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lunes, 16 de noviembre de 2015

Los premios Princesa de Asturias



Por (asturi) Ana Quiros.



 Un año más, Oviedo se engalana para recibir a la flor y nata de la cultura mundial: científicos, humanistas, deportistas, escritores.... Más allá de las opiniones contrarias, políticas todas ellas, de los estilismos que lucen los invitados al evento, unos más afortunados que otros, que no vienen al caso, quedémonos con la importancia del mayor evento cultural que alberga esta bonita ciudad asturiana.
 Después de los Nobel, los Premios Príncipe (ahora ya Princesa) de Asturias, son los de mayor importancia. Un reconocimiento a los destacados de cada año en diferentes facetas, Mujeres y
hombres que, en definitiva, hacen avanzar el mundo y disfrutar de él.





Y.....claro, hay que ponerse a la altura.

De entrada, el concierto de música en el Auditorio, un auténtico lujo para los sentidos, creo que, en cualquier edición, haría amar la música al más neófito.

Desde días antes se embellece la ciudad, flores nuevas en los parterres, recorte de ramas secas en los árboles y....... (esto nos encanta comentarlo a los ovetenses) limpieza de las estatuas. Las limpian, las pulen y les dan esplendor. Nunca lucen tanto como estos días. Hay muchas y muy variadas, es un recorrido obligado  y sorprendentemente placentero para cualquier visitante. Pero las más mundialmente famosas, justo al lado del Teatro Campoamor, sede de la entrega de los Premios, son "la gorda" ("La Maternidad" de Botero) y el "culo" (Culis Monumentalibus de Urculo). Y es que los asturianos somos muy dados a ponerle mote a todo, es una manera de hacerlo muy nuestro.






Volviendo a lo que procede en este blog, reseñar que los dos últimos premios de las letras han sido para autores muy dispares de novela negra, John Banville en 2014 y Leonardo Padura en 2015. No cabe duda que nuestra afición común está en auge, ¡a disfrutarla!
Y qué mejor para hacerlo, que con la reseña de “La neblina del ayer” que nos regala Amelia Carrillo.







Cuando aquella mañana Mario Conde, comprador de libros viejos, se adentró en aquella casona de estructura definitivamente decrépita, que antes fue un  lujoso aristocrático edificio con trazado neoclásico,  y descubrió la impresionante biblioteca que a lo largo de los años había atesorado  D. Alcides Montes de Oca y que habían conservado con veneración los hermanos Ferreros, Dionisio y Amalia, cumpliendo la imposición de su anciana y moribunda madre, Nemesia, se adentró también en un viaje en el tiempo.


Siguiendo una premonición, al encontrar dentro de un libro de cocina un artículo  de un periódico de 1959, relatando la retirada de Violeta del Río en el momento cumbre de su carrera artística, decide descubrir quién era esa cantante de la que hoy no queda ningún recuerdo.

La novela se desarrolla en dos planos temporales, el del presente la Cuba del siglo XXI, y el del pasado, años cincuenta,  donde tuvo lugar la historia de Violeta.

Se trata de  momentos históricos muy diferentes, que diseñan dos escenarios distintos de la Habana.  Por un lado retrocedemos al espacio perteneciente a la época de la dictadura de Batista, que está constelado de delincuencia organizada, de gánsteres y de policías corruptos, incluido el mismo dictador. Por el otro, el de la Habana  actual donde la delincuencia, también organizada sigue presente en todos los niveles. Pero mientras en la evocación de la ciudad en los años cincuenta aparece un mundo mítico de música y juerga nocturna, de cabarés fluorescentes y amores pasionales, en las descripciones de la ciudad del presente se advierten prepotentemente la miseria y el sufrimiento diario de una generación que aún está pagando por haber cargado con una serie de dolorosas y amargas responsabilidades históricas, y el  desencanto de los ideales de la revolución.

En el presente, año 2003, nos cuenta la actividad del ex policía metido a vendedor de libros antiguos, que comparte con sus amigos los placeres olvidados de comidas exquisitas que el dinero conseguido con la venta de los libros le permiten, y la investigación en la que se tiene que involucrar para defenderse de la acusación de un delito de asesinato en el que aparecen él y su socio Yoyi como principales sospechosos.

En el tiempo pasado Conde trata de investigar la desaparición de la más sensacional bolerista  cuya voz enamoraba a los hombres, y a cuyo hechizo también sucumbió el padre de Conde.

Pero  este pasado Padura no trata de recuperarlo para descubrir los sucesos delictivos que van a acontecer en el tiempo presente y sólo al final revelará sus conexiones con la muerte de Violeta en el pasado.

 Las dos historias – contadas desde dos diversos tiempos y ambientadas en dos épocas diferentes, que diseñan dos distintas formas de vivir – ponen netamente de relieve la bipartición de la organización narrativa. El autor conscientemente sitúa ambas historias dentro de la narración al mismo nivel.

Narración contada en tercera persona introduce en determinados momentos la utilización del yo pero como una narración de segundo grado que se abre en la principal, e inserta en la novela la  forma epistolar, usando también la  primera persona para a través de unas cartas que se encuentran en los libros descubrir toda la trama de la historia de Violeta y de la familia Ferreros.

En La neblina del ayer, al igual que en sus otras novelas, Padura Fuentes hace reflexionar al lector sobre los problemas del hombre cubano, con una serie de consideraciones en torno a la situación problemática de la Isla. Su denuncia es inclemente, pero no destructiva, lo que analiza es el  desengaño que se origina por una democracia siempre esperada, pero nunca alcanzada, por el permanente estado de crisis que acarrea hambre y privaciones, que es lo que hace perder la confianza en las instituciones, el cubano ya no cree en el “hombre nuevo” de la revolución como se refleja en las discusiones que mantienen Conde y su socio Yoyi.

La neblina del ayer, es una historia sin malos, contada por Padura con una prosa exquisita, un lenguaje preciso que no pierde calidad cuando introduce, sin abuso,  localismos cubanos que encajan en perfecta simbiosis y… de fondo el ritmo del bolero.
Y para terminar, el video de Olga Guillot "Vete de mí" que da nombre a la primera parte del libro que hemos comentado.

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