Se ha escrito un (micro) crimen…Primera Temporada Completa (Versión extendida para Masoquistas)
Antes de reanudar nuestro microcrimen con una nueva andanada de micros, me temo que a cargo de autores reincidentes, la semana próxima, por petición popular, recopilo en un solo post toda la primera temporada junto con un final alternativo que elaboré cuando, merced a la impactante y macabra aportación de psico-Vero, pensé .que ya estaba todo el pescado vendido y tenía que ir recogiendo el tenderete de la forma más digna posible.
Así, me sirvo de tan pueril excusa para organizar el primer concurso de la breve pero intensa historia de Las Casas Ahorcadas:
Adivina, adivinanza,¿quién quiere abrirle a Tomé la panza?
En otras palabras, ¿quién demonios es el sanguinario y enamoradizo asesino de la Casa de la Cultura , según ese primer final?
I
Sergio Vera.
Era tarde de viernes en la biblioteca y, por fortuna para Mila, más tarde que viernes. Media hora, y podría dar la bienvenida al ansiado descanso del becario, cien veces más merecido que el del guerrero.
Un último esfuerzo, se dijo. Disimula. Finge que no tienes ganas de mandarlos a la mierda. A ellos y a sus novelas negras como la mierda.
Mientras prodigaba maldiciones gitanas a todos los miembros del último Club de lectura en abandonar el edificio, Mila ensayaba su mejor sonrisa falsa y empujaba su carrito repleto de bodrios en dirección a su despacho, pensando amargamente que, aparte de para estar más explotada que Kunta Kinte, haber logrado ser la primera de su promoción, únicamente le había servido para batir el récord mundial de insultos por segundo. Lástima que no hubiese forma de demostrarlo, su madre estaría la mar de orgullosa.
No obstante, dudo sinceramente que exista titulación, o serie televisiva, capaz de prepararte para lo que la buena de Mila encontró esa tarde. O si no, listillo, dime, ¿qué harías si, tras regresar al aula donde despachaste, hace apenas quince minutos, a los amantes del crimen literario, te topases con un cadáver?
II
Raúl Navarro.
El cadáver, de sexo femenino, fue encontrado por Mila en el ladies’ room (como a ella le gustaba llamarlo). Su cuerpo yacía boca arriba junto a un busto de Cervantes de cuya nariz se desprendían gotas de sangre que caían sobre la gran mancha roja que nacía de la cabeza de la muerta. Una mancha que ya había rodeado por completo una copia de la tercera parte de la trilogía Millenium y que ahora se dirigía hacia el marca páginas con la novela “Fin” de Monteagudo que la mujer sostenía sobre su mano derecha.
Mila observaba todos aquellos detalles con estupor. Sin embargo, recordando la máxima de su adorada Amelie Nothomb («Si un invitado muere repentinamente en tu casa, sobre todo no avise a la policía. Usted será el primer sospechoso»), abandonó el baño, recogió su bolso del mostrador de préstamos, se puso su abrigo, apagó las luces de la biblioteca y cerrando las puertas de entrada tras de sí, pensó que mejor sería que fuera otro, mañana, quién tuviera que dar explicaciones. Al fin y al cabo había quedado con aquel chico que conoció por Internet y no pensaba faltar a su cita por nada del mundo.
III
Pedro de Paz.
Durante su encuentro con «Hawk69», un friki adolescente aspirante a informático con espinillas hasta en el carné de identidad —hay que joderse con los cibercontactos—, Mila se mantuvo ausente. Al margen de que las majaderías que contaba el susodicho apenas despertaban su interés, no podía sacarse de la cabeza lo ocurrido en la biblioteca. Cierto era que le había dejado el marrón al del turno de mañana, pero sabía por el CSI de la tele que una de las primeras cosas que se averiguan de un cadáver es la hora de su defenestración. Todo el mundo sabría que el incidente ocurrió durante su turno. Y desde un punto de vista objetivo, resultaba harto sospechoso que hubiese abandonado el lugar sin informar del hecho, máxime cuando una de las más estrictas obligaciones de su cargo de becaria consistía en reponer los rollos de papel higiénico de los baños donde debería haberse encontrado con el percal. Había actuado de una forma imprudente. Quizá debería pedir ayuda para resolver el enigma y alejar las culpas de ella. ¿Y quién mejor para ayudarla que aquellos imbéciles del Club de Lectura, acostumbrados a lidiar con muertos, asesinatos y demás zarandajas? Sí, quizá lo mejor sería…
IV
Luis Ángel Clemente.
