Prometo
solemnemente no decirlo con ánimo de afilar dientes ajenos, pero creo
sinceramente que nuestra tercera excursión a Getafe ha sido, no ya la más memorable (lo cuál no es moco de pavo,
dicho sea de paso), sino también el mejor evento de todos cuantos hemos vivido en la corta pero intensa historia de las Casas
Ahorcadas (y ojo, que ya van unos cuantos, ¡y qué cuántos, oiga!).
¿Por qué? Creo que porque nunca antes habíamos
pasado tanto tiempo juntos, riendo, charlando y matando. Y nada une más que un buen asesinato múltiple.
Tanto es así, que me he sorprendido escribiéndole a una amiga una verdad como
un templo que hasta ese momento mi retorcido subconsciente me había estado
ocultando: que había visitado Getafe con mis amigos del club de lectura.
Mas, como tengo
una hijoreputación que mantener, dejaré la exaltación de la amistad para el
sector pasteloso, y me limitaré a hacer una crónica sentimental en rojo del día.
Empezando por
el principio, finalmente trece fuimos los valientes (¡Noelia, esta te la
guardo!) que nos pusimos en ruta sobre el minibús tan diligentemente gestionado
por Noemiss Marple, que coreada por Pichuchina, la payasa asesina, animaron el
viaje y tuvieron (ya no recuerdo quién) la brillante idea de hacernos desaparecer
a golpe de nana rimada con autor, al más
puro estilo Agatha Christie. Como creo
sinceramente que tamaña obra maestra de la lírica castellana contemporánea
debería pasar a la posteridad, en unos días la rescataré de los comentarios del
post donde originalmente fue publicado, modificando sus dos primeras estrofas (tras
consensuarlas con el resto, que esta es una obra a veintiséis manos), pues como fuimos perfeccionando el modus
operandi sobre la marcha, desmerecen frente
a las perlas que siguieron.
En fin, que
entre carcajadas y manotazos de Miss Marple y negritos en vías de extinción,
llegamos a Getafe. Pero como no contábamos con la astucia del mío páter, que diría el Chapulín Colorado,
hete aquí que nada más llegar, el prenda se hizo un siete en la camisa que
cualquiera diría que el zorro había pasado por allí. Total, que mientras unos
mojaban el churro (en chocolate), otros estuvimos esperando pacientemente a que
los culpables de mi existencia se decidieran por una camisa.
Después de que
todos hubiésemos mojado el churro (en chocolate), pusimos rumbo a la carpa,
donde estaba a punto de empezar la presentación de un viejo conocido: bruno
Nievas, que con Lorenzo Silva como maestro de ceremonias (que por cierto
inició el acto haciendo mención a las Casas Ahorcadas y dándonos las gracias
por asistir) nos habló de su interesantísima “Realidad aumentada”, un
prometedor thriller que será debidamente valorado por nuestro comité como
posible lectura.
Otro tanto
ocurrió con el siguiente evento, el de mi admirado Sebastian Fitzek, que
accedió gustosamente (lo cierto es que si no llega a ser por nosotros, el pobre
se vuelve a Alemania de vacío) a charlar y tomarse unas cuantas fotos, para
regocijo del sector femenino de la tribu (de hecho, le dije, yo soy tu lector,
pero ellas son tus fans). Lástima que los negritos me tengan tan poca fe
(¡herejes!), y no comprasen la novela. De todos modos también tengo su correo
así que siempre estamos a tiempo de hacerle una proposición indecente por Skyppe.
Descanso. Hora
de comer, beber y poner al día la m@sacre, y eso hicimos. Matar un poco, beber
demasiado y reírnos muchísimo (mención especial a la estrofa dedicada al pobre
Páter Comunitatis).
Y por la
tarde…… ¡salimos por la radio! Así es, como todos los actos son retransmitidos en
directo por radio Getafe, y la carpa parecía una ciudad fantasma (sólo faltaba
el matojo rodante y la musiquilla del oeste), le enchufaron la alcachofa a Amparo…. ¡que les amenazó con que nos
íbamos a traer el festival a la ciudad del crimen! Para rematar la jugada, me
hicieron subir a la palestra, momento que aproveché para soltar una sarta de gilipolleces
marca de la casa y para hacerle la introducción al figura Márquez, cuya
presentación cruzada con Javier Rovira se disponía a comenzar en esos momentos.
Concluido el
sarao, como no creímos oportuno echar a perder un Stradivarius con semejantes
pezuñas, le regalamos un instrumento a la altura de sus posibilidades…. ¡una
guitarrilla de los chinos que habría envidiado hasta el mismísimo
Chiquilicuatre!
Por último,
nos desplazamos hasta el teatro García Lorca, donde tuvimos el privilegio de
asistir a un mano a mano entre dos auténticos pesos pesados de las letras como
Lorenzo Silva y Javier Cercas, que hablaron de la última novela del autor de
“Soldados de Salamina”, el necesario broche de oro para una jornada que sólo
puedo calificar como estelar, la jornada estelar de los asesinos.
Y de lo que
ocurrió esa noche, cuando anduve de parranda con el figura y otros amigos, mejor no hablar, que hay ropa tendida y
todavía estamos en horario infantil.
¿Qué, a que el
año que viene os lo pensaréis dos veces antes de faltar al Getafe Negro?
Pero antes….
¿quién se apunta a la Semana Negra?