Víctor del
Árbol Romero nació en Barcelona en 1968.
Mozo de escuadra durante dos décadas, tras abandonar el seminario por
amor, estudió Historia en la Universitat
de Barcelona y participó durante dos años como locutor y colaborador en un
programa de realidad social de Radio
Estel.
Aunque resultó finalista del VIII premio Fernando
Lara en 2003 con la inédita “El abismo de los sueños, su primera obra en llegar
a imprenta fue “El peso de los muertos” (2006) que resultó ganadora del premio
Tiflos.
El éxito nacional
e internacional le llegó, sin embargo, de la mano de su segunda novela, “La tristeza del samurái” (2011), que le
ha abierto las puertas de librerías de medio mundo y convertido en un auténtico
“capo di tutti capi” del hampa impresa nacional, y no por casualidad finalista del premio
Novelpol 2012 y la primera obra española galardonada con Le Prix du Polar Européen a la mejor novela negra
europea por la prestigiosa revista francesa Le point, que antes ganara gente de
la talla de Philip Kerr o Arnaldur Indradason.
Y a principios
del 2013, vio la luz “Respirar por la
herida”, su mejor y más ambiciosa obra hasta la fecha.
Muy buenas
tardes Víctor, y muchas gracias por prestarte a este viaje relámpago desde la
ciudad condal a la del crimen para visitar las Casas Ahorcadas.
P:¿Podrías comenzar explicándonos como llega un
seminarista a ser miembro de las fuerzas del orden y luego parte del lumpen
editorial patrio?
R: Sería como
explicar toda una vida de manera lógica y coherente, obviando los momentos de
dudas, las contradicciones, los aciertos y los errores. Digamos que nunca me ha
gustado quedarme al margen de la realidad que me envuelve, y que siempre he
sentido una curiosidad innata por las puertas entornadas. A lo largo de mi
camino, se han ido presentando diferentes opciones de implicarme en mi propio
destino, y nunca he dicho “no”. En el barrio donde me crié los sacerdotes
obreros eran una fuerza viva del barrio, se implicaban en la educación, en las
manifestaciones para lograr mejoras…Y yo les veía vivir la Fe como una cosa que
iba mucho más allá de las iglesias. Pasaron los años, y las dudas y las
creencias me alejaron de la idea de la Iglesia, pero no de la idea religiosa,
de un modo de entender la vida como algo trascendental.
En cierto
modo, trabajar años después en la Policía tiene que ver con ese espíritu:
Cambiar las cosas, participar de un momento histórico, sentirte útil.
Pero la única
constante en mi vida, más allá de las privilegiadas circunstancias que se me
han presentado, es la escritura. Nunca dejé de escribir desde que aprendí a
construir refugios de palabras. El hacer de ello mi forma de vida es algo que
solo ha ocurrido muy recientemente, y ojalá sea un salto definitivo, pero uno
nunca puede dar nada por descartado.
P: Como hemos visto, entre “El peso de los
muertos” y el samurái transcurrieron cinco largos años, ¿fue por falta de
inspiración o de editorial que se atreviera con Publio i compañía?
R: Nunca me
han faltado ideas ni ganas de transcribirlas. Cuando en 2006 El Peso de los
Muertos ganó el Tiflos, fue con un jurado impresionante: Manuel Longares, Luís
Mateo Díaz, Soledad Puértolas…Recuerdo las palabras que me dijo Luís Mateo. Me
las guardo para mí, pero fueron muy valiosas. Hasta el 2011 seguí escribiendo,
tratando de publicar y sufriendo ese Vía Crucis que los escritores pasamos en
forma de negativas más o menos amables de editoriales, agentes y demás. Llegué
a pensar que no lo lograría, y sufrí algunas decepciones muy importantes con
ciertas personas del mundo del libro. Pero nunca dejé de escribir, no olvidé ni
por un minuto el porqué lo hacía, y eso me ayudó hasta que apareció una
editorial joven, independiente, y que conocían mi ópera prima. Insistieron,
volvieron a insistir. Y al final empezó esta historia con el manuscrito de La
Tristeza del Samurái, en 2011.
P: ¿Tienes pensado rescatar tu inédita
ópera prima?