Sólo llevaba media hora y no cociéndosele el pan, Mila no quiso perder más tiempo extrayendo espinillas de la espalda sebosa del cibernético. Sin embargo no quería romper esa relación “(no sea que este chalao de los botones me tenga que sacar del aprieto): “Me duele la barriga y olvidé en casa el neubrofeno. Mañana nos vemos, cariño. “
Apenas puso los pies en la calle, contactó con Tomé. Tomé, como se le conocía en el taller de lectura, era, en realidad, Bartolomé Zarco Fernández en la pila bautismal. Actualmente preparaba las oposiciones para “madero”, no por perpetuarse embutido en un uniforme caki, sino con la única idea de llegar a sub-inspector.
Tomé, al ver el nombre en la pantalla, quedó sorprendido, pues llevaba más de un año en el que sólo eran teleoperadores quienes se acordaban del número de su móvil. De ahí que, tras reconocer la voz de Mila, atajara rápidamente: “En cinco minutos espérame allí”.
Y no pasaban de las diez de la noche, cuando ambos, ayudados por una linterna, se adentraban hacia los servicios de la biblioteca con las pupilas como platos.
“Aquí, en el retrete, ni rastro”, soltó el opositor al franquear la puerta.
V
Lourdes Gómez.
-¿Cómo que ni rastro?, pero ¿has mirado bien todos los aseos?
. Mila empezaba a pensar que los opositores de Cuenca no eran como los becarios de Bones y los investigadores del CSI. Se empezaba a arrepentir de haber vuelto (¿quien diablos le mandaría meterse en este fregado?, ¡y además con Tomé!).
Siguió mirándole fijamente, mientras le señalaba con el dedo:
- Los muertos sólo desaparecen en las novelas, en las pelis malas y en alguna que otra morgue. ¿Acaso crees que la muerta se ha levantado solita, ha limpiado la sangre, ha recogido el busto de Cervantes, ha ordenado los libros y después se ha largado a tomar cañas?
Según hablaba Mila, ambos cayeron en la cuenta de una cosa muy evidente (no hay cosa más instructiva que el club de novela negra, y las películas policíacas): si el cadáver no estaba…. ¿quien se lo había llevado?
Y sobre todo ¿dónde estaba el que se lo había llevado?
Rápidamente, Mila empezó a temblar, y Tomé se quedó con las ganas de hacerlo (no porque fuera a ser subinspector, sino porque ¡había ligado!).
Tomé, que recordaba el caso práctico de los últimos exámenes que había suspendido, dijo:
- Empezaremos la búsqueda en los servicios de hombres.
Cuando abrían la puerta para inspeccionarlos, se oyó un ruido débil, tal vez un libro que caía en la sección de préstamos. Se miraron sobresaltados, dudaron un segundo y bajaron las escaleras, sorprendiéndose ellos mismos de su valor y de su inconsciencia.
Antes de llegar a la puerta, encontraron el libro de Millenium cubierto de sangre. La empujaron sigilosamente, y allí, iluminado por las luces piloto, sentado en la silla tras el mostrador de préstamos, estaba el busto de Cervantes. Alguien lo había limpiado, pero ¿quién?
Se escuchó un grito…..
VI
Joe Álamo.
— ¡Rediós! —exclamó Tomé, agarrándose al brazo de Mila—, ¡parece que estén desollando a alguien!
Mila no pudo evitar arrimarse a Tomé, aunque este rezumara un tufillo corporal nada seductor. El grito ascendió a alarido y se prolongó durante varios segundos, hasta culminar en un breve soniquete gutural que dio paso al silencio.
Tanto Mila como Tomé sintieron entonces el repiqueteo agitado y trepidante de sus corazones en los oídos y una vocecita interna que les decía que salieran cagando leches, antes de que lo hiciera su acompañante.
