Por Libertad Martínez, la reportera más aplicada de Las Casas Ahorcadas
Alfonso Egea pide un café. Su voz es profunda y envuelve la mesa. Te mira a los ojos mientras habla, pero se mantiene quieto. Mientras responde a las preguntas, se advierte su pasión por lo que hace. Por aquéllos detalles que pueden hablar tanto como un libro, por la verdad oculta. El autor de 29 balas y una nota de amor se muestra tranquilo mientras habla de temas como la muerte, el amor o incluso el papel de una madre asesina.
Ni de coña. Hay
una parte en el periodismo de sucesos que es muy difícil. Como nos gusta tanto
el género, mostramos una cierta admiración por los crímenes más complicados. A
mí se me ha escapado en televisión: “joder, qué bueno ese tío”. Y entonces en
un momento dado reflexionas y dices: “Espérate. Pedro tenía un hijo, Pedro
tiene dos padres, tiene un hermano, tiene compañeros…”
Hay un momento
en el que tienes que coger el sedal, porque al final parecemos insensibles y no
lo somos. Pero es que a veces es admirable ver cómo un tío se deja la vida en
que no le pilles.
Pero en este
caso en concreto conforme avanza la historia te das cuenta de que no, de que Rosa
y Albert son muy egoístas y actúan de una forma fría y miserable. Rosa lo es
más. Es más fría, porque yo no creo que Rosa actuara guiada por el miedo. Rosa
presuntamente perpetra un asesinato en su casa con sus hijas dentro. Es muy
fuerte el tema. No siento la menor empatía por ella.
3. Según todos los testimonios, Rosa es muy atractiva. ¿Crees que la
seducción ha jugado un papel importante en que todo el mundo pensara que era
inocente?
Crucial. Yo creo que Rosa es una mujer muy atractiva
físicamente, mucho, pero es más atractiva aún en su carácter. Su carácter, que
ha sido su gran aliado durante muchos años y que ahora está siendo su gran
enemigo.
Rosa se ha
tirado toda la vida pensando que salía de cualquier problema, que era más lista
que nadie y ha dado con la horma de su zapato: ella pensaba que la capacidad de
seducción que tenía sobre Pedro iba a hacer que Pedro fuese un pelele en sus
manos. Pedro acabó harto de Rosa. Y luego Albert tres cuartos de lo mismo. Ella
pensó que iba a poder mangonear a Albert porque éste estaba coladito por sus
huesos. Hombre, Albert está coladito por sus huesos, hasta que se encuentra con
el marrón en el tribunal y dice: “Bueno señoría, vamos a parar aquí la máquina:
es esta chiquita la que me ha llamado a mí”.
Yo creo que Rosa
ha ido alimentando un ego muy grande durante muchos años, ella ha creído que
iba a estar siempre por encima de todo y esto le va a acabar costando un
disgusto.
4. Hace un tiempo dijiste en otra
entrevista que en tu opinión, Rosa Peral no iba a confesar nunca. ¿Pero crees
acaso que la investigación pueda avanzar por otras líneas?
La investigación
del crimen de la guardia urbana está acabada, la verdad está dentro de la
investigación, pero mientras ninguno de los dos reconozca ser el autor del
crimen habrá que guiarse de la suma de indicios y de la suma de pruebas. Habría
que ser idiota para no comprender que de alguna manera los dos están relacionados
con el crimen, pero ahora será tarea del jurado decidir quién, metafóricamente
hablando, metió el dedo dentro del gatillo. Pero lo que está en la
investigación es lo que los hace responsable a ambos. No habrá sorpresas. No va
a haber más.
5. Los crímenes son muy duros,
¿no te repercuten de manera psicológica?
Esto no deja
de ser trabajo, y además, nadie se hace periodista de sucesos porque se lo
manden. Esto te gusta o no te gusta. Yo recuerdo la primera vez que vi un
sumario en color de una autopsia, o la primera vez que un policía me dejó
entrar en el escenario de un crimen acordonado, que el muerto está ahí, es una
cosa que impone. Pero te acostumbras a todo. Un forense se acostumbra a hacer
autopsias y un policía a ver muertos y el periodista a escribirlo. Lo que no
soporto son las historias de niños. No puedo. Me superan, me sacan de mis
casillas.
Aun así
tienes que intentar evitar que te repercuta a veces. Escribiendo “29 balas” yo
tenía acceso a todas las partes del caso, y no quise tener contacto ni con Rosa,
ni con Albert, ni con la familia de Pedro hasta que acabé de escribir el libro.
De hecho, no me presenté formalmente a la familia de Pedro hasta que el libro
salió de imprenta. Le mandé un ejemplar y una carta al hermano de Pedro y le
dije que estaba sujeto a su visto bueno. Me dijo que no tenía ningún
inconveniente en la publicación.
Pero bueno,
lo hice para no empatizar como decíamos antes. Me quise hacer un cordón
sanitario porque si me acercaba a Rosa o a Albert ya estaba liado seguro. Hay
que mantenerse un poquito alejado de todo, es importantísimo.
6. Hay algún caso real que te
gustaría escribir para la colección?
¡Me gustaría
escribir de casi todo! Cuando te dedicas al periodismo de sucesos y de
tribunales tu trabajo se convierte en tu afición y tu afición es tu trabajo. Al
cabo de la semana van pasando casos por tus manos que piensas que tienen un
libro, incluso dos. Sería injusto decir cuál no escribirías. Pero he llegado a
una conclusión: el caso por el que yo escribiría otro libro aún no ha ocurrido.
Jamás he elegido un caso para escribir. De hecho, cuando Marta me propuso
escribir un libro dije: “¡Si yo no quería escribir más!”.
Tengo muy claro
que los casos sobre los que yo he escrito son los que ellos me han dicho a mí: “Tío,
escríbeme”.
7. Para terminar la entrevista, siempre hacemos la misma pregunta. Siendo
escritor de novela negra… ¿Cómo preferirías morir?
(“Hostia, qué buena” –dice mientras se ríe). Damos por sentado que asesinado, ¿no? Pues ya que me vas a matar, me gustaría sentir lo que es que me disparen y morir desangrado. Para ver qué es, ya que no me puedo librar. Y luego pensaré “Ah, ¿era así? Pues en mis libros lo escribí fatal”.
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