El eslabón perdido entre Mary Poppins y American
Psycho
Así es la inclasificable protagonista —y narradora— de
la originalísima, en forma y fondo, recomendación que hoy os traemos: la última
novela de una de las voces más irreverentes y transgresoras del noir
patrio, que ya ha vendido los derechos de adaptación a Hollywood. Un festín de
humor negro y casquería que no te dejará indiferente.
Victorian Psycho, de Virginia Feito
Por Javier Jaén
¿Os acordáis de las institutrices vestidas de negro
que salen volando antes de que aterrice Mary Poppins, o de la gran Emma
Thompson, con verruga y diente, en La niñera mágica? Pues en este libro
hay una igual… bueno, exactamente igual, no.
En un páramo de la campiña inglesa se alza Ensor
House, una gran mansión de esas que todos imaginamos al pensar en una casa
victoriana del siglo XIX, donde viven los señores y sobreviven el cochero, el
ama de llaves, las cocineras y el resto del servicio.
Winifred Notty, institutriz, acaba de llegar para
ocuparse de la educación y los modales de los hijos del señor y la señora
Pounds. Toda la grandeza familiar es heredada, y se inculcan los valores de la
época entre la clase alta: el hijo estudiará lo justo y heredará todo, y la
hija aspirará a casarse con un rico al que darle hijos.
Hasta aquí, todo normal. Todo muy victoriano.
Lo que la convierte en una novela dickensiana
son sus personajes: repulsivos, altaneros, soberbios, descarnados y a la vez
cómicos, por lo absurda que puede llegar a ser la puesta en escena. Y es dickensiana
porque refleja claramente las diferencias sociales, la riqueza y la pobreza, la
injusticia y las desigualdades.
Dickens era sátira, humor, crítica. Si Virginia Feito
lo adereza con dosis de opio, láudano y vísceras, la novela de repente da un
giro insospechado… sobre todo si algunos personajes de la casa ocultan perversiones
difíciles de imaginar.
Winifred tiene un motivo para llegar precisamente a
Ensor House. Un motivo claro y descarnado, marcado por una niñez oscura, de
casas de acogida y muertes prematuras. Un motivo que pretende cumplir con gran
determinación, pese a que en la casa se reúnan invitados de abolengo
aristocrático, con su corte de doncellas y ayudas de cámara, en una Navidad que
será irrepetible…para casi todos.
Escrita en primera persona, es la propia Winifred
quien narra su historia pasada y su propósito en la casa. También el final lo
explica ella misma, con un recurso literario que choca de frente con el
pensamiento del lector. Ya me entenderéis…
Esta es una novela que no deja indiferente. A nadie. Y
espero que sea para bien. En pocas líneas es capaz de cometer la más
desagradable atrocidad y, al mismo tiempo, razonarla de forma irónica y
psicopática. Y ocurre varias veces, lo cual te arranca una sonrisa —cuando no
una carcajada— por lo inesperado, absurdo e innecesario de la escena. Denota un
sentido del humor muy inteligente, sutil y a la vez descarnado, negro y
brutalmente macabro.
En esta novela caben la frenología —aquella
pseudociencia que relacionaba la forma del cráneo con la personalidad—, el
láudano, el opio, cuervos (vivos, muertos… y comidos), desvanes ocultos (y
hasta aquí puedo contar), empalamientos, erotismo victoriano, sangre… más
sangre… pero también una historia que, desgraciadamente, no pertenece solo al
siglo XIX: infancias terribles, maltratos, hijos ilegítimos, padres que matan a
sus hijos, casas de acogida del terror… que se transforman en venganza
premeditada e ira.
Y tú, lector de esta reseña, dirás que no es posible
disfrutar —y reír, a veces a carcajadas— con la forma de narrar de Virginia
Feito. Pero créeme: se ríe y se disfruta desde la primera frase (“Muerte por
todas partes”) hasta el final.
¿O será que tengo que empezar a preocuparme por si
tienes que soportar mi oscuridad… como dice la autora en su dedicatoria?
1 comentario:
Una reseña oscura como se supone que es el libro. Muchas gracias por darnos a conocer a la autora.
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