— ¿Qué ha sido eso? —musitó finalmente Tomé, que No echaba a correr porque no tenía claro hacia dónde.
—El timbre de la puerta —respondió Mila, algo más serena, una vez cesó el grito.
Tenía que largarse de allí como fuera. Se desprendió de Tomé, que seguía aferrado a su brazo.
— ¡Hostia, no jodas! —Exclamó él, aliviado— ¿Y de quién fue la idea de poner un timbre así…? —se detuvo al observar la expresión de Mila.
— ¿Tú eres tonto, o qué? —Le espetó ella con expresión incrédula—. Joder, Yo sabía que los del club erais un hatajo de friquis, pero no que fuéseis también unos capullos. No sé qué más me puede pasar ya.
Entonces se oyó un silbido, algo pasó rozándole la cabeza a Mila y golpeó a Tomé. Este cayó cuán largo era, y con una brecha del tamaño de una zanja en la frente.
A Mila se le cayó la linterna al suelo y se quedó a oscuras. Alguien comenzó a cantar:
Tengo una muñeca vestida de azul…,
Alguien que se acercaba a ella.
VII
Pablo Prados
Mila, aterrada, palpó buscando la linterna, pero una pila en su mano y su pulso, propio de una anciana aquejada de Parkinson, le hizo pensar que no tendría luz de nuevo. Por suerte Tomé seguía respirando a pesar de su inesperado y doloroso “encuentro” con el maestro de las letras, lo cual la alivió.
No con poco esfuerzo, atinó a encender su cámara digital Olympus y hacer un par de fotos, sus pupilas, dilatadas por la oscuridad, parecieron esconderse ante los destellos del flash.
Con la respiración entrecortada y el corazón golpeando fuertemente contra su pecho se escondió detrás de lo que, tras el destello de la cámara, parecían unas estanterías…
Sin esperar un segundo, revisó sus dos últimas fotos: en la primera se apreciaba a Tomé en el suelo, con el busto de Cervantes de nuevo manchado de ese tono carmesí que a Mila tanto gustaba en la tinta de los libros antiguos pero que, ahora, no le parecía tan atractiva. En la segunda, una figura borrosa, producida por el amplio tiempo de exposición de la cámara.
Los pasos y aquella canción ya no se oían por el camino que había dejado atrás, sino en los pisos superiores.
VIII
Amparo Prados.
Hawk 69 quedó preocupado.
¿Cómo había sido tan imbécil de dejar escapar a la chica? Las partidas de los Sims no te preparan para esto. Ya lo decía mi madre: “hijo mío, ten siempre neobrufen en casa, que va bien para todo”.
No, si al final iba a tener razón, a pesar de haberla cagado con el nombre que le impuso en la pila bautismal: Iván, pero no por El Terrible, sino por aquel cantante ñoño de finales de los setenta, ¡por Dios! Claro que lo de Hawk69 lo compensaba con creces.
Había andado un poco torpe con lo de la pastillita. Se podía haber ofrecido a ir a la farmacia a por una, pero eso tampoco se aprende en los juegos de estrategia, ¡mierda de juegos!, la cosa ya no tenia remedio, pero la chica le gustaba, además le interesaba el sitio donde trabajaba –la biblioteca- y eso que en su cuarto no había un solo libro. Solo cds y dvds. Pero ahora sabía que no todo está en internet.
Tenía que planear mejor el próximo encuentro, aunque la excusa sonaba un poco a eso: excusa. Esperaba no haberla jodido del todo, y poder quedar con la chica pronto, ella tenia algo……………………
IX
M. G. Villarrubia.
Mila no supo si se había armado de valor o de estupidez, cuando se encontró subiendo las escaleras. Llevaba la linterna de nuevo en mano, pero titilaba como los guiños de Algol.
- “Esto me pasa por ser tan rácana… si al menos hubiese comprado pilas Duracell”. Llegó al último peldaño, que la recibía como entrada a una nueva oscuridad. Al “¿Pero qué estás haciendo?, ¿no ves que te van a matar a ti también?” le siguió un irónico “No pasa nada, no hay mas bustos que lanzarme”. Si hasta tenía gracia cuando estaba nerviosa.
