El chico de
las bobinas, de Pere Cervantes
Por Guillermo Muñíz
La historia arranca con un crimen, y hay
un misterio que desvelar; así la incluimos en nuestro género, aunque tenga
muchas más cosas, como debe ser.
Se desarrolla entre 1945 y 1949 en
Barcelona, con dos breves saltos en el tiempo. Incluye además un apéndice que
se desarrolla en la actualidad.
En un barrio céntrico y pobre, de esos
que hoy día ya no lo son, vive Nil Roig, que en 1945 cumple 13 años. Vive con
su madre, Soledad. El padre, David, está desaparecido desde el final de la
guerra. Anda por ahí con los maquis luchando contra un régimen triunfante, aún
en fase de represalias a perdedores, delaciones y demás. Es buscado y
perseguido por causas políticas, sí, pero no solo por eso. En realidad también
es perseguido por lo de siempre, por esas dos cosas que mueven al hombre desde
que el mundo es mundo. Y hasta ahí puedo contar.
A Nil, teórico protagonista de la
novela, le falta un brazo. Se gana los cuartos llevando en bici bobinas de
películas a las salas de proyección, y con eso ayuda económicamente a su madre,
Soledad, que trabaja en una carpintería llevando la gestión del negocio, que va
sobreviviendo como puede.
Nil es testigo de un crimen en el portal
de su casa, y la víctima, antes de morir, menciona el nombre de su padre, le da
un objeto que será de enorme importancia en la trama, y que buscarán los malos.
Esa trama va adquiriendo cada vez un
interés mayor, según van apareciendo personajes y datos. Junto a Nil y su
madre, hay un buen grupo de personajes.
Los buenos, el entorno de Nil y Soledad,
son a cual más entrañable, y a cual más desgraciado, os podéis imaginar.
Supervivientes de todo pelaje. Hay héroes, hay hasta algún pillo, la gente se
busca la vida. Y hay mucho, mucho amor en ellos. Algunos son de los que te
recuerdan que sí, que hay gente que merece la pena en todas las circunstancias,
por desfavorables que sean.
Los malos: alguno también es un
desgraciado, pero es de los que te recuerdan que no, que hay gente que no
merece la pena en ninguna circunstancia. Otro es un mierda, sin más. Y el más
malo es, además de malo, repugnante.
Los personajes están bien construidos,
algunos quizá estereotipados, pero sirven muy bien para estructurar y
contextualizar el relato.
Además de esos supervivientes, hay
luchadores clandestinos contra el régimen, nazis reciclados que iban estando
cada vez menos cómodos en esa España de los cuarenta, pero que se las apañan
para seguir viviendo muy bien, policías corruptos, delatores y todo lo
necesario para la trama.
Y hay muertos, violencia y sordidez.
Tenemos la falta de respeto a la mujer, el abuso de los triunfadores sobre los
perdedores, el rechazo y vejación a personas de sexualidad diferente, violencia
policial. No escatimamos detalles desagradables, de hecho la novela es sórdida
en muchas fases. Hay mucho odio, hay mucha sed de venganza. Pero también hay
justicia, hay esperanza, y mucho amor, como os he dicho antes.
La novela es, por supuesto, un retrato muy bien ambientado de una
Barcelona sombría de los años 40. Pero la verdadera protagonista de la novela,
Soledad, nos recuerda que esta historia es sobre todo un tributo a las mujeres
que saben sobrevivir con dignidad en las situaciones más adversas. A las que,
como bien dice el autor, siempre construyen. Personaje enorme, no perfecto, no
exento de aristas, obviamente, pero en todo momento admirable.
Y hay un omnipresente tributo al cine, a
la fábrica de evasión y sueños en esos tiempos turbulentos. Y a la profesión de
actor de doblaje, y cuento más. No faltan guiños: se menciona a Carmen Laforet,
cronista inolvidable de una Barcelona gris, hay un “ cameo “ de un jovencísimo
Fernán Gómez, y está también Cinema Paradiso, aunque lógicamente sin
mencionarla.
El epílogo, que se desarrolla en la
actualidad, explica, yo creo que innecesariamente, lo que la novela es y quiere
ser, y además pretende hacernos ver que estas historias se deben seguir
contando, y no deben dejar de contarse. Y hay causas que son intemporales, y
por tanto hoy día vigentes, que no hay que dejar de atender. Esos personajes,
creíbles todos ellos, lo merecen.
La sensación de que es una “peli que ya
hemos visto” es inevitable. Rara es ya la novedad, a estas alturas. No es la
originalidad su mayor virtud, pero sí lo es su intensidad, su credibilidad, y
su voluntad de reconocimiento y respeto.
No os la voy a recomendar como amable
lectura playera de verano, pues es sombría, aunque tenga también sus puntos
luminosos. Pero sí os recomiendo que la leáis, sin duda. Y me alegro de ver
superarse a un buen escritor.
5 comentarios:
Otra buena reseña de Tito Willy, como no podía ser de otra forma, de las que te invitan a leer el libro reseñado y de forma fácil y atractiva. Gracias.
José Ángel
Después de leer la espléndida reseña de Guillermo tengo que decir que si no hubiera leído la novela, la pondría en la cima de las pendientes. Fue una de las que más me gustó el año pasado.
Buena reseña tito Willy, como la novela... hubiera cuadrado mejor en el curso de histórica del año pasado.... pero aún así, no hay que dejarla pasar.
Pues creo que éste va a ser mi siguiente libro de lectura. Qué ganas me han entrado de leerlo!!
Buena reseña me la apunto para la próxima!
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