R: Creo que he
crecido como persona y como escritor en estos años. Sí, volverá a editarse, pero
muy probablemente la escriba de otro modo, le dé una revisión a fondo. Los
derechos para El Peso de los Muertos se los cedí a mi editorial actual. Ya
veremos qué pasa.
P: A propósito, ¿por qué cuando la mayoría de autores, Lorenzo
Silva, Giménez Bartlett o González
Ledesma por citar los más conocidos, pasan meses documentándose para pergeñar investigaciones
e investigadores creíbles para sus series, tú que lo eras, apenas escribas
sobre polis? ¿No te tienta crear tu propia serie?
R: Aunque la
ficción y la Realidad deben parecerse y acercarse cuanto puedan la una a la
otra, nunca hay que olvidar una obviedad: son conceptos distintos. Durante 20
años he trabajado en la Policía Autonómica Catalana en diferentes destinos y
responsabilidades, de modo que podríamos decir que tengo una idea global
bastante cercana del trabajo policial. Sin embargo, lo que me interesa de esta
experiencia no es lo anecdótico, las cosas que me han pasado o que haya podido
ver. Sin duda son importantes pero forman parte de mi espectro privado. Lo que
a mí me interesa es trasladar el poso que esas vivencias han dejado en mi
interior: una forma poliédrica de ver la realidad, empatizar con casi cualquier
emoción, ser capaz al menos de describirla con intensidad y certeza.
Respecto a la segunda parte de la pregunta,
por ahora no me planteo crear una serie. Me apetece la exploración continua,
buscar nuevos perfiles. Aunque si Respirar por la Herida funciona entre los
lectores como espero, no descartaría una segunda parte con algunos de sus
personajes más carismáticos.
P: Centrándonos ya en “Respirar por la
herida”, que inevitablemente compararemos con el resto de tu obra, lo primero
que llama la atención cuando uno empieza a leerla es su estilo. El lenguaje del
samurái, frío y certero como una katana, ha dejado paso a una voz intimista próxima
a la prosa poética y rebosante de aforismos, ¿obedece este cambio a exigencias
del nuevo guión o a la mayor madurez de su autor?
R: Obedece a
la voluntad de no quedarse en lo conocido. Me apetecía explorar otra forma de
contar, arriesgarme a ir mucho más lejos con cada personaje, sentarme con
ellos, desnudarlos hasta donde me fuera posible. Con respecto al lenguaje y al
registro literario, sé que la prosa poética o que la metáfora están en desuso,
pero bien utilizados estos son recursos que le dan una mayor dimensión al
texto, y permiten profundizar en su lectura más allá de lo estético. Yo me he
propuesto no renunciar a mi manera de escribir convencido de que es compatible
con un público lector mayoritario.
P: Respirar por la herida es una novela muy
compleja y argumentalmente ambiciosa,
que entrelaza el pasado y el presente de una decena de personajes, ¿cómo
fue su proceso de gestación, partiste de la trama o de los actores?
R: En mis
novelas siempre son los personajes los que dibujan la historia. Lo que yo busco
es provocar en el lector algo que va más allá de la curiosidad, de saber qué
pasa, cómo acaba el misterio. Yo intento crear espejos para que el lector se
identifique, le invito a participar, a ser parte real de la historia. Y eso
sólo puedo conseguirlo si los personajes son creíbles, evolucionan al margen de
las necesidades de la trama. Lo que importa es quiénes son y porqué son así.
Más que lo que hacen.
P: Al igual que en las primeras,
especialmente el samurái, estamos ante una obra coral, con casi una docena de personajes grises, tan
humanos que sería más acertado llamarlos personas imaginarias, personas de
ficción a las que llegamos a conocer con mayor profundidad que a la mayoría de los
protagonistas del 99% de los libros que llegan a nuestras librerías, sean o no de género,
¿tienes un trastorno d personalidad múltiple o sólo una imaginación portentosa?
R: A mí me fascinan las novelas
corales, donde no puedes decir con certeza quién es el protagonista porque de
un modo u otro todos lo son. Me gusta que los personajes secundarios crezcan
como la levadura y lleguen incluso a superar en vigor narrativo a los
supuestamente principales. Eso está muy presente en mis novelas, y quizá más
que en ninguna otra en Respirar por la Herida: la capacidad de convertir a las
víctimas en verdugos y viceversa.
P: ¿Por qué no hay lugar al humor en tus
novelas?
