Aquí va un delicioso microregalo de noirvidad de la Hampa, antes conocida como Ampoirot. O más bien de sus tripas.
Porque cuando las palabras destilan tanta rabia, tanta justicia poética, es que no salen del corazón ni del cerebro, es que salen de las entrañas.
Esperemos que no sean las últimas, y Mari vuelva a matar pronto.
Y no encontrárnosla en ningún callejón oscuro y solitario….
Volvía a casa cabreada. No debió salir esa noche, realmente no le apetecía. Tenía que trabajar eso de la asertividad. Si no te apetece salir, se dice “NO”, y ya está. Pero su amiga quería que la acompañase a no sé qué. Total, las mismas caras, los mismos sitios, la misma gente, y nadie interesante, como siempre.
¿Abandonar por eso su castillo? ¿La comodidad de su sofá? Imbécil. Para colmo, su amiga se había largado con ese impresentable con el que se encontraron “casualmente” y la había dejado plantada.
-¿No te importa volver sola, verdad?
- Pues claro que no, mujer. Si me viene bien un paseo hasta casa con el fresco para despejar la cabeza, y ya sabes que aquí nunca pasa nada.
Nunca pasa nada, nunca pasa nada. Claro que nunca pasa nada, ¿pero no era ella experta en romper todas las estadísticas de desgracias?
Pues ahí estaba. Empezó a notar la presencia de alguien siguiéndola.
Joder, con tacones…..lo de correr va a ser que no, y ya no eres tampoco una chavala. Su mente pensaba rápidamente, qué podía hacer, la navaja de Albacete la había sacado del bolso, desde que la poli multaba por ello.
Vaya con la tontería, en su pueblo todos los abuelos la llevaban, nunca sabes cuando se presentará un almuerzo. Piensa, piensa.
Mientras tanto, los pasos se hacían más rápidos y cercanos. Qué cosa tan tonta, pasarle esto a ella. Quizá se alarmaba sin motivo, quizá era cualquier noctámbulo al que su amigo había dejado tirado y tenía que volver a casa a patita.
Se sonrió. Pero la sonrisa se desdibujó, en el momento que notó como la agarraban por el cuello, y el acero buscaba encima del pecho izquierdo un hueco por el que penetrar.
El acero entró y sintió calor, pero nada más. Esperaba que se le escapase la vida por ese boquete, pero no.
¡Qué raro!
Y de pronto, recordó: No tenía corazón.
Aquel gilipollas se lo partió en pedazos una y otra vez, hasta que no quedó nada.
Su atacante había bajado la guardia, esperaba que el cuerpo sin vida se deslizase entre sus brazos para caer.
Cuando soltó el puñal clavado en el lado izquierdo y se acercaba, notó el ardor en sus entrañas.
Aquella mujer tenía ahora su puñal y lo había clavado en su abdomen de abajo a arriba.
Se levantó, vio como se le había estropeado su abrigo favorito, mierda, limpió el puñal en el costado, total ya era para tirar, y se sintió francamente bien. Quizá aquello había sido una señal. Ahora veía cual sería su terapia: matar a los hombres que parten el corazón a las mujeres en sentido literal o figurado.
7 comentarios:
Genial Amparo.Me ha gustado mucho. Cuando nos veamos te comentaré algo al respecto
Ya sospechaba yo que las mujeres tenéis armas letales escondidas.
¡Hay que andarse con cuidado!
Lo que no conocía(por relativamente novato)son tus dotes de escritora. ¡Fantástico!
Ole Amparito
Estas que te sales
Lo único malo es que cada vez me das más miedo
OH!!! Me da miedo lo del sentido literal... y me ha encantado.
Gracias Amparo!!
que bueno Ampa
Her
que bueno Ampa
Her
que bueno Ampa
Her
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