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lunes, 11 de marzo de 2013

LA TRISTEZA DEL SAMURAI de Víctor del Árbol

 
A lo largo de la lectura de esta novela, reconozco que es una lectura que atrapa, tenía la sensación de contemplar un fresco de final de la Edad Media o del Renacimiento, en el que se describe el infierno lleno de condenados azuzados por los demonios. También pensé en los capiteles de las columnas góticas de determinados claustros en los que personajes grotescos se entrelazan y se devoran.

Así que al acabar me puse a reflexionar el porqué de tal sensación y creo que en el fondo esta novela es profundamente moralista. Hay un pecado original cometido por una adúltera, Isabel y un asesino Guillermo. El pecado de la mujer es castigado por mediación de unos acólitos: Publio y Gabriel. Dos figuras de Demonios exterminadores.

Del matrimonio original de Isabel y Guillermo nacen dos criaturas: El Monstruo (Andrés) y el Justiciero (Fernando). Entre los dos encarnaran los defectos y virtudes del samurai. Son los dos personajes que blandirán la Catana.

Gabriel, el acólito asesino, tiene una hija, María, una abogada que sufrirá y se retorcerá igual que los otros descendientes en las llamas del infierno azuzada por otro demonio: Ramoneda.

Frente a ellos hay una saga de inocentes arrastrados al infierno: Marcelo, Cesar, Marta y un testigo del primer crimen. Personajes inocentes pero marcados por ese pecado original y siguiendo la teoría de San Agustín marcados por la predestinación a la que éste siempre nos aboca.

Y, si Cristo se inmoló para redimirnos, en esta novela es necesaria la inmolación de María y de Fernando para ofrecer a César y Marta una nueva oportunidad. Oportunidad que no llegamos a verificar pues el autor nos la deja abierta, aunque después de su paso por el infierno no cabe demasiado optimismo.

Analizando de cerca los personajes que el autor entrelaza creo que podemos referirnos a casi toda la imaginería religiosa de finales de la Edad Media y del Renacimiento que asimila también fuentes mitológicas. Asociamos a Publio con el Basilisco, representación mitológica con mirada asesina, no era posible mirarle a los ojos, como a la cabeza de Medusa. Por otra parte, cabe también recordar las múltiples representaciones de los jinetes de la Apocalipsis, el jinete de la Muerte suele avanzar cabalgando con la espada desenvainada, acompañado de un séquito de cadáveres. Asociación que podemos hacer con Andrés. Incluso podemos remitirnos a las representaciones, del siglo XVI, en los que la Muerte es un personaje masculino que asedia a una doncella, introduciendo la idea de concupiscencia. Cabe asociar esta imagen a la descripción de Andrés y Marta encerrados en aquella casa fantasmal.

Y volviendo a los jinetes de la Apocalipsis, fijémonos en el jinete de la guerra, qué otra cosa es Publio.

Por otra parte, también podríamos referirnos a las imágenes de la Danza de la Muerte, a las representaciones teatrales medievales de la danza Macabra, danza en la que estaban representados los vivos y los muertos. Estas danzas tenían una intención moralizadora y eran un retrato sarcástico de determinadas conductas, acusando claramente a los que detentaban el poder. ¿Qué otra cosa hace esta novela?

En definitiva, creo que toda mi reflexión puede resumirse en la idea de que cuando hay tanto malo, tanto demonio y tantas llamas del infierno, el fresco que resulta es del género grotesco, del esperpento, con acusados rasgos de angustia y crueldad. Hay un grado de artificio, de estilización que resulta exagerado.

El autor, sin embargo, parece querer fijar su historia en la realidad enmarcándola en dos periodos claros, la posguerra y el golpe del 23 F, pero, en mi opinión, en la lectura de la novela esa realidad histórica no le confiere mayor realismo a la historia, domina más, a lo largo de la lectura, el fresco medieval y renacentista moralizante. Incluso si queremos irnos a una representación más moderna nos tendríamos que ir al expresionismo de Grosz, a sus caricaturas de la época de la ascensión de Hitler al poder, aunque en esas caricaturas no está la idea de crimen, castigo y redención que está en la novela.

 

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Una vez más, Juana, has dado en el clavo, y cómo!.Totalmente de acuerdo con tus reflexiones y análisis.
Yo la he leído dos veces y las dos me ha gustado mucho por muchos motivos; pero no tengo ni tu cultura ni tu capacidad para analizar y relacionar. Gracias por ampliarme y hacerme ver, en una obra que como ya he dicho antes, me ha gustado mucho, cosas y aspectos que yo sólo nu hubiese podido apreciar.
Un abrazo, extensivo a todo el grupo.
Paco

Anónimo dijo...

Juanita, ya veo que no te ha gustado demasiado, a pesar de tu sutileza.
A mí sí me gustó, y la segunda vez me ha gustado más.
Te confieso que tu comentario, tan prometedor en principio, y tan interesante como siempre, me parece que degenera en una paja mental de gran calibre. Tú que siempre criticas con razón a los que divagan.
Te lo digo desde el profundo respeto y cariño, ya lo sabes.
Guillermo

Anónimo dijo...

Por supuesto, el comentario que hice ayer no pretende menoscabar en absoluto tus disquisiciones.
Te lo has currado mucho y bien, y tu comentario es brillante, pero después de releerlo despacio sigo pensando que tus neuronas entraron en actividad onanística mientras lo escribías.
Siento discrepar contigo en esta ocasión, aunque eres la más grande.
Un fuerte abrazo
G

Anónimo dijo...

Guillermo, discrepar es la riqueza de un club de lectura. No me siento para nada molesta. Probablemente tengas razón en lo que dices. Yo sólo me di cuenta de que al analizar los personajes trenzados en la novela de Victor del Árbol, éstos me remitían a una serie de arquetipos que la Iglesia Católica ha manejado para trasmitir sus valores y enseñanzas. No creo que Victor se haya puesto a moralizar y a emitir juicios de valor, como él ha creído comprender en mis palabras. Creo que simplemente al elegir esos personajes en ellos estaba implícito todo un discurso moral. Evidentemente es sólo mi impresión. Sólo es una posible lectura del libro. Para nada pretendo pontificar. Expuse esta impresión que no es ni más ni menos valida que cualquier otra de las que se han expuesto en la reunión.

Anónimo dijo...

Juana es estupenda tu forma de analizar los textos, encontrar su filosofia, su arte, simplemente te mueves a unos niveles que a nadie se nos llega a ocurrir, la riqueza del grupo es esa, distintos pero unidos por el amor a los libros aunque sean "negros".
Amparo

Cristina dijo...

Juana, una vez mas me has dejado fascinada con tu comentario. No se como eres capaz de ver tantas cosas en una novela. No digo que este de acuerdo en esta ocasion pero me admira tu vasta cultura. (El ordenador no me deja poner tildes, lo siento).Besos.