Nuestro autoproclamado “tapado para
el Premio Nobel de Literatura”, cito textualmente sus propias palabras, me
mandó una nota rara, una reseña del complot mongol que no pude aprobar, porque
apenas pude entender (empiezo a pensar que escribe directamente en sueco,
Google Translator mediante, para allanar el terreno a la academia…), le indiqué
que dijera algo del libro y mandó otra nota de difícil encaje y
He aquí el resultado de tan doloroso
parto, en dos tomas… por si no os gusta el caldo…
Reseña de El complot mongol
Manuel Polo Recio
Pero se vive
bien en Cuenca. No tiene mérito llegar a centenario. Yo lo hice, y sigo para
contarlo. Fresquito pueblo, aires puros y aguas claras, todo limpio, sin
balaceras. Así pasa, que una pareja de muertes crudas altera todo el país. Es
el precio de la vida segura, la confianza hace mucho ruido al quebrarse.
En este otoño de
sequía -¡qué sabrán estos paisanos lo que es sed!- una pajaritos píos se han
puesto a leer lo que de mi contó mi cuate Rafael en el caso del complot mongol.
¡Qué cándidos los negritos de las Casas Ahorcadas! Fingen ser cuervos, buitres,
milanos, pero no pasan de ser golondrinas dándose aire de grajas. Gente
pacífica, ordenada, buenos modales, ni una voz más alta que otra, y disimulo
extremado de los deseos de vida, que llaman pecados. Les cosquillea el magín
con las salvajadas, la suciedad, el caos, la violencia –virtudes que no
practican- a estos burgueses instruidos, bien alimentados, que se ducharán casi
todas las semanas, leídos y viajados, que no conocen el miedo.
Y no es que sean
valientes, no lo necesitan, es que están tranquilos, han sido bien domados (se
tienen por civilizados, que finura) sino porque el orden establecido es
democrático y social. Aunque cueste creerlo, parecen convencidos de disfrutar
leyes justas, policía eficaz, jueces santos, gobernantes en estado de beatitud.
¡Si no hubiera tanta tía buenorra entre ellos me los hubiera cargado a todos,
peste pendejos! Cuatro buenas jacas por cada borriquillo, qué derroche. Y todas
santas, qué pena tan honda.
Yo, sentado en
la última fila, escuchaba. Dudo que alguien reparara en mí, tan diminuto, tan
frágil, tan apagado. ¿Cómo, si ni siquiera el buen retrato que me hizo el cuate
Rafael les parecía creíble? Un sicario, decían de mí, no sé con cuanto
desprecio. Alguien debió explicar que no más que uno de tantos, salvo que
destapado. Un asesino, un matarife, un criminal, un verdugo. Canalla,
depravado, escoria, basura. ¡Corderitos ellos, balando felices hasta que sus
ángeles de la guarda les rebanen los gaznates! Inocentes criaturitas que llegan
a la vejez sin verse metidos en un fregado. Casi ochenta años ya sin una buena
guerra en la que curtirse. Cristalería fina. ¿Acaso tienen dientes para roer un
mendrugo?
Yo soy un sobreviviente, no más. Una bombita
que haga media docena de muertos en una procesión de Semana Santa, y tenemos a
esta élite cultural usando pañales a perpetuidad, mojaditos todos sus días,
entonando a todas horas el estribillo ese: “Cordero de Diooooos, que quita los
pecados del mundoooo, daaaanos laaaaa paaaaaz!
Mejor no volver
por Aguirre, no sea que se me pegue el dedo al gatillo y haga un estropicio
¡Pinche ciudadanos ejemplares! A esta manada la sacas de Rambo y Bogart y se
pierden.
Reseña de El complot mongol
Esta es la
historia de Filiberto García, Un tío mayor, setentón ya o casi, mu serio, parco
en palabras y nulo en sonrisas, si me apuras hasta patibulario, que aún así,
enamora a un pivón al tiempo que tutea en su trabajo con eficacia y autoridad,
humilde verdugo anónimo mexicano él, solito y engañado, al KGB y a la CIA. Sin
heroicidades ni machadas, sin patriotismo ni ideario, así a la pata la llana.
Y este individuo
sin pedigrí que nunca pisó la Universidad, ni el instituto y puede que ni la
escuela, soldadito pistolero y espía desde casi antes de cubrirse de pelusilla
el escroto, viajado, experimentado, sin cultura libresca, sigue con los mismos
menesteres. A su edad, con sus títulos, algunos lo temen y todos lo desprecian,
incluidos sus doctos y honorables “superiores”, aunque su lealtad es indudable.
Se la quieren meter doblada y la devuelve emplomada. Lo envían al matadero o
cuando menos al fracaso y al ridículo pero el vejete habla poco, camina lento y
razona consecuente; evita los peligros, resuelve las incógnitas, descubre el
pastel, ejecuta a los culpables y limpia la casa. Perfecto todo si el picha
brava no se hubiera embarcado en sueños erótico-platónicos.
Relato conciso.
Ritmo sin prisas ni pausas. Personajes bien perfilados. Podredumbre mostrada
sin regodeo ni tufaradas. Palabrario exótico. Contraste de aspereza y
delicadeza. Una joya.
2 comentarios:
Manolo, has conseguido despertar mi interés por esa novela que calificase de joya. Habrá que leerla
Una reseña para leerla y disfrutar.
Ahora entiendo tu locura de hace unas semanas, fuiste poseído por Filiberto.
Pero, por favor, de Rambo nada.
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