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sábado, 9 de noviembre de 2013

ALBA


Me llamo Cándido Blanco, y tanto en la infancia como en la juventud todo el mundo me ha llamado Alba porque, decían, tenía porte de Grande de España y terrateniente. Pero no es mi figura ni mi elegancia lo que les lleva a la burla, pues aunque soy alto y delgado, también tengo unos hombros estrechos entre los que apenas puede aposentarse mi poquito de chepa. La broma es más fina. 
Lo cierto es que soy el albino más “clara de huevo frito” que jamás existió, pues si los demás suelen tener blanco pelo y piel blanca, alguna rojez les asoma en párpados, encías  y lengua. En mí todo es blanco, inmaculadamente blanco, salvo el gris perla de mis ojos. Jamás cepillados, mis dientes brillan blancos entre mis blancos labios. Mi sangre tampoco es blanca, ni azul, quizá no tenga sangre. Las pocas veces que me herí rezumé un líquido amarillo pálido como pus aguada. En las revisiones médicas del colegio la gente de bata blanca se extrañaba, pero como siempre he tenido la suerte de ser pobre de solemnidad, los matasanos contuvieron su curiosidad. No todo van a ser desventajas en la miseria. Nunca estuve enfermo.
Por todo eso me llaman el príncipe Alba. Hasta Araceli, mi novia para toda la vida me llama así.

Manolo Polo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno Manolo, queremos saber que le depara la vida a Alba, porque a expensas de tu pluma todo le puede pasar al pobre hombre.

Amparo