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viernes, 13 de diciembre de 2013

INMACULADA

Inmaculada es gloria empresarial, la mecanógrafa y chica para todo que con don Onofre de factótum, iniciaron esta firma. Ahora, sesenta y ocho tacos de edad y cincuenta de cotización a la SS, sigue en el tajo. Jubilarla la matarla, a ella que presume, con razón, de no haber faltado al curro un solo día. Don Onofre murió hace veinte años. Ella, que asimiló la máquina de escribir eléctrica mas se negó a tocar un ordenador, esa diablura, mariposea aún por acá con andares de pato, bloc de notas, y bolsita de caramelos; mira, anota, y recoloca los papeles sobre las mesas de los demás sin permitir desorden pese a los enfados de los enmendados. Enfados silenciosos y sonrientes porque ella pareciera haber parido a los herederos de don Onofre, y ellos la respetan como si fuera Santa María Virgen y Madre. Además, a los empleados, casi cien, su única familia, nos cuida, se preocupa de la salud de cada cual y está siempre dispuesta a transmitir quejas anónimas a la superioridad, Medirá uno ochenta de altura y otro tanto de contorno de cadera. Como pesa más de ciento treinta kilos, casi todos ellos acumulados entre ombligo y tobillos, algunos insertan en su nombre la sílaba ens tras la eme. Ella nunca lo supo.
Cuando pretendí monopolizar el archivo tuve que ahuyentarla. Traje ratas muertas que declaré cazadas aquí, pero no bastaron media docena. Al fin le solté una viva cuando husmeaba indiscretamente, e Inmaculada mostró notables capacidad de aceleración y velocidad punta. Y no volvió. Después, cuando se incorporó Araceli, sospechó de la intensidad de nuestra amistad y primero le hicimos catar las mieles del amor, esa ausencia de su vida.
Una mañana encontró sobre su mesa un sobre con una escueta nota: “Verla todos los días tan ajena a mí me está matando” Se pasó el día en el departamento de personal estudiando las fichas de los mayores de sesenta años. Siguieron otras notas: “¡Si yo pudiera pasear a su vera…!” “Soñé con usted y desayuné mis lágrimas”…
Araceli y yo sospechamos que dedujo que su enamorado era el señor Nemesio y accedimos a su ficha: soltero, 63 años, Era alto, delgado, tímido y nervioso. Un discreto seguimiento nos reveló que vivía con su hermana.
Casi se desmaya la mañana en que encontró sobre su mesa un sobre a su nombre con una discreta nota: “Un corazón solitario no es corazón”. Puesto en alerta enseguida advirtió miradas complacientes y sonrisas melosas en Inmensaculada. Le entró el pánico. Desde entonces, si levantaba la mirada desde sus papeles, todas sus panorámicas estaban llenas de Inma. Incapaz de soportarlo, tramitó la jubilación anticipada. Las dos semanas siguientes Araceli trabajó a la desconsolada Inma con zalamerías. Así consiguió sentarse junto a ella en la comida de despedida de Nemesio. Allí le hizo la inocente revelación:
-¡No puede imaginar, doña Inmaculada, el alivio que es para mí la marcha del señor Nemesio! Cuando al incorporarme a la empresa, usted misma me lo presentó, se me cayó el alma al suelo y con el alma en un puño estuve hasta enterarme de que se iba. No hacía ni una semana que una vecina suya y amiga mía me había contado su doble vida de crápula. Vive amancebado con una viuda tan viciosa como él. Se dedican, cada una por su lado, a entablar relaciones con personas algo mayores que ellos para seducirlas y robarlas. ¡La del daño que han hecho! Verá usted,,,
¡Pobre Inma, tan buena y cariñosa! Esa misma tarde, de regreso a casa, la atropelló el Metro! Araceli, que estaba muy cerca de ella entre la multitud no ha querido darme detalles; debió ser muy desagradable para ella. ¡Más vale así, porque si llega a cogerle tanta afición a dar la extremaunción como a jugar a médicos no deja vivo ni al apuntador!

Manolo Polo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre tan ocurrente, y este es apto para todos los publicos, va a ser que te estas haciendo mayor.
un besazo. Amparo