R: Porque la
ironía (ese matiz del humor que a mí me gusta) se lo dejo a la vida, a las circunstancias
distónicas que los personajes tienen que afrontar. Ese humor del que hablo es
el que te deja la sonrisa congelada. Paradójicamente, yo aprecio mucho en lo
privado el sentido del humor como válvula y como evidencia de vitalidad. Pero
en las atmósferas que creo en mis novelas, no tiene cabida.
P: Si bien la localización es casi
testimonial en tus obras, más bien ambientadas en el mundo interior de sus
protagonistas, llama la atención que de tu tierra natal te hayas desplazado a
Madrid en esta ocasión, ¿se debe a algún motivo en particular?
R: Soy un
barcelonés con el privilegio y la mirada del foráneo en Madrid. Me encanta la
ciudad, ese nudo de caminos que parece no ir a ningún sitio. No quería
describir la ciudad, sino las sensaciones que deja en una mirada que no está
contaminada por el pasado ni por lo cotidiano. Algo parecido a lo que ocurre
con el otro paisaje de la novela, Argel.
P: Aunque tus tramas, criaturas y estilo sean
extraordinarios, quizá el rasgo más característico de tu trilogía del pecado,
por llamarla de algún modo, es que más
que la sociología del crimen, la crítica
social tradicionalmente inherente al género, aquí lo más relevante es la
exploración de algo mucho más universal como
son los traumas de las víctimas y cómo sus pulsiones de amor se convierten en pulsiones de muerte,
¿estamos ante el nacimiento del thriller psicoanalítico?
R: Jajaja, me
cuesta incluso pronunciar el concepto. Veamos, thriller sí, en cuanto a novela
de suspense (lo hay, y mucho) y de emoción (la hay y mucha) y psicoanalítico,
sí, al menos en parte, en cuanto que no me conformo con describir las acciones
de los personajes sino que para mí lo
más importante es profundizar en sus razones y en las consecuencias emocionales
que causan sus decisiones. En cualquier caso, novela negra, novela social,
novela tremendista, hoy en día existe una tendencia generalizada al mestizaje,
cosa totalmente acorde a los tiempos. Sigue habiendo purismos de la novela
inglesa deductiva o del hard boiled, sin duda. Pero yo no entro a valorar un
cierto tipo de justicia final. Me importa la historia, no la etiqueta que
finalmente acabe teniendo.
P: Tus hojas no se parecen a ninguna que yo
conozca, ¿Cuáles son las raíces literarias del Árbol? ¿Qué otras semillas negras
recomiendas plantar en nuestras
estanterías?
R: Sé que esto
es impopular, pero yo sigo pensando que los clásicos son el fundamento de la
buena literatura, por una sencilla razón: ellos han superado el cedazo del
tiempo. La literatura rusa de mediados del XIX, el existencialismo francés de
posguerra, y sobretodo el realismo mágico latinoamericano. Para mí son las tres
raíces que me alimentan. Más recientes, me llama la atención Pollock, Lehane,
Franzen…Españoles estoy descubriendo a Zanón, Hill, Del Valle y cualquiera que
un prescriptor de confianza me recomiende. Soy muy curioso.
P: ¿A qué crees que se debe que tus textos
tengan más repercusión fuera de nuestras fronteras que dentro? ¿Tan vigente
sigue en nuestro país el “nadie es profeta en su tierra?
R: Es algo que
no pasa desapercibido para mí, claro. Y no te negaré que me apena un poco. No
me voy a poner a elucubrar sobre los porqués, es obvio que se me lee más en el
extranjero que en España. Pero tengo la confianza y la paciencia necesaria para
que el gran público lector conozca mis historias. El camino ya empezó con La Tristeza del Samurái y con Respirar por la Herida pienso que por
fin, va a suceder.
P: Y después de parir una obra de tal
envergadura a todos los niveles, ¿cómo afronta Víctor del Árbol la próxima?
¿Cuántos bosques habrá que talar para la primera tirada?
R: El futuro no existe más que en
una hipótesis. Yo soy persona de realidades. Hoy toca luchar por esta novela.
La próxima, que ya está en mi cabeza, tendrá que esperar turno.
Extraído del
boletín “Entre líneas” de la Biblioteca Municipal de Cuenca (http://bibliocuenca.blogspot.com.es/).
1 comentario:
Que buen entrevistador eres Sergio
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