Mientras me pellizco, esperando y deseando despertar
de la pesadilla, no puedo evitar acordarme de Domingo, recordar algunos de los
inolvidables momentos que compartimos.
Recuerdo la primera vez que hablé con él. Fue por
teléfono, a finales de 2014. Amelia había reseñado La playa de los ahogados y gracias a un amigo común logré llegar
hasta él para proponerle comentarla con nosotros por Skype. No me conocía, no
tenía Skype, ni lo había usado nunca. Pero no importó. A los cinco minutos al
teléfono era como si nos conociéramos de toda la vida. Y se descargó el programa
y se creó un usuario solo para atendernos. Gratis. Uno de los autores de más
éxito de la novela negra española nos regaló su tiempo sin conocernos. Y al
igual que cuando habló conmigo por teléfono, cuando comentó su novela con
nosotros por Skype a principios de 2015 fue como si nos conociéramos de toda la
vida.
Porque así era Domingo.
Y claro, después pasó lo que tenía que pasar: La playa de los ahogados se alzó con el
Premio Tormo Negro Masfarné 2015 y Domingo vino al festival a recogerlo en 2016
y a dar el pregón en 2017. Pero aunque se lo dije, pensó que lo del pregón era
broma. Y descubrió que no lo era durante el AVE a Cuenca. Total, que el bueno
de Domingo se pasó todo el viaje y el tiempo hasta que se inauguró el festival escribiéndolo.
Aun así, como luego me reconoció, improvisó parte sobre la marcha. Pero nadie
lo diría. El desternillante pregón en verso que Domingo Villar nos regaló se
convirtió en el mejor pregón de la Historia, el molde e insuperable listón a
batir para los que vinieron despues..
Porque así era Domingo.
Y pasó el tiempo. Domingo y yo hablábamos de vez en
cuando, y de vez en cuando le preguntaba por el tabú, su tercera novela. Hasta
que en julio de 2018, cuando me encontraba en Nueva York de vacaciones, recibí
un Whatsapp de Domingo diciéndome que la había acabado. Y prometiéndome que
vendría a presentarla al festival en primavera. Y aunque el festival de 2019 coincidió
con La noche de los libros, el equivalente madrileño Al San Jordi barcelonés, cuando
El último barco acababa de zarpar
hacia las librerías y se encontraba al frente de la lista de los más vendidos y,
como es lógico, la editorial no paraba de insistirle para que se quedara en la
capital donde se podría haber inflado a dedicar libros, mi amigo vino a Cuenca,
cumplió con su palabra.
Porque así era Domingo.
Y cuando ese mismo verano de 2019 le escribí para
decirle que estaría de vacaciones cerca de Vigo, se ofreció a hacernos una
visita guiada por los escenarios de la novela, el mismo día que iba a
presentarla en Moaña, el lugar donde transcurre. Y aunque el teléfono no paraba
de sonar con llamadas del alcalde y la editorial, despachaba a todos en un minuto
diciendo: ahora no puedo atenderte, que estoy con mi amigo Sergio. Ese paseo
fue una de las cosas más bonitas que me han pasado desde que llegué al mundo de
la novela negra en 2009. Uno de esos momentos que nunca olvidaré. Como tampoco
que la presentación era a las 7, a las 5
todavía estábamos con él en su restaurante favorito y el de Leo Caldas, el
Eligio, en que hay una placa con su nombre y otra con el de su personaje.
Porque así era Domingo.
Y cuando este año le escribí para invitarle al
festival y a mi boda, me dijo que, sintiéndolo mucho, no podría venir al
festival, porque tenía una comunión en Galicia, pero me prometió que no
faltaría a mi boda. Y ahora, por culpa de una puta hemorragia cerebral, mi
amigo, mi querido amigo Domingo, va a faltar por primera vez a su palabra.
Esto sí que no te lo perdono, vida. Porque Domingo
era así, y no se lo merecía.
Pero como sé que a mi amigo le habría gustado que le
recordásemos con una sonrisa, en vez de con las lágrimas que ahora mismo surcan
mis ojos, mientras sigo pellizcándome con la esperanza de despertar de la
pesadilla, prefiero terminar invitándoos
a leer su pregón, el pregón del mejor hombre de letras y amigo de palabra que
he conocido.
Descansa en paz, amigo, los que te hemos leído, y
más los que te hemos conocido, nunca te olvidaremos.
11 comentarios:
Perfectamente retratado Domingo, se le quiere mucho, siempre en nuestro recuerdo, y sus libros un tesoro, los ratos compartidos impagables
Que bonita elegía,Sergio.
Tú cariño y el de todo el club de LcA se refleja en tus pakabras Sergio. Va por ti Domingo, que tus queridas rías gallegas te guarden.
Magníficas palabras. Para una magnífica
Persona
Efectivamente: así era Domingo, querido Masa. Nada más que añadir.
Yo solo le conocí a través de su obra, pero siento muchísimo que se nos haya ido tan pronto. Todavía tenía mucho que escribir y nosotros nos hemos quedado huérfanos de sus historias. Descanse en paz.
No lo llegué a conocer, pero por sus libros tenía una seguidora acérrima más. Tus palabras son las nuestras, de todo el el club LCA. Gracias por ellas. Descanse en paz.
Sergio, no se puede describir mejor la grandeza humana de Domingo. Me he emocionado leyendo tu Requiem; esas palabras sinceras de recuerdo al amigo que se nos ha ido. Yo también estoy consternado, y aún no me lo creo. ¡Qué pena, por Dios! ¡Cuánta tristeza!
Muy buenas palabras, Sergio. Hay gente que viene a este mundo a dejarlo un poco mejor, Domingo era una de ellas.
Suscribo todo lo dicho. Domingo enamoraba con sus libros pero aún más con su manera de ser. Buen viaje amigo.
Acertado y merecido panegírico porque, efectivamente, así era Domingo.
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