminadas y que huelan menos a podrido que esta cueva.
Tan caraleches, tan desgarbado, tan delgado que nadie se explica qué necesidad tiene de abrir la puerta para entrar y, menos aún, dejarla abierta, con lo que nuestras esencias ambientales se escaparon como gorrinos  en desbandada. La transparencia del aire nuevo amenaza con dejarnos ciegos.

Para de inmediato, el muy cochino, chulearnos:
-La paz de dios sea con los hombres de buena voluntad, y para los demás aire fresco y cornetilla picante en las almorranas.
¿Qué pasa con este tío fanfarrón que no sabemos de que va, y nos tiene alelados mirándolo como si nos hubiera capado sin anestesia y fuera a mandarle al Piojoso que cocinara nuestras criadillas?

Pero no.
-Café–pidió.

En la pantalla del televisor apagado se nota hoy, sin los humos protectores del tabaco, el sugerente reflejo atocinado del hueco iluminado de la entrada. Allí miraba el blanquecino atentamente mientras saboreaba el café con la parsimonia de un caracol con la casa cargada de hipotecas:
-Exquisito veneno- dijo al fin. Pagó sin preguntar el precio y se despidió:

-Me llaman Alba. Volveré.



Lágrimas negras
Ana Martínez Fernández

Di un pequeño sorbo al café. 
-Su puta madre...está hirviendo- grité mientras una lágrima rodaba por mi mejilla. El Piojoso dejó entrever una sonrisa irónica y siguió leyendo su periódico. "Todavía sigo sin entender por qué coño vengo a este bar. Será porque me pilla cerca, porque Paco no te sorprende o simplemente porque tiene tanta mierda como mi vida, por lo que juego en casa". Todo eso pensaba mientras me acercaba al espejo a arreglarme el rímel que ahora ennegrecía mis mejillas. "Joder, para una vez que tengo una cita". De pronto, un ruido sordo de cristales, varios gritos y dos esquirlas heladas entrando en mis pupilas. 

El golpe certero de un vaso contra el espejo me cambió la vida. Lo que nadie sabe es que ahora vivo atrapada entre dos mundos y puedo ver la oscuridad en ambos. Pero todas las noches él viene a sanarme, sorbe mis lágrimas negras y se adentra en mí buscando información en mis visiones para seguir repartiendo su justicia...poética o no. ¿Soy feliz? No lo sé. Me acaricia el alma y, eso sí, jamás he vuelto a usar un rímel .

5 comentarios:

cristina dijo...

Hola chicos,soy la primera en daros la enhorabuena por vuestros micros. Todos genial, no me extraña que el jurado lo tuviera tan dificil

Anónimo dijo...

Enhorabuena a los ganadores y la finalista que no solo baila bien.
Amparo

Ana dijo...

Son los 4 geniales, para mí, Pichuchina es también ganadora.Un beso a todos.


Ana dijo...

Son los 4 geniales, para mí, Pichuchina es también ganadora.Un beso a todos.


Anónimo dijo...

Fue complicado en serio, todos los relatos eran magníficos. Claro que para complicado volverme a Valencia, que con vosotros es como estar en casa.
Joe.