Atravesó anaqueles atestados de libros añejos, antiguos volúmenes que nadie sin permiso podía ojear, atesorados en esa zona restringida de la biblioteca. Con esa penumbra, la verdad que estaba quedando todo muy de Poe. Sólo faltaba algún cuervo parlante o un suelo que latiese.
La infantil canción volvió a sonar, al fondo.
Su intensidad aumentó en pocos segundos, haciendo temblar a la otrora valiente Mila, que no pudo hacer más que salir corriendo en dirección contraria al inquietante sonido.
Siguió huyendo, aunque ya ni sabía de dónde provenía el “la saqué a paseo, se me constipó…” que tanto la atemorizaba.
Chocó con la oscuridad. Sintió el grasiento calor de una persona contra sí. El eco reprodujo los gritos de ambos, que cayeron fruto del impacto. La linterna rodó, apuntando el cono de luz contra la cara del desconocido.
-Sólo quería darte una sorpresa- Dijo Hawk69, mientras los pétalos aun seguían cayendo.
X
Verónica Martínez.
La sorpresa se dibujó en los ojos de Mila, cuando el filo de la navaja se clavó en su estómago.
Ahora yacía muerta al lado de Hawk69.
Éste no podía dar crédito a lo sencillo que había sido el encargo. Meses atrás, todo eran impedimentos y dificultades para eliminar a esta chica, siempre rodeada de gente. Sin embargo, la suerte había estado de su lado aquel día, y el pedido estaba hecho.
Lo cierto es que lo sentía. Un poco. Después de seguir a Mila durante meses, le había cogido cariño, hasta incluso experimentar algo parecido al amor.
Pero el trabajo es el trabajo.
Aún así, pensó quedarse un recuerdo de ella. ¿Qué tal ese dedo en el que lucía aquel anillo tan espantoso, probablemente comprado en unos chinos?
En esas andaba, afanándose en cortar el dedo de Mila con la misma navaja con que la había matado, cuando Hawk69 oyó la suave voz que cantaba “tengo una muñeca vestida de azul”.
Y cuando se dispuso a buscar el origen de aquella voz, ya era demasiado tarde.
Un cuchillo se hundió en su espalda, mientras su asesino le susurraba al oído:
-Has sido muy malo. En esta biblioteca, el único que mata soy yo.
Final Alternativo I
Sergio Vera.
Días más tarde, un solitario ejemplar del Cuenca Times sobrevolaba, errático, un banco del Parque San Julián, cuando una sombra entrecana la atrapó poniendo fin a su caprichoso movimiento.
Masacre en la biblioteca de la ciudad del crimen, rezaba el titular que presidía la portada.
Los cuerpos de Milagros Vázquez, bibliotecaria en prácticas, María Elena Martínez, Inspectora de Farmacia, y un varón joven todavía sin identificar, aparecieron sin vida la mañana del pasado sábado (…) Fuentes cercanas a la investigación aseguran que un aspirante a policía, cuyas huellas dactilares se encontraron en el arma del delito, es el principal sospechoso y sigue en situación de busca y captura.
Y el hombre, mayor pero vigoroso, no pudo evitar que una sonrisa de satisfacción le asomara a los labios, como tampoco mascullar entre dientes, aunque fuese sin puro habano, la misma frase que un televisivo tocayo suyo popularizó durante los ochenta:
-Me encanta que los planes salgan bien.
Y se marchó, canturreando de forma inconsciente la nana con que había aprendido a chapurrear español con el método de 1000 palabras del CCC.
Y es que, es bien sabido que no es de buena educación ausentarse con un huésped esperando, por mucho que hubiera hecho todo lo humanamente posible porque se sintiera tan cómodo como si estuviera en su propia casa.
Al menos, todo lo cómodo que se puede estar cuando llevas días amordazado y atado de pies y manos dentro de un armario secreto, se entiende.
XI
Guillermo Muñiz .
Y Todo quedó en silencio. Ya no se oía ninguna canción. Sólo un sollozo, casi imperceptible. Y allí estaba él, con el cuchillo en la mano, pensando una y otra vez: ¿por qué, hijo de puta?, ¿por qué la has matado?, ¿qué te había hecho? Notaba cómo le caían las lágrimas por la cara, por esa cara de pánfilo que se le había quedado.
