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domingo, 17 de marzo de 2013

VUELVE A CUENCA


 
 

Cuando lees algo, especialmente cuando ese algo te cala hondo, conocer a su autor siempre conlleva alegría y temor a partes iguales.

Alegría por tener la oportunidad de encontrarte con alguien a quien admiras, y temor a descubrir que en realidad no se trata de alguien tan especial como sus líneas, sino con tanto oficio  juntando letras (o seleccionando negros) que su encanto a la postre sólo resulte un espejismo narrativo.

Pues bien, aunque el gran Víctor del Árbol no me era del todo ajeno, apenas había tenido oportunidad de conversar con él, de reír con él, de abrazarle.
 

Y cuando lo he hecho, después de haber vibrado y sufrido con sus personas imaginarias, después de casi mil páginas de samuráis tristes y heridas supurantes,   resulta innegable que la sensibilidad que destilan todas y cada una de ellas sólo son una mínima parte de la que emana de su cuerpo a cuerpo, y su inmensa calidad literaria nunca hará justicia a la que irradia su persona, ni siquiera cuando llegue a ser una estrella que recoja Tormos y rechace Planetas.

 
 

Llegó como es, sencillo y afable, hambriento de anécdotas y literatura, y desde el principio se convirtió en uno más de la tribu, en alguien capaz de mojarse en sus opiniones sin que las ajenas le calasen, de empaparse del espíritu de las Ahorcadas. Un auténtico anfibio de las letras, que tan pronto te respondía a la más sesuda de las disquisiciones como se bajaba del estrado a repartir besos y firmas y compartir sopas (buaj) y copas como un negrito más.

 Eso, por no hablar de que cuando hicimos nuestra última parada de la noche en el Bus, como empieza a ser tradición, dejase muy alto el listón y muy claro de qué árbol es Víctor, todo ello entre lecciones  magistrales del que está llamado a ser el baile del verano: el Pichuchina Style  (¡Ey, sexy clown!).
 

Una velada muy larga que se nos hizo muy corta, un encuentro de tres horas que se nos antojó de tres minutos,  y que nos dejó a todos con ganas de más.

Por eso, te ruego que pegues en la ventana de tu despacho una pegatina que rece:
 
Vuelve a Cuenca.

Y sobretodo, que lo hagas.

Porque las llames como las llames, en las Ahorcadas tienes Casas para elegir.
 
 

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Poco mas que añadir a tu comentario y el de Victor en su blog, nos alegramos de que se encontrase tan gusto como nosotros con él y esperamos verle pronto por aqui.
Amparo

Anónimo dijo...

De nuevo, una tarde y noche fantástica. Lo hacemos bien cada vez que nos juntamos. Y Víctor un encanto.
Continuaré practicando el Pichuchina Style para próximos eventos, jajaja.
Besos.
Ana

Anónimo dijo...

Tdos estuvimos de lo mas.

Anónimo dijo...

Está visto que siempre me pierdo lo mejor.¡¡¡ Cuántos tuertos me habrán mirado!!!???
ME ALEGRO POR VOSOTROS.
Ya me contareis.
Paco

Anónimo dijo...

Paco, Paco, si quieres saber lo que pasa en el Bus tendras que venirte a la proxima, "lo que pasa en el Bus se queda en el Bus".
Pichuchina habra que hacer un taller de baile.
Amparo

Cristina dijo...

Victor es encantador y enseguida nos sentimos como si lo conocieramos de siempre. Que es un escritor excelente ya lo sabiamos. Una velada estupenda, aunque perdiera el Bus.

Anónimo dijo...

Ja,ja,ja. Cuando quieras hacemos ese taller. Besos.
Pichuchina