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miércoles, 6 de enero de 2016

LAIDLAW, de William McIlvanney (1977).

por Fermín Cañizares.


William McIlvanney nos presenta el perfil de algunos de los habitantes de Escocia, y dentro de ella, nos da a conocer la ciudad de Glasgow, o mejor dicho el conjunto de comunidades diferentes que componen ésta.

Acompañando al inspector de policía Laidlaw, encargado de resolver el caso de la muerte de Jennifer Lawson, asesinada en un parque de la ciudad, el autor nos va mostrando varios Glasgows.

El carácter de algunos de los protagonistas que aparecen en la novela, parece como tallado en materiales rocosos, con un buril con gran capacidad de corte y que aguantan inalterables el paso del tiempo sin evolucionar.

 Nos vamos encontrando con una forma de enfrentarnos a la violencia, con poca o nula comprensión de los sujetos implicados en ella, tanto por parte de la sociedad en general, como de las instituciones del Estado encargadas de su tratamiento.

William McIlvanney nos dirige hacia la influencia que ha tenido la educación, o educaciones, de las religiones protestante, y católica a lo largo de los siglos en las distintas comunidades de la ciudad, que incluso en los equipos de fútbol se manifiesta.

Una ciudad, Glasgow, marcada por una supervivencia difícil. Una ciudad industrial, donde las condiciones sociales y laborales durante muchas generaciones, fue durísima.

Nos muestra la intolerancia a los otros, la perpetuación de lo socialmente aceptado, aunque no deje de ser más que un conjunto de normas hipócritas, entrando en el tema de la homosexualidad en una década en que todavía no era fácil.

Laidlaw ante estos hechos nos plantea una visión menos represiva, y nos dice que en este mal mundo que Dios nos ha dado, muchos de los personajes, que caen en lo infraumano, podrían salvarse, si se llegara a la raíz de las cosas, y ahí tratarlas.
En esta lucha, Laidlaw se encuentra sólo, como Don Quijote contra Los Molinos de viento; Y nos viene a sugerir, que con otro tipo de Educación, este mal mundo podría ser un poco menos malo.

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