Alguien se acercaba despacio. Enfocó con la linterna, y vio tambalearse una figura patética que apenas se tenía en pie, con la cabeza ensangrentada y el horror reflejándose en sus ojos.
-¿Quién eres? ¿Qué has hecho?- a Tomé apenas le salía un hilo de voz.
-¿Qué hacías aquí? ¿También te la tirabas, como este cerdo?
No tenía fuerzas ni para discutir. Mejor sería responderle.
-No, no me la tiraba, ¡qué más quisiera! Vine para ayudarla. La quería, igual que tú, por lo que veo. Pero ella a mí no.
- Dime, ¿qué sabes? ¿Por qué lo ha hecho? ¿Qué tenía contra ella?
- Te juro que no tengo ni idea. ¿Y la otra chica? ¿Has sido tú? ¿Dónde la has llevado?
-Ainhoa. Ainhoa de las Heras Gaudioso, otra hija de puta, cómo puede haber tantos. Iba a dejarla sin trabajo al acabar la beca, ¿sabes? Mila era mucho mejor, ella lo sabía, no lo soportaba. Su sonrisa, enorme, aplastante. Igual creía, la muy imbécil, que yo se lo iba a permitir.
- Por favor, ayúdame a salir de aquí. Podemos aclarar esto juntos.
- Podemos, podríamos, habríamos podido. Quién sabe. No. Me caes bien, chaval…pero tú no vas a aclarar nada.
XII
José Rubio.
No le costó mucho esfuerzo hundir su cuchillo ensangrentado en el pecho del debilitado Tomé. Dejar testigos era un lujo que no podía permitirse.
Antes de marcharse, tras ocultar las pruebas que pudieran relacionarlo con los crímenes, dirigió una última mirada llena de rabia y ternura a Mila.
¿cómo había podido ocurrir aquello? llevaba algo más de tres años vigilándola, cumpliendo estrictamente todas las órdenes de sus superiores, había sido su ángel de la guarda 24 horas al día, siempre desde el más estricto anonimato, velando porque tuviera una vida cómoda, rutinaria y solitaria, muy solitaria, quizá demasiado solitaria… se había ido deshaciendo uno a uno de los muchos pretendientes que habían amenazado con conquistar el corazón de Mila, ¿pero cómo sospechar que la joven y atractiva bibliotecaria fuera a acceder a citarse con el friky de Hawk69? ¿Quién iba a pensar que el cibernauta quisiera asesinarla?
Había sido un error imperdonable, pero no había tiempo para lamentos, ya estaba amaneciendo, y ahora debía darse prisa en salir del espantoso lugar en que se había convertido la siempre apacible Biblioteca Fermín Caballero. Estaba claro que alguien ajeno a su organización había descubierto que Mila albergaba en su pequeño apartamento, sin ni siquiera imaginar su verdadera importancia, esa exótica figurita que había conseguido hacía algo más de tres años en aquel maravilloso viaje a Túnez, esa extraña figurita que sin ella saberlo había cambiado su vida por completo, hasta tal punto, que había sido la causante de su triste final….
5 comentarios:
¡Buena idea! Pero quiero más...
Sí, como alguien dijo ya va siendo hora de que sepamos algo sobre el siniestro personaje, pero no esperéis mucho de mí, me falta imaginación.
Yo también quiero saber algo más sobre el asesino.
Aunque me pregunte que hago yo aquí con lo miedica que soy, en fin!!
Pues la primera temporada no nos quedó mal, así vista en conjunto. Yo con la segunda estoy entusiamado. Y sí espero mucho de ti , Cristina.
P.D. ¡ JODER ¡ Es el único comentario que voy a hacer al respecto de las 1280 almas y del despellejamiento subsiguiente. No callará mi voz en ningún caso.
Realmente buena la historia, muy intrigante, y sobre todo, ¡¡vaya personaje el de Mila!! Lo tiene todo, una mujer atractiva, misteriosa, con un oscuro pasado. ¿Quién será esa Mila? Saludos a todos desde la biblioteca de Albacete. Y enhorabuena por la historia...
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