La novela negra siempre se ha considerado un género urbano.
Toda ciudad que se precie tiene al menos un cronista de sus bajos fondos.
Desde Los Ángeles de Chandler y Ellroy, pasando, o mejor paseando, por la
Barcelona de Montalbán y Ledesma, la Atenas de Markaris, el Boston de Lehane…
podríamos dar la vuelta al mundo en 80 guías noir, siguiendo el rastro de sangre
de los grandes maestros del crimen literario.
Pero a pesar de oler a muerto, el género negro está pasmosamente vivo. Por
eso, en los últimos años se ha popularizado un movimiento que rompe con esta
tradición urbana: el contry noir.
En román paladino, la novela negra rural.
El country noir fue acuñado a finales
del siglo XX por el norteamericano Daniel Woodrell, pero ¿realmente es algo tan
novedoso como parece?
Porque si echamos la vista atrás, los clásicos están repletos de cadáveres
silvestres.
No olvidemos que la Cosecha roja con que, para muchos, Hammett inauguró
el género transcurría en la pequeña localidad de Poisonville.
Por no hablar de que Nick Corey, el insuperable psicopaleto ideado por
Jim Thompson era el corrupto sheriff de un pueblo de sólo 1280 almas.
Y este año se conmemora el centenario del nacimiento de Francisco García
Pavón, el creador de Plinio, la primera serie de género de la literatura y la
televisión netamente española, que no transcurría en Madrid ni Barcelona, sino
en un olvidado lugar de la Mancha llamado Tomelloso.
Aunque dejando a un lado la controversia sobre su carácter
revolucionario, lo que está fuera de toda duda es que los estantes de novedades
rebosan country noir. Entonces, ¿Qué
tiene de especial La cordura del idiota?
Que no bebe únicamente de esta fuente campestre. También se emborracha del
irreverente estilo tarantiniano castizo de Carlos Augusto Casas, para servirnos
un nuevo y explosivo cóctel literario, el country
Pulp. Hablando del rey de Roma aquí tenéis la reseña que hizo Carlos Augusto que la considera la mejor novela que ha leído en 2019.
Ascuas es un tranquilo pueblucho de lo más profundo de la Alcarria
profunda, donde nunca, jamás pasa nada.
Hasta que pasa.
Hasta que El Triste aparece ahorcado.
Entonces todo y todos apuntan a que haciendo honor a su apodo, el loco
del pueblo se ha suicidado.
Todos, salvo su amigo Toni Trinidad, el jefe de policía de Ascuas.
Aunque Trinidad no tiene mucha madera de madero que digamos. Un tipo grandote
y sin sangre, que pierde el conocimiento con sólo ver una gota.
Y por si el bueno de Toni no tuviera bastante con resolver el primer homicidio
de su carrera, tendrá que sacar a Vega del lío en que se ha metido. Porque su
alcoholizada hermana Vega ha decidido dejar de ser una perdedora y dar un palo
al Colmenero. Y claro, el mayor usurero de Guadalajara no se quedará de brazos
cruzados. Atraerá al pueblo un enjambre de esperpénticos matones. Asesinos tan
peculiares como unos leñadores vascos fanáticos de Mecano, con más experiencia
talando troncos humanos que vegetales.
Pero la segunda obra de Marto Pariente es mucho más que un suculento
plato de fiambres para Reservoir dogs.
Es un verdadero festín de literatura que alterna con maestría la narración en
primera persona de Toni, con la de Vega en segunda y la historia del resto de
personajes en tercera, haciendo las delicias de los paladares más exigentes del
género .
Y no te tengo más en ascuas
Seguro que a estas alturas, prefieres que sea Marto quien lo haga.
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